30 DE ENERO
SANTA
MARTINA,VIRGEN Y MARTIR.
MISA
– Loquébar, del Común.
ORNAMENTOS ROJOS
Epístola – Libro de la Sabiduria (Eccli. LI,
1-8 y 12)
Evangelio – San Mateo (XXV, 1-13)
COLECTA
“Deus, qui inter cétera poténtiae
tuae miráculaétiam in sexu frágili victóriam martyrii contulisti: concede propítius:
ut, qui beatae Martinae Vírginis et Mártiris tuae natalitia cólimus, per ejus
ad te exempla gradiámur.Per Dóminum.”
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“Oh Dios, que entre otros milagros
manifestadores de tu poder, está el de Haber concedido el triunfo del martirio
también al sexo débil: danos la gracia de que, cuantos celebremos el natalicio
de Santa Martina Virgen y Mártir, nos encaminemos hacia Ti siguiendo sus
ejemplos Por Jesucristo Nuestro Señor.”
Vida —
No conocemos ningún documento antiguo que nos acredite la existencia de Santa
Martina. Sólo en el siglo VII la hallamos mencionada; en esa época encontramos
establecido su culto en una basílica del Foro. Sus Actas, completamente
legendarias, dicen que fué martirizada en tiempo del emperador Alejandro, en
226, después de ser azotada con varas. Represéntasela de ordinario con los
instrumentos de su suplicio: tenazas y espada.
Una tercera Virgen romana, con la
frente ceñida por la corona del martirio viene hoy a compartir los honores con
Inés y Emerenciana. Es Martina, cuyo nombre recuerda al dios pagano que
presidía los combates. Su cuerpo descansa al pie del monte Capitolino, en un
antiguo templo de Marte, convertido hoy en la Iglesia de Santa Martina. El
deseo de hacerse digna del divino Esposo elegido por su corazón, la hizo fuerte
contra los tormentos y la muerte, de suerte que pudo lavar su blanca vestidura
con su propia sangre. El Emmanuel es Dios fuerte, poderoso en los
cambutes (Salmo XXIII, 8): no necesita hierro para vencer, como el falso
dios Marte. Le basta la suavidad, la paciencia, la inocencia de una virgen para
derrotar a sus enemigos; y así, venció Martina con un triunfo mucho más
duradero que los de los mayores capitanes de Roma.
Oh
valerosa Virgen, la Roma cristiana continúa poniendo en tus manos el cuidado de
su defensa; si tú la amparas, tendrá confianza y descansará tranquila. Atiende
sus plegarias, y arroja muy lejos de la santa ciudad a los enemigos que la
oprimen. Mas, acuérdate que no tiene sólo que temer a los batallones que lanzan
fuego y destruyen muros; también en tiempo de paz se dirigen continuos y
siniestros ataques contra su libertad. Desbarata, oh Martina, esos pérfidos
planes, y no
te olvides de que fuiste hija de la Iglesia romana, antes de ser su protectora.
Pide para nosotros al divino Cordero la fortaleza necesaria para arrojar de
nuestro corazón a los falsos dioses, a quienes a veces estamos tentados de
ofrecer sacrificios. Ayúdanos con tu poderoso brazo, en los ataques que tenemos
que sostener contra los enemigos de nuestra salvación. Fuiste capaz de destruir
la idolatría en el seno de la Roma pagana; no lo has de ser menos contra este
mundo que trata de invadirnos. Como premio a tus victorias, brillas ya junto a
la cuna de nuestro Redentor; también a nosotros nos acogerá el Dios fuerte, si, como tú, sabemos
luchar y vencer. El vino para someter a nuestros enemigos; pero exige de
nosotros que tomemos parte en la lucha. Haznos fuertes, oh Martina, para que no
retrocedamos nunca, y haz también que nuestra confianza en Dios vaya siempre acompañada
de la desconfianza de nosotros mismos.
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