sábado, 4 de mayo de 2019

EJERCICIO DE PERFECCION Y VIRTUDES CRISTIANAS



CAPÍTULO XIII
De dos razones muy buenas para pelear con grande ánimo y confianza en las tentaciones.

El bienaventurado San Basilio dice (2) que la rabia y enemistad que el demonio tiene con nosotros, no sólo es envidia del hombre, sino odio que tiene contra Dios nuestro Señor, y como no puede hacer fuerte en Dios, ni satisfacer en él su rabioso enojo, viendo que el hombre había sido criado a su imagen y semejanza, convierte toda su rabia y enojo contra el hombre por ser imagen y semejanza de Dios, a quien él tanto aborrece, y procura vengarse en él, haciéndole todo el mal y daño que puede; como si uno estuviese muy airado con el rey y descargase el enojo en su imagen, porque no puede llegar al rey. y como el loro, dice San Basilio, que viéndose agarrochado del hombre, arremete con su estatua y figura, que en el coso le han puesto, y en ella descarga su furia y rabia, haciéndola pedazos, vengándose en ella del hombre.
De aquí sacan los Santos dos razones muy buenas para animamos a pelear varonilmente en las tentaciones, y para que tengamos grande confianza que saldremos de ellas con victoria. La primera es, porque no nos va en ello nuestra honra sola sino la de Dios, a quien el demonio quiere injuriar y ofender en nosotros. Lo cual nos ha de animar a dar la vida, antes que faltar, porque el demonio no salga con la suya de haber tomado aquella venganza contra Dios en nosotros, como en imagen suya, y que él tanto ama y estima. De manera, que ya, no sólo defendemos nuestro partido, sino volvemos por el partido y causa de Dios, y así habernos de morir en la demanda, antes que consentir que se menoscabe la honra de Dios.
Lo segundo, pues el demonio, por respeto de Dios, y por el odio que a su divina Majestad tiene, nos hace guerra, podemos confiadamente esperar que el Señor saldrá a la causa, y tomará este negocio por suyo, y volverá por nosotros, para que no seamos vencidos, ni sobrepujados de él, sino que salgamos con victoria y triunfo. Porque aún acá vemos, que si un príncipe o señor poderoso ve a otro puesto en algún trabajo o aprieto por su causa y respeto, luego sale a la demanda y toma el negocio por suyo. En el libro de Ester cuenta la Sagrada Escritura que por causa de Mardoqueo, había Aman puesto punto de muerte  todo el pueblo de los judíos, y tornó Mardoqueo por su causa de tal manera, que puso a Aman y a los suyos donde él quería ponerlos. Mucho mejor hará esto el Señor. Y así osadamente podemos decir a Dios: Levantaos, Señor, y volved por vuestra causa. Tomad Señor, armas y escudo, y levantaos en mi ayuda (2)
CAPÍTULO XIV
Que Dios no permite que nadie sea tentado más de lo que puede llevar, y que no debamos desmayar cuando crece ó dura la tentación.

Fidelis autem Deus est, qui non patietur vos tentari supra id quod potestis, sed faciet etiam cum tentatione proventum ut possitis sustinere (1): Fiel es Dios, dice el Apóstol San Pablo, que no permitirá que seáis tentados más de lo que podéis; y si creciere la tentación, crecerá también el socorro y favor para vencer y triunfar de vuestros enemigos, y quedar con ganancia de la tentación. Esta es una cosa de grandísimo consuelo y que pone grande ánimo en las tentaciones: por una parte sabemos que el demonio no puede más de lo que Dios le diere licencia, ni nos podrá tentar un punto más. Por otra parte estamos ciertos que Dios no le dará licencia para que nos tiente más de lo que pudiéremos llevar, como dice aquí el Apóstol.
¿Quién con esto no se consolará y animara? No hay médico que con tanto cuidado mida y tase las onzas de acíbar que ha de dar al enfermo, conforme a la disposición del sujeto, como aquel físico celestial mide y tasa el acíbar de la tentación y tribulación que ha de dar o permitir a sus siervos, conforme a la virtud y fuerzas de cada uno. Dice muy bien el santo abad Efrén (2): Si el ollero que hace vasos de barro, y los pone en el horno, sabe bien el tiempo que conviene tenerlos en el fuego para que salgan bien sazonados y templados, y sean provechosos para el uso de los hombres, y no los tiene más tiempo de que es menester, porque no se quemen y se quiebren, ni detiene menos tiempo del necesario, porque no salgan tan tiernos, que luego se deshagan entre las manos; ¿cuánto más hará esto Dios con nosotros, que es de infinita sabiduría y bondad, y es grande el amor paternal que nos tiene? San Ambrosio, sobre aquello de San Mateo: "Entrando Jesús en una barca, le siguieron sus discípulos: y al punto se levantó en el mar tan recia tempestad, que las ondas cubrían la barca; mas él dormía (1),* dice (2): Notad que también los escogidos del Señor, y que andan en su compañía, son combatidos de tentaciones, y algunas veces hace Dios del que duerme , escondiendo, como buen padre, el amor que tiene a sus hijos, para que acudan más a él: pero no duerme Dios ni se ha olvidado de vos. Dice el profeta Habacuc: Si os pareciere que tarda el Señor, esperadle, y estad, muy cierto que vendrá y no tardará (3). Pareceos a vos que tarda, mas en realidad de verdad no tarda.
Al enfermo parécele larga la noche y que se alarga el día; más no es así, no se tarda, que a su tiempo viene.
Así Dios no se tarda, aunque a vos como a enfermo os parezca que sí. El sabe muy bien la ocasión y la coyuntura, y acudirá al tiempo de la necesidad.
San Agustín trae a este propósito aquello que respondió Cristo nuestro Redentor a las hermanas de Lazaro, Marta y María: Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella (4). Habíanle enviado a decir que estaba enfermo su amigo Lázaro, y detúvose dos días, que no quiso ir allá, para que el milagro fuese más señalado. Así, dice (1), hace Dios muchas veces con sus siervos; déjales por algún tiempo en las tentaciones y trabajos, que parece se ha olvidado de ellos; pero no se ha olvidado, sino hácelo para sacarlos después de ellos con mayor triunfo y gloria. Como a José, que le dejó estar mucho tiempo en la cárcel, para sacarle después de allí, como le sacó, con grande honra y gloria, haciéndole gobernador de toda la tierra de Egipto. Así, dice, habéis de entender que si el Señor se detiene y permite que dure la tentación y el trabajo, es para sacaros después de él con mayor aprovechamiento y acrecentamiento vuestro. San Crisóstomo nota también esto sobre aquellas palabras: *Ensálzasme de las puertas de la muerte (2). Advertid, dice, que no dijo el profeta: librárteme, Señor, de las puertas de la muerte; sino ensálzasme.
Porque el Señor, no solamente libra a sus siervos de las tentaciones, sino pasa adelante haciéndoles con esto más aventajados y señalados. Así, por muy apretado que os veáis, aunque os parezca que llegáis hasta las puertas del infierno, habéis de tener confianza, que de ahí os sacará Dios: El es el que mortifica y vivifica, y el que deja llegar hasta las puertas de la muerte, y el que saca y libra de ellas, cuando ya pensabas perecer (3). Y así decía el santo Job: Aunque me mate, en él esperaré (4).
San Jerónimo pondera aquí muy bien aquello del profeta Jonás, que cuando pensó que ya era perdido y que no había remedio, sino que dan con él en la mar; ahí le tenía el Señor a punto una ballena que le recibiese, no para despedazarle, sino  para salvarle y echarle á tierra como en un navío muy seguro (1).
Advertid y considerad, dice (2), que lo que los hombres pensaban que era su muerte, eso fue su guarda y su vida. Pues así, dice, nos acontece a nosotros, que lo que pensamos muchas veces que es pérdida, es ganancia; y lo que pensamos que es muerte, es vida.


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