CAPÍTULO XIII
De dos razones muy buenas para pelear con grande ánimo y confianza
en las tentaciones.
El
bienaventurado San Basilio dice (2) que la rabia y enemistad que el demonio
tiene con nosotros, no sólo es envidia del hombre, sino odio que tiene contra Dios
nuestro Señor, y como no puede hacer fuerte en Dios, ni satisfacer en él su
rabioso enojo, viendo que el hombre había sido criado a su imagen y semejanza, convierte
toda su rabia y enojo contra el hombre por ser imagen y semejanza de Dios, a
quien él tanto aborrece, y procura vengarse en él, haciéndole todo el mal y
daño que puede; como si uno estuviese muy airado con el rey y descargase el
enojo en su imagen, porque no puede llegar al rey. y como el loro, dice San
Basilio, que viéndose agarrochado del hombre, arremete con su estatua y figura,
que en el coso le han puesto, y en ella descarga su furia y rabia, haciéndola
pedazos, vengándose en ella del hombre.
De
aquí sacan los Santos dos razones muy buenas para animamos a pelear
varonilmente en las tentaciones, y para que tengamos grande confianza que saldremos
de ellas con victoria. La primera es, porque no nos va en ello nuestra honra sola
sino la de Dios, a quien el demonio quiere injuriar y ofender en nosotros.
Lo cual nos ha de animar a dar la vida, antes que faltar, porque el demonio no
salga con la suya de haber tomado aquella venganza contra Dios en nosotros,
como en imagen suya, y que él tanto ama y estima. De manera, que ya, no sólo
defendemos nuestro partido, sino volvemos por el partido y causa de Dios, y así
habernos de morir en la demanda, antes que consentir que se menoscabe la honra
de Dios.
Lo segundo, pues el demonio, por
respeto de Dios, y por el odio que a su divina Majestad tiene, nos hace guerra, podemos confiadamente esperar que el Señor saldrá a la
causa, y tomará este negocio por suyo, y volverá por nosotros, para que no
seamos vencidos, ni sobrepujados de él, sino que salgamos con victoria y
triunfo. Porque aún acá vemos, que si un príncipe o señor poderoso ve a otro
puesto en algún trabajo o aprieto por su causa y respeto, luego sale a la demanda
y toma el negocio por suyo. En el libro de Ester cuenta la Sagrada Escritura que
por causa de Mardoqueo, había Aman puesto punto de muerte todo el pueblo de los judíos, y tornó
Mardoqueo por su causa de tal manera, que puso a Aman y a los suyos donde él
quería ponerlos. Mucho mejor hará esto el Señor. Y así osadamente podemos decir
a Dios: Levantaos, Señor, y volved por vuestra causa. Tomad Señor, armas y
escudo, y levantaos en mi ayuda (2)
CAPÍTULO XIV
Que Dios no permite que nadie sea tentado más de lo que puede llevar,
y que no debamos desmayar cuando crece ó dura la tentación.
Fidelis
autem Deus est, qui non patietur vos tentari supra id quod potestis, sed faciet
etiam cum tentatione proventum ut possitis sustinere (1): Fiel es Dios, dice el Apóstol San Pablo, que no
permitirá que seáis tentados más de lo que podéis; y si creciere la
tentación, crecerá también el socorro y favor para vencer y triunfar de
vuestros enemigos, y quedar con ganancia de la tentación. Esta es una cosa de
grandísimo consuelo y que pone grande ánimo en las tentaciones: por una parte
sabemos que el demonio no puede más de lo que Dios le diere licencia, ni nos podrá
tentar un punto más. Por otra parte estamos ciertos que Dios no le dará
licencia para que nos tiente más de lo que pudiéremos llevar, como dice aquí el
Apóstol.
¿Quién
con esto no se consolará y animara? No hay médico que con tanto cuidado mida y
tase las onzas de acíbar que ha de dar al enfermo, conforme a la disposición
del sujeto, como aquel físico celestial mide y tasa el acíbar de la tentación y
tribulación que ha de dar o permitir a sus siervos, conforme a la virtud y
fuerzas de cada uno. Dice muy bien el santo abad Efrén (2): Si el ollero que
hace vasos de barro, y los pone en el horno, sabe bien el tiempo que conviene
tenerlos en el fuego para que salgan bien sazonados y templados, y sean
provechosos para el uso de los hombres, y no los tiene más tiempo de que es menester,
porque no se quemen y se quiebren, ni detiene menos
tiempo del necesario, porque no salgan tan tiernos, que luego se deshagan entre
las manos; ¿cuánto más hará esto Dios con nosotros, que es de infinita
sabiduría y bondad, y es grande el amor paternal que nos tiene? San Ambrosio,
sobre aquello de San Mateo: "Entrando Jesús en una barca, le siguieron sus
discípulos: y al punto se levantó en el mar tan recia tempestad, que las ondas
cubrían la barca; mas él dormía (1),* dice (2): Notad que también
los escogidos del Señor, y que andan en su compañía, son combatidos de
tentaciones, y algunas veces hace Dios del que duerme , escondiendo, como buen
padre, el amor que tiene a sus hijos, para que acudan más a él: pero no duerme Dios
ni se ha olvidado de vos. Dice el profeta Habacuc: Si os pareciere que tarda el Señor, esperadle,
y estad, muy cierto que vendrá y no tardará (3). Pareceos a vos que
tarda, mas en realidad de verdad no tarda.
Al
enfermo parécele larga la noche y que se alarga el día; más no es así, no se tarda,
que a su tiempo viene.
Así
Dios no se tarda, aunque a vos como a enfermo os parezca que sí. El sabe muy
bien la ocasión y la coyuntura, y acudirá al tiempo de la necesidad.
San
Agustín trae a este propósito aquello que respondió Cristo nuestro Redentor a
las hermanas de Lazaro, Marta y María: Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella (4). Habíanle
enviado a decir que estaba enfermo su amigo Lázaro, y detúvose dos días, que no
quiso ir allá, para que el milagro fuese más señalado. Así, dice (1), hace Dios
muchas veces con sus siervos; déjales por algún tiempo en las tentaciones y
trabajos, que parece se ha olvidado de ellos; pero no se ha olvidado, sino hácelo
para sacarlos después de ellos con mayor triunfo y gloria. Como a José, que le
dejó estar mucho tiempo en la cárcel, para sacarle después de allí, como le sacó,
con grande honra y gloria, haciéndole gobernador de toda la tierra de Egipto.
Así, dice, habéis de entender que si el Señor se detiene y permite que dure la
tentación y el trabajo, es para sacaros después de él con mayor aprovechamiento
y acrecentamiento vuestro. San Crisóstomo nota también esto sobre aquellas palabras:
*Ensálzasme de las
puertas de la muerte (2). Advertid, dice, que no dijo el profeta:
librárteme, Señor, de las puertas de la muerte; sino ensálzasme.
Porque
el Señor, no solamente libra a sus siervos de las tentaciones, sino pasa
adelante haciéndoles con esto más aventajados y señalados. Así, por muy
apretado que os veáis, aunque os parezca que llegáis hasta las puertas del
infierno, habéis de tener confianza, que de ahí os sacará Dios: El es el que
mortifica y vivifica, y el que deja llegar hasta las puertas de la muerte, y el
que saca y libra de ellas, cuando ya pensabas perecer (3). Y así decía el santo
Job: Aunque me
mate, en él esperaré (4).
San
Jerónimo pondera aquí muy bien aquello del profeta Jonás, que cuando pensó que
ya era perdido y que no había remedio, sino que dan con él en la mar; ahí le
tenía el Señor a punto una ballena que le recibiese, no para despedazarle, sino
para salvarle y echarle á tierra como en
un navío muy seguro (1).
Advertid
y considerad, dice (2), que lo que los hombres pensaban que era su muerte, eso fue
su guarda y su vida. Pues así, dice, nos acontece a nosotros, que lo que
pensamos muchas veces que es pérdida, es ganancia; y lo que pensamos que es muerte,
es vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario