2 REFLEXION O MEDITACION
Mirad cómo los hombres de dos caras se atraen el juicio de Dios. Decía San Agustín que "no hay infelicidad mayor que la felicidad de los que pecan". Repútase tal o cual hombre afable cuando no es sino un hombre pésimo. He aquí una idolatría: hacer creer a los hombres que se tiene el espíritu de Dios, cuando no se tiene sino el espíritu del demonio. Huid, pues, de la hipocresía.
En
cuanto a lo tercero, la estrella interior, que es la gracia del Espíritu Santo,
nos reduce a Cristo. De ella se dice en el Apocalipsis: Y al que venciere y
guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones, etc.,
y le daré la estrella de la mañana. Más se ha de notar que la gracia del Espíritu
Santo puede ser inicial, promotiva y final. No nos reduce a Cristo sino la
gracia final. Pierde la dirección de esta estrella el que incurre en el
endurecimiento de Herodes, es decir, aquel que extingue las inspiraciones
divinas en sí mismo. Demos que has concebido el propósito de practicar obras de
piedad, enmendar la vida y entrar en una Religión. Pues bien, si lo dejas sin
cumplirlo, eres como Herodes, que intentaba matar al niño.
Otros, en cambio, son como
Faraón, que mandó arrojar al río a todos los niños
varones. Hay quienes extinguen todo buen propósito del prójimo, allí donde lo
encuentran. Por ejemplo: cuando a uno que quiere entrar en una Religión, se le
dice: puedes hacer mayor bien en el siglo, llegando a apagar en él su buen
propósito. Estos son, sin duda, como Faraón, que mandó matar a todos los hijos
varones; y cosa cierta es que el pecado de Faraón fue grande. Le habría de
bastar al hombre su propio pecado. Ir tras las obras de la carne es grandísimo
pecado. Los concebido en su vientre por obra del Espíritu Santo. Esto mismo fue
igualmente significado en los Números, c.17: Entró Moisés en el Tabernáculo del
testimonio y halló que había florecido la vara de Aarón en la casa de Levi,
porque la Virgen María, por más que habrá salido de la raíz de Jesé, fue, sin
embargo, unida a la clase sacerdotal.
La casa
en que nació y fue hallado por los pastores y vecinos, fue la casa del pesebre
de pastores, que fue pobrecita y estrecha, sobre lo cual dice el Eclesiástico,
c.29: Lo esencial de la vida del hombre, agua, pan y
vestido. Lo necesario para
nuestra vida, agua: pan y casa que proteja nuestra vileza.
Esta es la casa pobrecita y estrecha, en la que al mismo tiempo hay palacio y
establo, y en ella fue hallado por los pastores; por lo que se dice en San
Lucas, c.2: Fueron apresurados y hallaron a María y
a José y al Niño recostado en el pesebre. Convenientemente
pues, el que se hizo todo para todos se manifestó a los pastores en un lugar de
pastores.
La casa
en que fue criado, y en la que le hallaron los Magos, fue la casa del regazo
materno; acerca de esto se dice en los Cánticos, c.3: Yo le
así y no le dejaré hasta que lo meta en la casa de mi madre y en la cámara de
la que me engendró. Y en esta casa exterior deseaba encontrarle la esposa, como se dice en
los Cánticos, c.8: ¿Quién te me dará a ti, hermano mío, mamando a los pechos de
mi madre?, etc, En esta casa le hallaron los Magos, como se
dice en San Mareo, c.2: Entrando en la casa, etcétera. De una manera especial
se hace notar con María Madre, pues todavía era niño de pecho cuando se
manifestó admirable a los Magos. 406
La casa
en que vivió y fue hallado por los discípulos o Apóstoles fue la casa del
albergue paterno. Sobre esto se dice en San Marcos, c.6: No hay
Profeta sin honor si no es en su patria, y en su casa y entre sus familiares. Mas aquellos entre los cuales
vivía, le despreciaban diciendo que era el hijo de José
el carpintero. Sin embargo, en esta casa fue hallado por los
discípulos, conforme a lo de San Juan, c.1: Dijo Felipe a
Natanael: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y en los
profetas, a Jesús el hijo de José, el de Nazaret.- Son gloriosos
y del todo deseables estos hallazgos, en los que el Niño Jesús se manifestó en
la substancia de nuestra carne, ya que la santa Madre Iglesia venera estas y
otras manifestaciones y de un modo particular ésta en que se manifestó a los
Magos: porque fue el principio de la vocación de los gentiles.
La casa
en que es hallado espiritualmente es la casa del alma fiel; de ella puede
entenderse aquello de la Sabiduría, capítulo 8:
Entrando en mi casa, en ella tendré descanso, es decir, en la Sabiduría increada, que es Jesucristo, el Hijo de
Dios, al que llamamos y creemos Virtud de Dios y
Sabiduría de Dios.
Pero
esta casa primero se ha de construir, para que en ella se introduzca el Niño
Jesús, y luego se ha de custodiar, para que no sea echado de ella; y en tercer
lugar se ha de vigilar, para que se le halle escondido en ella.
Más para
la construcción de la casa espiritual, que es la santa conciencia, son
necesarias cuatro cosas: la primera es la hechura de la observancia; de ella se
dice en San Mateo, c.T: Todo aquel que oye
estas mis palabras y las observa, comparado será a un varón sabio, que edificó
su casa en la peña, etc.; y más adelante: Y todo aquel que oye estas mis palabras, y no las cumple,
semejante será a un hombre necio que edificó su casa sobre arena; y cayó la
lluvia, etc. Y por este motivo
se amenaza en Jeremías, c.22: ¡Ay del
que edifica su casa con injusticia y sus salones sin equidad! No tiene esta construcción la casa de los avaros, los
cuales tratan de enriquecerse lícita o ilícitamente; por esto se dice en
Habacuc, c.2: ¡Ay de aquel que amontona avaricia malvada
en su casa! Porque estos tales
construyen casas terrenales, no celestiales; y por consiguiente les amenaza el
Señor en Isaías, c.5: ¡Ay de los que
aumentáis casa sobre casa, y añadís hacienda sobre hacienda hasta el término
del lugar! ¿Por ventura habitaréis vosotros solos en medio de la tierra? la segunda cosa es la belleza de la honestidad, de la
cual puede entenderse lo de los Cánticos, c.1: Los cabríos de nuestras casas
son de cedro, y los artesonados, de ciprés. Se dice esto por la belleza y brillo
y olor de la honestidad, que hace que toda la casa exhale el buen olor. Por
esto se dice en el Salmo: A tu casa le conviene santidad, Señor, por longura de
días; y en otro lugar: He amado la hermosura de tu casa. Sin esta hermosura de
la santidad es tenida como una casa de leprosos; de aquí lo del levítico,
c.14.: Si habiendo entrado el sacerdote viese que ha 'vuelto la lepra, y que
las paredes están salpicadas de manchas, lepra es pertinaz y la casa inmunda.
la
tercera cosa es la firmeza de la confianza, Sobre esto se dice en la Epístola a
los Hebreos, c.3: Cristo, como Hijo, es fiel en su
propia casa, la cual somos nosotros, con tal que tengamos firme la confianza y
la gloria de la esperanza hasta el fin, pero nuestra confianza
estriba en el Señor, quien de tal manera apoya nuestra casa, que no sólo merece
llamarse casa, sino más bien torre fuerte, según lo de los Proverbios, c.18:
Torre muy fuerte el nombre del Señor, por el contrario, en Job, c.8, se dice
del hipócrita, cuya esperanza y confianza no estriban en el Señor: La esperanza del hipócrita perecerá; y como tela de araña
es su confianza: se apoyará sobre su casa, peto no tendrá firmeza; la
apuntalará, pero no quedará derecha.
La
cuarta cosa es la clausura de la disciplina, acerca de lo cual se lee en el
Eclesiástico, c.51: Acercaos a mí, ¡h
indoctos! y reuníos en la casa de la enseñanza, Aquellos se congregan en la
casa de la enseñanza que no vaguean por fuera, sino que se recogen en el
interior de la conciencia, conforme a lo cual aconseja el Eclesiástico a cada
uno: Vete primero a tu casa, y allí diviértete, y allí ponte a jugar, En
cambio, se dice de los indoctos en persona de la mujer necia, en los
Proverbios, c.7: Parlera y cantonera, sin sufrir sosiego y que no puede tener
sus pies puestos en casa. A causa de esto, en la Epístola a Timoteo, c.5, se
dice de las viudas necias: que acostumbran a andar ociosas por las casas de
otros, que quieren juzgar las conciencias de otros por los actos exteriores;
contra éstas va lo del Eclesiástico, c.21: El pie del necio es fácil en meterse
en la casa del vecino; y en otro lugar: El necio por la ventana escudriñará la
casa. En tales casas abiertas y desasosegadas rehúsa habitar el Señor, y
sabiendo esto María estaba sentada en su casa, como se dice en San Juan.
La
segunda cosa es que, ya construida así la casa, ha de ser custodiada, con el
fin de que no sea despedido de ella Cristo.
Esto se
consigue por medio de cuatro custodios: el primero es el temor que humilla; en
el Eclesiástico, c.27, se lee: Si no te mantuvieres
firmemente en el temor del Señor, pronto será arruinada tu casa. Y
no es de extrañar esto, porque, así como el temor le pone en lugar bajo y
seguro, así la soberbia le pone en lugar alto y peligroso; por esto se lee en
los Proverbios, c.17: Quien fabrica alta su
casa busca la ruina. Y no es de maravillar, porque derribará el
Señor la casa de los soberbios, como se dice en el mismo libro. Por esto dijo Séneca.
Ponte en sitio bajo,
donde no puedas caer”.
El
segundo custodio es la modestia que oculta, la cual induce a que el hombre
oculte sus bondades; por esto se dice en el libro cuarto de los Reyes, c.4:
Dijo Eliseo a la mujer: Ve y entra en tu casa
y ciérrate en ella echa de aquel aceite en todas las vasijas. En el aceite está significada la devoción del alma, que debe
esconderse, conforme a lo que dice el Señor en San Mateo, c.6: Y tú, cuando orares, entra en tu aposento cerrada la
puerta ora a tu Padre en secreto. Por esto dice San Gregorio: "Se esconde el
tesoro hallado para guardado", y
por tal motivo aconseja el Eclesiástico que no metas en tu casa a toda suerte
de hombres. Ezequías no guardó este consejo, y por ello fue reprendido por el
Señor y por Isaías, en el libro cuarto de los Reyes, donde se dice que Ezequías
mostró a los embajadores del rey de Babilonia la casa de los aromas, y el oro,
y la plata, etc., y luego le amenazó el Señor de que todas las cosas serían
llevadas a Babilonia; lo que no hubiera hecho de no haberse alegrado vanamente
Ezequías.
El
tercer custodio es el dolor que excita, que cierra todas las puertas; de él
puede entenderse lo del Éxodo, e.12: Movióse un grande
clamor en Egipto; porque no había casa donde no hubiese un muerto,
Este clamor del dolor hace que la casa esté segura contra los peligros, por lo
cual se dice en el Eclesiastés, capítulo 7: Mejor es ir a la casa
del luto, que a la casa de las bodas; y
en el mismo lugar: El corazón de los necios está donde hay alegría, y el
corazón de los sabios donde hay
tristeza, Porque por el dolor son expulsados los extraños, conforme a lo de los
Proverbios, e.14: El corazón que conoce la amargura de su alma, en su gozo no
se mezclará extraño; y por este motivo decía Jeremías: Me estaba sentado solo
porque me llenaste de amargara. Este custodio lo tienen los verdaderos
penitentes, de los cuales se dice en Job, c.39: ¿Quién
dejó en libertad al asno montés, al cual di casa en el desierto y sus moradas
en tierra salobre?
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