14 DE MAYO
MARTIR
Misa – Protexisti
Paramentos Rojos
Epístola – Sab. V, 1-5
Evangelio – San Juan. XV, 1-7
EL SEGUNDO BAUTISMO. — El
Apóstol de las Gentes, explicando el misterio de Pascua, nos enseña que el
bautismo es la sepultura de nuestros pecados, de donde se levantan nuestras
almas, gloriosas y radiantes de vida, siguiendo el ejemplo del Redentor. La fe
católica nos enseña que quien da su vida por Cristo o por su Iglesia, lava en
su propia sangre todas las manchas de su alma, y resucita a la vida eterna,
obteniendo de este modo, por segunda vez, el privilegio del bautizado, aunque
ya esté sellado con el carácter único e indestructible de la regeneración. Pues
bien, en este día un pecador purificado por el martirio, bautizado de nuevo en
su sangre, es admitido a compartir la gloria de los compañeros de Jesús
resucitado. Se cuenta, que Bonifacio escandalizó a Roma con una mala vida;
repentinamente oyó el llamamiento de la gracia divina, y sin volver la vista
atrás, fué a colocarse en la primera fila de los atletas de Cristo, aspirando
solamente a borrar a fuerza de tormentos, las manchas que por la voluptuosidad de
la carne había contraído. Transformado por el dolor, brilla en este día ante
los ojos de la cristiandad con resplandor sin igual, y viene a engarzar en la
diadema del triunfador una joya de inusitado fulgor.
VIDA — San Bonifacio, nos dice la lección
biográfica del Breviario, era un ciudadano romano de fines del Siglo III
Durante un viaje a Tarso presenció la entereza de los cristianos en medio de
los suplicios que se les infligía, y se convirtió. Tuvo mucho que sufrir, y
murió mártir en Tarso, el año 306. Das Actas escritas en época tardía son
de carácter legendario.
LA ALEGRÍA DE LOS ANGELES. — Tu
conversión, oh Bonifacio, causó a los espíritus celestiales una alegría mayor
que la que ellos sienten por la perseverancia de los 99 justos: y aún se
acrecentó más esta alegría cuando vieron que en ti el cielo, no sólo acogía a
un penitente, sino a un mártir. Recibe las felicitaciones de la Santa Iglesia,
que se gloría de tus victorias.
PLEGARIA. — Santo mártir, ten piedad de los pecadores
a quienes la Pascua no ha llevado a los pies del Redentor. Ha sonado Aleluya y
no será turbado el sueño de su pecado. Ruega, santo mártir, ruega para que se
despierten, los momentos están contados; y ¡quién sabe si les será otorgado a
estos muertos voluntarios ver levantarse otra Roma! Contigo rogamos, oh
Bonifacio, por la resurrección de nuestros hermanos; nos armamos de esperanza
en esta pacífica lucha contra la divina justicia que a menudo desea ser vencida
por la oración. Apoya nuestras súplicas con tu intercesión, y revivirán muchos de
los que están muertos y los santos ángeles se regocijarán como tú por su conversión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario