Nota. Dados los
acontecimientos tan lamentables que se han dado en la Sede de SAN PEDRO con la celebración
del Sínodo de la Amazonia en donde se quiso pasar por católico lo puramente pagano, no podemos dejar pasar por alto esta
abominable afrenta al Dios Trino y Uno. Este famoso Sínodo que se venía
planeando desde hace tiempo y al cual se opusieron en su momento tanto
cardenales como obispos y sacerdotes no pudo nunca sorprender al Sumo Pontífice
como hoy se nos quiere hacer creer cuyo espíritu esta imbuido del modernismo y
ansioso de novedades cuyo fin no es otro que la descristianización y
paulatinamente la destrucción de la Iglesia Única fundada por Nuestro Señor
Jesucristo sumo y eterno SACERDOTE Y PONTÍFICE. No podemos quedarnos callados
ante el error venga de quien venga, no podemos quedarnos de brazos cruzados
mirando como destruyen la Iglesia los que deben, por obligación de estado,
defenderla y custodiarla contra los enemigos de la Iglesia o, ¿acaso nos quedaríamos
de brazos cruzados mientras el ladrón mata a nuestra madre pudiendo defenderla?
Y, ¿qué nos pasa ante este nuevo ultraje perpetrado contra nuestra Madre la
Iglesia? Dejaremos que esta idolatría consumada dentro del mismo ceno de ella
pase desapercibida? No, pero es el Papa el Vicario de Cristo. Con mayor razón mayor
responsabilidad tiene él en este Sínodo excusarlo ante la VERDAD ÚNICA no podemos
so pena de hacernos sus cómplices. Su santidad
San Pío X dice de él y de todos los que abrazaron consientes la herejía del
MODERNISMO en su carta Encíclica
Pascendi lo siguiente, la cual es digna de
meditación dada que en ella se expone la doctrina del magisterio de la Iglesia
con claridad diáfana y simplicidad propia de un santo, he aquí sus palabras:
(Quienes esto lean no juzguen la dureza de
mis palabras porque después de leer con calma y sin pasión de ninguna índole, dirán
con toda verdad que me he quedado corto ante las duras palabras de este gran
Santo)
Adoración a los ídolos o culto a Dios, ¿que es esto?
INTRODUCCIÓN
Al
oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló
como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de
la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las
contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en
la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor
supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano,
hombres de
lenguaje perverso»(1), «decidores de novedades y
seductores»(2),«sujetos al error y que arrastran al error»(3).
Gravedad de los errores modernistas
1.
Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos
ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo,
los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por
aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente (No lo dice quien esto publica sino un
santo), si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no
queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y
si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no
ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo
exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya
ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia,
en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más
perjudiciales cuanto lo son menos declarados.
Hablamos,
venerables hermanos, de un gran número de católicos
seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, (Hoy diríamos de obispos, cardenales y
hasta el mismo Papa) los cuales, so pretexto de
amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y
teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con
venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo,
se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia,
y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la
obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad
rebajan a la categoría de puro y simple hombre.
2.
Tales hombres se extrañan de verse colocados por Nos entre los enemigos de la
Iglesia. Pero no se extrañará de ello nadie que, prescindiendo de las
intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus
doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la
Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha
tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos
traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en
nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en
sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más
inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la
segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino
a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una
vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por
todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su
mano, ninguna que no se esfuercen por corromper (La PACHAMAMA no es lo
primero que han introducido, en la
Iglesia recuerdese las reuniones paganas en Asís. Y mientras persiguen por
mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más
insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas
al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que
fácilmente sorprenden a los incautos. Por otra parte, por su gran
temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga
retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia.
Juntan a esto, y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de
actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios,
aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia
intachables. Por fin, y esto parece quitar toda
esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte,
que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y
atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a
celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.
A la
verdad, Nos habíamos esperado que algún día volverían sobre sí, y por esa razón
habíamos empleado con ellos, primero, la dulzura
como con hijos, después la severidad y, por último,
aunque muy contra nuestra voluntad, las reprensiones públicas. Pero no
ignoráis, venerables hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos: inclinaron
un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si
sólo se tratara de ellos, podríamos Nos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad.
Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a
esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
3. Y
como una táctica de los modernistas (así se les llama
vulgarmente, y con mucha razón), táctica, a la verdad, la más insidiosa,
consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su
conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá,
lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas,
cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo,
importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunto, y hacer
ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar después las
causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el
mal. (Si es de vuestro agrado esta encíclica
continuara)
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