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miércoles, 6 de enero de 2021

REFLEXIONES SOBRE LOS REYES MAGOS



REFLEXION O MEDITACION 

 Mirad cómo los hombres de dos caras se atraen el juicio de Dios. Decía San Agustín que "no hay infelicidad mayor que la felicidad de los que pecan". Repútase tal o cual hombre afable cuando no es sino un hombre pésimo. He aquí una idolatría: hacer creer a los hombres que se tiene el espíritu de Dios, cuando no se tiene sino el espíritu del demonio. Huid, pues, de la hipocresía.

En cuanto a lo tercero, la estrella interior, que es la gracia del Espíritu Santo, nos reduce a Cristo. De ella se dice en el Apocalipsis: Y al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones, etc., y le daré la estrella de la mañana. Más se ha de notar que la gracia del Espíritu Santo puede ser inicial, promotiva y final. No nos reduce a Cristo sino la gracia final. Pierde la dirección de esta estrella el que incurre en el endurecimiento de Herodes, es decir, aquel que extingue las inspiraciones divinas en sí mismo. Demos que has concebido el propósito de practicar obras de piedad, enmendar la vida y entrar en una Religión. Pues bien, si lo dejas sin cumplirlo, eres como Herodes, que intentaba matar al niño.

Otros, en cambio, son como Faraón, que mandó arrojar al río a todos los niños varones. Hay quienes extinguen todo buen propósito del prójimo, allí donde lo encuentran. Por ejemplo: cuando a uno que quiere entrar en una Religión, se le dice: puedes hacer mayor bien en el siglo, llegando a apagar en él su buen propósito. Estos son, sin duda, como Faraón, que mandó matar a todos los hijos varones; y cosa cierta es que el pecado de Faraón fue grande. Le habría de bastar al hombre su propio pecado. Ir tras las obras de la carne es grandísimo pecado. Los concebido en su vientre por obra del Espíritu Santo. Esto mismo fue igualmente significado en los Números, c.17: Entró Moisés en el Tabernáculo del testimonio y halló que había florecido la vara de Aarón en la casa de Levi, porque la Virgen María, por más que habrá salido de la raíz de Jesé, fue, sin embargo, unida a la clase sacerdotal.

La casa en que nació y fue hallado por los pastores y vecinos, fue la casa del pesebre de pastores, que fue pobrecita y estrecha, sobre lo cual dice el Eclesiástico, c.29: Lo esencial de la vida del hombre, agua, pan y vestido. Lo necesario para nuestra vida, agua: pan y casa que proteja nuestra vileza. Esta es la casa pobrecita y estrecha, en la que al mismo tiempo hay palacio y establo, y en ella fue hallado por los pastores; por lo que se dice en San Lucas, c.2: Fueron apresurados y hallaron a María y a José y al Niño recostado en el pesebre. Convenientemente pues, el que se hizo todo para todos se manifestó a los pastores en un lugar de pastores.

La casa en que fue criado, y en la que le hallaron los Magos, fue la casa del regazo materno; acerca de esto se dice en los Cánticos, c.3: Yo le así y no le dejaré hasta que lo meta en la casa de mi madre y en la cámara de la que me engendró. Y en esta casa exterior deseaba encontrarle la esposa, como se dice en los Cánticos, c.8: ¿Quién te me dará a ti, hermano mío, mamando a los pechos de mi madre?, etc, En esta casa le hallaron los Magos, como se dice en San Mareo, c.2: Entrando en la casa, etcétera. De una manera especial se hace notar con María Madre, pues todavía era niño de pecho cuando se manifestó admirable a los Magos. 406

La casa en que vivió y fue hallado por los discípulos o Apóstoles fue la casa del albergue paterno. Sobre esto se dice en San Marcos, c.6: No hay Profeta sin honor si no es en su patria, y en su casa y entre sus familiares. Mas aquellos entre los cuales vivía, le despreciaban diciendo que era el hijo de José el carpintero. Sin embargo, en esta casa fue hallado por los discípulos, conforme a lo de San Juan, c.1: Dijo Felipe a Natanael: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y en los profetas, a Jesús el hijo de José, el de Nazaret.- Son gloriosos y del todo deseables estos hallazgos, en los que el Niño Jesús se manifestó en la substancia de nuestra carne, ya que la santa Madre Iglesia venera estas y otras manifestaciones y de un modo particular ésta en que se manifestó a los Magos: porque fue el principio de la vocación de los gentiles.

La casa en que es hallado espiritualmente es la casa del alma fiel; de ella puede entenderse aquello de la Sabiduría, capítulo 8: Entrando en mi casa, en ella tendré descanso, es decir, en la Sabiduría increada, que es Jesucristo, el Hijo de Dios, al que llamamos y creemos Virtud de Dios y Sabiduría de Dios.

Pero esta casa primero se ha de construir, para que en ella se introduzca el Niño Jesús, y luego se ha de custodiar, para que no sea echado de ella; y en tercer lugar se ha de vigilar, para que se le halle escondido en ella.

Más para la construcción de la casa espiritual, que es la santa conciencia, son necesarias cuatro cosas: la primera es la hechura de la observancia; de ella se dice en San Mateo, c.T: Todo aquel que oye estas mis palabras y las observa, comparado será a un varón sabio, que edificó su casa en la peña, etc.; y más adelante: Y todo aquel que oye estas mis palabras, y no las cumple, semejante será a un hombre necio que edificó su casa sobre arena; y cayó la lluvia, etc. Y por este motivo se amenaza en Jeremías, c.22: ¡Ay del que edifica su casa con injusticia y sus salones sin equidad! No tiene esta construcción la casa de los avaros, los cuales tratan de enriquecerse lícita o ilícitamente; por esto se dice en Habacuc, c.2: ¡Ay de aquel que amontona avaricia malvada en su casa! Porque estos tales construyen casas terrenales, no celestiales; y por consiguiente les amenaza el Señor en Isaías, c.5: ¡Ay de los que aumentáis casa sobre casa, y añadís hacienda sobre hacienda hasta el término del lugar! ¿Por ventura habitaréis vosotros solos en medio de la tierra? la segunda cosa es la belleza de la honestidad, de la cual puede entenderse lo de los Cánticos, c.1: Los cabríos de nuestras casas son de cedro, y los artesonados, de ciprés. Se dice esto por la belleza y brillo y olor de la honestidad, que hace que toda la casa exhale el buen olor. Por esto se dice en el Salmo: A tu casa le conviene santidad, Señor, por longura de días; y en otro lugar: He amado la hermosura de tu casa. Sin esta hermosura de la santidad es tenida como una casa de leprosos; de aquí lo del levítico, c.14.: Si habiendo entrado el sacerdote viese que ha 'vuelto la lepra, y que las paredes están salpicadas de manchas, lepra es pertinaz y la casa inmunda.

la tercera cosa es la firmeza de la confianza, Sobre esto se dice en la Epístola a los Hebreos, c.3: Cristo, como Hijo, es fiel en su propia casa, la cual somos nosotros, con tal que tengamos firme la confianza y la gloria de la esperanza hasta el fin, pero nuestra confianza estriba en el Señor, quien de tal manera apoya nuestra casa, que no sólo merece llamarse casa, sino más bien torre fuerte, según lo de los Proverbios, c.18: Torre muy fuerte el nombre del Señor, por el contrario, en Job, c.8, se dice del hipócrita, cuya esperanza y confianza no estriban en el Señor: La esperanza del hipócrita perecerá; y como tela de araña es su confianza: se apoyará sobre su casa, peto no tendrá firmeza; la apuntalará, pero no quedará derecha.

La cuarta cosa es la clausura de la disciplina, acerca de lo cual se lee en el Eclesiástico, c.51: Acercaos a mí, ¡h indoctos! y reuníos en la casa de la enseñanza, Aquellos se congregan en la casa de la enseñanza que no vaguean por fuera, sino que se recogen en el interior de la conciencia, conforme a lo cual aconseja el Eclesiástico a cada uno: Vete primero a tu casa, y allí diviértete, y allí ponte a jugar, En cambio, se dice de los indoctos en persona de la mujer necia, en los Proverbios, c.7: Parlera y cantonera, sin sufrir sosiego y que no puede tener sus pies puestos en casa. A causa de esto, en la Epístola a Timoteo, c.5, se dice de las viudas necias: que acostumbran a andar ociosas por las casas de otros, que quieren juzgar las conciencias de otros por los actos exteriores; contra éstas va lo del Eclesiástico, c.21: El pie del necio es fácil en meterse en la casa del vecino; y en otro lugar: El necio por la ventana escudriñará la casa. En tales casas abiertas y desasosegadas rehúsa habitar el Señor, y sabiendo esto María estaba sentada en su casa, como se dice en San Juan.

La segunda cosa es que, ya construida así la casa, ha de ser custodiada, con el fin de que no sea despedido de ella Cristo.

Esto se consigue por medio de cuatro custodios: el primero es el temor que humilla; en el Eclesiástico, c.27, se lee: Si no te mantuvieres firmemente en el temor del Señor, pronto será arruinada tu casa. Y no es de extrañar esto, porque, así como el temor le pone en lugar bajo y seguro, así la soberbia le pone en lugar alto y peligroso; por esto se lee en los Proverbios, c.17: Quien fabrica alta su casa busca la ruina. Y no es de maravillar, porque derribará el Señor la casa de los soberbios, como se dice en el mismo libro. Por esto dijo Séneca. Ponte en sitio bajo, donde no puedas caer”.

El segundo custodio es la modestia que oculta, la cual induce a que el hombre oculte sus bondades; por esto se dice en el libro cuarto de los Reyes, c.4: Dijo Eliseo a la mujer: Ve y entra en tu casa y ciérrate en ella echa de aquel aceite en todas las vasijas. En el aceite está significada la devoción del alma, que debe esconderse, conforme a lo que dice el Señor en San Mateo, c.6: Y tú, cuando orares, entra en tu aposento cerrada la puerta ora a tu Padre en secreto. Por esto dice San Gregorio: "Se esconde el tesoro hallado para guardado", y por tal motivo aconseja el Eclesiástico que no metas en tu casa a toda suerte de hombres. Ezequías no guardó este consejo, y por ello fue reprendido por el Señor y por Isaías, en el libro cuarto de los Reyes, donde se dice que Ezequías mostró a los embajadores del rey de Babilonia la casa de los aromas, y el oro, y la plata, etc., y luego le amenazó el Señor de que todas las cosas serían llevadas a Babilonia; lo que no hubiera hecho de no haberse alegrado vanamente Ezequías.

El tercer custodio es el dolor que excita, que cierra todas las puertas; de él puede entenderse lo del Éxodo, e.12: Movióse un grande clamor en Egipto; porque no había casa donde no hubiese un muerto, Este clamor del dolor hace que la casa esté segura contra los peligros, por lo cual se dice en el Eclesiastés, capítulo 7: Mejor es ir a la casa del luto, que a la casa de las bodas; y en el mismo lugar: El corazón de los necios está donde hay alegría, y el corazón  de los sabios donde hay tristeza, Porque por el dolor son expulsados los extraños, conforme a lo de los Proverbios, e.14: El corazón que conoce la amargura de su alma, en su gozo no se mezclará extraño; y por este motivo decía Jeremías: Me estaba sentado solo porque me llenaste de amargara. Este custodio lo tienen los verdaderos penitentes, de los cuales se dice en Job, c.39: ¿Quién dejó en libertad al asno montés, al cual di casa en el desierto y sus moradas en tierra salobre?

El cuarto custodio es el amor que solicita; pues cuando uno ama una cosa, por ese mismo amor se hace vigilante para no perderla. Por esto se lee en San Lucas, c.12: En verdad os digo que si el padre de familia supiese la hora en que vendría el ladrón, velaría sin duda y no dejaría minar su casa; porque es peligroso descuidarse en lo que mira a la guarda de la casa, pues se dice en San Mareo, c.12, que atando el espíritu inmundo encuentra la casa desocupada, barrida y adornada, entonces se va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, entran dentro y moran allí; y lo postrero de aquel hombre es peor que lo primero, Un ejemplo manifiesto de ello es lo del segundo libro de los Reyes, c.4, donde se dice que Isboset dormía en su casa, en su cama a mediodía, y la portera de la casa, que estaba limpiando el trigo, se había quedado dormida, y entrando los ladrones cortaron la cabeza a Isboset, Todo hombre, pues, espiritual debe estar precavido contra este peligro, y en consecuencia velar continuamente, como la Esposa de los Cantares: Yo duermo, y mi corazón vela; y por esta razón se dice en la Epístola primera de San Pedro, cap, último: Hermanos, sed sobrios y vela

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