13 de julio
San Eugenio,
obispo de Cartago.
(† 505)
De
la Feria – IV Clase
Misa
votiva de San José – ornamentos blancos
El
prudentísimo y pacientísimo San Eugenio, obispo de Cartago, era un caballero
seglar de esta ciudad muy estimado por su celo, discreción y piedad cristiana, cuando
por voz común de todos sus conciudadanos, fué elegido y ordenado sacerdote y
obispo de aquella iglesia en tiempo del cruel Hunerico, rey de los Vándalos, los
cuales se habían hecho dueños y señores del África. Y aunque el santo prelado
gozó de paz en los primeros tiempos de su gobierno, y era respetado de los
herejes, y tan amado de los católicos, que dieran por él la hacienda y la vida,
no tardó el rey Hunerico, que profesaba la secta de los arríanos, en perseguir
de muerte a los fieles, y a sus venerables pastores. Y para dar algún color a
su perfidia, obligó a todos los obispos a jurar que deseaban que después de su muerte
le sucediese su hijo en el trono. No dudaron algunos en jurarlo, juzgando que
podían con ello contentar al rey, y otros no prestaron aquel juramento,
pensando que era contrario a la ley de justicia; pero el bárbaro monarca los
condenó a todos, alegando que los primeros habían sido infieles a Dios, que
manda no jurar; y los segundos se habían mostrado rebeldes a su príncipe. Poco
después dio orden para que la persecución se hiciese general. Los sacerdotes de
Cartago fueron azotados con látigos y varas, las vírgenes consagradas a Dios
cruelmente atormentadas, muriendo muchas de ellas en el potro, y los obispos, y
todo el clero, y muchos seglares y señores católicos fueron desterrados en número
de unas cinco mil personas. Cuando el pueblo vio tan maltratados a aquellos venerables
sacerdotes y al santísimo obispo Eugenio, que con ellos iba desterrado, les
seguía con los ojos llenos de lágrimas, diciendo: ¿Cómo nos dejáis así desamparados
para ir vosotros al martirio? ¿quién bautizará a nuestros hijos?, ¿quién nos
administrará la penitencia y la comunión?, ¿quién nos enterrará después de
muertos y ofrecerá por nosotros el divino sacrificio? Habiendo fallecido ya aquel
cruel rey de los Vándalos, tornó el varón de Dios a su diócesis, pero fué
desterrado de nuevo por Trasimundo a las Galias, y haciendo vida solitaria
cerca de Albi escribió algunos libros contra los errores de los herejes,
hasta que consumido de trabajos descansó en el Señor. También murió en el
destierro todo el clero de Cartago, compuesto de unos quinientos sacerdotes y
diáconos y de muchos niños que eran cantores de aquella iglesia, y con ellos el
santo arcediano llamado Salutario, y Murita, que era el segundo de aquellos
sagrados ministros, los cuales habiendo sido puestos por los herejes tres veces
en el tormento, perseveraron constantes en la verdadera fe de la iglesia
católica y merecieron la corona inmortal de confesores de Jesucristo.
Reflexión:
¿Has reparado sin duda en el castigo que
dio el bárbaro Hunerico así a los que trataron de contentarle a él, como a los
que sólo quisieron contentar y estar bien con Dios? Cumplamos pues las
obligaciones de conciencia sin respetos humanos, porque hasta los malos echan a
mala parte lo que se hace por complacerles contra la conciencia, y violando la
ley del retorno vuelven mal por bien. Mas Dios, es fidelísimo, y si hacemos su
santidad voluntad, aun a costa de las persecuciones de los malvados, no seremos
confundidos, sino más dignos del respeto y admiración de los hombres, y de la
alabanza y gran recompensa de Dios. «Bienaventurados, dice Jesucristo, los que
padecen por la justicia, porque es grande su galardón en el reino de los
cielos*.
Oración:
Dígnate, Señor, oír nuestras oraciones en
la solemnidad de tu bienaventurado confesor y pontífice Eugenio, y perdona
nuestros pecados, por los méritos e intercesión de este santo que te sirvió tan
dignamente. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario