“Predica
la palabra, insiste a tiempo y a desatiempo, reprende, vitupera, exhorta con
toda longanimidad y doctrina, pues vendrán tiempos en que no soportaran la
santa doctrina…”(II,tim. 2,3 ss). Los tiempos ya han llegado, las palabras de
san Pablo tienen un pleno cumplimiento ya en estos días. Es preciso recordar
las encíclicas de los Sumos Pontífices de antaño que con una clarividencia
providencial nos advirtieron sobre estos aciagos tiempos, no hacerlo sería
contribuir con quienes desde el interior de la Iglesia difuminaron los errores
modernistas que han querido destruir desde su raíz la sana doctrina de Nuestro
Señor Jesucristo. Si no fuera por la promesa divina que el mismo Verbo de Dios
hecho Hombre no hubiera dado (“Mirad que Yo estaré con vosotros hasta el fin de
los tiempos”) motivos habría para desesperarse y dejar que los lobos con piel
de oveja hagan y deshagan de las doctrinas sagradas dejadas por Nuestro
Salvador y sus discípulos en el depósito de la fe.
Mas
como siempre sucede pocos serán los que con un espíritu sincero lleno de la
verdadera fe, lean estos escritos no mios sino de estos venerables Pontífices,
mas aun por esos pocos se hará el sacrificio recordando como nuestro Salvador,
al momento de su muerte, se encontraba con muy pocos al pie de la cruz. Amado
lector Dios bendiga e ilumine tu inteligencia para el bien eterno de tu alma.
Prólogo
DESTRUID LA MISA Y DESTRUIREIS LA IGLESIA. (M. Lutero)
Hemos
querido recoger aquí una serie de documentos a través de los cuales la Iglesia
denuncio los errores modernistas; quiso poner al
descubierto toda la moderna sofistería que ya a finales del siglo XVIII
comenzaba a inficionar al pueblo católico; quiso prevenir a este pueblo de la
acometida de los lobos y quiso, también, denunciar a los enemigos de la Cruz,
ya a principios del siglo XX infiltrados profundamente
en el seno de la misma Iglesia, afanados en su destruccion desde dentro
al tiempo que arreciaba la acometida extra muros.
Esta
acometida no ha cesado, sino que se ha recrudecido, y aquellos errores no solo
persisten sino que se han agravado. Y si antes podía oponérseles el talento y el
saber de hombres donde todavía brillaba el discernimiento de la mejor escolástica,
ahora el nivel intelectual se ha abismado de tal forma que
incluso en el mismo seno de la Iglesia con dificultad se encuentran hombres que
reúnan la claridad y determinación necesarias para enfrentarse al pensamiento
moderno. Donde usamos el término ”pensamiento” de forma convencional, ya
que no tenemos ante nosotros un sistema de ideas, un cuerpo de doctrina, una
teoría del mundo o una imagen que pueda describirse con justeza, sino un caos
donde apenas unos pocos sobrenadan en el ambiente crudamente hedonista y
materialista.
Porque
han confluido en estos tiempos los dos grandes vicios de los siglos anteriores,
y amenazan con aniquilar al hombre. Por un lado, el
estatismo monstruoso, fuera de todo control y dueño de medios que nunca
antes príncipe alguno pudo imaginar. Por otro, el
materialismo exacerbado servido por los modernos medios de producción en
masa, que mantienen al hombre continuamente sujeto a sus sentidos, gravado de
tal forma que con mucha dificultad puede elevarse al plano del espíritu y con
demasiada frecuencia totalmente aplastado bajo la esfera de las cosas materiales,
hasta el punto en que ha llegado a considerar como ilusiones vanas lo que son
los verdaderos fundamentos de la vida civilizada: que no son materiales, sino
metafísicos.
Es por
eso que, a medida que el mundo se precipita a velocidad creciente hacia el
abismo, resuenan con mayor fuerza las palabras de
aquellos hombres sabios, timoneles fieles de la barca de Pedro, adornados del
discernimiento del Espíritu Santo y que cumplieron con su obligación de
levantar la voz, de advertir y de urgir contra la mala semilla cuyos frutos
ahora recogemos.
Sorprende
la absoluta actualidad de cada uno de los textos aquí recogidos; y no deberá, puesto que siendo la verdad católica siempre la misma, y no
siendo otra que la revelada por Dios y la que se sigue de la misma naturaleza
creada, no es de extrañar que los impugnadores de esa verdad apunten
siempre en la misma dirección, siempre opuesta a la verdad. Toman los malos su
constancia de la constancia de la verdad.
Los
documentos se encuentran expuestos en orden cronológico, a excepción del
Syllabus, que por su carácter mas de catalogo que de discurso hemos preferido
colocar al final. A ese orden cronológico pueden superponerse varios ordenes lógicos,
y aun un orden pedagógico que aconseje que documentos leer antes, cuales
despues. Puesto que el orden cronológico está establecido, esbocemos un orden lógico.
En
primer lugar hay un grupo de documentos que denuncian de forma mas genérica los
errores modernos. Son Mirari Vos, Qui Pluribus y Quanta Cura.
Mención
aparte merece Pascendi,
que por ser una exposición más ordenada tanto de los errores como de su
refutacion, se ha convertido con el paso del tiempo en una referencia central.
Luego
tenemos dos grupos de documentos: aquellos que se inclinan más hacia la reafirmación
de los sanos principios y aquellos más a propósito para denunciar errores
concretos. Entre los primeros tenemos Aeterni Patris, Libertas praestantissimum, Rerum Novarum
y Diuturnum Illud;
entre los segundos, Humanus Genus y Quod apostolici muneris. Dos
documentos más modernos son Quadragesimo anno, una actualización de Rerum
Novarum y Humani Generis, sobre las falsas opiniones en torno a la doctrina catolica.
Otros
muchos documentos no hemos incorporado a esta recopilación, para no hacerla más
gruesa de lo preciso.
En más
de uno de estos documentos se trata específicamente de la pestilencia socialista y masónica.
Comoquiera que estas dos plagas se encuentran entrelazadas una con otra (muchos
son los diputados y senadores masones), y comoquiera que gran parte de los
gentiles, nuevos apostatas, y lo que es peor, parte también de los católicos,
comulgan con sus torcidos principios, nos parece conveniente dejar explícitamente
señalados algunos puntos:
Primero:
que el
catolicismo es irreconciliable tanto con el socialismo como con la masonería,
enemigos mortales de la Iglesia. Que nadie se engañe. Hoy no esperamos
encontrar activistas mal vestidos de modales zafios hablando de revoluciones.
Hoy encontramos socialistas y masones de clase media o alta, elegantemente
vestidos y que se expresan de forma menos agresiva (aunque quizás mas vacía).
Pero los objetivos siguen siendo los mismos, y los medios de que disponen hoy
son ciertamente formidables, y su conocimiento de las masas, de cómo
manipularlas, sugestionarlas, moldearlas, ha mejorado de forma sustancial con
el paso del tiempo. Pero es que, además, no han renunciado de ninguna forma a
los métodos violentos de otros tiempos. Simplemente, hoy pueden administrar la
violencia de forma más sutil, y usarla en un punto u otro de la Tierra, según
lo aconsejen las circunstancias. Hoy quizás no sea conveniente para ellos
torturar y asesinar católicos en Europa como lo hicieron hace pocas décadas. No
importa: torturan y asesinan en otros lugares.
Segundo:
que ni uno ni
otro han depuesto en lo más mínimo su propósito declarado de erradicar a la
Iglesia de la faz de la Tierra. Hoy, todas las fuerzas del mal
confluyen contra la Iglesia: socialismo, masonería, capitalismo, islam, sectas,
instituciones internacionales, parlamentos nacionales, la inmensa mayora de los
medios de adiestramiento del pueblo-rebano, como la prensa y la television,
etc.
Tercero:
que no deben los católicos, de cualquier condición, dejarse engañar por las palabras
de estas sectas, ya que, adiestrados por el mismo demonio, son dos las
principales formas en que pierden a los católicos. Una, proponiendo principios
de por si monstruosos, pero envolviéndolos en palabras blandas y halagadoras, y
con frecuencia invocando y haciéndolos pasar por altos ideales. Otra, que no
usan el lenguaje en sentido recto. Así, cuando dicen ”justicia”, o ”paz”, o
cualquier otra cosa ¿quién no estarla de acuerdo en desearlas? Pero adviertan
los católicos como luego, con el poder en sus manos, ponen en práctica estos
principios. Cuarto: que muchos católicos, sin abandonar su fe, han sido
inadvertidamente movidos para aceptar principios abstractos aparentemente
saludables, de los cuales a continuación se siguen consecuencias funestas por
necesidad lógica. Entran estos católicos por la vía del matadero,
sin advertirlo. Y muchos que han nacido ya en ambiente pagano simplemente no
conciben que la cosas puedan ser de otra forma, con lo cual, al error que se
difunde mediante la educación, la televisión y mil medios más, se une una
ignorancia casi absoluta de la Historia (sustituida por una versión falsa,
puramente ideológica), que cierra toda perspectiva más elevada.
Quinto:
es de deplorar
especialmente la contaminación del clero y de muchas instituciones de vida
religiosa. Hoy, con frecuencia, los enemigos de la Fe celebran Misa.
Unos mutilan el mensaje evangélico, escondiendo verdades que conviene conocer y
que son parte esencial de este mensaje. Otros se han adherido a desviaciones ya condenadas,
como el arrianismo o el pelagianismo.
Otros
se han dejado seducir por las propuestas socialistas o masónicas.
Otros,
en fin, hay que han asimilado la propaganda anticatólica. Otros, queriendo parecer
sabios, se predican a sı mismos, a su supuesta erudición, y se despachan contra
las sencillas devociones del pueblo fiel, que son de una profundidad que ellos
ni sospechan, envanecidos muchas veces precisamente en la ciencia profana de
los libros de los enemigos de Cristo.
Sexto:
Los católicos deben rechazar los principios sociales imperantes, y en particular
aquellos que establecen que la religión debe ser expulsada del Estado.
Y
deben rechazar este principio en concreto porque es por cuadruplicado falso. Primero:
porque la Historia enseña que la sustancia de las civilizaciones es la religión,
y que si esta se seca la civilización desaparece. Segundo: porque, sentado el
hecho histórico anterior, se sigue que una religión solo puede ser sustituida
por otra. Así, a la decadencia del catolicismo en occidente vemos que ha
seguido el crecimiento sin tasa del islam. Mas todavía, todos estos principios
masónicos se quieren constituir en una verdadera religión de corte naturalista.
Tercero, porque, esta nueva religión está impulsada precisamente desde los parlamentos
e instituciones internacionales, y son incontables los masones que ocupan ya
puestos de poder. Si se les aplicasen los mismos principios que quieren para el
catolicismo, ninguno de ellos tendrá derecho a estar donde esta, ¿o acaso desde
sus puestos no imprimen en las leyes del Estado los presupuestos de su religión?
Cuarto: porque la persona es una, y es contra natura pretender que la Fe quede
reducida al ámbito personal; que los ciudadanos puedan ser clandestinamente católicos
y a la vez que tengan que admitir leyes inicuas, injustas y perversas,
contrarias a la Ley de Dios.
Los
católicos deben reclamar un Estado católico, ya que si un Estado se fundamenta en
la verdadera justicia y caridad, en la verdadera naturaleza de la persona
humana, se seguirá el bien común, y precisamente la razón de ser.
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