(a. 2)
El proceso seguido en la exposición anterior y la perfección natural
intrínseca de los ángeles que excluye necesariamente en ellos su unión esencial
en razón de forma con un cuerpo, por ser substancias intelectuales específicamente
completas, no lleva consigo la imposibilidad de toda otra unión posible. Santo
Tomás explica aquí brevemente, pero de una manera precisa y clara, el hecho de
las apariciones angélicas, así como el modo, tanto de la aparición como de la
formación del cuerpo, y el fin de las mismas apariciones.
a) EL
HECHO DE LAS APARICIONES.
Si bien no hay una sola razón de orden filosófico que exija la unión
permanente de la substancia angélica a una naturaleza corpórea, no ya
substancialmente, pero ni siquiera accidentalmente, tampoco existe razón alguna
para negar la posibilidad de una unión accidental
transitoria. El hecho de tal unión circunstancial nos lo da
reiteradamente la Sagrada Escritura, en la que hemos visto se hace frecuentemente
mención de las apariciones angélicas en cuerpos de cuya realidad y objetividad
no permite dudar la misma narración bíblica, que distingue perfectamente los
casos en que se trata de apariciones imaginarias a una sola persona, de los
otros casos en que esas apariciones son vistas sensible e indistintamente por
todos o por muchos a la vez.
El principio crítico y experimental en que aquí se apoya el Angélico,
teniendo por base la veracidad de nuestros sentidos, es tan racional y tan
obvio, que echa por tierra toda falsa hipótesis de alucinación individual o de
sugestión colectiva.
b) EL
MODO DE LA UNIÓN DEL ÁNGEL CON EL CUERPO EN QUE SE APARECE.
No se trata de una unión lógica, sino de una unión real. No es tampoco
la unión intencional que se da entre el sujeto que conoce y la representación
del objeto conocido. A más de éstos, varios otros son los modos imaginables de
unión entre un espíritu y un cuerpo.
Ya se ha excluido de los ángeles la unión formal (a. 1), en la que una
forma actúa la materia, como el alma actúa el cuerpo, puesto que los ángeles
son formas específicamente completas No puede, por otra parte, darse en ellos,
con relación a un cuerpo, la unión hipostática propiamente tal, como se da en
Cristo entre la naturaleza divina y la humana, unión que, sin embargo, parece
poner Tertuliano en este caso (De carne Christi cap. 6: ML 2, 809).
Tal unión no es posible, pues la subsistencia de los ángeles es
limitada y finita, y solamente una subsistencia infinita puede comunicarse a una
naturaleza distinta de la propia. Ni la unión del ángel al cuerpo en que
aparece ha de entenderse como unión asimilativa, cual se da entre la substancia
del alimento y la del ser que lo toma, convirtiéndolo en su propia substancia.
Queda, pues, como posible una unión accidental, no permanente, sino
transitoria y circunstancial. Bien entendido, sin embargo, que las apariciones
angélicas no se realizan por la simple presencia del ángel en un cuerpo, pues
en ese caso, siempre que el ángel obra en un lugar, debería decirse que toma y
se une al cuerpo en el cual obra. La presencia se requiere, pero no basta.
Para Santo Tomás, la unión única que explica las apariciones angélicas
es la unión accidental que se da entre el motor y el móvil. Y esto no de
cualquier manera, con la simple unión que se da, por ejemplo, entre el
instrumento y el que obra con él, sino una unión representativa y simbólica, de
modo que las propiedades sensibles del cuerpo que el ángel toma y mueve y en el
que aparece representen la persona del ángel o algunas de sus propiedades
espirituales, o también las de Dios mismo, de quien los ángeles son simples
enviados (“El cuerpo se une al ángel, no
como a su forma ni tampoco solamente como a su motor, sino como a un motor
representado por el cuerpo móvil asumido. La razón es porque, así como en la
Sagrada Escritura se describen las propiedades de los seres intelectuales bajo
formas o representaciones sensibles, así también los ángeles, por virtud
divina, se forman cuerpos sensibles tales que sean aptos para representar las
propiedades inteligibles del ángel, y esto es lo que significa que los ángeles
tomen cuerpo”). (ad 2).
Tal es la doctrina aquí afirmada por el Santo y repetida en otros
lugares de sus obras. "Toma cuerpo
el ángel, no uniéndolo a su naturaleza como el hombre toma el alimento, ni
uniéndolo a su persona como, el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana, sino
para su representación, de la misma manera que las cosas inteligibles pueden
ser representadas por las cosas sensibles. Y entonces Se dice que el ángel toma
cuerpo cuando forma algún cuerpo apto para la representación de sí mismo"
(De Potentia, q. 6, a. 7 ad 1). En otro lugar dice: "En cuanto que una virtud espiritual mueve algún cuerpo, lo une
así como el qua mueve una cosa se une a la cosa movida. Pero, además, cuando el
ángel forma ese cuerpo que mueve ... , de tal modo que aparezcan en él algunas
propiedades visibles, congruentes a sus propiedades invisibles, entonces es
cuando se dice que toma dicho cuerpo" (II Sent., dist. 8, q. 1, a. 2).
Resumiendo: cuatro cosas se requieren para las
apariciones: que el ángel forme un cuerpo, que esté presente en él, que se una
a él accidentalmente y que ese cuerpo sea apto para representar las propiedades
de la naturaleza angélica.
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