A pesar de la buena voluntad de algunos participantes, la conferencia de París sobre Libia no tuvo los efectos esperados en ese país. Eso es consecuencia del doble discurso de la OTAN y de la ONU, que dicen querer estabilizar Libia cuando en realidad las acciones de las dos organizaciones siguen el plan del almirante estadounidense Cebrowski para la destrucción de los Estados de los países atacados. La farsa de París estaba marcada por un profundo desconocimiento de las particularidades de la sociedad libia
El
29 de mayo de 2018 tiene lugar la conferencia de prensa final de la cumbre
de París sobre Libia. De izquierda a derecha, el presidente
del Gobierno Libio de Unión Nacional (designado por la ONU) Fayez
al-Sarraj, el presidente de Francia Emmanuel Macron y el libanés
Ghassan Salamé, funcionario de la ONU. Estos tres personajes,
carentes legitimidad electiva en Libia, pretenden decidir el futuro del
pueblo libio.
Desde
que la OTAN destruyó la Yamahiriya Árabe Libia, en 2011, la situación en Libia
se ha deteriorado gravemente: el PIB ha caído a la mitad y sectores enteros de
la población están viviendo en la miseria, es imposible circular en el país y
reina una inseguridad generalizada. Durante los últimos años, dos terceras
partes de la población ha huido al extranjero, al menos temporalmente.
Aceptando
implícitamente la intervención ilegal de la OTAN como un hecho consumado, las
Naciones Unidas tratan ahora de estabilizar Libia.
Intentos
de pacificación
La
ONU está présente en el país a traves de la MANUL (Misión de Apoyo las Naciones
Unidas en Libia), un órgano exclusivamente político. El verdadero carácter de
esa instancia se vio claramente desde que se creó. Su primer director, Ian
Martin, ex director de Amnistía Internacional, organizó el traslado de 1 500
yihadistas de al-Qaeda, como «refugiados», de Libia hacia Turquía para formar
el denominado «Ejército Sirio Libre». Aunque la MANUL está supuestamente bajo
la dirección de Ghassan Salamé [1], en realidad depende directamente del
director de Asuntos Políticos de la ONU, que no es otro que el estadounidense
Jeffrey Feltman. Este último, ex asistente de Hillary Clinton en el
Departamento de Estado estadounidense, es uno de los principales ejecutores del
plan Cebrowski-Barnett para la destrucción de los Estados y sociedades en los
países del «Medio Oriente ampliado» [2]. Fue precisamente Jeffrey Feltman quien
supervisó en el plano diplomático las agresiones contra Libia y Siria [3].
La
ONU parte de la idea que el desorden actual en Libia es consecuencia de la
«guerra civil» de 2011 entre el régimen de Muammar el-Kadhafi y su oposición.
Pero, en el momento de la intervención de la OTAN, esa oposición se componía
solamente de los yihadistas de al-Qaeda y la tribu de los misurata. Como ex
miembro del último gobierno de la Yamahiriya Árabe Libia, yo mismo soy testigo
de que la agresión de la OTAN no respondía a la existencia de un conflicto
entre libios sino a una estrategia regional a largo plazo para todo el conjunto
del Medio Oriente ampliado o Gran Medio Oriente.
Ante
los magros resultados que obtuvieron en las elecciones legislativas de 2014,
los islamistas que habían librado los combates terrestres por cuenta de la OTAN
decidieron no reconocer la «Cámara de Representantes» basada en Tobruk y
constituir, en Trípoli, su propia asamblea, que ahora llaman «Alto Consejo de
Estado». Considerando que esas dos asambles rivales podían formar un sistema
bicameral, Feltman puso a los dos grupos en condiciones de igualdad. Hubo contactos
organizados en los Países Bajos y después se firmaron los acuerdos de Skhirat
(Marruecos) pero sin aprobación de ninguna de las dos asambleas. Esos
«acuerdos» instituyeron un «gobierno de unión nacional», designado por la ONU e
inicialmente con sede en Túnez.
Para
preparar la elaboración de una nueva Constitución y elecciones presidencial y
legislativas, Francia –suplantando los esfuerzos de los Países Bajos y Egipto–
organizó a fines de mayo una cumbre entre las personas que la ONU presenta como
los cuatro principales líderes del país, encuentro que se realizó en presencia
de representantes de los principales países implicados en el terreno. Esa
iniciativa fue duramente criticada en Italia [4]. Públicamente, se habló de
política, pero discretamente se trazaron los contornos de un Banco Central
Libio único que se encargará de borrar el robo de los fondos soberanos por los
miembros de la OTAN [5] y centralizará el dinero del petróleo. En todo caso,
después de la firma de una declaración común y de los abrazos de rigor en tales
circunstancias… la situación en el terreno empeoró bruscamente.
El
presidente francés Emmanuel Macron actuó en función de su experiencia como
banquero de negocios: reunió a los principales líderes libios seleccionados por
la ONU, analizó con ellos cómo proteger sus intereses respectivos con vistas a
crear un gobierno que todos reconozcan, verificó que las potencias extranjeras
no sabotearan ese proceso y creyó que los libios aplaudirían esa solución. Pero
no resolvió nada porque Libia es totalmente diferente a las sociedades
occidentales.
Es
evidente que Francia, que fue –con el Reino Unido– la punta de lanza de la OTAN
contra Libia, está tratando de recuperar los dividendos de su intervención
militar, que hasta ahora le han sido negados por sus aliados anglosajones.
Para
entender lo que está sucediendo es necesario ver un poco de historia y analizar
cómo viven los libios en función de su propia experiencia personal.
La
Historia de Libia
Libia
existe desde hace sólo 67 años. En el momento de la caída del fascismo y del
fin de la Segunda Guerra Mundial, los británicos ocuparon parte de aquella
colonia italiana (las regiones de Tripolitania y Cirenaica) mientras que los
franceses ocupaban otra parte (la región de Fezzan) dividiéndola y vinculándola
administrativamente a sus colonias de Argelia y Túnez.
Londres
favoreció la aparición de una monarquía controlada desde Arabia Saudita, la
dinastía de los Senussi, que reinó sobre el país al proclamarse la
«independencia», en 1951. Esa dinastía wahabita mantuvo el nuevo Estado en un
oscurantismo total mientras favorecía los intereses económicos y militares
anglosajones.
La
dinastía de los Senussi fue derrocada en 1969 por un grupo de oficiales que
proclamó la verdadera independencia y sacó del país las fuerzas extranjeras. En
el plano de la política interna, Muammar el-Kadhafi redactó, en 1975, el Libro
Verde, un programa donde garantizaba a la población del desierto la realización
de sus principales sueños. Por ejemplo, cada beduino soñaba tener su propia
tienda para vivir y su camello (un medio de transporte). Kadhafi garantizó a
cada familia un apartamento gratis y un automóvil. La Yamahiriya Árabe Libia
también garantizó gratuitamente a los libios el agua [6], la educación y los
servicios de salud [7]. La población nómada del desierto se sedentarizó
progresivamente en la costa, pero los vínculos de cada familia con su tribu de
origen siguieron siendo más importantes que las relaciones de vecindad. Se
crearon instituciones nacionales inspiradas en las experiencias de los
falansterios de los socialistas utópicos del siglo XIX. Esas instituciones
instauraron una democracia directa que coexistía con las estructuras tribales
antiguas. En ese marco, las decisiones importantes se presentaban primeramente
en la Asamblea de Consulta de las tribus antes de someterse a deliberación en
el Congreso General del Pueblo (Asamblea Nacional).
En
el plano internacional, Muammar el-Kadhafi se dedicó a la solución del
conflicto secular entre africanos árabes y africanos negros. Erradicó la
esclavitud y utilizó gran parte de los ingresos provenientes del petróleo para
contribuir al desarrollo de los países subsaharianos, principalmente de Mali.
Su actividad incluso despertó a los países occidentales, que iniciaron entonces
políticas de ayuda al desarrollo del continente africano.
Sin
embargo, a pesar de los progresos alcanzados, 30 años de Yamahiriya no lograron
convertir aquella Arabia Saudita africana en una sociedad laica moderna.
El funcionario libanés
de la ONU Ghassan Salamé y su jefe, el estadounidense Jeffrey Feltman.
El
problema actual
Al
destruir la Yamahiriya y desplegar nuevamente en Libia la bandera de la
dinastía Senussi, la OTAN hizo retroceder el país a lo que había sido antes de
1969, un conjunto de tribus que vivían en el desierto sin relación con el resto
del mundo. Ante la desaparición del Estado, la población se replegó hacia las
estructuras societales tribales, sin jefe supremo. Volvieron a Libia la sharia,
el racismo y el esclavismo. En esas condiciones, es inútil tratar de
restablecer el orden desde arriba y se hace indispensable pacificar primero las
relaciones entre las tribus. Sólo después de eso será posible plantearse la
creación de instituciones democráticas. Hasta ese momento, la seguridad de cada
cual dependerá de su pertenencia a una tribu. Para poder sobrevivir, los libios
renunciarán hasta entonces a pensar de manera autónoma y actuarán siempre
tomando como referencia su grupo tribal.
Resulta
emblemática la represión que los habitantes de Misurata desataron contra los
pobladores de Tawerga. Los misuratas (habitantes de Misurata) son los
descendientes de los soldados turcos del ejército otomano mientras que los
pobladores de Tawerga son descendientes de ex esclavos negros. En relación con
Turquía, los misuratas participaron en el derrocamiento de la Yamahiriya y, en
cuanto se impuso el estandarte de los Senussi, arremetieron con furor racista
contra los libios negros atribuyéndoles todo tipo de crímenes. Se estima que al
menos 30 000 pobladores de Tawerga se vieron obligados a huir de esa localidad
libia.
Será
evidentemente muy difícil que surja una personalidad comparable al asesinado
Muammar el-Kadhafi y que obtenga, primeramente, el reconocimiento de las tribus
y después la aceptación del Pueblo. Pero no es ese el objetivo de Jeffrey
Feltman. Contrariamente a las declaraciones oficiales sobre una solución
«inclusiva», o sea que integre todos los componentes de la sociedad libia,
Feltman impuso, a través de los islamistas con quienes colaboró contra Kadhafi
desde el Departamento de Estado estadounidense, una ley que prohíbe que las
personas que sirvieron a la Yamahiriya puedan ejercer cargos públicos. La Cámara
de Representantes se ha negado a aplicar ese texto, que sigue en vigor en
Trípoli. Se trata de un dispositivo comparable al proceso de “desbaasificación”
que el propio Feltman impuso en Irak, cuando participaba en la dirección de la
«Autoridad Provisional de la Coalición». En ambos casos, las leyes de Feltman
privan a esos países de la mayoría de sus élites, empujando estas últimas a la
violencia o al exilio. Es evidente que, mientras dice trabajar por la paz,
Feltman sigue adelante con los objetivos del plan Cebrowski.
A
pesar de las apariencias, el problema de Libia no es la rivalidad entre líderes
sino la ausencia de pacificación entre las tribus y la exclusión de los
antiguos seguidores de Kadhafi. La solución no puede negociarse entre los
cuatro líderes reunidos en París sino únicamente en el seno de la Cámara de
Representantes de Tobruk y alrededor de esa estructura, cuya autoridad abarca
ahora el 80% del territorio libio.
La muerte de Muammar El-Kadafhi ha sido una de mas mas varvaras amen lo que el haya sido, aqui nos importa la forma barbara y brutal de como lo mataron los milicianos al serrvicio de la OTAN. y LOS Estados Unidos, porque lo permitieron Estados Unidos y sus lacayos de la OTAN? ESTA BARBARIE NO TIENE NOMBRE.
Thierry Meyssan
[1] Ghassan Salamé es un político y universitario libanés, padre de la periodista francesa Lea Salamé y de la directora de la Fundación Boghossian de Bélgica, Louma Salamé. Ghassan Salamé ha trabajado con el estadounidense Jeffrey Feltman en Irak pero no en Líbano.
[2] «El proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Haïti Liberté (Haití), Red Voltaire, 22 de agosto de 2017.
[3] «Alemania y la ONU contra Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan(Siria), Red Voltaire, 28 de enero de 2016.
[4] En 2011, el primer ministro italiano Silvio Berlusconi protestó contra la intervención de la OTAN en Libia. Pero su propio parlamento se encargó rápidamente de traerlo de regreso al orden atlantista.
[5] «La rapiña del siglo: el asalto de los voluntarios a los fondos soberanos libios», por Manlio Dinucci, Il Manifesto (Italia), Red Voltaire, 22 de abril de 2011.
[6] A partir de 1991, Libia construyó el «Gran Río Artificial», una enorme red de explotación del manto acuífero de la Cuenca de Nubia, situado a gran profundidad. No existe en ningún lugar del mundo nada comparable a las proporciones gigantescas de ese sistema de explotación de la riqueza hídrica de Libia.
[7] A falta de numerosos hospitales en el país, la Yamahiriya Árabe Libia a menudo enviaba al extranjero los pacientes que necesitaban intervenciones quirúrgicas y corría con todos los gastos (viaje, alojamiento en el país receptor y costo de la atención médica recibida en el exterior).
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