LIBRO PRIMERO
Donde se declara qué cosa sea el Corazón
de la Bienaventurado Virgen María
CAPÍTULO 1
San
Basilio, Obispo de Seleucia, habla de este modo: "Jamás vi -dice- sobre la
tierra un prodigio que haya tenido algún parecido: un Hijo que es Padre de su
Madre, un Hijo que es infinitamente de más edad que la Madre que lo dio a
luz" (22).
Están
resonando en mis oídos las palabras de San Juan Damasceno, cuando nos declara
que la Madre del Salvador es "El milagro de los milagros” "tesoro y
fuente de milagros"; "abismo de prodigios"; y que si el divino
Poder ha hecho infinidad de obras maravillosas anteriormente a la Virgen, no
venían a ser, por así decirlo, más que pequeños ensayos y preparativos hasta llegar
al milagro de los milagros que se ha cumplido en esta divina Virgen. Era
menester que se sucediesen todos estos milagros para llegar a la maravilla de
las maravillas (23).
Y por
fin San Andrés, Arzobispo de Candía, nos asevera que, después de Dios, María es
el hontanar de todas las maravillas que han venido verificándose en el universo
(24); y que Dios ha hecho en ella tales y tan numerosas maravillas, que sólo El
es capaz de conocerlas perfectamente y alabarlas como se merecen (25).
§ 2.
CORAZÓN ADMIRABLE
Pero
entre todas las maravillas, hay una que supera a las demás: el Corazón
incomparable de esta gran Reina; que es lo que más cabe admirar en ella. Porque
es un mundo de maravillas; un océano de prodigios; un abismo de milagros;
principio y fuente de cuantas raras y extraordinarias cosas se admiran en esta
gloriosa Princesa (26). Ha sido la humildad, la pureza y el amor de su
Santísimo Corazón lo que en definitiva la ha elevado a la tan sublime dignidad
de Madre de Dios; lo que la ha hecho digna en consecuencia de cuantos
favores, gracias y privilegios de que la ha colmado Dios sobre la tierra; de
cuantas glorias, gozos, felicidades y grandezas ha sido colmada en el cielo, y
de cuantas cosas grandes y maravillosas Dios ha operado y operará por toda la
eternidad en ella y por ella.
No os
maravilléis, por consiguiente, de que os diga que el Corazón virginal de esta
Madre de amor es un Corazón admirable. Cierto que es admirable en su
Maternidad, pues ser Madre de Dios dice SAN BERNARDO es "el milagro de los
milagros". Pero es asimismo incuestionable que su augustísimo Corazón es
un Corazón admirable, por ser principio de su dignísima Maternidad y de cuantas
maravillas la acompañan.
¡Oh
admirable Corazón de Madre tan incomparable!, ¡qué pena que las criaturas todas
del universo no sean otros tantos corazones que os admiren, os amen y
eternamente os glorifiquen De este corazón admirable vamos a tratar en este
libro. Pero sería preciso ser todo corazón para hablar y escribir como es
debido del Corazón divinísimo de la Madre de Dios. Convendría tener los
espíritus todos y los corazones de los Querubines y los Serafines para conocer
perfectamente las perfecciones, y para anunciar dignamente las excelencias del novílisimo Corazón de la Reina de los Ángeles. Pero ¿qué estoy diciendo? No
basta esto. Sería necesario tener la mente, el corazón, la lengua y la mano de
Jesús, Rey de los corazones, para poder comprender, honrar y anunciar, y consignar
por escrito las inefables maravillas encerradas en este sagrado Corazón, el más
digno, real y maravilloso de todos los corazones, después del adorable Corazón
del Salvador.
Por
eso no he de ser yo tan temerario que pretenda encerrar en este libro los
inmensos tesoros y numerosos milagros que se encierran en este Corazón incomparable,
que es y será eternamente motivo de embeleso para todos los habitantes del
cielo.
Porque
si los Ángeles, al contemplar a su Reina y nuestra Reina, en el momento de la Concepción
inmaculada, y verla tan llena de gracia, hermosura y majestad, quedan en
completo arrobamiento y se preguntan entre sí maravillados: ¿Quién es ésta que
avanza y sube como el alba del día, hermosa como la luna, elegida como el sol,
terrible como un ejército en formación?" (27), dejo a vuestra
consideración imaginar cuáles sean sus transportes y arrobamiento cuando ven en
el cielo el sin número de maravillas realizadas en su virginal Corazón, a
partir de su aparición en la tierra hasta el último instante de su vida.
Si el
Dios de los Ángeles, halla tan santos y agradables a su divina Majestad, los
pasos y andares de esta gran Princesa, que llega a expresarse en estos
términos: i Oh, qué bellos son tus pies, Hija del soberano Príncipe! (28). Y Si
invita a la Iglesia triunfante y militante por igual, a celebrar a lo largo de
los siglos en la tierra, y por toda la eternidad en el cielo, los pasos que dio
María en su visita a su prima Santa Isabel, ya podéis deducir de qué forma la
admira y la honra El, y de qué
manera
quiere que nosotros admiremos y honremos con El los movimientos y afectos de su
amabilísimo Corazón.
Si el
menor acto de virtud de esta divina Virgen, representado por uno de sus
cabellos, es tan agradable a Dios, hasta el punto de declarar El mismo, que ha
sido herido por ella en su Corazón y que le ha cautivado con uno de sus
cabellos (29), ¿qué cabe pensar de tantos millones de actos de amor que, cual
llamas sagradas, brotaban dé continuo del. horno ardiente de su virginal
Corazón totalmente incendiado de amor divino, lanzándose sin cesar hacia el
cielo, hacia el Corazón adorable de la Santísima Trinidad? Si la Santa Iglesia,
guiada en todo lo que hace por el Espíritu Santo, viene celebrando por tanto tiempo
en la tierra y celebrará por toda la eternidad en el cielo, tanta variedad de
fiestas en honor de algunas acciones particulares de la Madre de Dios, de tan
corta duración muchas de ellas, como la fiesta de la presentación, en honra de
la acción que realiza presentándose a Dios en el templo de Jerusalén; la fiesta
de la Purificación, en honor de su acto de obediencia a una ley de la que
estaba
exenta;
la fiesta de nuestra Señora de las Nieves, en memoria de la dedicación del
primer templo construido en su honor y por indicación suya; si algunas iglesias
particulares dedican especiales fiestas -como veremos en otro lugar- a honrar
los vestidos que cubrieron su santo cuerpo: ¿qué honras, qué loas, qué
solemnidades no merece su divino Corazón, que durante setenta y dos años o setenta
y tres, cuando menos, ha hecho tantos y tales actos de fe, de esperanza y de
caridad a Dios, de amor a los hombres, de humildad, de obediencia y de toda
especie de virtud; que es el principio y hontanar, como dentro de poco,
declararemos, de todos los santos pensamientos, afectos, palabras y acciones de
su vida?' ¿Qué entendimiento podría comprender, y qué lengua explicar las
inestimables riquezas y prodigiosos privilegios encerrados en ese sin par
Corazón, Rey de todos los corazones consagrados a Jesús? Es un mar de gracias,
sin fondo ni riberas; un océano de perfecciones sin barrunto de límites; una
hoguera inmensa de amor. ¡Oh! Quién me diera que como una gota de agua me
perdiese dentro de este mar; que me consumiese como una pajita en esta hoguera,
a fin de que nada mío quedase en él , sino que él lo sea todo,. Pues es único
principio de todo bien!
Ha
sido vuestro Hijo Jesús, divina Virgen, el autor de este océano: y nadie como
él puede conocer los tesoros infinitos en él escondidos... El fue quien prendió
el fuego que arde en esta hoguera: y sólo él puede ver la altura que alcanzan
las llamas que de ella brotan; nadie como él para medir las perfecciones
inmensas con que ha enriquecido esta obra maestra de su omnipotente bondad;
ningún otro puede contar las innúmeras gracias por El volcadas en este abismo
de gracia (3O). Sólo él, por tanto, es competente para hablar de este Corazón
como, es debido.
Virgen
santa, por vuestro bondadosísimo corazón razón y para honra de este mismo
Corazón, os ruego encarecidamente que, a fin de que no trate de buscarme a mí
mismo, en los discursos sobre este tema, y de que en ellos no se deje oír mi
voz, me ofrezcáis, me presentéis a vuestro amadísimo Hijo y le roguéis que me
aniquile totalmente y que se digne establecerse en esta nada mía: que sólo él
sea autor de este libro, y yo no sea más que el instrumento de su
incomprensible amor hacia vos y del ardentísimo celo con que procura el honor
de vuestro dignísimo Corazón; que me sugiera El las cosas de que desea vaya
compuesto este libro; y me inspire las expresiones y la forma en que quiere
vayan expuestas; y bendiga abundantemente a ,sus lectores; que convierta todas
las palabras en carbones ígneos y relucientes, para purificar, esclarecer y
abrasar sus corazones en el sagrado fuego de amor, para que se hagan dignos de conformarse
con el Corazón de Dios y de ser contados entre los Hijos del Corazón maternal
de la Madre de Dios.
CAPÍTULO II
Qué entendemos por Corazón
de la Santísima Virgen
Siendo
mi intención hablar de las prodigiosas excelencias y de las incomparables
maravillas del Corazón admirable de la Santísima Madre de Dios conforme a las
luces que plazca comunicarme el que es luz esencial y fuente de toda luz, a
través de las divinas Escrituras y textos de los Santos Padres, comenzaré
diciendo en primer término que la palabra CORAZÓN goza de numerosas significaciones
en la Sagrada Escritura.
En la
Sagrada Escritura tiene la acepción del corazón material y corporal que
llevamos en el pecho, y que es la parte más noble del cuerpo humano, el
principio de la vida, el primero en vivir y el último que muere, la sede del
amor, del odio, de la alegría, de la tristeza, de la ira, del temor y demás
pasiones del alma. A este corazón hace alusión el Espíritu Santo cuando
dice:
"Guarda tu corazón con toda cautela porque es manantial de vida"',
como si dijese: Pon sumo cuidado en dominar y regir las pasiones de tu corazón,
porque si las tienes bien sometidas a la razón y al espíritu de Dios, gozarás
de una larga y tranquila vida en el cuerpo, y honrosa y santa vida en el alma;
pero, al contrario, si ellas dominan y gobiernan tu corazón a su placer, te
conducirán a la muerte temporal y eterna por sus desarreglos.
2.- La
palabra corazón se emplea en las Sagradas Escrituras para significar la
memoria. En este sentido puede verse aplicada en la expresión del Señor a sus
Apóstoles: "Tened presente en vuestros corazones" -es decir- acordaos
cuando se os conduzca por mi causa delante de los reyes y de los jueces
"de no preocuparos de vuestra defensa» (2).
3.-
Denota también el entendimiento, por medio del cual se hace la meditación, que
consiste en un discurso y razonamiento de nuestra mente sobre las cosas de
Dios, para tratar de persuadirnos y convencernos a nosotros mismos de las
verdades cristianas. Es el corazón lo que se indica con estas palabras:
"Mi corazón, es decir, mi mente está de continuo aplicada a meditar y
considerar vuestras grandezas, vuestros misterios y vuestras obras" (3).
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