FINAL
DE LA QUESTIO 54
(respuesta
de
Santo
Tomas al artículo 4)
En
nosotros hay entendimiento agente y posible por razón de los fantasmas (hace
referencia a las cosas que están fuera de nosotros y no fantasmas como se
entiende ordinariamente), que son al entendimiento posible lo que los colorea a
la vista, y al entendimiento agente lo que los colores a la luz, como dice el
Filósofo. Pero en el ángel no hay fantasmas. Luego tampoco hay entendimiento
agente ni posible.
La
necesidad de admitir en nosotros un entendimiento posible es debida al hecho de
que a veces estamos en potencia para entender, y no en acto; por lo cual es
necesario que exista una virtud que, antes de entender, esté en potencia con
relación a los objetos inteligibles, y que se reduzca a su acto cuando adquiere
ciencia de ellos y después cuando los piensa actualmente: y esta virtud es a la
que llamamos entendimiento posible. La necesidad
de admitir el entendimiento agente proviene de que las naturalezas de los seres
materiales, que, son las que nosotros conocemos, no existen, fuera del alma en
estado inmaterial y actualmente inteligible, sino que, tal como existen fuera
del alma, sólo son inteligibles en potencia; por lo cual es necesario que
exista alguna virtud que las haga inteligibles en acto, y a esta virtud
llamamos en nosotros entendimiento agente.
Pero
en los ángeles no hay ninguna de estas dos necesidades, porque nunca están en
pura potencia para entender lo que naturalmente entienden, ni sus objetos son
inteligibles en potencia, sino en acto, ya que primero y principalmente
entienden las cosas inmateriales, como después diremos. Por consiguiente, en
ellos no puede haber entendimiento agente ni posible como no sea en sentido
metafórico [37]; 5°. En sentido propio, “de las facultades de alma, no pueden
darse en los ángeles más que el entendimiento y la voluntad”, aunque en sentido
figurado se les atribuyan atribuciones de algunas otras. (a. 5). Prosiguiendo con el método que consiste en poner las respuestas de Santo
Tomas a los artículos de las cuestiones que estamos estudiando, he aquí su
respuesta al art, 5. Q. 54
Dice
San Gregorio que el hombre siente como los asimiles y entiende como los
ángeles. Hay en nuestra alma algunas facultades cuyas operaciones se ejecutan
por medio de órganos corpóreos, y estas fuerzas son el acto de ciertas partes
del cuerpo, así la fuerza visiva es el acto del ojo, como la auditiva lo es del
oído. En cambio, hay otras fuerzas del alma cuyas operaciones no son ejecutadas
por órganos corpóreos, tales como el entendimiento y la voluntad, y éstas no
son acto de parte alguna del cuerpo. Ahora bien, conforme hemos dicho, los
ángeles no tienen cuerpos unidos naturalmente a ellos. Por consiguiente, de
entre estas fuerzas no pueden convenirles más que el entendimiento y la
voluntad, y esto, mismo reconoce el comentador cuando dice que las substancias
separadas se dividen en entendimiento y voluntad. Y es también lo que conviene
al orden del universo para que la criatura intelectual suprema sea totalmente
intelectual y no lo, sea sólo en parte, como lo es nuestra alma. Por fin, ésta
es la razón de que a los ángeles se les llame inteligencias y mentes como ya
hicimos notar.
Siguiendo la comparación del ángel con el hombre,
aparece clara la razón de esta proposición. Donde no hay cuerpo ni composición
de cuerpo y espíritu, no hay facultades ni operaciones propias del compuesto,
que Sé ejercen mediante algún órgano corpóreo. Tales son los ángeles, si bien
esto no arguye imperfección, ya que el conocimiento sensible no es perfección
pura o simple; sino mixta, por donde el carecer del conocimiento sensible,
teniendo otro conocimiento superior, es más bien una perfección que de modo más
elevado y eminente tiene virtud para hacer lo que hace el conocimiento sensible
en quienes lo poseen. Esa misma virtualidad eminente es la que da base para
que, en lenguaje figurado, se atribuya a los ángeles sentido, experiencia,
memoria, imaginación, etc. (Resp, a las objeciones).
La afirmación de Santo Tomás de quede las
facultades del alma no pueden darse en el ángel más que el entendimiento y la
voluntad, es categórica, por donde se excluye en él la potencia locomotiva,
según se ha indicado ya en el apéndice [26 a la cuestión anterior, como algo
realmente distinto de estas facultades.
LA CUESTION LV
DEL MEDIO DEL
CONOCIMIENTO
ANGELICO
ANGELICO
I.-RAZON DE SER DIE
LA CUESTION y ORDEN
DE LOS ARTICUI.OS
Determinada
la naturaleza de la facultad cognoscitiva de los ángeles, sigue el estudio del
medio del conocimiento angélico, entendiendo por medio aquello mediante lo cual
la facultad intelectiva del ángel conoce los objetos, pues sabido es que para
todo conocimiento, además de la potencia cognoscitiva, es necesario el llamado
medio determinativo, que es la especie inteligible, cuyo oficio es representar
el objeto y unirlo a la potencia para que la actúe y determine al acto de
conocer. Esta especie inteligible, o representación intencional del objeto en
el entendimiento, es lo que se llama en filosofía especie impresa o medio por
el cual (medium quo) se conoce el objeto.
En esta
cuestión se estudia cuál sea la naturaleza de ese principio o medio
determinante del conocimiento angélico, para lo cual se determina la necesidad
de que existan en el entendimiento de los ángeles algunas representaciones de
las cosas conocidas. Porque, exigiendo todo conocimiento que lo conocido esté
en el que conoce, se trata de averiguar en primer lugar si la esencia del ángel
es medio suficiente y apto para el conocimiento claro y distinto de todas las cosas
que naturalmente conoce, como si ella fuese semejanza formal de todo, o más
bien hay que poner otras representaciones de las cosas conocidas y cognoscibles
distinta de esa misma esencia angélica (art. 1) Probada la necesidad de tales especies inteligibles
en los ángeles, que determina a continuación naturaleza de esas especies,
consideradas en sí mismas y en cuanto al modo de adquirirlas, comparando luego
entre sí las especies (a. 2). Inteligibles de los ángeles de grado superior con. las de los de grado
inferior, según la mayor o menor perfección de la naturaleza de cada uno (a.
3).
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