8 DE OCTUBRE
SANTA BRIGIDA, VIUDA
(†1373)
Epístola – Prov; XXXI, 10-31
Evangelio – San Mateo; XIII, 44 - 52
La gloriosa santa Brígida,
tan celebrada por sus revelaciones, fue hija de Birgerio, príncipe de la sangre
real de Suecia, y de Sigrida princesa de casa no menos ilustre. Siendo niña de
siete años, hablaba ya altamente de las cosas de Dios y practicaba las más
heroicas virtudes. Estando un día recogida en un aposento, se le apareció la
Virgen cercada de celestiales resplandores, con una corona de inestimable
precio en la mano, que recibió la santa niña con indecible consuelo de su alma;
y duróle el gozo de este soberano favor todo el tiempo de su vida. A la edad de
diez años vio al Redentor divino del mismo modo que estuvo en la cruz, cubierto
todo de llagas y sangre: y quedó tan impresa en su alma aquella dolorosa
imagen, que de allí en adelante no podía pensar en la pasión de Cristo sin lágrimas
de gran sentimiento. Levantábase varias veces de noche para orar, y usaba de
extrañas invenciones para mortificarse, y como en cierta ocasión la reprendiese
por ellos su tía, la respondió: «No temáis, amada tía, porque mi divino
Salvador que se me apareció en la cruz, me enseña lo que he de hacer para amarle.»
Cuando cumplió los trece años, el príncipe su padre la casó con un caballero joven
llamado Wolfango, príncipe de Nericia, y concedióla el Señor cuatro hijos y
cuatro hijas, cuya singular virtud fué el fruto de los ejemplos de tan santa
madre. Persuadió después a su marido que sé retirase de la corte, que comulgase
todos los viernes, que sustentase a muchos pobres como si fueran sus hijos y les
fundase un hospital. Hizo con él una peregrinación a Santiago de Galicia: y de
vueltas a Suecia, Wolfango tomó el hábito en el monasterio de Albastro de la
Orden del Císter, donde murió santamente. Entonces la santa vistióse un traje
de penitencia, repartió sus bienes a los pobres y tomó por único Esposo
a Jesucristo, el cual desde aquel día la regaló con frecuentes apariciones y
celestiales comunicaciones. Fundó en Wastein un monasterio de religiosas, a
quienes dio unas constituciones llenas de espíritu de Dios; y retiróse allí por
espacio cíe dos años, después de los cuales pasó con su hija a Roma para
visitar los sepulcros de los santos apóstoles y luego a Palestina para venerar
los sagrados Lugares de Jerusalén. Finalmente volviendo a Roma la santa, supo
por divina revelación el día y hora de su muerte, y a la edad de setenta y un
años, colmada de méritos entregó su espíritu al Señor en los brazos de su hija
santa Catalina. A los muchos milagros que hizo en su vida se siguió la multitud
que Dios obró por ella después de muerta. San Antonio cuenta entre otras
maravillas diez muertos resucitados.
Reflexión:
Tenemos un volumen entero de
las revelaciones de santa Brígida repartidos en ocho libros, las cuales fueron
aprobadas por los padres del concilio de Basilea, después de haberlas
examinado, de orden del mismo concilio, el sabio Juan de Torquemada, quien
declaró no haber hallado en dichas revelaciones cosa contraria a la sagrada
Escritura, a la regla de las buenas costumbres, ni a la doctrina de los santos
padres. Seamos a imitación de esta santa tiernamente devotos de la pasión y
muerte de Jesucristo: porque si consideramos los tormentos del cuerpo y los
dolores del espíritu que padeció, y como por nuestro amor los padeció, nos
encenderemos en grande amor de nuestro Redentor divino, y su santísima cruz
será nuestro refugio, nuestra esperanza y nuestra gloria.
Oración:
Dios y Señor nuestro, que
por medio de tu unigénito Hijo revelaste a la bienaventurada Brígida muchos
secretos celestiales; concede por su intercesión a tus siervos el gozo
beatífico en la perpetua revelación de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
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