VAYA POSICION DE ESTE BORRACHO
En efecto, el que se embriaga no sabe administrar con
discernimiento sus palabras, sino que, como casa abierta por todas partes y
fácilmente atacable por cualquier insidioso, así está la mente del tal: abierta
de par en par y destrozada por las funestas pasiones. Porque, al fin y al cabo,
la embriaguez no es más que traición de los pensamientos, calamidad que hace
reír y enfermedad de que se hace burla. La embriaguez es un demonio
voluntariamente elegido; la embriaguez es oscurecimiento de los razonamientos;
la embriaguez es atizador de las pasiones de la carne. Efectivamente, al que
está atormentado por el demonio, muchas veces hasta lo compadecemos; en cambio,
con el borracho nos indignamos y airamos, ¿por qué razon? Porque aquello es
vejación del demonio, y esto, en cambio, es prueba de mucha despreocupación;
aquello es insidia del demonio, mientras esto es insidia de los propios
pensamientos 10. Y para que aprendas que así es realmente, míramelo victima de
los mismos males que el endemoniado, y aun peores. Efectivamente, como el
endemoniado arroja espuma por la boca, se cae y muchas veces permanece inmóvil
sobre el suelo, sin reconocer a los presentes, pero haciendo visajes con los
ojos, así también el que se embriaga, después que el exceso de vino ingerido ha
devastado su capacidad crítica de los pensamientos, lo mismo que aquél, no sólo
arroja espuma por su boca y yace abandonado en peores condiciones que un
cadáver, sino que también, muchas veces, arroja por su boca liquido podrido. Y
desde ese momento se hace repulsivo para los amigos, insoportable para la
mujer, ridículo para los hijos y despreciable para los esclavos, y en una
palabra, a los ojos de todos cuantos le ven aparece como tema de indecencias y
de risa. 11. ¿Ves cómo estos tales son más miserables que los endemoniados? ¿Y
quieres aprender, además de todo eso, cuál es el principal de los males?
Porque, después de tener dichas tantas cosas, todavía no he puesto el remate:
el que se embriaga se hace extraño al reino de los cielos. Escucha lo que dice
el bienaventurado Pablo: No os engañéis, que ni los fornicarlos, ni los idólatras, ni
los adúlteros, ni los invertidos, ni los borrachos, heredarán el reino de los
cielos 5. Pero quizá alguien diga: «Entonces, ¿qué? ¿Los idólatras, los adúlteros
y los borrachos quedan por igual fuera del Reino?» Querido, esto no
quieras saberlo de mí, porque yo he leído la ley tal como es; por tanto, no
andes dándole vueltas a eso, esto es, si el borracho paga la misma pena que los
otros, sino mira bien esto otro: que también sufre la privación del Reino;
ahora bien, una vez puesto fuera de él, ¿qué consuelo podrá ya tener?
12. Y
digo esto ahora, no como acusación de los presentes, ¡Dios me libre! Estoy
convencido, en efecto de que vosotros estáis limpios de esta pasión, por la
gracia de Dios, y la mejor prueba de ello la encuentro en vuestra concurrencia
aquí con tanto ardor, y en vuestra diligencia en escuchar esta instrucción
espiritual, porque no es posible que esté deseoso de palabras divinas el que no
es sobrio ni está vigilante. Os digo esto, sin embargo, porque a través de
vosotros quiero también instruir a los demás, y porque quiero que vosotros os
hagáis más firmes, de modo que nunca vengáis a ser presos de esta pasión. 13. Y
es que los tales podría decirse que son más irracionales que los mismos
irracionales. ¿Cómo? Yo os digo: los irracionales, cuando tienen sed, contienen
el deseo en los límites de la necesidad, y nunca se permiten sobrepasar la
necesidad; los
hombres, en cambio, los racionales, no se aplican a calmar la sed, sino a ver
de anegarse en vino y agravar así su propio naufragio.
Efectivamente, lo mismo que un barco sobrecargado zozobra enseguida, así
también el hombre que sobrepasa los límites de la necesidad e impone a su
estómago una sobrecarga: rápidamente hunde su mente y envilece la nobleza de su
alma. 14. Por eso, queridos, os conviene preocuparos seriamente de corregir al
prójimo y arrebatarle a ese oleaje, para que obtengáis un salario mayor, no
sólo por lo que toca a vosotros mismos, sino también por la salvación de los
demás. Así decía también Pablo: Ninguno busque su propio bien, sino el del otro
6, y de nuevo: Edificaos mutuamente 7.
Por consiguiente, no mires sólo que tú estás sano y libre de enfermedad, sino
cuida también y preocúpate mucho de que también el que es miembro tuyo se vea
libre del daño consiguiente y evite la enfermedad, porque miembros somos los
unos de los otros, y si un miembro padece, menester es que todos los miembros a
una se conduelan; y si un miembro es glorifcado, todos los miembros a una deben
congratularse 8. 15. No teníais tanta necesidad de exhortación y de consejo
durante el tiempo de la santa Cuaresma como ahora. Entonces, efectivamente, la
resolución de ayunar os volvía mesurados, aun sin quererlo. Ahora, en cambio,
estoy asustado por el temor a vuestra seguridad y a la despreocupación que de
ella se deriva, porque realmente ante nada se siente tan inútil la humana
naturaleza como ante la dejadez. Por esta razón el Señor en su bondad, ya desde
los mismos comienzos impuso al género humano como una especie de freno, al
condenar al hombre al trabajo y al sufrimiento, prueba de su gran preocupación
por nuestra salvación.