5 DE JULIO
SAN ANTONIO MARIA ZACARIA, CONFESOR
Epístola – I Timoteo; IV, 8-16
Evangelio – San Marcos; X, 15-21
EL FUNDADOR. —
Después de Cayetano de Tienna y antes que Ignacio de Loyola, Antonio María mereció
ser padre de una de las muchas familias religiosas que en el siglo xvi fueron
llamadas a restaurar las ruinas de la casa de Dios. Lombardía estaba agotada, desmoralizada
por las guerras que motivaron la posesión del ducado de Milán; pero ante el
espectáculo de las heroicas virtudes de Zacarías, volvió de nuevo a creer, a esperar
y a amar. Prestó atención a sus sermones inflamados, que la llamaban a la
penitencia, a la meditación de la Pasión del Salvador, a un culto más asiduo y
a la adoración más solemne de la Sagrada Eucaristía. Fué también el precursor de
San Carlos Borromeo, que en la reforma del clero, del pueblo y de los
monasterios del Milanesado, tuvo en sus hijos e hijas los auxiliares más
valiosos: los Clérigos regulares y las Angélicas de San Pablo.
EL DESARROLLO DE
SU OBRA. — El oratorio de la Sabiduría Eterna fué
testigo en Milán de los principios de la nueva Congregación; la iglesia de San
Bernabé, donde se estableció poco después de la muerte de Zacarías y que
custodia hoy su cuerpo, dió el nombre de Barnabitas a estos nuevos discípulos
del Doctor de las naciones. A la larga se propagarían por Italia, Francia,
Austria, Suecia y hasta China y Birmania, dedicándose a las misiones, a la
enseñanza de la juventud, a todas las obras que interesan al culto divino y a
la santificación de las almas. En cuanto al santo fundador, en el año 1539 voló
al cielo a los 36 de edad, desde la casa donde había nacido y de los brazos de
su madre que le había criado para Dios, y que poco después se juntó con él.
VIDA. —
Antonio nació en Cremona en 1502. Estudió filosofía y medicina y después
teología. Doctor a los 22 años, reunía a los niños para enseñarles el
catecismo; iban también sus padres y les dirigía homilías sencillas y
persuasivas. A los 26 fué ordenado de sacerdote. En 1530, estando en Milán, se
encontró con dos sacerdotes, miembros de la sociedad de la Sabiduría Eterna,
los cuales trabaron con él amistad íntima. Fundó con ellos una nueva sociedad
de Clérigos Regulares dedicados a predicar y a administrar los sacramentos. Ya
en 1533, el Papa Clemente VII firmó el breve de aprobación del nuevo Instituto,
y el año siguiente una bula de Paulo HI los llamaba Clérigos Regulares de San
Pablo. El mismo Paulo III había también aprobado poco antes el Instituto de las
"Angélicas" o grupo de señoritas y señoras que reunió Luisa Torelli
para llevar una vida pobre y penitente y ayudar así a la reforma religiosa que
había emprendido Antonio, y contrarrestar los esfuerzos de la pretendida
Reforma de Lutero. Estas dos fundaciones fueron origen de muchos sufrimientos
para Antonio, que murió el 5 de Julio de 1539. Su Congregación sigue siempre
floreciente en Italia.
PLEGARIA. — En
esta Octava de los santos Apóstoles, te nos presentas como una piedra de gran
valor, que realza su corona. Desde ese puesto de honor a donde la Iglesia te
dirige sus homenajes, dígnate bendecir a los que, como tú, prosiguen en la
tierra la obra apostólica sin cansarse de los continuos comienzos que el
trabajo de zapa y mina infernal impone a los obreros de la salvación. Hoy, lo
mismo que en tu tiempo, basta para salvar al mundo la enseñanza de los Apóstoles,
apoyada en el ejemplo y en la oración de los Santos. Discípulo de San Pablo y
fiel imitador suyo, la ciencia de Cristo que aprendiste en su escuela, fué la
que, de médico de los cuerpos, te convirtió en salvador de las almas; el amor
que está por encima de todas las ciencias', fué el que hizo fecunda más allá
del sepulcro tu vida, tan breve y, con todo eso, tan llena. Quiera Dios que se
suscite entre nosotros, como lo pide la Iglesia por tu intercesión, este espíritu
salvador y de reparación; y ojalá sean tus hijos e hijas, cobijados bajo la
bandera apostólica, los primeros en honrar siempre el gran nombre del Doctor de
las naciones.
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