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miércoles, 3 de agosto de 2022

¿QUIEN HA HECHO CASO A LOS SIGNOS DE LOS ULTIMOS TIEMPOS QUE YA ESTAN SOBRE NOSOTROS?

 


“No creáis que he venido a abrogar la Ley y los Profetas; no he venido a abrogar, sino a completar.

Porque en verdad os digo: antes pasaran el cielo y la tierra, que pase una sola iota o una tilde de la Ley, sin que todo se verifique”. (San Mateo 13; 19)

El libro del Apocalipsis está escrito no para otros tiempos sino para los actuales, son revelaciones de carácter divino contenidas en la Revelación Divina que inexorablemente se cumplirán mientras Dios sea Dios.

Nuestra ignorancia y sentimentalismo nos impiden ver la verdad de estas profesáis escatológicas y esta será la perdición de muchas almas que, cuando suceda, apelaran a la “misericordia de Dios” y se les responderá con aquellas palabras del rico Epulón: “Ahí tienen a la Ley y los Profetas si a ellas no les hacen caso, menos le harán caso a un muerto”. Quiera Dios que este escrito habrá a muchos los ojos y se den cuenta del lamentable derrotero que esta tomando la humanidad actual y se enmiende de su mala vida.

Señales próximas en el mundo

 1ª) Voces o rumores acerca de la próxima venida de Cristo, de los cuales dijo el mismo Cristo Jesús: “Entonces si alguno os dijere: aquí está el Cristo o allí, no lo creáis; porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y harán prodigios, de suerte que engañarán, si es posible, aun a los mismos escogidos. Así, que si os dijeren: He aquí que en el desierto está, no lo creáis; he aquí que está en los recintos, no lo creáis. Porque como el relámpago sale del Oriente y se muestra hasta el Occidente, así será también la venida del Hijo del hombre.” (Mt. 24, 23-26; Mc. 21. 22; Lc. 17, 23-24).

2ª) Otra señal será, según las palabras de Cristo ya citadas, la aparición de falsos Cristos y falsos profetas, que no serán como Mahoma, que no hizo ningún milagro, sino que harán prodigios o portentos fingidos y aparentes, con los cuales inducirán a error y engañarán a los hombres. Los prodigios y portentos no forman absolutamente en nada parte del milagro como tal, estos se encuentran dentro de la naturaleza o dentro del orden preternatural.

3ª) El espíritu de apostasía e irreligión y de rebelión de que habla San Pablo en su segunda carta a los Tesalonicenses (2, 3). En cuanto a este tema, hoy es más palpable este espíritu de apostasía debido no solo al libre pensamiento sino también al modernismo hereje profesado por los mismos jerarcas de la Iglesia, ¿Cuántos no han apostatado de ella desde 1965 a la fecha? ¿Cuántos no han abandonado a la Iglesia gracias a este modernismo apostata y ateo? Solo Dios lo sabe, pero nadie puede negar que estamos viviendo una profunda crisis de fe.

4ª) La venida de los dos testigos que, según la interpretación de muchos Santos Padres, son Elías y Enoc. La venida de Elías se predice expresamente en la profecía de Malaquías (4, 5-6): “He aquí que yo os envío a Elías el profeta, antes que venga el día del Señor grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres; no sea que yo venga y hiera la tierra con destrucción.” Y el mismo Cristo Jesús predijo también la futura venid de Elías (Mt. 17, 11): “Elías vendrá y restituirá todas las cosas.”  Elías y Enoc, pues, predicarán a los judíos y a los gentiles. Estos dos testigos, según dice San Juan, enviados por Dios, predicarán y profetizarán por mil doscientos sesenta días, vestidos de sacos:

“Y si alguno les quisiere dañar, sale fuego de su boca, y devora a sus enemigos. Y si alguno les quisiere dañar, es preciso que así sea él muerto. Y éstos tienen poder para cerrar el cielo, que no llueva en los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quisieren. Y cuando hubieren acabado su testimonio (esto es, después de los mil doscientos sesenta días), la bestia que sube del abismo (esto es el Anticristo) hará guerra contra ellos y los vencerá y matará, y sus cuerpos yacerán en la plaza de la ciudad grande, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto donde su Señor fue crucificado. (Es la ciudad de Jerusalén, pero no la llama así a causa de su maldad). Y los de los diversos pueblos y tribus y lenguas y gentes, verán sus cuerpos tres días y medio, y no permitirán que sus cuerpos sean puestos en sepulcros. Y los moradores de la tierra se alegrarán sobre ellos y se regocijarán y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que moran sobre la tierra. Mas después de tres días y medio entró en ellos espíritu de vida enviado de Dios y se alzaron sobre sus pies, cayó gran temor sobre los que los vieron. Y oyeron una gran voz desde el cielo que les decía: Subid acá, y subieron al cielo en una nube y sus enemigos los vieron. Y a la misma hora fue un gran terremoto en toda la tierra, y cayó la décima parte de la ciudad, y murieron en el terremoto 7.000 hombres y los demás, llenos de temor, dieron gloria al Dios del cielo” (Ap. 11, 3-13).

5ª) En fin, otra señal será el Anticristo, llamado así por antonomasia, el que San Pablo llama hombre de pecado o de rebelión e hijo de perdición, “el que se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o que se adora, hasta el punto de sentarse él en el templo de Dios y mostrarse y aparecer como si fuese Dios; aquel inicuo, cuya venida será, según la operación de Satanás, con grande poder y con señales y milagros mentirosos y con todo engaño de iniquidad” (2 Tes. 2, 3-9).

Esta es la bestia de que habla San Juan en el Apocalipsis, capítulo trece (no que haya de ser una bestia, sino un hombre malo), la bestia a quien el dragón (el demonio) le dio todo su poder y su trono y su potestad y una de sus cabezas como herida de muerte, y la herida de muerte fue curada, “y se admiraron las gentes de toda la tierra y adoraron al dragón que dio la potestad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia? Y ¿Quién podrá pelear con ella?” Cuatro cosas dicen San Juan que se le dieron a la bestia, permitiéndolo así Dios. (La bestia que sale del mar o mundo, según la interpretación de los setenta, tiene patas de oso, vientre de pantera o de tigre y boca de león y llega el dragón y le da su fuerza. se puede también interpretar de la siguiente manera: los pies de oso es Rusia, el vientre de pantera o tigre, es Irán que es típicamente musulmana y, finalmente, el dragón es China que, en la actualidad han formado una alianza)

– Diósele potestad de obrar durante cuarenta y dos meses (o sea tres años y medio o mil doscientos sesenta días, como se dice en otros textos).

– Diósele una boca que habla grandezas y blasfemias; “y prorrumpió en blasfemias contra Dios para blasfemar su nombre y su tabernáculo y a los que moran en el cielo.”

– Diósele, por permisión divina, el hacer la guerra contra los santos y el vencerlos.

– Diósele, en fin, potestad pobre toda tribu y pueblo y lengua y gente: “y le adoraron todos los habitantes de la tierra; todos aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.”

A esta bestia, el Anticristo, se añade la segunda bestia, el Falso Profeta, que será como lugarteniente del Anticristo. Dice, pues, San Juan, que vio otra bestia que tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como el dragón:

“Y ésta ejercía el poder de la primera bestia en presencia de ella, y hacía que la tierra y los habitantes de ella adorasen a la primera bestia, cuya herida de muerte fue curada. Y hacía grandes señales, hasta el punto de hacer bajar fuego del cielo a la tierra delante de los hombres, y con las señales que hacía engañaba a los moradores de la tierra, mandándoles que hiciesen una imagen de la bestia, que tenía la herida de muerte, y vivió (el Anticristo). Y fuele dado que diese espíritu a la imagen de la bestia (sin duda, por arte diabólico) para que la imagen de la bestia hable. Y hará que cualesquiera que no adoraren la imagen de la bestia sean muertos. Y hará que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se pongan una marca en su mano derecha o en sus frentes, y que ninguno pueda comprar ni vender, sino el que tenga la señal o el nombre de la bestia o el número de su nombre. Y este número es seiscientos sesenta y seis.” Sin duda, este número es simbólico, como dan a entender las palabras de San Juan (Ap. 13, 12-18).

Tal es el carácter del Anticristo y del Falso Profeta y tal es la terrible persecución que levantarán contra los buenos. Algunos de estos rasgos característicos del Anticristo, las blasfemias o palabras contra el Altísimo, el conculcar los santos del Altísimo, los hallamos también en la profecía de Daniel sobre las cuatro bestias (Dn. 7, 23-28). Según esto, será, pues, el Anticristo un rey poderoso que recibirá la potestad del dragón o del diablo, por permisión divina, que tendrá por lugarteniente al Falso Profeta y reinará en toda la tierra y será adorado por todos los habitantes de ella menos por los escogidos, los que tienen sus nombres escritos en el libro de la vida del Cordero; y por eso perseguirá a los santos, mas no sin castigo de Dios; pues como allí mismo se dice: “El que lleva a otros en cautividad irá él en cautividad; el que a cuchillo matare, es preciso que a cuchillo sea muerto” (Ap. 13, 10).

Mas no será el Anticristo el único rey en la tierra, puesto que San Juan habla también de otros diez reyes que tendrán poder juntamente con la bestia, los cuales tienen un mismo consejo y darán su poder y su autoridad a la bestia (Ap. 17, 12-13).

Habrá entonces otras calamidades y plagas o castigos de Dios que describe San Juan en el capítulo 16, y habrá también grandes guerras. Porque los diez reyes y la bestia o el Anticristo, tomarán y asolarán é incendiarán la ciudad de Babilonia, metrópoli del vicio, la gran ciudad que tiene su reino sobre los reyes de la tierra y con la cual prevaricaron los reyes de la tierra (Ap. 17), cuya ruina y castigo se describe en Ap. 18. Por fin, se juntarán los reyes y el Anticristo para pelear contra el Cordero (Cristo) y el Cordero los vencerá porque Él es el Señor de los señores y el Rey de los reyes; y los que están con Él son llamados, escogidos y fieles (Ap. 17, 14).

Y así, dice San Juan que vio tres espíritus inmundos a manera de ranas que salieron de la boca del dragón y de la boca de la bestia y de la boca del pseudoprofeta, y que hacían señales para ir a los reyes de la tierra y de todo el mundo para congregarlos para la batalla de aquel gran día de Dios Todopoderoso. Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Armagedón (Har Mageddo: “montaña de Megido”).

No es probable que el Anticristo y los reyes y ejércitos se junten para pelear contra Cristo en su persona, puesto que Cristo estará aún en el cielo; sino más bien para pelear contra Cristo en la persona de sus siervos y seguidores; lo cual parece indicar que se habrá formado ya un núcleo de resistencia, de partidarios de Cristo contra el Anticristo. Probablemente se habrá formado este núcleo en Jerusalén, quizá entre los judíos convertidos por Elías, y esto parece indicarlo el profeta Zacarías, capítulos doce y catorce, pues dice que el Señor reunirá todas las gentes en batalla contra Jerusalén, y la ciudad será tomada y saqueadas sus casas y la mitad de la ciudad irá en cautiverio. Y saldrá el Señor y peleará con aquellas gentes como en el día de su batalla.

“Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande”; y luego añade: “Y acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. Será un día, el cual es conocido de Jehová, que no será ni día ni noche; pero sucederá que al caer la tarde habrá luz.” (Zac. 14, 4; 6-7).

Y esto mismo se insinúa en la profecía de Joel, capítulo 3, donde dice que el Señor juntará todas las gentes y las hará descender al valle de Josafat, a causa de su pueblo y de Israel, su heredad. Cuando, pues, el Anticristo con sus reyes y sus partidarios se junten para pelear contra el Cordero, esto es, contra los seguidores de Cristo, los judíos convertidos y sus auxiliares, entonces bajará el mismo Cristo para defender a los suyos, para vencer y quebrantar y derrocar al Anticristo, y entonces será la Parusía.

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