NOTA. Por falta de tiempo por andar de misiones no pude colocar en el sitio los sermones sobre la navidad pasada, no quiero que pase lo mismo con esta próxima festividad de los santos Reyes Magos.
Quiero,
con ello quiero llamar un poco vuestra atención, estamos muy acostumbrados a oír
novedades sobre el futuro de la Iglesia, del mundo, de tal o cual nación, pero
descuidamos nuestra espiritualidad. Nos da tedio meditar sobre los escritos
espirituales, nos llega como una pereza espiritual el aplicar nuestra mente a
las reflexiones o meditaciones de los santos ignorando que al no hacerlo
nuestra espiritualidad disminuye a tal grado que llegamos a una inanición de la
vida espiritual en nuestras almas. A esto se debe la baja espiritualidad del
mundo actual, espiritualidad que nos aleja cada vez mas de Dios y al final mata
el alma. En todo esto sin duda alguna obra el demonio quien es el mas
interesado en ver nuestras almas en el infierno el enemigo de la natura humana le
da mas importancia a los acontecimientos venideros de los cuales tenemos una
certidumbre semejante a la de un ciego que solo se guía por su bastón ya que el
futuro depende total y absolutamente de Dios. A las “novedades” presentes sin
saber que son humo delante de Dios y al final que nos queda dentro de la valija
de nuestra alma respecto a Dios ¡Nada!
PRIMERA REFLEXION
Dónde está el rey de
los judíos que ha nacido, etc.
Os he
dicho hoy que en estas palabras se muestra la fe de los nobles Reyes, primeros
cristianos, los cuales fueron, de entre los gentiles, las primicias de la fe
cristiana; y se muestra su fe en cuanto al acto intrínseco, en cuanto al acto
previo y en cuanto al acto subsiguiente. El acto intrínseco consiste en buscar;
y esto se indica al decir: ¿Dónde está el rey de
los judíos que ha nacido? Y os decía cómo los Reyes buscaban al rey
de los judíos, niño, pobrecillo y reputado por nada; buscaban, digo, al rey
niño, pequeño infante por la generación materna, pero eterno por la generación
paterna; buscaban al rey pobrecillo, desnudo de todos los bienes transitorios,
pero opulento por la herencia sin término; buscaban, en fin, al rey reputado
por nada, despreciado por su estado pasible por condescendencia, pero glorioso
por su potencia triunfante sobre todos. Por eso fue necesario que creyeran con
la fe de otra manera de la que veían con los ojos, pues no les era dado
alcanzar el misterio mediante los sentidos.
Por eso
dignóse el Señor venir por medio de los milagros en ayuda de los Reyes, los
cuales llegaron al acto previo de la fe por la visión de la estrella; y esto se
indica cuando se dice: Vimos su estrella en
oriente. Cosa cierta es que tal estrella no era de las que están
fijas en el firmamento, ni tampoco alguna de las estrellas movibles; pues se
hallaba cerca de los Magos, y era tan grande, que pudiese ser guiados en el
camino, por lo cual fue preciso que apareciera, no por virtud natural, sino
sobrenatural. Caminaban los Magos; la estrella iba delante de ellos y se
paraba. Es verdad, y no lo negamos, que el autor de la naturaleza usa de la misma
en cosas que están a su alcance. Pero cuando la naturaleza es incapaz para
producir un efecto, como en nuestro caso, entonces da origen a
las estrellas por virtud sobrenaturalmente divina. Hay cinco géneros
de cometas, y no se producen por el sol ni por las estrellas; y hay nueve
clases de estrellas, entre las cuales la octava, llamada rosa, es hermosísima, la cual, a lo que dicen los
filósofos, es grande y rubicunda, con figura de hombre y color semejante al de
la plata en aleación con el oro. Y que tal estrella fuese la aparecida en el
oriente; parece sufragado San Juan Crisóstomo; pero es imposible que se
produjera naturalmente; por lo que se ha de tener que los ángeles suplían lo
que no podía producir la naturaleza y esa estrella apareció,
no sólo para los Magos, sino también para esclarecer el misterio que ilustra a
todo el mundo.
Ahora es
enseñado todo el mundo por el misterio de la estrella; son ilustrados, digo,
los que siguen la ruta de la estrella, la cual es, no es ruta natural, sino
evangélica; y así como los Magos fueron dirigidos por la estrella natural, así
nosotros lo se remos por la estrella espiritual. Y así digo que la estrella indujo
a los Magos a presentarse ante Cristo, los condujo a Cristo y los redujo a
Cristo. Y que los indujese se da a entender cuando se dice: Hemos visto su
estrella en el oriente. Y que los condujese, se insinúa con estas palabras: La estrella iba delante de ellos hasta que llegando se
paró delante donde estaba el niño. Y que los redujese, se indica diciendo: Y viendo la estrella, se regocijaron en gran
manera. Y entrando en casa, hallaron al niño, etc. Esta
estrella, por consiguiente, induce, conduce y reduce. Pero esta estrella no es
sino una figura de la estrella espiritual, que también nos induce a ir a Cristo,
nos conduce a Cristo y nos reduce a Cristo. La estrella que nos induce a la
presencia de Cristo, es significada por la estrella de la mañana, de la cual,
si de alguna, tuvo origen la estrella aparecida a los Magos; y bien podemos
decir que la estrella externa es la que nos induce a presentamos ante Cristo;
la estrella superior es la que nos conduce a Cristo.
La
estrella exterior, cuya virtud nos induce a la presencia de Cristo, es la Sagrada
Escritura; la estrella superior, a la que compete conducimos a Cristo, es la santa y bendita
Virgen María; y la estrella interior, que nos reduce a Cristo, es la gracia del
Espíritu Santo. Estas tres estrellas nos llevan como de la mano a la
presencia de Cristo.
Viniendo
a lo primero, se ha de decir que la estrella que nos induce a ir donde está
Cristo, es la Sagrada Escritura, de la cual se dice en el Eclesiástico: Brilla como el lucero de la mañana, en medio de la
niebla, y como la luna llena en sus días, etc. La Escritura se halla
en medio de la niebla, es decir, en medio de la obscuridad de la ignorancia
humana, Puesto que no podemos ver las cosas superiores, tampoco podemos ver la
faz divina de Cristo; de ahí que sea requisito necesario para verla la
dirección de la luz celestial; y esta luz es la Sagrada Escritura, luz del
cielo, traída por los Ángeles a los Patriarcas, Profetas y Apóstoles. Esta es
la luz que hemos de mirar; y de ella dice San Pedro, II Canónica: Y aún tenemos más firme la palabra de
los profetas; la cual hacéis bien en atender como a una antorcha que luce en un
lugar tenebroso. Necesitamos la luz de la Sagrada Escritura,
hasta que brille el día de la eternidad.
La
Sagrada Escritura es luz legal en los Patriarcas, profética en los Profetas, y
evangélica en los Apóstoles. En los Patriarcas hay brillo de méritos, en los
Profetas brillo de méritos y de milagros, y en los Apóstoles brillo de méritos,
de milagros y de martirio.
Los
Patriarcas tuvieron claridad de visión intelectual solamente los Profetas,
claridad de visión intelectual junto con la imaginaria; y los Apóstoles,
claridad de visión intelectual e imaginaria, unida con la visión cierta,
corporal, digo, no espiritual; por lo cual dice el Señor: Porque
me has visto, Tomás, has creído; y en la epístola primera de San
Juan: Lo que vimos con nuestros ojos y
lo que palparon nuestras manos del Verbo de la vida, etc., os lo anunciamos. Junta
el brillo de los méritos de los milagros y martirios con la claridad de la
visión intelectual imaginaria y patente a los sentidos; junta digo, en una
estas seis
Excelencias
y su concierto amigable, y tendrás la certeza de la autoridad, que será siempre
indefectible para ti. Esta es la estrella fructuosísima, por la que podemos ir
a Cristo. Dice el papa San León: "Cuando vamos a
considerar el misterio del Hijo de Dios, nacido de la Virgen, ahuyéntese lejos
la obscuridad de los razonamientos terrenos y disípese el humo de la sabiduría
mundana, a los fulgores de la fe que ilumina nuestros ojos", etc, Por esta estrella, que es la Sagrada Escritura, se va
a Cristo.
Pero
pierde la dirección de esta estrella el que se encamina hacia la perfidia de
Herodes. Fue Herodes pérfido en extremo, y se empeñó en acabar con Cristo. Esta
luz la perdieron primeramente los judíos, después los paganos y, por último,
los herejes. Carecen de ella los judíos, por ocuparse en genealogías
inacabables; los paganos, por entender en enseñanzas: de los demonios, y los
herejes, por entregarse a filosofías falaces. Cuidémonos de estos errores,
porque, de otra suerte, perderemos la luz de la Escritura, según nos amonestan
los Magos que, al ir a Herodes, perdieron la dirección de la estrella. Concluyamos:
la estrella exterior nos induce a ir a la presencia de Cristo: En cuanto a lo
segundo, la estrella superior, que es la bienaventurada Virgen, nos conduce a
Cristo; y de ella se entiende lo que se dice en el libro de los Números, con
estas palabras: De Jacob nacerá una estrella, y de Israel se levantará una vara
y herirá a los caudillos de Moab. Llámese estrella la bienaventurada Virgen por
su virtud estable e inconmovible; por Moab se entienden los voluptuosos.
Caudillos de Moab son los demonios o los pecados capitales. Esta estrella, es
decir, la bienaventurada Virgen, desbarata a los caudillos de Moab, que son los
siete pecados capitales: el espíritu de soberbia, siendo humildísima; el
espíritu de envidia, siendo benignísima: el espíritu de ira, por ser mansísima;
el espíritu de pereza, por ser devotísima; el espíritu de avaricia, por su
generosidad liberalísima: el espíritu de gula, por su templanza moderadísima,
y, por último, el espíritu lujuria, siendo como es integérrima y omnímodamente
casta. Desbarato, pues, esa estrella a los caudillos de Moab; y condujo a los
Magos a Cristo. Y así como cayendo en la perfidia de Herodes, pierde el hombre
la dirección de la estrella que lo induce a la presencia de Cristo, esto es, al
conocimiento de la Sagrada Escritura, así también, incurriendo en la hipocresía
de Herodes, se desvía de la dirección de la bienaventurada Virgen, radiante
estrella, cuyo oficio es conducir a Cristo.
En
Herodes están figurados los hipócritas. Se dice en el Evangelio que Herodes,
llamando en secreto a los Magos, les interrogó cuidadosamente sobre el tiempo
de la aparición de la estrella; y les dijo: id e informaos con
diligencia sobre este niño, y cuando le encontréis, comunicádmelo, para que
vaya también yo a adorarle. Dice San Gregorio, comentando este
pasaje, que nada hay que tanto aparte de la dirección de la bienaventurada
Virgen como la hipocresía. Habló Herodes de esta manera: Averiguad
diligentemente dónde está el niño, para que vaya también yo a adorarle. Según manifestaba con esto, quería que los Magos se
informaran acerca del niño, para que también él fuese a adorarle, pero, en
realidad, pretendía otra cosa. De esta suerte el hipócrita se informa
exteriormente de las virtudes y finge seguir a la bienaventurada Virgen, cuando
otra cosa es la que intenta.
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