la tentación del Señor
CAPÍTULO III
Porque quiere el Señor que tengamos tentaciones, y de la utilidad y
provecho que de ellas se sigue.
Tentat
vos Dominus Deus vester, ut palam fiat, utrum diligatis eum, an non, in toto
corde, et in tota anima vestra (3), dice el Espíritu Santo e n el Deuteronomio:
Tiéntaos el Señor Dios vuestro, para que se vea si le amáis de veras y de todo
vuestro corazón o no. El bienaventurado San Agustín (4) mueve una cuestión sobre
estas palabras: ¿Cómo dice aquí la Sagrada Escritura que Dios nos lienta, y por
otra parte dice el Apóstol Santiago en su Canónica: Dios no tienta a nadie (1)?
Responde que hay dos maneras de tentar: una para engañar y hacer caer en
pecado, y de esta manera no tienta Dios á nadie, sino el demonio, cuyo oficio
es ese, conforme á aquello del Apóstol San Pablo: *No sea que os haya tentado
el tentador (2).* Dice allí la Glosa: Esto es, el demonio, cuyo oficio es tentar.
Otra manera de tentar hay para probar y tomar experiencia de uno, y de esta
manera dice aquí la divina Escritura que nos tienta y prueba Dios. Y en el
capítulo veintidós del Génesis (3) dice: Tentó y probó Dios á Abrahan. Danos el
Señor un tiento y muchos tientos, para que conozcamos nuestras fuerzas y entendamos
qué tanto es lo que amamos y tememos á Dios. Y así dijo luego el mismo Dios a Abraham,
cuando echó mano al cuchillo para sacrificar á su hijo: * Ahora conozco que
temes á Dios (4),* esto es, como declara San Agustín, ahora he hecho que
conozcas que temes á Dios (5). De manera, que unas tentaciones nos envía el
Señor de su mano, y otras permite que nos vengan por medio del demonio, mundo y
carne, nuestros enemigos.
Pero
¿qué es la causa por que permite y quiere el Señor que tengamos tentaciones?
San Gregorio, Casiano y otros (6) tratan muy bien este punto; dicen lo primero,
que nos es provechoso el ser tentados y atribulados y que alce el Señor algunas
veces un poco la mano de nosotros, porque, si esto no fuera así, no dijera y
pidiera el Profeta a Dios: Non me derelinquas usquequaque (1): Señor no me dejéis
ni desamparéis del lodo. Pero porque sabía muy bien que algunas veces suele el
Señor desamparar á sus siervos y alzar un poco la mano de ellos para mayor bien
y provecho suyo, por eso no pide a Dios que no le desampare nunca, ni alce jamás
la mano de él, sino que no le desampare del todo. Y en el Salmo veintiséis
dice: *No te apartes en ira de tu siervo (2).* No pide á Dios que no se aparte
de él en ningún n tiempo y de ninguna manera, sino que no se aparte de él en
ira, que no le desampare tanto, que venga á caer en pecado; pero que le pruebe
y le envíe tentaciones y trabajos, antes lo pide: *Pruébame, Señor, y tiéntame
(3).* Y por Isaías dice el mismo Señor: *Por un momento te desamparé un poco,
mas con grandes misericordias te recogeré; en el momento de mi indignación
escondí por un poco mi rostro de tí, mas me compadeceré de tí con misericordia
sempiterna (4).*
Pero
veamos en particular que bienes y provechos, son los que se nos siguen de las
tentaciones. Casiano dice (5) que se ha Dios con nosotros como se hubo con los
hijos de Israel, que no quiso del todo destruir los enemigos de su pueblo, sino
dejó en la tierra de promisión aquellas gentes de los cananeos, amorreos y
jebuseos, etc., para enseñar y ejercitar á su pueblo, que no estuviesen con la
seguridad ociosos, sino que se hiciesen valientes y hombres de guerra (1). Así,
dice , quiere el Señor que tengamos enemigos y que seamos combatidos de
tentaciones, para que teniendo ejercicio de pelear, no nos haga daño la
ociosidad o prosperidad ; porque muchas veces, a los que el enemigo no pudo
vencer con peleas, con seguridad falsa los engañó y derribó.
San
Gregorio dice (2) que con alta y secreta providencia quiere el Señor que sean
tentados y atribulados en esta vida los buenos y escogidos: porque esta vida es
u n camino, o por mejor decir, un destierro, por donde andamos caminando y
peregrinando hasta llegar a nuestra patria celestial; y porque suelen algunos
caminantes, cuando ven en el camino algunos prados y florestas, detenerse y apartarse
del camino; por eso quiso el Señor que estuviese esta vida llena de trabajos y
de tentaciones, para que no pongamos nuestro corazón y amor en ella, ni tomemos
el destierro por la patria, sino que suspiremos siempre por ella . San Agustín
da la misma razón y dice que aprovechan las tentaciones y trabajos para
mostrarnos la miseria de esta vida para que así deseemos más ardientemente
aquella vida bienaventurada, y la busquemos con mayor cuidado y fervor (3). Y
en otra parte dice: Porque no amemos el establo, y nos olvidemos de aquellos
palacios reales para que fuimos criados (4). Cuando el aína quiere destetar el
niño, y que se enseñe a comer pan, pone acíbar en los pechos: así Dios pone
amargura en las cosas de esta vida para que los hombres se aparten de ellas y no
tengan acá que desear, sino todo su deseo y corazón pongan en el cielo. Y así
dice San Gregorio: Los trabajos que nos fatigan y aprietan en esta vida, hacen que
a c u d a m o s y nos volvamos á Dios (1).
(1) Ipse (Deus) neminem tentat. Jaeob, 1,13.—(2) Ne forte
tentaverit vos is, qui tentat. I ad Thes. III, 5.—Id est, diabolus, cuju s
officium est t e n t a r e . Glos.—(3) Tentavit Deus Abraham. Gen., XXII, 1.—Id
est , provabit. Glo$.—(i) Nunc cognovi quod times Deum. Gen. id. 12.—(5) Id
est, feci te cognoscere. Aug. q. 58 sup. Gen.—(6) Greg. lib. 8 Moral, cap. 10;
et lib. 20, cap. 21.—Cas. coll. 4 abb. Danielis,
cap. 6.
E J E
R . RODRIG.—Tom. IV.
(2)
Ps. CXVIII, 8.—(2) Ne declines in ira a servo tuo. Ps. XXVI, 9.—(3) Proba me,
Domine, et tonta me. Ps. XXV, 2 .—(4) Ad punctum in modico dereliqui te, et in
miserationibus magnis congregabo te; in momento indignationis abscondi faciem meam
parumper a te, et in misericordia sempiterna misertus sumtui . ¡sai., LIV, 7.—
( 3 ) Ut erudiret in eis Israelem: ut postea discerent
filii eorum certare cum hostibus et habere consuetudinem príeliandi. Judie., I
I I , 1.—(2) Greg. lib. 23, Mor. cap. 24 et seq.—(3) Ut illa ubi erit beatitud
o vera, atque perpetua, et desideretur ardentius et instantius inquiratur. Aug.
lib. 12 de Trinit. c. 16.—(4) Ne viator tendens ad patriam, stabulum amet pro
domo sua. Aug. sup. Ps. 40.
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