jueves, 31 de octubre de 2019

SOBRE EL SINODO DE LA AMAZONIA Y LA ENCICLICA PASCENDI DE SAN PIO X



Nota. Dados los acontecimientos tan lamentables que se han dado en la Sede de SAN PEDRO con la celebración del Sínodo de la Amazonia en donde se quiso pasar por católico lo puramente pagano, no podemos dejar pasar por alto esta abominable afrenta al Dios Trino y Uno. Este famoso Sínodo que se venía planeando desde hace tiempo y al cual se opusieron en su momento tanto cardenales como obispos y sacerdotes no pudo nunca sorprender al Sumo Pontífice como hoy se nos quiere hacer creer cuyo espíritu esta imbuido del modernismo y ansioso de novedades cuyo fin no es otro que la descristianización y paulatinamente la destrucción de la Iglesia Única fundada por Nuestro Señor Jesucristo sumo y eterno SACERDOTE Y PONTÍFICE. No podemos quedarnos callados ante el error venga de quien venga, no podemos quedarnos de brazos cruzados mirando como destruyen la Iglesia los que deben, por obligación de estado, defenderla y custodiarla contra los enemigos de la Iglesia o, ¿acaso nos quedaríamos de brazos cruzados mientras el ladrón mata a nuestra madre pudiendo defenderla? Y, ¿qué nos pasa ante este nuevo ultraje perpetrado contra nuestra Madre la Iglesia? Dejaremos que esta idolatría consumada dentro del mismo ceno de ella pase desapercibida? No, pero es el Papa el Vicario de Cristo. Con mayor razón mayor responsabilidad tiene él en este Sínodo excusarlo ante la VERDAD ÚNICA no podemos so pena de hacernos sus cómplices.  Su santidad San Pío X dice de él y de todos los que abrazaron consientes la herejía del MODERNISMO en su carta Encíclica Pascendi lo siguiente, la cual es digna de meditación dada que en ella se expone la doctrina del magisterio de la Iglesia con claridad diáfana y simplicidad propia de un santo, he aquí sus palabras:
(Quienes esto lean no juzguen la dureza de mis palabras porque después de leer con calma y sin pasión de ninguna índole, dirán con toda verdad que me he quedado corto ante las duras palabras de este gran Santo)
Adoración a los ídolos o culto a Dios, ¿que es esto? 
INTRODUCCIÓN

Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, hombres de lenguaje perverso»(1), «decidores de novedades y seductores»(2),«sujetos al error y que arrastran al error»(3).


Gravedad de los errores modernistas

1. Pero es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente (No lo dice quien esto publica sino un santo), si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Guardar silencio no es ya decoroso, si no queremos aparecer infieles al más sacrosanto de nuestros deberes, y si la bondad de que hasta aquí hemos hecho uso, con esperanza de enmienda, no ha de ser censurada ya como un olvido de nuestro ministerio. Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los enemigos declarados: se ocultan, y ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más perjudiciales cuanto lo son menos declarados.
Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, (Hoy diríamos de obispos, cardenales y hasta el mismo Papa) los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre.
2. Tales hombres se extrañan de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Pero no se extrañará de ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper (La PACHAMAMA no es lo primero que han introducido,  en la Iglesia recuerdese las reuniones paganas en Asís. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos. Por otra parte, por su gran temeridad, no hay linaje de consecuencias que les haga retroceder o, más bien, que no sostengan con obstinación y audacia. Juntan a esto, y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y esto parece quitar toda esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo.
A la verdad, Nos habíamos esperado que algún día volverían sobre sí, y por esa razón habíamos empleado con ellos, primero, la dulzura como con hijos, después la severidad y, por último, aunque muy contra nuestra voluntad, las reprensiones públicas. Pero no ignoráis, venerables hermanos, la esterilidad de nuestros esfuerzos: inclinaron un momento la cabeza para erguirla en seguida con mayor orgullo. Ahora bien: si sólo se tratara de ellos, podríamos Nos tal vez disimular; pero se trata de la religión católica y de su seguridad. Basta, pues, de silencio; prolongarlo sería un crimen. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
3. Y como una táctica de los modernistas (así se les llama vulgarmente, y con mucha razón), táctica, a la verdad, la más insidiosa, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunto, y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el mal. (Si es de vuestro agrado esta encíclica continuara)


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