sábado, 14 de mayo de 2016

"Ite Missa Est"

14 DE MAYO

SAN BONIFACIO,
MARTIR

Misa – Protexisti
Paramentos Rojos
Epístola – Sab. V, 1-5
Evangelio – San Juan. XV, 1-7



EL SEGUNDO BAUTISMO. — El Apóstol de las Gentes, explicando el misterio de Pascua, nos enseña que el bautismo es la sepultura de nuestros pecados, de donde se levantan nuestras almas, gloriosas y radiantes de vida, siguiendo el ejemplo del Redentor. La fe católica nos enseña que quien da su vida por Cristo o por su Iglesia, lava en su propia sangre todas las manchas de su alma, y resucita a la vida eterna, obteniendo de este modo, por segunda vez, el privilegio del bautizado, aunque ya esté sellado con el carácter único e indestructible de la regeneración. Pues bien, en este día un pecador purificado por el martirio, bautizado de nuevo en su sangre, es admitido a compartir la gloria de los compañeros de Jesús resucitado. Se cuenta, que Bonifacio escandalizó a Roma con una mala vida; repentinamente oyó el llamamiento de la gracia divina, y sin volver la vista atrás, fué a colocarse en la primera fila de los atletas de Cristo, aspirando solamente a borrar a fuerza de tormentos, las manchas que por la voluptuosidad de la carne había contraído. Transformado por el dolor, brilla en este día ante los ojos de la cristiandad con resplandor sin igual, y viene a engarzar en la diadema del triunfador una joya de inusitado fulgor.

VIDA — San Bonifacio, nos dice la lección biográfica del Breviario, era un ciudadano romano de fines del Siglo III Durante un viaje a Tarso presenció la entereza de los cristianos en medio de los suplicios que se les infligía, y se convirtió. Tuvo mucho que sufrir, y murió mártir en Tarso, el año 306. Das Actas escritas en época tardía son de carácter legendario.

LA ALEGRÍA DE LOS ANGELES. — Tu conversión, oh Bonifacio, causó a los espíritus celestiales una alegría mayor que la que ellos sienten por la perseverancia de los 99 justos: y aún se acrecentó más esta alegría cuando vieron que en ti el cielo, no sólo acogía a un penitente, sino a un mártir. Recibe las felicitaciones de la Santa Iglesia, que se gloría de tus victorias.


PLEGARIA. — Santo mártir, ten piedad de los pecadores a quienes la Pascua no ha llevado a los pies del Redentor. Ha sonado Aleluya y no será turbado el sueño de su pecado. Ruega, santo mártir, ruega para que se despierten, los momentos están contados; y ¡quién sabe si les será otorgado a estos muertos voluntarios ver levantarse otra Roma! Contigo rogamos, oh Bonifacio, por la resurrección de nuestros hermanos; nos armamos de esperanza en esta pacífica lucha contra la divina justicia que a menudo desea ser vencida por la oración. Apoya nuestras súplicas con tu intercesión, y revivirán muchos de los que están muertos y los santos ángeles se regocijarán como tú por su conversión.

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