8 de Julio
Santa Isabel,
Reina de Portugal.
(† 1336)
Misa - Cognóvi
Epístola – Proverbios; XXXI, 10-31
Evangelio – San Mateo; XIII, 44-52
La
gloriosa reina de Portugal doña Isabel, espejo de reinas y vivo retrato de princesas
casadas, fué hija de don Pedro, tercero de este nombre, noveno de Aragón, y de
la reina doña Constancia, y nació reinando en Aragón su abuelo don Jaime,
llamado el Conquistador. Desde la edad de ocho años rezaba el oficio divino, y
a la edad de once la pidió y consiguió por mujer don Dionisio, rey de Portugal.
No se envaneció ella por verse sentada en el trono, antes acrecentó los ejercicios
de oración y de caridad que en casa de sus padres le habían enseñado. Era muy
templada en el comer, modesta en el vestir, benigna en el conversar, y en gran
manera dada al divino servicio. Por la mañana rezaba maitines y oía misa
cantada en su capilla, que tenía muy adornada de ricos y preciosos ornamentos, y
mucho más de virtuosos capellanes y excelentes cantores, y cada día iba a
ofrecer en la misa al tiempo que cantaban la ofrenda, y puesta de
rodillas besaba la mano al sacerdote y recibía su bendición. Labraba con sus
damas cosas que sirviesen al culto divino, socorría a las doncellas pobres y
huérfanas y ponía a muchas en estado, porque no corriese peligro su castidad:
visitaba a los enfermos, y curaba los con sus propias manos sin asco ni
pesadumbre, y el Jueves Santo lavaba los pies a algunas mujeres pobres y con
grande devoción se los besaba. No se hacía iglesia, hospital, puente u otra
cosa en beneficio público, a que ella no extendiese la mano. En Santarén puso
en perfección el hospital de los inocentes; en Coimbra junto a sus palacios
reales edificó el de los pobres enfermos; en la villa de Torresnovas el
recogimiento para las mujeres arrepentidas. Fue el rey su marido en su mocedad liviano
con gran deshonor suyo y agravio de la santa, mas ella lo llevó todo con tan
grande paciencia que rindió el corazón del rey, y le sacó de aquel mal estado,
y cuando su hijo el príncipe don Alonso se armó contra su mismo padre, y
estaban los dos con ejércitos para darse batalla, sólo la santa logró ponerles en
paz y restituir la paz a todo el reino. En la hora que el rey su marido
falleció se recogió ella a un aposento, y se cortó los cabellos y se
vistió el hábito de santa Clara; acompañó el cadáver al monasterio de monjas e
san Bernardo, en que el rey se había mandado enterrar, y habiendo estado allí
tres meses, partió a pie en romería para
Santiago e hizo al santo apóstol una ofrenda riquísima de muchas piezas de oro,
piedras preciosas, sedas y brocados. Finalmente después de una vida tan santa fué
visitada en su muerte por la Reina de los ángeles, y diciendo aquellas
palabras: «María, madre de gracia y madre de misericordia, defiéndenos tú del
maligno enemigo y recíbenos en la hora de la muerte» dio su alma al Creador.
Reflexión:
La santa y piadosísima doña Isabel, supo
juntar con la grandeza y majestad de su estado, la pequeñez y humildad de
Cristo. Por estas raras virtudes mereció "ser tenida y reverenciada por
santa, no solamente en su tiempo, sino también en todos los siglos posteriores;
para que las grandes señoras se miren en ella como en un clarísimo espejo, y
conformen su vida con la de la santa; y las mujeres de más baja condición se corran,
considerando que no hacen ellas lo que hizo tan gloriosa reina.
Oración:
Oh Clementísimo Dios, que entre otros dones
con que enriqueciste a la santa reina Isabel, la favoreciste con la gracia
singular de aplacar el furor de las guerras; concédenos por su intercesión la
paz de esta vida mortal, que humildemente pedimos, y después los dichosos gozos
de la eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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