(Para
rezar en cualquier época del año y en especial del 24 de octubre al 1 de
Noviembre)
DÍA PRIMERO
PARA TODOS LOS DÍAS
Por la señal de la
santa cruz, etc.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y
Redentor mío, en quien creo y espero, a quien amo y quisiera haber siempre
amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos
ofendido, por ser vos quien sois, bondad infinita; me pesa también porque merecí
las terribles penas del purgatorio, y tal vez las eternas llamas del infierno.
Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de
ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia: ¡Oh! alcance yo, Jesús mío. La
dicha de confesarme bien, enmendar mi vida y perseverar hasta la muerte. Os lo
pido por vuestra sangre preciosísima, y por los dolores de vuestra afligidísima
Madre. Amén.
ORACIÓN AL PADRE
ETERNO
Padre celestial, Padre amorosísimo, que para
salvar a las Almas quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana
en las entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y
mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿Cómo dejaríais
sufrir largo tiempo a esas Ánimas en el ¿Purgatorio, habiendo costado tanto a
Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas? ¿Cómo permitiríais fuese
malograda Sangre de tan grande valor? Compadeceos, pues, de esas pobrecitas
Ánimas y libradlas de aquellas horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía
y libradla de la esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide
satisfacción por las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que
haga en este Novenario. Aunque de poquísimo, de ningún valor son, es verdad;
pero yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los
dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos justos
han
existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos
y difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras
misericordias en el eterno descanso de la gloria. Amén.
MEDITACIÓN
EXISTENCIA DEL
PURGATORIO
Punto Primero. -Es un artículo de fe que las
almas de los que mueren con alguna culpa venial, o sin haber satisfecho
plenamente a la Justicia divina por los pecados ya perdonados, están detenidas
en un lugar de expiación que llamamos Purgatorio. Así lo enseña la Santa Madre
Iglesia, columna infalible de la verdad: así lo confirma la más antigua y
constante tradición de todos los siglos; así lo aseguran unánimemente los
santos Padres griegos y latinos, Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan
Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y
tantos otros; así lo han definido los sagrados Concilios de Roma, de Cartago,
de Florencia, de Letrán y de Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque
la Iglesia no lo enseñase así ¿No lo dice bastante la misma razón natural? Supongamos
que sale de este mundo un alma con alguna culpa venial; ¿Qué hará Dios de ella?
¿La arrojará al infierno, y siendo su hija y esposa amadísima la confundirá con
los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la Justicia y bondad
divinas. ¿La introducirá en el cielo? Eso se opone igualmente a la santidad y pureza
infinita del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes, y cuyo corazón
está limpio, subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en aquel
reino purísimo.
¿Qué hará, pues, Dios de aquella Ánima? Ya nos
lo dice por Malaquías: La pondré como en un crisol, esto es, en un lugar de
penas y tormentos, de donde no saldrá hasta que haya plenamente satisfecho a la
Justicia divina.
¿Crees tú esto, cristiano? Creas o no creas,
te burles o no te burles de ello, la cosa es, y será así. Negar el Purgatorio,
tan sólo poner en duda deliberadamente su existencia, es ya pecado grave.
¿Crees tú esta verdad, y con esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees
en el Purgatorio, y con tus culpas sigues amontonando leña para arder en el más
terrible fuego? (Reflexiona…)
Punto Segundo. -Es también un artículo de fe
que nosotros podemos aliviar a aquellas Ánimas afligidísimas. Sí; en virtud de
la Comunión de los Santos, hay plena comunicación de bienes espirituales entre
los Bienaventurados que triunfan en el cielo, los cristianos que militamos en
la tierra, y las Ánimas que sufren en el Purgatorio. En virtud de esta
comunicación de bienes, podemos con mucha facilidad, y mérito nuestro, bajar al
Purgatorio con nuestros sufragios, y a imitación de Jesucristo, después de su
muerte, librar a aquellas Ánimas, y alegrar al cielo con un nuevo grado de
gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella patria
felicísima.
!Oh admirable disposición de la Sabiduría
divina! ¡Oh! ¡Que dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a
castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que intercedan por
ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la ternura de
Misericordia infinita. Y nosotros somos estos dichosos medianeros y corredentores;
de nosotros depende la suerte de aquellas pobres Ánimas.
Haz, pues, cristiano, con fervor este santo
Novenario. No faltes a él ningún día; ¿Quién sabe si abrirás el cielo a alguno
de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e insensible que le
niegues este pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer ese gran favor a tan poca
costa?
(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas
por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Entre las muchas apariciones que confirman el
dogma del Purgatorio y lo gratos que son a Dios los sufragios que ofrecemos por
los difuntos, es muy notable la que tuvo el gran caudillo de los ejércitos de
Dios, Judas Macabeo. Había este piadoso general derrotado a Gorgias, aunque no
sin pérdida de varios soldados que murieron en la batalla, y conociendo, por
las alhajas que se le encontraron ocultas en los vestidos, que habían muerto en
castigo de un robo cometido en el templo de Jamnia, exhortó al ejército a que
rogasen por aquellos infelices. Hizo una colecta, y reuniendo doce mil dracmas
de plata, las envió a Jerusalén para que se ofreciesen sacrificios en sufragio
de aquellas pobres Ánimas. Conducta admirable, que el Espíritu Santo alabó con
estas memorables palabras: Santa y saludable cosa es rogar por los difuntos,
para que se les perdonen las culpas de sus pecados. Conducta que le alcanzó de
Dios una insigne victoria, pues habiendo sucedido a Gorgias el soberbio Nicanor,
y venido con un crecidísimo ejército y gran número de caballos y elefantes, la
víspera, cansado Judas de combinar el plan y de hacer los preparativos de la batalla,
se queda dormido; cuando he aquí que se le aparecen el profeta Jeremías y el Sumo
Sacerdote Onías, ya difuntos, y presentándole una espada muy preciosa, le dicen:
Recibe esta espada santa como una prenda que Dios te envía: con ella abatirás a
los enemigos de mi pueblo Israel. Animado con esta visión y armado con esta
espada divina, embistió con un pequeño ejército al enemigo y mató a treinta y
cinco mil, siendo uno de los principales el mismo Nicanor.
ORACIÓN A JESUCRISTO
CUANDO SUDABA SANGRE EN EL HUERTO
¡Oh, Jesús amantísimo, alegría de los Ángeles
y gloria del cielo! ¡Cómo os contemplo anegado en un mar de amargura en el
huerto de Getsemaní! ¡Ay!, responde San Agustín, rogabais y sudabais sangre por
las horribles penas que habían de sufrir las Ánimas en el Purgatorio. ¡Y que no
pueda yo consolaros, ¡oh, Dios mío, y regocijar a la celeste Jerusalén,
¡librándolas de tan terribles tormentos! A lo menos aceptad, oh, Padre
celestial, la tristeza y agonía que Jesús sufrió por ellas y por mí. Sí; por mí
está su alma triste hasta la muerte; por mi causa bajó un Ángel del cielo a
consolarle; mío este sudor, mía esta Sangre preciosa que baña la tierra. Yo os
la ofrezco, oh, Dios de amor; aceptadla en expiación de mis culpas y sufragio
de las Ánimas. Y pues es sangre de valor infinito, dejad caer una gota sobre mi
corazón y quedarán borradas mis culpas. Caiga una gota siquiera en el
Purgatorio y se apagarán sus horribles llamas.
¡Ah!, No merecemos tan gran favor; pero que os
mueva el afecto con que os saludamos, diciendo cinco Padre nuestros, cinco Ave
Marías y un Gloria Patri.
OBSEQUIO
En sufragio de las santas Ánimas tomar la
generosa resolución de asistir al Novenario cada día.
ORACIÓN A LAS ÁNIMAS
DEL PURGATORIO
Esposas muy queridas del Señor, que encerradas
en la cárcel del Purgatorio sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia
de Dios, hasta que os purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias
que os dejaron las culpas; ¡Con cuánta razón desde aquellas voraces llamas
clamáis a vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro
dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y
aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias
pudiere ganar en este día, y cuantas obras de supererogación hiciere durante
[diga el tiempo que quiera], a excepción de aquellas que por alguna necesidad
particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer por vosotras
a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a los ruegos de los Bienaventurados,
al tesoro inagotable de la Iglesia, a la intercesión de María Santísima y al
precio infinito de la Sangre de Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres
Ánimas, sobre todo al alma de [diga el nombre], el deseado consuelo y descanso.
Pero confío también, Ánimas agradecidas, que tendré en vosotras poderosos
medianeros que me alcancen del Señor gracia con que deteste mis culpas, adelante
en la virtud, desprecie las pasiones y llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.
DIA SEGUNDO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero.
MEDITACIÓN SOBRE LA
PENA DE SENTIDO EN GENERAL
Punto Primero. -Ven, mortal; tú, que vives
como si después de esta vida no te quedase nada que temer, ni que esperar: ven;
penetra con el espíritu en aquellos horrendos calabozos donde la Justicia
divina acrisola las almas de los que mueren con algún pecado venial; mira si,
fuera del infierno, pueden darse penas mayores, ni aun semejantes a las que
allí se padecen.
Considera todos los dolores que han sufrido
los enfermos en todos los hospitales y lugares del mundo; aquellos dolores de
cabeza y de vientre tan agudos, aquellos tan rabiosos de costado y de muelas,
aquellas convulsiones y contorsiones espantosas de miembros, aquella llagas y
postemas insoportables, aquellos dolores de parto y males de corazón que han
acabado con la vida de tantas personas; ¿igualarían todos estos
males reunidos a los dolores que padece un
Ánima en el Purgatorio? No, dice San Agustín; pues éstos exceden a todo cuanto
se puede sentir, ver o imaginar en este mundo. Añadid a todos estos males los
suplicios y tormentos que la crueldad de los Nerones, Diocleciano, Decíos y
demás perseguidores de la Iglesia inventó contra los cristianos, aquellas
tenazas y garfios de hierro con que les despedazaban, las carnes; aquellas
parrillas en que los asaban vivos; aquellas herramientas (catastas y ecúleos) con
que les descoyuntaban los miembros; aquellas ruedas de navajas y puntas de hierro,
aquellas prensas y máquinas con que los martirizaban; todo este horrible aparato
de dolores y tormentos cruelísimos ¿No igualarían al Purgatorio? Tampoco, dice
San Anselmo, pues la menor pena de aquel lugar de expiación es más terrible que
el mayor tormento que se pueda imaginar en este mundo.
Entonces, ¿Qué penas serán aquéllas? ¡Ah! Son
tales, dice San Cirilo de Jerusalén, que cualquiera de aquellas almas querría
más ser atormentada hasta el día del juicio con cuantos dolores y penas han
padecido los hombres desde Adán hasta la hora presente, que no estar un solo
día en el Purgatorio sufriendo lo que allí padecen. Pues todos los tormentos y penas
que se han sufrido en este mundo, comparados con los que sufre un alma en el Purgatorio,
pueden tenerse por consuelo y alivio. ¡Quién no tiembla! (Reflexiona…)
Punto Segundo - ¿Y quiénes son estas Almas tan
horriblemente atormentadas en el Purgatorio? ¡Qué motivo este tan grande para
hacernos temblar! Este es un tema profundo para hacernos reflexionar. Son obra
maestra de la mano del Omnipotente, y vivas imágenes de su divinidad; son
amigas, hijas y esposas amadísimas del Señor; ¡y, no obstante, son tan
severamente purificadas! Dios las amó desde toda la
eternidad, las redimió con la sangre de sus
venas, ahora las ama con un amor infinito, como que están en su gracia y
amistad divina: ¡y no obstante sufren penas imponderables! ¡Ah! ¡El Purgatorio!
¡Cuán claramente nos manifiesta la justicia y santidad de Dios! ¡Cuánto horror
debes inspirarnos al pecado! Porque si con tanto rigor trata Dios a sus almas
amadas, por faltas ligeras, ¿cómo serás tratado tú, pecador; tu, ¿qué vives
tantas veces abandonado al arbitrio de las pasiones? Si con el árbol verde
hacen esto, con el seco ¿qué harán? Si el hijo y heredero del cielo es castigado
por faltas que a muchos parecen virtudes, ¿Cómo serás castigado tú, pecador y
enemigo de Dios, por vicios y pecados tan horrendos y abominables? Piénsalo
bien, y enmienda tu vida.
(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas
por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Refiere Tomás de Cantimprato que, a un hombre
muy virtuoso, pero que, a causa de una larga y terrible enfermedad, estaba muy
deseoso de morir, se le apareció el Ángel del Señor y le dijo: “Dios ha
aceptado tus deseos; escoge, pues: o pasar tres días en el Purgatorio y después
ir al cielo, o ir al cielo sin pasar por el Purgatorio, pero sufriendo todavía
un año de esa enfermedad”. Eligió lo primero: murió y fue al Purgatorio. No había
aún pasado un día, cuando el Ángel se le presentó de nuevo. Apenas le hubo visto
aquella pobre Alma exclama; “no es posible que tú seas el Ángel bueno, pues me
has engañado así. Me decías que sólo estaría tres días en este lugar, ¡y hace
ya tantos años que estoy sufriendo aquí las más horribles penas!” “Tú eres
quien te engañas –contestó el Ángel–; todavía no ha pasado un día; tu cuerpo
está aún por enterrar; si prefieres sufrir un año más esta enfermedad, Dios te
permite aún salir del Purgatorio y volver al mundo”. “Sí, Ángel santo
–replicó–; no sólo esta enfermedad durante un año, sino cuantas penas, dolores
y
males haya en el mundo sufriré gustoso, antes
que padecer una sola hora las penas del Purgatorio”. Volvió, pues, a la vida y
sufrió con admirable alegría un año más de aquella enfermedad, publicando a
todos lo terrible que son las penas del Purgatorio.
ORACIÓN A JESÚS PRESO
POR NUESTRO AMOR
¡Oh, Padre celestial! No me espanta el ver a
vuestras amadísimas Esposas presas y tan severamente castigadas en el
Purgatorio. Las infelices ofendieron un día a vuestra divina Majestad y pisaron
vuestra ley santísima. Lo que me pasma es ver entregado por el traidor Judas y
preso como un facineroso por hombres vilísimos e inhumanos ¿a quién? A Jesús,
centro de vuestras complacencias infinitas. ¡Ah! le veo con una soga al cuello,
tirado por tierra, atadas sus manos, cargado de oprobios y de cadenas. Mas por
otra parte ¡oh dichosas cadenas! ellas son mi esperanza, y serán el consuelo y
alivio de las benditas Ánimas del Purgatorio. Sí. Padre de clemencia; usad con
ellas y conmigo de misericordia; y ya que Jesús se deja apresar para darnos libertad,
aceptad las ignominias, injurias y golpes cruelísimos que padece por nuestro amor.
Aceptadlas en remisión de nuestras culpas y en sufragio de nuestros hermanos difuntos;
dadles la libertad, que con ansia esperan, para alabaros eternamente en el cielo.
Amén.
Cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un
Gloria Patri.
OBSEQUIO
Asistir mañana y todos los días que se pueda,
al santo sacrificio de la Misa en sufragio de las Ánimas del Purgatorio.
*Oración a las Ánimas del purgatorio como el
día primero
DIA TERCERO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero.
MEDITACIÓN SOBRE EL
FUEGO DEL PURGATORIO
Punto Primero. - Considera, amado católico, el
tormento que causa a las Ánimas el fuego abrasador del Purgatorio. Si el fuego
de este mundo, creado para servicio del hombre, y efecto de la bondad divina,
es ya el más terrible de todos los elementos; si es ya tal su virtud, que
consume bosques, abrasa edificios, calcina mármoles durísimos, hace saltar
piedras y murallas, derrite metales y ocasiona terribles estragos.
¿Qué será el fuego del Purgatorio, encendido
por un Dios santísimo y justísimo, para con él demostrar el odio infinito que
tiene al pecado? Es tal, dice San Agustín, que el fuego de este mundo,
comparado con él, no es más que pintado. Tanquam ignis de pictus. Dios mío ¡Qué
expresión! ¡Las llamas que vomitan los Vesubios, las que devoraron a Roma y a
tantas otras ciudades, el fuego de Babilonia, el que Elías hizo bajar del
cielo, hasta el diluvio de llamas que en tiempo de Lot llovió sobre las
nefandas ciudades de Sodoma y Gomorra, todo esto es fuego
pintado en comparación con el que atormenta a
las Ánimas del Purgatorio! Ahora bien, si tener el dedo en la llama de una vela
fuese para nosotros insoportable dolor, ¿qué tormento insoportable será para
aquellas Ánimas sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San
Gregorio, igual en todo, menos en la duración, al del infierno? Sí; escuchad
bien, almas tibias, y estremeceos: Con el mismo fuego se purifica el elegido y
arde el condenado; con la única diferencia, que aquél saldrá cuando haya satisfecho
por sus culpas, y éste arderá allí eternamente. ¿Y en estas abrasadoras llamas
quieres tú caer por tibieza? ¡Oh ceguedad! ¡Oh locura sin igual! (Reflexiona…)
Punto Segundo. - Considera cuáles son las
faltas por las que Dios, infinitamente bueno y misericordioso, castiga a sus
amadísimas Esposas con tanto rigor, y veremos que son faltas leves, y a veces
un solo pecado venial. ¡Y qué mal tan grave debe ser éste delante de Dios,
cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio! En efecto; el pecado
venial es leve, si se lo compara con el mortal, pero en sí es un mal mayor que
la ruina de todos los imperios y que la destrucción del universo: es un mal tan
espantoso, que excede en malicia a todas las desgracias y calamidades del
mundo: es un mal tan grande, que si cometiéndolo pudiésemos convertir a todos
los pecadores, sacar a todos los condenados del infierno, librar a todas las
Ánimas del Purgatorio, aun entonces no deberíamos cometerlo, pues todos estos
bienes no igualarían la malicia del pecado más leve: porque aquellos son males
de la criatura, y éste es un mal y una ofensa hecha al mismo Creador. ¿Puedes
oír esto sin horrorizarte y sin mudar de conducta? Pues ¿qué es tú vida, sino
una serie no interrumpida de pecados? ¡Pecados cometidos con tus ojos, con tus
oídos, con tú lengua, con tus manos, con todos los sentidos!!Cuántas culpas por
la ignorancia crasa y olvido voluntario de tus obligaciones! ¡Cuántas
indiscreciones por la distracción de tú espíritu; por la violencia de tú genio;
por la temeridad de tus juicios; por la malicia de tus sospechas! ¡Cuántas
faltas por no querer mortificarte, por no querer sujetarte, por tu ligereza en
el hablar!
¡Ah! Llora, católico tu ceguedad; y a la
claridad del fuego espantoso del Purgatorio, comprende, por último, ¡Cuán grave
mal es cometer un pecado venial! ¡Pero, es un mal tan grande; y tú, lejos de
llorarle, ¡lo cometes sin escrúpulo a manera de juego, pasatiempo y diversión! (Reflexiona…
encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Nada hace tan sensible la malicia del pecado
venial como las muchas Ánimas, de que consta por varias y auténticas
apariciones, que han expiado en el Purgatorio faltas, según nuestro modo de
hablar, muy ligeras. Unas fueron condenadas a él por haber hablado en la
iglesia sin necesidad, como una niña de siete años, según refiere Cesáreo;
otras, como la hermana de San Pedro Damiano, por haber escuchado con gusto una
canción profana. Murió Vitalina, noble doncella romana, tenida por Santa Mónica
en tan buena opinión que encomendaba a su hijo Agustín en sus oraciones; y a
pesar de esto, se apareció muy triste a San Martín obispo, diciéndole: “Estoy ardiendo
por haberme lavado dos o tres veces la cara con demasiada vanidad”. Un
religioso fue al Purgatorio, por no haber hecho inclinación de cabeza al decir
Gloria Patri al fin de los Salmos; otros por estarse a la lumbre más de lo
ordinario en tiempo de invierno; allá fue a parar San Severino por ciertas
negligencias en el rezo divino; un niño de nueve años por no haber pagado o
devuelto algunas tonterías que había tomado; quinientos años estuvo en aquel
fuego un padre de familia por haber descuidado la buena educación de sus hijos;
San Valero por haber favorecido demasiado a un sobrino suyo; y así de otros
muchos.
ORACION A JESÚS CONDUCIDO DE TRIBUNAL EN
TRIBUNAL
¡Oh, Padre amantísimo! cuando considero las
innumerables ofensas que cada día cometo contra vuestra soberana Majestad,
cuando me veo siempre iracundo, soberbio, vengativo, falto de virtudes y lleno
de defectos y vicios, no puedo menos que temblar al postrarme a vuestros pies.
¿Y cómo me atreveré yo a interceder por las afligidas Ánimas del Purgatorio,
siendo yo merecedor de penas más graves que las suyas? No obstante, me anima
vuestro benignísimo y pacientísimo Hijo. ¡Ah! si le veis cargado de cadenas y
conducido de tribunal en tribunal, es por mi amor; sí, a pesar de ser Juez de
vivos y muertos, oye las más inicuas acusaciones y falsos testimonios; si lo
veis insultado, escupido, abofeteado y pisoteado, es por mi amor.
Aceptad, pues, oh, Padre amantísimo, la
paciencia inalterable de mi dulce Redentor; aceptad su silencio, humildad y
mansedumbre asombrosa. Estas virtudes confunden y condenan, es verdad, mi
altivez, mis impaciencias e ímpetus de ira y de venganza; pero, por tan sublime
santidad, perdonaréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, y purificándome de
mis defectos y manchas, me transformaréis todo en Vos. ¡Oh! concededme estas
gracias, Jesús mío benignísimo.
Y para más obligaros diremos cinco Padre
nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.
OBSEQUIO
Mañana procuraremos sufrir con paciencia,
tanto los trabajos que Dios nos envíe, como las molestias del prójimo, en
sufragio de las benditas Ánimas del Purgatorio.
*Oración a las Ánimas del purgatorio como el
día primero
DIA CUARTO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero
MEDITACIÓN SOBRE LA
PENA DE DAÑO
Punto Primero. - Por horrorosos que sean los
tormentos que padecen las Ánimas en el Purgatorio, por espantosas que sean las
llamas en que se abrazan, no igualarán jamás la pena vivísima que sienten al
verse privadas de la vista clara de Dios. En efecto; aquéllas constituyen la
pena de sentido, ésta la de daño; aquéllas son limitadas; ésta infinita;
aquéllas privan a las Ánimas de un bien accidental, cual es el deleite; por
ésta carecen de un bien esencial a la bienaventuranza, en el cual consiste la
felicidad del hombre, y es la posesión beatífica de Dios. Ahora no comprendemos
esta pena; pero ella es atroz, incomprensible, infinita. ¡Ah! ¡Pobres Ánimas!
Vosotras conocéis a Dios, no con un conocimiento oscuro, como nosotros, sino
con una luz clara y perfectísima; veis que es el centro de vuestra felicidad,
que contiene todas las perfecciones posibles, y en grado infinito; sabéis que
si cayera en el infierno una sola
gota de aquel océano infinito de delicias que
en sí encierra, bastaría para extinguir aquellas llamas y hacer del infierno el
paraíso más delicioso. Comprendéis todo esto perfectísimamente, y así os
lanzáis hacia aquel Bien infinito con más fuerza que una enorme roca arrancada
de la montaña que se precipita a lo profundo del valle; ¡y no obstante no le
podéis abrazar ni poseer! ¡Qué pena! ¡Qué tormento! Absalón, privado solamente
dos años de la amable vista de su padre David, vive desconsolado; nada le alegra:
ni riquezas, ni amigos, ni delicias; continuamente suspira por verle, hasta llegar
a elegir la muerte antes que verse más tiempo privado de su presencia, siendo su
padre un simple mortal; ¡Qué será, pues, para vosotras el veros privados de
Dios,
y con Él de todo bien, de todo consuelo y
felicidad! Sería necesario sentirlo, para formarse una idea cabal y completa de
estado tan horriblemente angustioso. (Reflexiona…)
Punto Segundo. Si tan terrible pena sienten
las Ánimas, viéndose privadas del hermosísimo rostro de Dios, ¿Cuál debería ser
tu desconsuelo, oh pecador, que vives privado de su gracia y amistad? Las
Ánimas benditas del Purgatorio no poseen aún a Dios, es verdad; pero están
seguras de poseerle un día, porque son amigas, hijas y esposas suyas muy
queridas. Pero tú, infeliz, sabes que, viviendo como vives, no
poseerás jamás a Dios. Sabes que desde el
momento en que te rebelaste contra Él perdiste su gracia, y con ella la rica
herencia de la gloria. ¡Y! ¿Cómo dices: ¿Padre nuestro, que estás en los
cielos? Te engañas: Dios ya no es tu padre, ni tu señor, ni tu rey. ¿Sabes
quién es tu padre y señor? ¡Ay de ti! Es el demonio: Vos ex patre diabolo estis.
A él te entregaste pecando, él es tu compañero inseparable; tú eres su esclavo.
Si Dios rompiera el hilo delgado de tu vida, ¡ay! el demonio se apoderaría de
ti y arrastraría su presa al fuego del infierno. ¡Ay! ¿Crees pecador, y no
obstante duermes tranquilo? Dios todopoderoso es tu enemigo, tiene firmada
contra ti la sentencia de condenación eterna; ¿Y tú, en lugar de borrarla con
una buena confesión, juegas, ríes, te diviertes, pasas días, meses, años y la
vida entera en el pecado? ¡Oh deplorable ceguedad! ¡Oh insensibilidad más que
de bruto irracional! (Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las
cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima,
la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Refieren varios autores que, estando un
religioso carmelita descalzo en oración, se le apareció un difunto con
semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres tú? ¿Qué
es lo que quieres?” –Preguntó el religioso–. “Soy –respondió– el pintor que
murió días pasados, y dejé cuanto había ganado para obras piadosas”. “¿Y cómo
padeces tanto, habiendo llevado una vida tan ejemplar?” –Volvió a decirle el
religioso–. “¡Ay! –contestó el difunto–; en el tribunal del supremo Juez se levantaron
contra mí muchas Ánimas, unas que padecían terribles penas en el Purgatorio y otras
que ardían en el infierno, a causa de una pintura obscena que hice a instancias
de un caballero. Por fortuna mía se presentaron también muchos Santos, cuyas
imágenes pinté, y dijeron para defenderme que había hecho aquella pintura
inmodesta en la juventud, que después me había arrepentido y cooperado a la
salvación de muchas almas, pintando imágenes de Santos; y, por último, que
había empleado lo que había ganado, a fuerza de muchos sudores, en limosnas y
obras de piedad. Oyendo el Juez soberano estas disculpas, y viendo que los
Santos interponían sus méritos, me perdonó las penas del infierno, pero me condenó
a estar en el Purgatorio mientras dure aquella pintura. Avisa, pues, al
caballero aquel, que la eche al fuego; y ¡ay! de él si no lo hace. Y en prueba
de que es verdad lo que digo, sepa que dentro de poco tiempo morirán dos de sus
hijos”. Creyó, en efecto, el caballero la visión y arrojó al fuego la imagen
escandalosa. Antes de dos meses se le murieron dos hijos, y él reparó con
rigurosa penitencia los daños ocasionados en las Almas.
ORACIÓN A JESÚS TRATADO COMO LOCO Y POSPUESTO
A BARRABÁS
¿Qué decíais, oh, Ángeles del cielo, cuando
veíais a la Majestad y Sabiduría infinita tan vilmente despreciada en casa de
Herodes y en el pretorio de Pilato? ¿Cómo? ¡Vos, oh, Jesús mío, vestido de ropa
blanca y tenido por loco! ¡Vos, Rey de cielos y tierra, conducido así por las
calles de Jerusalén, ¡cargado de oprobios e ignominias!
¡Vos, el Hijo de Dios, ¡pospuesto al más vil
facineroso! Pero ¡ay de mí! ¡Yo también os he tratado de necio, prefiriendo las
locas máximas del mundo a vuestra ley sapientísima! ¡Yo también ingrato os he
abandonado y pospuesto a un vil interés, a un sucio deleite, a un mínimo de
honra por un miserable qué dirán! ¡Ay!, Yo merecería estar por siempre privado
de vuestra presencia amabilísima; pero, ya que por mí sufristeis escarnios tan
crueles, tened compasión de mí y de las pobres Ánimas del Purgatorio.
Sí, Jesús mío; por esas vuestras ignominias
curad mi loca vanidad y soberbia; por aquel grito tremendo que oísteis en casa
del juez, gritando todos a una voz: Crucificadle, crucificadle, haced que yo
crucifique mis pasiones, para que, junto con las Ánimas del Purgatorio, logre
un día alabaros eternamente en la gloria. Amén.
Para más obligaros, os saludamos con cinco
Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.
OBSEQUIO
Mañana; en sufragio de las benditas Ánimas, y
en satisfacción de las palabras altivas que hubiéremos dicho, besar tres veces
la tierra, como signo de humillación.
*Oración a las Ánimas del purgatorio como el
día primero
DIA QUINTO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero.
MEDITACIÓN REMORDIMIENTO DE UN ÁNIMA EN EL
PURGATORIO
Figúrate, católico que esto meditas, a un alma
que haya llevado en este mundo una vida enteramente semejante a la tuya; que
haya vivido tibia, inmortificada, distraída en los ejercicios de piedad como
tú, sin tener horror más que al pecado mortal y al infierno. Supongamos, no
obstante, que haya tenido la dicha (no sabes si tú la tendrás) de hacer una
buena confesión, morir en gracia e ir al Purgatorio. ¿Qué pensará en aquel
horrible fuego entre penas y tormentos tan espantosos? ¡Ay!, dos pensamientos
la afligirán sobremanera.
Primer pensamiento. -Pude librarme de estas
penas y no quise. Sí; ¡yo misma he encendido estas llamas! ¡Yo soy la causa de
estas penas atrocísimas! Dios no hace más que ejecutar la sentencia que yo en
el mundo, pronuncié contra mí misma. ¡Qué medios no me había proporcionado para
ahorrarme estos tormentos! Caricias, amenazas, beneficios, todo lo había
agotado; gracias singularísimas de inspiraciones, buenos ejemplos, libros
piadosos, audios para crecimiento espiritual, padres vigilantes, celosos
confesores, maestros y predicadores fervorosos, remordimientos continuos, todo
lo había empleado. Pero ¡qué locura tan grande la mía! ¡Por no privarme de un
frívolo pasatiempo, por ir a bailes, por divertirme o jugar con tal compañía,
por no abstenerme de una mirada, de un vil gusto, de una vana complacencia, por
hablar de los defectos del prójimo, me sujeté voluntariamente a tantas penas y
tormentos! Me lo decían todos los años, me lo predicaban y repetían; ¡más yo no
hacía caso!… ¡Dichoso San Pablo, primer ermitaño, dichosos Domingos, dichosas
Gertrudis, Escolásticas, y tantos otros Santos que, habiendo satisfecho a la Justicia
Divina en el mundo, subisteis al cielo sin pasar por el Purgatorio! ¡Yo podía hacer
lo que vosotros, pero no quise! ¡Ah locuras mundanas, ah conversaciones frívolas,
ah pasatiempos, ah vanidad, y qué caro me costáis ahora! ¡Oh amarga memoria!
¡Estoy sufriendo penas y tormentos cruelísimos; y yo los he querido! ¡Podía evitarlos
fácilmente, y no quise!
(Reflexiona…)
Segundo pensamiento. - que aflige, oh
cristiano, al alma tibia, que vivió enteramente como tú vives. Yo querría
librarme ahora del Purgatorio y no puedo. ¡Oh si pudiera yo ahora volver al
mundo! dirá cada una de aquellas Ánimas, ¡con qué gusto me sepultaría en los
desiertos con los Hilariones y Arsenios! Haría penitencias más espantosas que
las de un Ignacio en la cueva de Manresa, que las de un Simeón Estilita y de un
San Pedro de Alcántara; pasaría noches enteras en oración, como los Antonios,
Basilios y Jerónimos; me arrojaría en estanques helados y me revolcaría entre
espinas, como los Benitos y los Franciscos; haría… ¡Ah pobres infelices Ánimas!
No era necesario nada de eso; con mucho menos podíais apagar esas abrasadoras
llamas, sin hacer más que lo que hacíais cada día, pero haciéndolo con perfección,
evitabais estos tormentos. Sí; los mismos Sacramentos, pero recibidos con mejores
disposiciones; las mismas Misas, pero oídas con más recogimiento y atención;
las mismas devociones, pero practicadas con más fervor; las mismas mortificaciones,
ayunos y obras de misericordia, pero hechas con menos ostentación, únicamente
por agradar a Dios, no sólo os hubieran librado de todas esas penas, sino también
asegurado a vosotras y a muchas otras Ánimas la posesión del reino de los cielos.
Ahora no os canséis, vuestros deseos son inútiles; ya no es tiempo de merecer; ya
ha llegado para vosotras aquella noche intimada por San Juan, en la que nadie puede
hacer obra alguna meritoria; ahora es necesario sufrir, y sufrir penas inexplicables,
y sufrirlas sin mérito alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude facilísimamente evitar
estos tormentos, y no quise! ¡Quisiera poder evitarlos ahora, y no puedo!
¡Dichoso católico que oyes esto! Tú tienes tiempo todavía; no es aún llegada para
ti aquella noche tenebrosa. ¿Y perderás días tan preciosos? ¿No tomarás la
seria resolución de confesarte bien, de enmendar tu vida? (Reflexiona…
encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces este Novenario, y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Estaba Santa Brígida en altísima
contemplación, cuando fue llevada en espíritu al Purgatorio. Allí vio, entre
otras, a una noble doncella, y oyó que se quejaba amargamente de su madre, por
el demasiado amor que le había tenido: “¡Ah! –Decía–, en vez de reprenderme y
sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios; me impulsaba a ir a los bailes,
bazares, teatros, y hasta me engalanaba ella misma. Es verdad que me enseñaba algunas
devociones, pero ¿qué gusto podían dar éstas a Dios, yendo mezcladas con tanto galanteo
y profanidad? No obstante, como la misericordia del Señor es tan grande, por aquellas
pocas devociones que hacía, Dios, me concedió tiempo para confesarme bien y librarme
del infierno. Pero ¡ay! ¡Qué penas estoy padeciendo! Si lo supieran mis amigas
¡qué vida tan distinta llevarían! La cabeza, que antes ataviaba con dijes y
vanidades, está ahora ardiendo entre llamas vivísimas; la espalda y los brazos,
que llevaba descubiertos, los tengo ahora cubiertos y apretados con hierros de
fuego ardentísimo; las piernas y pies, que adornaba para el baile, ahora son
atormentados horriblemente; todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y
ajustado, ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos”. Contó la Santa esta
visión a una prima de la difunta, muy entregada también a la vanidad, y ésta cambió
de vida en términos que, entrando en un convento de muy rigurosa observancia,
procuró con rigidísimas penitencias reparar los desórdenes pasados y auxiliar a
su parienta, que estaba padeciendo tanto en el Purgatorio.
ORACIÓN A JESÚS AZOTADO EN LA COLUMNA
¡Oh, Jesús amabilísimo! ¡Vos, desnudo y
azotado por mí! ¡Vos, la inocencia y santidad infinitas, despedazado por mi
amor con cinco mil y más azotes! ¡Ay! ¡Qué extraño es que se paguen caros en el
Purgatorio los gustos del pecado, si así pagáis Vos en vuestro purísimo cuerpo
las sensualidades del mío! ¡Ay infeliz de mí! Yo soy quien he pecado; yo
merecía ese castigo tan humillante y riguroso; y no obstante, lejos de
mortificar mis apetitos y de castigar con penitencias una carne impura, no busco
sino delicias y regalos. Mas no será así en adelante, dulcísimo Jesús. Caiga sobre
mi corazón una gota de esa Sangre Preciosa y arrepentido abrazaré la mortificación,
y quedaré todo encendido en vuestro Santo Amor. Y Vos, Padre celestial, ya que
vuestro Hijo santísimo satisfizo sobreabundantemente a vuestra divina Justicia,
perdonad mis culpas, usad de clemencia con las benditas Ánimas del Purgatorio,
aceptad en sufragio de ellas todo cuanto yo sufriere en este día, aceptad la
cruel flagelación de Jesús y los dolores de su Madre Santísima. Amén.
Para más obligaros, diremos cinco Padre
nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.
OBSEQUIO
Mañana NO comer fuera de las horas
acostumbradas, o hacer alguna mortificación corporal en sufragio de las
benditas Ánimas del Purgatorio.
*Oración a las Ánimas del purgatorio como el
día primero.
DIA SEXTO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero.
MEDITACIÓN PACIENCIA Y RESIGNACIÓN DE LAS
BENDITAS ÁNIMAS
Punto Primero. - Es verdad que las Ánimas del
Purgatorio padecen imponderables penas, y sin mérito, pero las padecen con una
paciencia y resignación admirables. Conocen a Dios con luz perfectísima, le
aman con purísimo amor y desean ardentísimamente poseerle, pero al ver sus
faltas, bendicen y adoran la mano justa y amorosa que las castiga. ¡Oh!, ¡y con
cuánta más resignación que los hermanos de José, exclaman: ¡Mérito hoec
patimur! ¡Con mucha razón nos castigáis, Señor; pues cuando pecamos no temimos
vuestro poder y justicia, frustramos los designios de vuestro amor y sabiduría,
despreciamos vuestra majestad y grandeza, ¡y ofendimos vuestras perfecciones
infinitas! Justo es que seamos castigadas. Hombres sin conocimiento de la
verdadera religión fueron agradecidos a sus bienhechores; el Faraón hizo a José
virrey de Egipto, porque le interpretó un sueño misterioso.
Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros
empleados de la Persia, porque le descubrió una conspiración; hasta los osos y
leones y otras fieras indómitas, agradecidas defendieron a sus bienhechores; y
nosotras, creadas a vuestra imagen, redimidas con vuestra Sangre, honradas con
bienes de fortuna y exaltadas con tantos dones de la gracia, ingratas ¡ay! os
abandonamos en vida. Sí; purificadnos en este fuego; ¡por terribles que sean
nuestras penas, bendeciremos y ensalzaremos vuestra justicia y misericordia
infinita! Justus es, Domine, et rectum judicium tuum.
Todavía más: es tanta la fealdad del pecado,
por leve que sea, que, si Dios abriera a esas Ánimas las puertas del cielo, no
se atreverían a entrar en él, manchadas como están, sino que suplicarían al
Señor las dejara purificarse primero en aquellas llamas.
No de otra forma que una doncella escogida por
esposa de un gran monarca, si el día de las bodas apareciese una llaga
asquerosa en su rostro, no se atrevería a presentarse en la Corte, y suplicaría
al Rey que pospusiese las bodas hasta que estuviera perfectamente curada. ¡Oh
pecado! por leve que parezcas, ¡qué mal eres tan grave, cuando las mismas
Ánimas preferirían los horrores del Purgatorio a entrar en el cielo con la
menor sombra de tu mancha!
(Reflexiona…)
Punto Segundo. – Mira, católico, si puede
darse locura mayor que la tuya… Te reconoces deudor a la Justicia divina de
horribles penas por los pecados enormes que cometiste en la vida pasada, y por
las innumerables faltas en que, al presente, caes todos los días; que no basta
confesarte; que la absolución borra, sí, la culpa, mas, no perdonando toda la
pena, es preciso satisfacer a la Justicia divina en este o en el otro mundo; y,
no obstante, jamás te cuidas de hacer penitencia. Ahora podías expiar tus culpas
fácilmente, y con mucho más mérito tuyo: una confesión bien hecha, una Misa bien
oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera mortificación, una limosna, una
indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción, podría ahorrarte espantosos suplicios;
y tú todo lo descuidas, todo lo dejas para la otra vida. ¡Ay! ¿Has olvidado, por
ventura, cuán horribles son y por cuánto tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabes
que, según afirman ciertos autores, fundados en revelaciones muy respetables, varias
de aquellas Ánimas han estado siglos enteros en el Purgatorio, y otras estarán allí
hasta el juicio final? ¡Insensato! Las Ánimas, dice San Cirilo de Jerusalén;
mejor querrían sufrir hasta el fin del mundo todos los tormentos de esta vida,
que pasar una sola hora en el Purgatorio; y tú quieres más arder siglos enteros
en el Purgatorio, que mortificarte en esta vida un solo momento. ¡Oh espantosa
locura! (Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas por las cuales ofreces
este Novenario, y pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que
deseas conseguir).
EJEMPLO
Había en Bolonia una viuda noble, que tenía un
hijo único y muy querido. Estando, divirtiéndose un día con otros jóvenes, pasó
un forastero y les interrumpió el juego.
Reprendióle ásperamente el hijo de la viuda, y
resentido el forastero, sacó un puñal, se lo clavó en el pecho, y dejándole,
palpitando en el suelo, echó a huir calle abajo con el puñal ensangrentado en
la mano y se metió en la primera casa que encontró abierta. Allí suplicó a la
señora que por amor de Dios le ocultase; y ella, que era precisamente la madre
del joven asesinado, lo escondió en efecto. Entre tanto llegó la justicia
buscando al asesino; y no hallándole allí, “sin duda –dijo uno de los que le buscaban–
no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo supiera, ella misma
nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar aquí”. Poco faltó, para
que muriese la madre de sentimiento al oír estás palabras. Pero luego, cobrando
ánimo y conformándose con la Divina Voluntad, no sólo perdonó al que había
matado a su único y estimado hijo, sino que le entregó todavía una cantidad de
dinero y el caballo del difunto para que huyese con más prontitud; y después lo
adoptó por hijo. Pero ¡cuán agradable fue a Dios esta generosa conducta! Pocos
días después estaba la buena señora haciendo oración por el alma del difunto,
cuando de pronto se le apareció su hijo, todo resplandeciente y glorioso,
diciéndole: “Enjugad, madre mía, vuestras lágrimas y alegraos, que me he
salvado. Muchos años tenía que estar en el Purgatorio, pero vos me habéis
sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis perdonando y haciendo
bien al que me quitó la vida. Más os debo por haberme librado de tan terribles
penas, que por haberme dado la vida. Os doy las gracias por uno y otro favor;
adiós, madre mía, adiós; me voy al cielo donde seré dichoso por toda la
eternidad”.
ORACIÓN A JESÚS
CORONADO DE ESPINAS
¡Oh amabilísimo Redentor mío! ¡Los pecadores
se coronan de rosas, los reyes de la tierra se ciñen coronas de diamantes y
perlas, y Vos, Rey inmortal de los siglos estáis coronado de espinas! ¡Oh! ¡Si
esa vuestra corona se clavase en mi cabeza, para arrancar de una vez mi
soberbia y malos pensamientos! ¡Oh! ¡Si a lo menos una de esas espinas
atravesara mi conciencia y no me dejara reposar hasta que hubiese cambiado de
vida! Señor, no quiero ya más coronarme de flores en este mundo, sino de
espinas por vuestro amor. Y Vos, Padre misericordiosísimo, aceptad, en sufragio
de las pobres Ánimas del Purgatorio, aquellas ofensas, humillaciones y dolores cruelísimos
que sufrió vuestro amable Hijo cuando le coronaron de espinas. Por aquellas
asquerosas salivas que recibía, por aquellos escarnios con que le ultrajaban, por
aquella sangre que corría de su cabeza santísima, a fuerza de los cruelísimos golpes
que sobre las espinas le daban, por aquel dolor que atravesó el corazón de su angustiadísima
Madre, aliviad, os suplico, a las afligidas Ánimas del Purgatorio y concededles
pronto la corona incorruptible de la gloria.
Y para alcanzar de Vos esta gracia diremos
cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un Gloria Patri.
OBSEQUIO
En sufragio de las Ánimas del Purgatorio,
aplicar los cien días de indulgencia que se pueden ganar, cada vez, diciendo
devotamente: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
*Oración a las Ánimas del purgatorio como el
día primero.
DIA SEPTIMO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero.
MEDITACIÓN DESCUIDO DE LOS MORTALES EN ALIVIAR
A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Punto Primero. - ¡Pobres Ánimas! ¡Están
padeciendo tormentos y penas inexplicables; no pueden merecer, ni esperar
alivio sino de los vivos; y éstos, ingratos, ¡no cuidan de ellas! Tienen en el
mundo tantos hermanos, parientes y amigos, y no hallan, como José, un Rubén
piadoso que las saque de aquella profunda cisterna. Sus tinieblas son más
dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no encuentran un Rafael que les dé la
vista deseada, para contemplar el rostro hermosísimo de Dios. Se abrasan en más
ardiente sed que el criado de Abraham, y no hallan una oficiosa Rebeca que se
la alivie. Son infinitamente más desgraciadas que el caminante de Jericó y el
paralítico del Evangelio; mas no encuentran un Samaritano, u otra persona
compasiva que las consuele. ¡Pobres Ánimas! ¡Qué tormento tan grande será para
vosotras este olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente aliviaros y libertaros
del Purgatorio; bastaría una MISA, una COMUNIÓN, un VÍA CRUCIS, una indulgencia
que aplicasen; ¡y nadie se preocupa de ofrecérosla! ¿Y quiénes son esos
ingratos? ¡Ah! son vuestros mismos parientes y amigos, vuestros herederos,
vuestros hijos mismos…Ellos se alimentan y recrean con los bienes que les
dejasteis; y ahora desconocidos no se acuerdan ya de vosotras. Tal vez por
haberlos estimado y complacido demasiado, por haberlos enriquecido con usuras y
otros modos ilícitos, ardéis en esas llamas; y los ingratos se divierten ahora,
sin compadecerse ni acordarse de vuestras penas… ¡Pobres Ánimas! Con mucha más razón
que David podéis decir: si un extraño que no hubiese jamás recibido ningún favor
de mi mano, si un enemigo me tratara así, por sensible que me fuera, podría soportarlo
con paciencia; ¡pero tú, hijo mío, que me debes tantos beneficios, y te
sustentas y regalas con el sudor de mi rostro; tú, hija mía, por quien pasé
tantos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas
pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis
incesantes favores; que tú me trates así, que descuidando los sufragios
que tanto te encargué, me dejes en este fuego,
sin querer socorrerme! ¡Ah! ¡Ésta sí que es ingratitud y crueldad superior a
toda ponderación! (Reflexiona…)
Punto Segundo. - ¡Pobres Ánimas! Pero más
pobres e infelices seremos nosotros,
si no las socorremos. Acuérdate, gritan los
difuntos, de cómo yo he sido yo juzgado, porque así mismo lo serás tú. A mí
ayer; a ti hoy. Tú, también serás del número de los difuntos, y tal vez muy
pronto. Y por rico y poderoso que seas, ¿Qué sacarás de este mundo? Lo que
nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡Qué consuelo! Si
malas, ¡Qué desesperación! Como tú hayas hecho con nosotros, harán contigo. ¿Lo
oyes? Si ahora eres duro e insensible con las benditas Ánimas, duros e insensibles
serán contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no es éste el
parecer de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría infinita que nos dice por
San Mateo: “Con la misma medida con que midiereis, seréis medidos”. Sí; del
mismo modo que nos hubiésemos portado con las Ánimas de nuestros prójimos, se
portarán los mortales también con nosotros; y ¡Ay de aquel que no hubiese usado
de misericordia, porque le espera, dice el Apóstol Santiago; un juicio sin
misericordia! ¿Y no tiemblas tú, heredero y testamentario, insensible para con
los difuntos? Si lleno de indignación el Juez supremo arroja al infierno al que
niega la limosna a un pobre, que tal vez era enemigo de Dios por el pecado;
¿Con cuánta justicia y rigor condenará al que niegue
a sus amadísimas esposas los sufragios de los
bienes que le pertenecían?
(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas
por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Derrotado por Cayano el ejército de Mauricio,
y hechos prisioneros gran número de soldados, Cayano pidió al Emperador una
moneda, y no de muy grande valor, por el rescate de cada prisionero. Mauricio
se negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos valor; y habiéndosela
también rehusado, exigió por último una ínfima cantidad; la que no habiendo
podido lograr tampoco, irritado el bárbaro, mandó cortar la cabeza a todos los
soldados imperiales que tenía en su poder. Pero ¿Qué
sucedió? Pocos días después Mauricio tuvo una
espantosa visión: Citado al tribunal de Dios, veía gran multitud de esclavos
que arrastraban pesadas cadenas, y con horrendos gritos pedían venganza contra
él. Oyendo el Juez supremo tan justas quejas, se volvió a Mauricio y le
preguntó: “¿Dónde quieres más ser castigado: en ésta, ¿o en la otra vida?”
“¡Oh! benignísimo Señor –respondió el prudente emperador–, prefiero ser
castigado en este mundo”. “Pues bien –dijo el Juez–, en pena de tu crueldad con
aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar a tan poco precio, uno
de tus soldados te quitará la corona, fama y vida acabando con toda tu
familia”. En efecto, pocos días después se le insurreccionó el ejército,
proclamando a Focas por emperador. Mauricio, fugitivo, se embarcó en una
pequeña nave con algunos pocos que le seguían; pero en vano; furiosas las olas
lo arrojaron a la playa, y llegando los partidarios de Focas, le ataron a él y
cuantos le seguían y los llevaron a Eutropia, en donde, ¡oh, padre infeliz! después
de haber visto con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de cinco hijos
suyos, fue muerto ignominiosamente, y no pasó mucho tiempo sin que el resto de
su familia sufriese la misma desgracia.
¡Ah! católicos que oís esto: no son unos
pobres soldados, son vuestros propios hermanos y padres los que han caído
prisioneros de la Justicia Divina. Este Dios misericordioso pide por su rescate
una muy pequeña moneda; de gran valor, es verdad, pero muy fácil de dar. ¿Qué
moneda es esta? Una buena comunión, una buena confesión, una Santa Misa,
novenarios, limosnas… ¿Y seréis tan duros que se la neguéis? ¿Tan insensibles
seréis a la felicidad de las Ánimas y a vuestros propios intereses?
ORACIÓN
A JESÚS LLEVANDO LA
CRUZ A CUESTAS
¡Oh, dulcísimo Jesús, y qué sensible habrá
sido a tu corazón mi olvido e indiferencia para con las Ánimas del Purgatorio,
pues tanto las amas, por una parte, y por otra eres tan caritativo, que cuando
subías a la montaña del Calvario olvidaste tu dolor cruelísimo para consolar a
aquellas piadosas mujeres que lloraban tu suerte! Aplaque, pues, ¡oh, Padre
celestial, tu ira, la caridad inmensa de tu Hijo Santísimo! Acepta esos dolorosos
pasos que da, oprimido con el enorme peso de la cruz; acepta esas tres lastimosas
caídas, junto con los escarnios y golpes cruelísimos que recibe, y con el sudor
y sangre que derrama por nuestro amor. Yo te lo ofrezco todo, en remisión de mi
poca paciencia en los trabajos y en sufragio de las pobres Ánimas del
Purgatorio.
¡Ah! ¡Sí! compadécete de sus lágrimas;
enjúgalas, ¡oh, Padre clementísimo! Y haz que dichosas participen cuanto antes
de la gloria de tu rostro Divino en la patria celestial. Amén.
Digamos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías
y un Gloria Patri para alcanzar del Señor esta gracia.
OBSEQUIO
El mayor sufragio que reclaman las Benditas
Ánimas, el más necesario para nosotros y el más grato a Dios es hacer una buena
confesión, sin callar pecado alguno al confesor.
*Oración a las Ánimas del purgatorio como el
día primero.
DIA OCTAVO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero.
MEDITACIÓN CÓMO RECOMPENSARÁ EL SEÑOR A LOS
DEVOTOS DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
Punto Primero. - Supongamos, tú católico
piadoso, que movido por estas
meditaciones, haces una sincera y dolorosa
confesión, y ganando la indulgencia plenaria de este santo Novenario, sacas un
Ánima de la terrible prisión del Purgatorio. ¡Ah! ¡Y Qué grande será tu dicha!
Si perseveras, ¡Qué galardón tan grande recibirás en el cielo! Si los reyes de
la tierra, siendo miserables mortales, recompensan con tanta munificencia al
que libra a uno de sus vasallos de un gran peligro, o expone su vida sirviendo
generosamente a los apestados, ¿Cómo pensáis vosotros que premiará el Señor al
que libre a una o más Ánimas de las abrasadoras llamas del Purgatorio? Decid,
padres y madres: si aquel hijo, que es la niña de vuestros ojos, cayese en un
río o en el fuego y un hombre generoso os le sacara y presentara vivo, ¿Cómo se
lo agradeceríais? Si vosotros fueseis ricos y potentados, y él pobre, ¿Cómo le
premiaríais? Ahora bien: ¿qué tiene que ver el cariño del padre
más amoroso con el amor que Dios profesa a
aquellas Ánimas, que son sus hijas y esposas muy amadas? ¿Qué son todos los
peligros y males de este mundo, comparados con las espantosas penas del
Purgatorio? ¿Y qué comparación hay entre el poder y la generosidad de un
miserable mortal y el poder y la generosidad infinita de Dios, que promete un
inmenso premio de gloria por la visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un
vaso de agua a un pobre por su amor? ¡Ah, católico! Yo, no dudo en decir que
miro como asegurada tu salvación, si logras sacar a una sola Ánima del
Purgatorio. ¿Y no harás lo posible para lograrlo?
(Reflexiona…)
Punto Segundo. - No pienses, alma católica,
que ésta es una reflexión piadosa; es una promesa formal de Jesucristo, verdad
eterna, que no puede faltar a su palabra.
¿No nos dice en el sagrado Evangelio: ¿“¿Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”? Fundado en estas
palabras infalibles, hasta ahora, dice el Padre San Gregorio: “Yo no sé qué se
haya condenado ninguno que haya usado de misericordia con el prójimo”.
¡Ah! ¡Sí! Dios quiere mucho a las Ánimas; todo
cuanto se hace por ellas lo mira, agradece y premia como si a Él mismo se le
hiciera: “En verdad os digo que todo cuanto habéis hecho con uno de esos
pequeños hermanos míos, lo habéis hecho conmigo”. ¡Ah! dichosos católicos; si
socorréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, “venid –os dirá un día nuestro
generosísimo Juez–; venid, benditos de mi Padre celestial. Aquellas pobres
Ánimas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis alimentado con el pan de
vida de mi Sacratísimo Cuerpo; morían de sed, y oyendo o haciendo celebrar Misas
les habéis dado a beber mi Sangre Preciosísima; estaban desnudas, y con vuestras
oraciones y sufragios las habéis vestido con una estola de inmortalidad; gemían
en la más triste prisión, y con vuestros méritos e indulgencias las habéis sacado
de ella.
Y no es precisamente a las Ánimas a quienes
habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho: Mihi fecistis: pues todo
cuanto hicisteis por ellas, Yo lo miro por tan propio como si lo hubieseis
hecho para Mí mismo. Por lo tanto, “venid, benditos de mi Padre celestial, a
recibir la corona de gloria que os está preparada en el cielo”. ¿Y no
querríais, alma católica, lograr tanta dicha? Pues en vuestra mano está.
(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas
por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Tenía una pobre mujer napolitana una numerosa
familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas.
Reducida a la última miseria, presentó un memorial a un gran señor,
manifestándole su infeliz estado y aflicción; pero con todas las súplicas no
logró más que unas monedas.
Entró desconsolada en una iglesia, y
encomendándose a Dios, sintió una fuerte inspiración de hacer decir con
aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y puso toda su confianza en Dios,
único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño! Oída la Misa, se volvió a su
casa, cuando encontró a un venerable anciano, que llegándose a ella le dijo:
“¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explicó sus trabajos y miserias.
El anciano, consolándola, le entregó una carta, diciéndole que la lleve al mismo
señor que le ha dado las monedas. Éste abrió la carta, y ¿Cuál fue su sorpresa,
cuando vio la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto? “¿Quién os ha
dado esta carta?” “No lo conozco –respondió la mujer–, pero era un anciano, muy
parecido a aquel retrato; sólo que tenía la cara más alegre”. Leyó de nuevo la
carta, y observó que le dice: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del
Purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esta pobre
mujer. Con mayor razón la encomiendo a tu piedad y agradecimiento; dale una
buena paga, porque está en grave necesidad”.
El caballero, después de haber leído y besado
muchas veces la carta, regándola con copiosas lágrimas de ternura: “Vos –dijo a
la afligida mujer–, vos, con la limosna que os hice, habéis labrado la
felicidad de mi estimado padre; yo ahora haré la vuestra, la de vuestro marido
y familia”. En efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la cárcel, y tuvieron
siempre, de allí en adelante, cuanto necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa
Dios, aun en este mundo, a los devotos de las benditas Ánimas.
ORACIÓN A JESÚS
CLAVADO EN LA CRUZ
¿De qué trabajos puedo quejarme, oh, Jesús
dulcísimo, cuando os contemplo clavado en la cruz, desamparado de vuestro Padre
celestial, padeciendo la más cruel sed y agonía por mi amor? ¿Cómo no esperaré
cuando por todas esas llagas abiertas, como por otras tantas bocas o volcanes
de amor, pedís misericordia y perdón? Sí; aliéntate, pecador; pronto está Dios
a borrar culpas pasadas; alentaos también vosotras, Ánimas benditas del
Purgatorio; ya se acerca la hora de vuestro rescate y de vuestra libertad.
Mañana, con las comuniones que se os ofrecerán, será el dichoso día de vuestra
redención. ¡Oh! haced que así sea, dulcísimo Jesús, moved el corazón de estos
fieles para que no nieguen este sufragio a las Ánimas, apagad la sed ardentísima
que esas Ánimas tienen de veros, de gozaros, de reinar con Vos y bendeciros por
siglos infinitos. Amén.
Diremos cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías
y un Gloria Patri para alcanzar esta gracia del Señor.
OBSEQUIO
Hacer una limosna en sufragio de las Ánimas
del Purgatorio.
*Oración a las Ánimas del purgatorio como el
día primero.
DIA NOVENO
Acto de contrición, como el día primero.
Oración al Padre Eterno, como el día primero.
MEDITACIÓN AGRADECIMIENTO DE LAS BENDITAS
ÁNIMAS PARA CON SUS DEVOTOS.
Punto Primero. – Ved aquí el día feliz; hoy,
con las numerosas comuniones y sufragios que los fieles han ofrecido al Señor,
no sólo en ésta, sino en tantas otras capillas y templos católicos, muchas de
aquellas Ánimas, ayer tan afligidas y desgraciadas, han pasado a ser dichosos
habitantes y príncipes felicísimos de la Corte celestial. Ya ven cara a cara la
Hermosura y Majestad infinita; ya poseen a Dios, que contiene en sí cuánto hay
de amable, de grande, delicioso y perfecto. Su entendimiento ya no puede
conocer más verdades, su corazón ya no puede experimentar ni más alegría, ni
más suavidad, ni más dicha. ¡Ah ¡Si pudieses, amado católico, hoy en aquella
dichosa patria, penetrar y contemplar el transporte de aquellos
Bienaventurados! ¡Qué enhorabuenas, qué abrazos se dan tan amorosos! ¡Qué
cánticos entonan en acción de gracias al Dios de las misericordias y a los
generosos católicos que las han sacado del Purgatorio! ¡Oh! ¡Cómo dan por bien
empleadas las penas que en este mundo padecieron! ¡Oh! ¡Con cuánta alegría está
diciendo cada una de ellas: Dichosas confesiones y comuniones; dichosas las
Misas que oía, las limosnas, oraciones, penitencias y obras buenas que yo
practicaba; dichosas las burlas y escarnios que yo sufría por ser devota! ¡Y
con qué magnificencia pagáis, Señor, ¡hasta los sacrificios más pequeños e
insignificantes que hice por vuestro amor! ¿No quisieras, católico, tener tú la
misma suerte? Pues pelea contra las pasiones; que sin pelear no se alcanza victoria;
sin pena, no hay felicidad.
(Reflexiona…)
Punto Segundo. - ¡Y qué dicha, Alma Católica,
la tuya, ¡si has logrado librar del Purgatorio a alguna de aquellas Ánimas! El
cielo debe a tus sufragios el nuevo regocijo y la nueva gloria accidental que
ahora experimenta. Y aquellas Ánimas dichosas te deben la libertad, y con ella
la posesión de una felicidad infinita. ¿Qué súplicas, pues, tan fervorosas no
harán a Dios por ti? ¿En qué necesidad podrás encontrarte que no cuiden de
socorrerte? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las gracias necesarias para
vencer las tentaciones, adquirir las virtudes y triunfar sobre los vicios? Y si
alguna vez te vieres en peligro de pecar y de caer en el infierno ¡Con cuánto
más celo que el pueblo de Israel lo hizo en favor de Jonatán, dirán al Señor!:
¿Y permitiréis, oh, gran Dios, que se pierda
eternamente un católico que me ha librado a mí de tan horribles penas? ¿No
prometisteis que alcanzarían misericordia los que hubiesen usado de
misericordia con el prójimo? ¿Y consentiríais ahora que cayese en el infierno
aquel que con sufragios me abrió las puertas del cielo? ¡Ah, Si dichoso
católico! ¡Cuánto envidio tu dicha! Persevera, y tienes segura la palma de la gloria.
(Reflexiona… encomienda aquí a Dios las Ánimas
por las cuales ofreces este Novenario, y pide, por la intercesión de María
Santísima, la gracia que deseas conseguir).
EJEMPLO
Santa Gertrudis, aquella esposa tan regalada
del Señor, había hecho donación de todos sus méritos y obras buenas a las
pobres Ánimas del Purgatorio; y para que los sufragios tuviesen más eficacia y
fuesen más gratos a Dios, suplicaba a su Divino Esposo, le manifestase por qué
Ánima quería que satisficiese. Se lo otorgaba su Divina Majestad, y la Santa
multiplicaba oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y otras penitencias,
hasta que aquella Ánima hubiese salido del Purgatorio. Sacada una, pedía al
Señor le indicara otra; y así logró librar a muchas de aquel horrible fuego.
Siendo ya la Santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte tentación del enemigo,
que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo has aplicado a las Ánimas del
Purgatorio y no has satisfecho todavía por tus pecados! Cuando mueras, ¡qué
penas y tormentos te esperan!” No dejaba de atormentarla este pensamiento,
cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló diciendo: “Gertrudis,
hija mía muy amada; no temas: los sufragios que tú ofreciste a las Ánimas del Purgatorio
me fueron muy agradables; tú no perdiste nada; pues en recompensa no sólo te
perdono las penas que allí habías de padecer, sino que aun aumentaré tu gloria
de muchísimos grados. ¿No había prometido yo dar el ciento por uno, pagando a
mis fieles servidores con medida buena, abundante y apretada? Pues mira, yo
haré que todas las Ánimas libertadas con tus oraciones y penitencias te salgan
a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y que, acompañada de este
numeroso y brillante cortejo de Bienaventurados, entres en el triunfo de la
gloria”.
ORACIÓN
A LAS BENDITAS ÁNIMAS LIBERTADAS DEL
PURGATORIO POR LOS
SUFRAGIOS OFRECIDOS DURANTE EL NOVENARIO
¡Oh Ánimas dichosas y felices, a quienes
nuestro dulcísimo Jesús acaba de admitir hoy en su patria celestial! Os
felicitamos, y damos en nombre de toda la Iglesia mil enhorabuenas por esta
dicha tan grande. Unimos nuestra alegría con la vuestra y con la de los Ángeles
y Serafines; juntamos nuestras acciones de gracia con los cánticos y alabanzas
que vosotras entonáis al Creador por tan inestimable beneficio.
Sí, Ánimas santas y dichosas; alegraos: ya se
han acabado para vosotras las penas y tristezas, las aflicciones y trabajos,
los peligros y tentaciones de esta miserable vida.
Sólo os queda una eternidad de descanso, de
alegría, de delicias y de bienaventuranza infinita. ¡Qué dicha también la
nuestra, si con estos sufragios os hemos acelerado la posesión de tanta gloria!
Sí, triunfad en el cielo; pero no hagáis como hizo aquel ingrato copero de
Faraón con José; no olvidéis a vuestros pobres hermanos, que militamos aún en
este valle de lágrimas; echad una mirada compasiva sobre nosotros; ¡mirad de
cuántos peligros estamos expuestos, de cuantos y cuán fieros enemigos nos vemos
rodeados! Ahora que sois tan poderosas delante de Dios, interceded por nosotros,
para que, siendo fieles y constantes en su servicio, podamos en vuestra compañía
alabarle y glorificarle un día eternamente. Amén.
Cinco Padre nuestros, cinco Ave Marías y un
Gloria Patri a las cinco llagas de Cristo Señor nuestro en sufragio de las
benditas Ánimas del Purgatorio.
OBSEQUIO
Formar una firme resolución de ofrecer todas
nuestras obras satisfactorias, en sufragio de las pobrecitas Ánimas.
LAMENTOS DE LA BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Romped, romped mis
cadenas,
Alcanzadme libertad:
¡Cuán terribles son
mis penas!,
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Una chispa que
saliera,
de este fuego
tenebroso,
montes y malles
furiosos,
en un punto
consumiera.
Ya que ponéis estas
llamas
compasivos apagad.
¡Cuán terribles son
mis penas!,
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Con más cruelísimo
dolor
al réprobo en el
infierno,
no atormenta el fuego
eterno,
la justicia del Señor:
Vuestra deuda con la
mía,
con tiempo, cautos,
pagad.
¡Cuan terribles son
mis penas!,
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Tendrán término mis
males,
¡Oh dulcísimo
consuelo!
Más, ¿Cuándo alzaré el
vuelo?
¡Ay! Son siglos
eternales.
Los instantes que
transcurren
Sin ver, ¡Oh, Dios,
¡tu beldad!
¡Cuán terribles son
mis penas!,
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Mil veces, ¡necio de
mí!
por un momentáneo
gusto,
En tus manos, ¡Oh, Rey
Justo!
Y en esta prisión caí.
¡Ah!... Siquiera con
mi suerte,
Amigos escarmentad...
¡Cuán terribles son
mis penas!,
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Mirad que no son
extraños
los que sufragios
imploran:
¡Ah! son amigos, y
lloran
sin alivio largos
años.
¿Fue por ventura
fingida
nuestra primera
amistad?
¡Cuán terribles son
mis penas!
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Soy tu padre, hijo
querido,
quien tu compasión
reclama,
penando en horrible
llama;
no me dejes en olvido;
no las ternuras nos
pagues
con desamor y
crueldad,
¡Cuán terribles son
mis penas!
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Ni hayas tú de bronce
el pecho,
Hija infiel de madre
tierna;
Al descanso y luz
eterna
Acelérame el derecho.
¿Te di el ser, y no me
libras
¿De la horrenda
oscuridad?
¡Cuán terribles son
mis penas!
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Sacrificios,
oraciones,
piadosos
ofrecimientos,
limosnas y
sacramentos,
ayunos y humillaciones
aceptará por rescate,
de Dios la inmensa
bondad.
¡Cuán terribles son
mis penas!
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Tus huesos y tu
memoria
Pronto también loza
fría
Cubrirá; más ¡qué
alegría
Cuando en los reinos
de gloria
Ya felices te
alcancemos
¡La celeste claridad!
¡Cuán terribles son
mis penas!
¡Piedad, cristianos,
piedad!
Romped, romped mis
cadenas,
alcanzadme libertad;
¡Cuán terribles son
mis penas!
¡Piedad, cristianos,
piedad!
RESPONSO
V. Líbera me, Dómine, de morte ætérna, in die
illa treménda.
* Quando coeli movéndi sunt et terra.
*Dum véneris judicáre sǽculum per ignem.
V. Tremens factus sum ego, et tímeo, dum
discússio vénerit, atque ventúra ira.
* Quando coeli movendi sunt et terra. Dum
véneris judicáre sǽculum per ignem.
V. Dies illa, dies iræ, calamitátis et
misériæ, dies magna et amára valde.
Dum véneris judicáre sǽculum per ignem.
V. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine: et lux
perpétua lúceat eis.
Líbera me, Dómine, de morte ætérna, in die
illa treménda, quando coeli movéndi
sunt et terra. dum véneris iudicáre sǽculum
per ignem.
Kirie eleyson, Christe eleyson, Kirie eleyson.
Pater noster, etc.
V. Et ne nos inducas in tentationem.
R. Sed libera nos a malo.
V. A porta inferí.
R. Erue, Domine, animas eorum.
V. Requiescant in pace.
R. Amen.
V. Domine, exaudi orationem meam.
R. Et clamor meus ad te veniat.
V. Dominus vobiscum.
R. Et cum spiritu tuo.
OREMUS
Fidelium Deus omnium conditor, et redemptor,
animabus famulorum, famularumque tuorum remissionem cunctorum tribue
peccatorum: ut indulgentiam,
quam semper optaverunt, piis supplicationibus
consequantur. Qui vivis et regnas in
sæcula sæculorum.
R. Amen.
V. Requiem æternam dona eis, Domine.
R. Et lux perpetua luceat eis.
V. Requiescant in pace.
R. Amen.
Animæ omnium fidelium defunctorum per
misericordiam Dei requiescant in pace.
R. Amen.
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