3
de julio
San Ireneo
En el tiempo del emperador Aureliano
era Turcio procónsul en la ciudad de Clusi, en la Toscana o Etruria; y
ejecutando el edicto imperial contra los cristianos en la ciudad de Sutri, el
primero que llamó a su tribunal fue el santo presbítero Félix, ordenando que lo
sacasen fuera de la ciudad, y que lo apedreasen hasta que acabase la vida, como
así sucedió. Tomó secretamente el cuerpo despedazado de aquel santo mártir el
fervoroso cristiano san Ireneo y habiéndolo sepultado junto a los muros de la
ciudad, llegó la noticia de esta obra piadosa a los oídos del cruel Prefecto,
por lo cual lo mandó prender, y cargándole de cadenas lo hizo venir siguiendo
su carroza hasta la ciudad de Clusi donde lo puso en la cárcel con otros muchos
cristianos presos. Una doncella y señora rica llamada Mustióla, que era prima
hermana del príncipe Claudio, visitaba con frecuencia a aquellos fidelísimos
soldados de Jesucristo, y con su hacienda y favor socorría sus necesidades y
los regalaba cuanto podía. Dieron cuenta a Turcio de la gran caridad que la ilustre
y santa virgen usaba con los cristianos presos; por lo cual este bárbaro juez
la mandó prender, sin reparar en su gran nobleza. Entonces con el fin de poner espanto
y terror a los cristianos de la ciudad, hizo degollar en un solo día a todos los
que tenía cargados de prisiones en la cárcel, dejando solamente con vida a san Ireneo,
en el cual quiso ejecutar todos los artificios de su crueldad para amedrentar y
rendir, si fuera posible, el ánimo valeroso de aquella santa doncella. Mandó pues
que a su vista colgasen en el potro a Ireneo, y que en aquella máquina le
descoyuntasen los miembros, le despedazasen con uñas aceradas, y pusiesen fuego
debajo, hasta que sin quitarle del tormento perdiese la vida. Hicieron lo así
los inhumanos verdugos, cebándose en la sangre de aquel fortísimo mártir de
Cristo con extraña crueldad, por echar de ver que ni conseguían quebrantar su
constancia y espíritu admirable, ni hacer mella en el pecho de la gloriosa
virgen que estaba presente a aquel horrible martirio. Luego ¿que el mártir
acabó su vida mortal, mandó el impío juez que azotasen rigurosamente a la santa
virgen con cordeles emplomados, hasta que ella se rindiese, o acabase la vida;
lo cual ejecutaron los mismos sayones que habían martirizado a san Ireneo, y en
este suplicio murió aquella castísima esposa del Señor, siguiendo en la gloria
del cielo al que había sido ejemplo de su fortaleza en el martirio. Los dos
sagrados cuerpos enterró cerca de los muros de la misma ciudad de Clusi,
Marcos, varón cristiano y religioso, donde hoy tienen un suntuoso templo, y
hacen continuos milagros, con que es Dios en ellos glorioso, como siempre en
sus santos.
Reflexión: Observa
en estos martirios como la piedad cristiana que usó san Ireneo sepultando el
santo cuerpo del glorioso mártir san Félix, le ganó al instante la insigne
corona del martirio; y la caridad que la gloriosa virgen santa Mustióla tuvo
con los mártires encarcelados, fue asimismo premiada con la misma corona. ¡Oh,
qué grande es la recompensa de las obras de caridad! Si las haces en favor de
los santos, participas del mérito de su santidad; si las haces en alivio de los
enfermos, participas del mérito de su paciencia; y siempre que haces bien a tu prójimo
necesitado, mereces la recompensa que tuvieras, si lo hicieras a la persona de
Cristo.
Oración: ¡Oh
Dios! que alegras nuestras almas en la anual solemnidad de tus santos mártires
Ireneo y Mustióla, concédenos propicio, que nos enciendan en tu amor los
ejemplos de estos santos, por cuyos merecimientos nos gozamos. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
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