LOS
CRISTEROS
La noche del 22 de febrero de 1925, un grupo de cien
hombres asaltó y se apoderó de la parroquia de La Santa Cruz de la Soledad de
la Ciudad de México, entregándosela a Pérez, nombrado "Patriarca de la
Iglesia Mejicana", y a Monge, designado Cura Párroco de la misma. Pronto
se difundió por el barrio la noticia del asalto, y al día siguiente, domingo,
una multitud airada se congregó a las puertas de la parroquia, y al abrirse
penetró tumultuariamente protestando de manera que, tanto Pérez como Monge,
quien se disponía a celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, no obstante estar
protegidos por los mismos asaltantes, tuvieron que encerrarse en la sacristía
para escapar a las iras de la multitud. Acudió la policía montada y los
bomberos para sofocar el motín sin conseguirlo. Llegaron fuerzas armadas de
refuerzo a las cuales también atacó la multitud que se encontraba fuera,
valiéndose para ello de las piedras que levantó del pavimento de la calle. El
pueblo se impuso a costa de un muerto y numerosos heridos. El templo fue cerrado
al culto.
Los capitalinos se dispusieron a la defensa de sus
templos, fracasando los intentos de apoderarse de Santo Tomás, San Hipólito,
Loreto, La Inmaculada Concepción, Santa Ana, San Pablo, Santa Catarina, y
algunos otros.
La gloriosa A. C. J. M. (Asociación Católica de la
Juventud Mejicana), con algunas armas se hizo cargo de la permanente custodia
de la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Ante una alarma, se tocaron a
rebato las campanas, acudiendo en breves minutos una impresionante multitud
armada de pistolas, cuchillos, garrotes, y las más diversas armas.
También en la ciudad de Aguascalientes se intentó
apoderarse del templo de San Marcos. La defensa del mismo se hizo a costa de
varios muertos y numerosos heridos.
"Según las previsiones de Mons. Ruíz y Flores,
el pueblo cristiano se inquietó y comenzó a custodiar sus iglesias. Fue una
movilización espontánea que nadie sabía a dónde podría conducir.
"El 27 de febrero, Nahum Toquiantzi, en nombre
de los católicos de Santa Ana Chiautempan, escribía al Presidente de La
República preguntándole si era cierto que el gobierno había tomado una iglesia
y tenía el propósito de tomar la Basílica (sic), es decir el santuario de la
Virgen de Guadalupe. Le comunicaba que aquí ya se están preparando para
defender los templos con armas de fuego muchas personas, ya cuento con más de
3,000 hombres y creo que de mujeres es el número más grande y por todos serian
unos 7,000... Primero muertos que dejar perseguir al clero."
"El arzobispo de Méjico Mons. José Mora y del
Río, no podía pasar en silencio tan graves acontecimientos y, en memorable
edicto del 25 de febrero, declaró al final:
'No podemos callar ante el escándalo ni ocultar el dolor de nuestra
alma ante la prevaricación de dos mal aconsejados sacerdotes, que desconociendo
la suprema autoridad del Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la Tierra,
apostatan precipitándose en el abismo del cisma y la herejía. Ni podemos
permanecer mudos frente a la profanación de un tempo, del que, apoderándose por
la fuerza, arrojaron a su pastor legítimo y a los sacerdotes que le ayudaban en
la administración parroquial...No, no tememos al cisma, porque no dudamos ni
por un momento de la fidelidad y sumisión de todos los católicos mejicanos y de
todo nuestro clero a la Silla de Pedro, al Supremo Pastor de la Iglesia
Católica, Apostólica, Romana, una y santa. Y hasta creemos que este mismo
triste acontecimiento servirá para encender más la inquebrantable adhesión al
Romano Pontífice...
"El día 28, es decir, a los tres días de publicado el edicto
anterior, aparecieron en El Universal las declaraciones del Padre Monge, dando
a conocer su repudio al movimiento separatista al que he cooperado
desgraciadamente -decía- contra mis creencias y el gran respeto que guardo a su
Santidad el Romano pontífice. Terminaba protestando su completa adhesión a la
Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
"Para evitar la venganza de los cismáticos, el
padre Monge se oculto en la ciudad hasta que, poco tiempo después, pudo
embarcarse furtivamente para España.
"El epílogo de este drama tuvo lugar en una
cama del hospital de la Cruz Roja, en la ciudad de Méjico, el día 9 de octubre
de 1931, fecha en que falleció aquel infeliz que no tuvo sosiego en su vida
pero que, a las puertas de la muerte, busco y obtuvo la reconciliación de la
Iglesia verdadera.
"Su retractación (del llamado "Patriarca
Pérez") firmada de su puño y letra, y sellada con sus huellas digitales,
dice así:
'Abjuro todos los errores en que he caído,
sea contra la santa fe, sea contra la legítima autoridad de la Santa Iglesia
Católica, Apostólica Romana, única verdadera. Me arrepiento de todos mis
pecados y pido perdón a Dios, a mis prelados y a todos aquellos a quienes he
escandalizado con mis errores y mi conducta. Protesto que quiero morir en el
seno de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana, confiando en la bondad
de Jesucristo N.S., y de mi Madre amorosa la Sma. Virgen de Guadalupe. Creo
todo lo que la misma Santa Iglesia nos enseña y exhorto a todos a no apartarse
de ella, porque es la única arca de salvación. Méjico, octubre 6 de 1931.'
La ejemplar fidelidad del Episcopado y del clero
mejicano a la Silla de San Pedro, y la no menos ejemplar fidelidad y valiente y
decidida actuación del pueblo, convirtieron el revolucionario intento de cisma
en un rotundo fracaso.
Pero indignada la Revolución siguió más violenta y
furiosa la persecución. Expulsión de sacerdotes extranjeros, confiscación de
obispados, curatos, seminarios, hospitales, asilos y cierre de conventos. Ante
la inminencia de la general y terrible ofensiva que se iba a lanzar contra la
Iglesia Católica, consientes los católicos de su derecho y propia
responsabilidad, se dispusieron para hacerle frente y resistir por todos los
medios lícitos. El 14 de marzo de 1925, con el fin de dirigir y coordinar la
acción de los seglares, con independencia de la Jerarquía Eclesiástica, se
fundó en la Ciudad de Méjico la 1. N. D. 1. R. (Liga Nacional Defensora de la
Libertad Religiosa), de la cual se constituyeron en colaboradoras las
organizaciones o sociedades en las cuales, con diversos y propios fines
militaban los católicos, extendiéndose rápidamente por toda la Nación. Los
distinguidos abogados, beneméritos veteranos de las luchas por Dios, por la
Patria y por el Pueblo, don Rafael Cisneros y Villareal y don Miguel Palomar y
Vizcarra, llegaron a ser Presidente y Vicepresidente, respectivamente, de la
nueva organización nacional. La gloriosa A. C. J. M. (Asociación Católica de la
Juventud Mejicana) se convirti6 en el brazo derecho de la misma, proporcionando
valientes y preparados dirigentes, tanto para la acción cívica, como para la
resistencia armada, dando un elevado contingente de héroes y de mártires.
Los fines u objetivos de la L. N. D. L. R. eran
moderados y realistas. No pensaban de pronto, como legítimamente podrían
hacerlo, al derrocamiento del régimen revolucionario, a toda luz ilegítimo,
tanto de origen, como de ejercicio. Concretamente, aspiraban a la derogación de
la legislación que atentaba grave y obstinadamente contra la legítima libertad
de la Iglesia Católica, y contra los derechos y prerrogativas que le
correspondían por ser, además de la única verdadera, fuera de la cual no hay
salvación, principio constitutivo de la Nación mejicana, y profesada por la
casi totalidad de los mejicanos. Así como también, la que atentaba, grave y
obstinadamente, contra el superior y anterior derecho de la misma Iglesia, de
la sociedad y de la familia, a la educación de la niñez y de la juventud. Sin
embargo, sus dirigentes acabaron por ser considerados intransigentes en la
misma Roma, predominando los partidarios de la conciliación a toda costa con la
Revolución.
En los primeros días del mes de enero de 1926, y con
el fin de aplicar íntegra y radicalmente la Constitución de 1917, se aprobó la
ley reglamentaria de los Artículos 3° y 130 de la misma. Y el 14 de junio del
mismo año, la Ley que reformaba el Código Penal para el Distrito y Territorios
Federales sobre delitos del fuero común, y para toda la República sobre delitos
en materia de culto religioso y disciplina externa, imponiendo, bajo la amenaza
de cuantiosas multas y severas penas de reclusión, el cumplimiento de dichos
impíos e impopulares Artículos de la Constitución, todo lo cual debía entrar en
vigor el 31 de julio de 1926.
El diez de mayo con el fin de unificar el criterio
de los Prelados, facilitar su acción común y conjunta en la resistencia, y para
que los representara oficialmente, se constituyó en la misma Ciudad de Méjico,
un Comité Episcopal presidido por el Ilmo. Arzobispo Primado de Méjico, Mons.
José Mora y del Río. En agosto del siguiente año fue nombrada una Comisión de
Obispos Mejicanos Re811sidentes en Roma, presidida por el Ilmo. Arzobispo de
Durango, Mons. José María González y Valencia, con el fin de que fuera
informador oficial e intermediario entre el Episcopado mejicano y la Santa
Sede.
Según el Dr. Giovanni Hoyois, presidente general de
la Asociación Católica de la Juventud Belga: "Mons. José María González y
Valencia es quizá el más joven de los Arzobispos del mundo, todo en él res-pira
iniciativa y confianza. La esbeltez de su talla y la elegancia de sus
movimientos añaden todavía algo más a su prestigio. Es, visiblemente uno de
esos jefes que Dios prepara a su Iglesia para los días de crisis... "
La Comisión de Obispos fue efusivamente recibida por
Su Santidad Pío XI, a quien se informó:
"1. Con plena aprobación y autorización de
todos y cada uno de los Ilustrísimos Señores Arzobispos y Obispos de la
República, se constituyó en la Ciudad de Méjico un Comité Episcopal, integrado
por el Ilmo. Sr. Arzobispo de Méjico, Dr. D. José Mora y del Río, como
Presidente de los Ilmos. Sres. Arzobispos de Guadalajara, Michoacán, y Puebla
de los Ángeles como Vocales, y el Ilmo. Sr. Obispo de Tabasco, Dr. D. Pascual
Díaz, como Secretario. El objeto y fin de este Comité es deliberar concienzudamente
sobre los asuntos relacionados con el Conflicto provocado por el Gobierno
Civil, entre la Iglesia y el Estado en la Nación, y acordar la línea de
conducta que debe seguirse en todas las Diócesis, de acuerdo con las instrucciones
recibidas de la Santa Sede."
Su Santidad invitó a la Comisión de Obispos
Mejicanos a que concurriera el 24 de mayo de 1927 a la celebración del Tercer
Centenario de a fundación del Pontificio Colegio Urbano de Propaganda Fide,
ceremonia presidida por el propio Papa, mismo que dijo el discurso de clausura,
expresando al referirse a Méjico y dirigiéndose a los tres Obispos mejicanos.
"Méjico es un pueblo en que se habla
la hermosa y dulce lengua de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Es un
pueblo noble, heroico y más y más glorioso que nunca, que está siendo la
admiración y el ejemplo del mundo, por su constancia inquebrantable en la fe y
en el amor a la Iglesia y a la Santa Sede. Saludo a los representantes del
Episcopado Mejicano, y en Vosotros saludo a Vuestros dignos y heroicos
Hermanos, al Clero y a los católicos de Méjico ya todos les doy mi
Bendición."