Esto dice el que tiene
Los siete espíritus de Dios
Y las siete estrellas:
Los
siete ángeles "que asisten continuamente a la faz de Dios", de los
cuales conocemos – un poco – al Ángel de la Anunciación, Gabriel, son a la vez
las Siete Estrellas, por hendíadis. (Es una figura retórica que consiste en la
expresión de un único concepto mediante dos términos coordinados. Así, si
decimos "estará aquí en carne y hueso", los dos sustantivos sirven
para trasmitir una sola idea ('en persona'). Otros ejemplos comunes son las
expresiones "prometer el oro y el moro", "estar a las duras y a
las maduras", "a tontas y a locas", "a trancas y
barrancas" y "a troche y moche" (en las que intervienen también
la rima y la paronomasia).
Conozco tus obras
Que tienes nombre de viviente
Y eres muerto.
El
llamado Renacimiento no fue un nuevo nacimiento de la civilización, como se ilusionó
el mundo mundano; ni una nueva creación, ni una resurrección de la cultura; eso
es un engaño. Los historiadores protestantes y liberales crearon esa burda
ilusión, de que el Renacimiento – y la Reforma – marcan
el fin de las Épocas Oscuras, y el Alba de los gloriosos y refulgentes tiempos…
en que vivimos: más oscuros que nunca. Estamos de vuelta de ese desaforado mito
del iluminismo. Por el contrario, y por una
reacción contra él, muchos autores actuales (Maritain, Bioy, Peter Wust, un
poco el mismo Belloc, y otros) pintan al Renacimiento
como una caída vertical, un verdadero desastre, causa de todas las ruinas
actuales; y vuelven sus ojos nostalgiosos a la Edad Media, como a un
parangón de todos los bienes. Las dos teorías son extremosas y simplistas.
Quien
bien lo considere, verá que el llamado Renacimiento fue una especie de equilibrio
inestable entre la gran crisis ya mencionada del siglo XIV – con su Muerte
Negra, su Cisma de Occidente, su Guerra de los Cien Años, y su universal desorden
político – y la otra gran crisis del XVII producida por el Protestantismo; una
especie de gran resuello, una brillante fiesta, en la cual se quemaron, espléndidamente
por cierto, las reservas vitales acumuladas durante la Edad Media. Ésa es la
visión de los mejores historiadores actuales: una breve y alocada primavera
después de un largo y duro pero muy salubre invierno. Junto con el reencuentro
del arte griego y las obras de los grandes sabios antiguos, la invención de la
técnica moderna, y la estructuración estatal de los grandes reinos europeos, el
paganismo, mantenido durante la Edad Media en el subsuelo, irrumpe a la superficie
de la vida europea, al mismo tiempo que afluyen a ella las riquezas de todo el
orbe, y estalla la gran revolución religiosa. De manera que bien pueden cifrarse
en el versículo perentorio del Profeta: "Tienes
el nombre de viviente [renacido] pero en realidad vas a la muerte."
Hazte vigilante
Y corrobora lo que te queda
Lo que tiene que morir....
Otra
recomienda de la Tradición: desde ahora más la
Iglesia lo que tiene que hacer es conservar lo que le queda, los restos
(taloipa) aun sabiendo que son cosas perecederas y van al muere: por ejemplo,
el Vaticano, el poder temporal del Papa, la liturgia ya ininteligible a la
mayoría, el boato regio en San Pedro: apariencias
de un Rey que ya no es obedecido, las excomuniones y el "index"… la
legitimidad de la Monarquía hereditaria, el cultivo de la filosofía y las
bellas letras, la defensa de la libertad política, las corporaciones o guildas
medievales, la no separación de la Iglesia y el Estado, la ley civil del
matrimonio indisoluble …
pietosi
residui d'un tempo chefú …
Todo
esto y mucho más, que entendemos bajo el nombre de Tradición Occidental, toda
la herencia de Occidente que podríamos llamar Romanidad (el
"Obstáculo" al Anticristo, que dice San Pablo), a partir del
Renacimiento comienza a ir al muere; y el esfuerzo de la Iglesia se emplea
solamente en roborarlo. Los signos han cambiado, el poder creador no es ya de
la Iglesia sino del enemigo. Mas las creaciones modernas
son bajo el signo de Satán; son destrucciones en el fondo y creaciones sólo en
apariencia; son parasitaciones enormes e hipertróficas de antiguas creaciones,
enormes escapes de fuerzas por la ruptura de antiguos equilibrios: la
"técnica" moderna es una degeneración y una desviación de la Ciencia,
el capitalismo es estructura enfermiza de la
industria y el comercio, la actual cultura ("cultolatría"),
degeneración del antiguo esfuerzo del intelecto por procurar al hombre un poco
de felicidad, que ha virado hacia el ideal de los goces materiales; de modo que
hoy día bien puede dársele la vieja definición de Tácito:
"llámase cultura al corromper y ser corrompido."
Todas
estas cosas hemos de defenderlas, son buenas en sí mismas; y sin embargo un día
– y hoy ya se ve la dirección del proceso – serán presa y presea del Maligno, vaciadas
por dentro y convertidas en engañosa cáscara. Este es el misterio de las Profundidades
de Satán.
Porque ya no encuentro tus obras llenas
En la faz y en los oíos de mi Dios.
El
proceso ha seguido ese camino: una hipertrofia de la cáscara, y un vaciamiento del fondo y
la sustancia. Las grandes obras del Renacimiento ya no son llenas,
ya tienen huecos, ya están picadas. Todos sabemos que la Iglesia se equivocó
con Galileo; sin embargo, el filósofo judío Max Scheler defiende que "no
se equivocó"; que resistió al gran mecánico llevada de un instinto oscuro
pero certero de que la ciencia se estaba picando, estaba saliéndose de su
lugar, hipertrofiándose.
Acuérdate
cómo has recibido y escuchaste
Y guárdalo
Y
conviértete.
Tercera exhortación a lo tradicional,
a lo que has escuchado. Pero eso hay que practicarlo (téerei). Hoy día las
palabras de la religión resuenan por todas partes, pero muchas veces vacías por
dentro, no practicadas, no vividas. En la película yanqui The Hooddlum Priest,
por ejemplo, "hay mucha religión", dice la gente. Hay; pero, ¿qué
religión? Religión de Hollywood ¡sentimentalismo naturalista!
Y ésta es de las mejores "películas religiosas" actuales.
Si no
vigilas, vendré como ladrón
Y
nulamente sabrás a qué hora
Caeré
sobre ti.
Por primera vez en estas Epístolas proféticas aparece la
Parusía, y en forma de amenaza. Esta fórmula "vendré
como ladrón" la usa de continuo Jesucristo para aludir a la muerte.
Las muertes de épocas que vienen después del Renacimiento (la Revolución
Francesa, la Guerra Mundial) surgen en forma imprevista, en medio de una
euforia. Nos causa risa hoy día leer a Víctor Hugo, leer las desaforadas predicciones
eufóricas de los "iluministas"... a
las vísperas de la catástrofe del 14.
"Si me preguntan cuál es la mejor época de la
historia del mundo, sin reflexionar respondo que la nuestra", dice Kant,
el más serio de todos ellos. Literalmente: "Fragt man nun, welche Zeit
der ganze bisher bekannten Kirchengeschichte die beste sei, so trage ich kein
Bedenken zu sagen: es sei die jetztige; und zwar so, dass man den Keim des
wahren Religionsglaubens , so wie es jetzt […] öffenlich gelegt worden, nur
ungehindert sich mehr und mehr darf enwickeln lassen, um davon eine
continuierliche Annaeherung zu dejenigen alle Menschen auf immer vereinigenden Kirche zu erwarten, die
sichbare Vorstellung […] eines unsichtbaren Reiches Gottes auf Erden
ausmacht." [12]
O sea, en cristiano: "Si se me
preguntara qué tiempo de toda la Historia de la Iglesia conocida hasta aquí, es
el mejor, no tengo que pensarlo para decir: es el presente; y en tal manera que
el núcleo de la verdadera fe religiosa, [13] tal como hoy abiertamente está
puesto, no hay más que dejarlo desarrollarse sueltamente más y más, para poder
esperar de él un continuo acercamiento de todos los hombres a una Iglesia
perennemente unificante, que efectuará sobre la faz de la tierra una Imagen
Visible del Invisible Reino de Dios." Hasta aquí el asno solemne de Kant.
Pero tú
tienes algunos pocos nombres en Sardes
Que no han
ensuciado sus túnicas -
Y
caminarán conmigo en vestes blancas
Puesto que
son dignos.
Los hombres realmente religiosos
comienzan a devenir una minoría (olíga onómata) en medio de multitudes
ensuciadas. Hay una notable constelación o pléyade de Santos que comienza a
fines del siglo XIV y termina en el XVIII, cuya enumeración me es imposible,
que se parecen como hermanos y "caminaron con Cristo
en alba veste": Catalina de Siena, Francisco de Paula, Francisco de
Capua y sus seguidores; Ignacio, Teresa, Felipe Neri, Pablo de la Cruz, Juan de
la Cruz, José de Calasanz, y todos los otros fundadores; Sixto V, Gonzaga,
Cámpion y los demás mártires de la Primera Compañía de Jesús; Vicente Ferrer,
Pedro Claver, Luis Beltrán, Martín de Porres … y otros muchos menos conocidos
que ahora se me escapan. Su predicación y penitencias atajaron que viniese entonces
el Anticristo, si hemos de dar fe al extraño caso de San Vicente Ferrer –
Herrero en castellano – el cual anunció por toda Europa que el fin del mundo
estaba a las puertas … y resucitó un muerto para probarlo, a creer a las actas
de su canonización.
El Victorioso
Ese será revestido en veste alba
Y jamás borraré su nombre del libro de la Vida
Y Yo confesaré su nombre
A la faz de mi Padre
Y a la faz de sus ángeles.
La
canonización, inscripción del nombre de los Taumaturgos y los Mártires en el catálogo
oficial de los bienaventurados y la solemne confesión en San Pedro, se vuelve
hábito de la Iglesia en este tiempo. No quiero decir que el Profeta la haya predicho
aquí, sino quizá inverso modo. Aquí esto significa la canonización de la otra
vida, la Vida Eterna; de la cual esta otra es signo y figura.
El que tenga oídos que oiga
Lo que el Espíritu - dice a las Iglesias
La
admonición a la atención y a la fe sobrenatural está en estas tres últimas al
final de las Epístolas. Don Benjamín Benavides me dijo en Roma que a las Cuatro
Primeras Épocas se les prometen premios temporales y a las tres Últimas Premios
Eternos – que son para los individuos y no para los cuerpos sociales – porque desde
Sardes la Iglesia debe ocuparse ya de los individuos y no de las naciones. Yo no
estoy muy seguro de eso; y más bien creería que todos los premios prometidos son
a la vez temporales y eternos, como creyeron los Santos Padres Apostólicos, los
cuales casi sin excepción fueron todos
milenistas espirituales, como dicen ahora; o sea que todos los premios de los
primeros capítulos responden al Capítulo Veinte.
Esta
es pues la Era del Protestantismo, como la llama Holzhauser, y correspondería al
Segundo Caballo, a la Tercera Tuba y a la Cuarta Fiala en los otros tres Septenarios.
La rápida corrupción del Renacimiento, que fue un equilibrio inestable después
de la crisis del siglo XIV, que realmente pareció una nueva vida en Europa
hasta que la crisis se renovó empeorada con el estallido de la "reforma" protestante … " y llevas nombre de vivo - Y estás muerto"; la
Contrarreforma, con su empeño en conservar, con su apelo a la tradición
europea, ya herida de corrupción por el "humanismo"
pagano, cuyas obras realmente no son plenamente católicas, sino misturadas de
paganismo y mundanismo... "no encuentro tus obras llenas”…fue realmente un
esfuerzo por corroborar: de restauración católica, de modo que sus adversarios
tomaron el nombre de revolución (protesta), y los partidos que defendían lo
tradicional el nombre de contrarreforma, o sea de una defensiva. La Iglesia se
puso en reaccionaria; y de hecho en algunas cosas reaccionó demasiado, como
puede verse en el humillante proceso de Bartolomé Carranza. Pero realmente lo
que denomina la Contrarreforma no son sus fanáticos, sino los que "caminaron con Cristo en vestes blancas",
los Santos.
Ésta
es pues la edad de las Riquezas, y el Florecer en Falso; cuando los galeones hispanos
volvían de América cargados de oro y plata, Europa se desgarraba en una confusa
guerra de Treinta Años, las Artes y las Ciencias se hinchaban en engolada pompa,
la lucha entre protestantes y papistas quedaba empatada por obra de Richelieu y
Gustavo Adolfo, la Protesta ya establecida en el Norte desbordaba sobre las
naciones católicas en forma de filosofismo y liberalismo, los neonobles
ingleses con los bienes arrebatados a monasterios y hospitales creaban el
actual capitalismo, y la Revolución por antonomasia aniquilaba en Francia la
Monarquía Cristiana, ya herida de muerte en Inglaterra, para iniciar
tumultuariamente los tiempos que Kant llama "los mejores de la
historia"… los nuestros.
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