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martes, 8 de diciembre de 2015

"Los Cristeros del Volcán de Colima"


PARTE 1 

Los Cristeros del Volcán de Colima…

Forma parte de la gran guerra católica que México libro contra el gobierno de aquel momento (1926-1929) Epopeya de la cual debemos sentirnos orgullosos todos los hispanos pues gestas como esta considero que no las volveremos a tener. Los Cristeros del Volcán de Colima la escribió el R.P. Jesús Ochoa hermano de Dionisio Eduardo Ochoa quien era el líder de estos bravos y valientes cristeros. Su nombre se debe a la ubicación geográfica donde este movimiento católico sentó sus reales: el Volcán de Colima que se encuentra en el sur del Estado de Jalisco y linda con el Estado de Colima, precisamente en las faldas de este volcán, de geografía accidentada, se estableció este movimiento en el campamento de la “yerba buena” o hierba buena. Desde este centro de operaciones dio muchos dolores de cabeza al ejército federal y puso en peligro las plazas del mismo instaladas en Colima y Manzanillo del mismo Estado.

Hecha esta breve introducción dejamos la palabra al R. P. Jesús Ochoa.

 SALE A LA LUZ PÚBLICA en su Segunda Edición Castellana, el libro Los Cristeros del Volcán de Colima, gracias a las múltiples instancias de muchos y gracias a la Editorial JUS que se hace cargo de la obligación. y con el apremio externo, se ha aceptado el que se haga esta segunda edición, por la necesidad de confirmar esta historia del Colima Cristero y de esclarecer y ampliar más algunos de sus hechos.

Han pasado ya 34 años del principio de aquella verdadera epopeya en que las juventudes de los diversos rincones de la Patria Mexicana sobre todo de los Estados del centro y occidente de México-, sin más recursos que su fe grande y robusta, se levantaron, en movimiento bélico, contra una tiranía poderosa que estrangulaba todos los derechos, todas las libertades del pueblo católico, sin respetar ni aun los derechos humanos, tratando de extinguir el Catolicismo en nuestra Nación. Y, a 34 años de distancia, ya que Dios me regaló con el inmerecido don de ser compañero de tantos héroes y mártires que ofrendaron su sangre por Cristo y me ha conservado la vida hasta el presente, creo que es deber mío hablar nuevamente, reafirmando los hechos de esa epopeya y ampliando algunas de sus escenas, más aún que ha habido quienes se atreven a enlodar los ideales de esa Cruzada o a negar la veracidad histórica de sus hechos gloriosos, y novelistas que, llevados por su imaginación, que crea y forja tramas en delirio de sueño, han desfigurado y degenerado la historia de aquel Movimiento, de Resistencia a la tiranía, que ofrendó México y despertó la simpatía y aplauso de todos los pueblos cultos de la tierra. Porque la actitud del pueblo católico de México que confesaba su fe, en medio de todas las torturas y del correr de la sangre en el martirio fue, según expresión del Papa Pío XI en su Encíclica Iniquis Ajlictisque, no sólo digna y grandiosa, sino "espectáculo digno de los ángeles, y de los hombres".

Aseguro por tanto y reafirmo de la manera más formal posible, lo siguiente:

A) Que al escribir hace 30 años la obra y al ampliarla ahora, se ha puesto todo el empeño posible por ajustarse a la verdad de los hechos; que no se ha tratado, de ninguna manera, de escribir narraciones ficticias, novelescas; un sino libró con verdad histórico. Que de gran parte de los hechos, así como se aseguraba en el prólogo de la Primera Edición Castellana -homenaje a la A. C. J. M. de Colima en sus Bodas de Plata, en el 1942-, el suscrito fue testigo ocular. Y que de aquello de que no fue testigo inmediato, procuró reunir los mayores y mejores datos posibles, entrevistando, siempre que fue factible, a los mismos que los vieron y estuvieron en el campo de los hechos, de tal suerte que, al escribir la obra, se tuvo certidumbre moral de todo lo narrado en ella. Que muchos datos le fueron proporcionados por escrito en personales narraciones, por las mismas personas que intervinieron en los hechos y que estas narraciones, casi textualmente, fueron insertadas en la obra en el lugar que les correspondía, modificándolas solamente en lo estrictamente necesario, en su parte gramatical y aun algo en cuanto a su estilo, para que pudieran encajar en el conjunto, sin muy notable disonancia. Y así, por ejemplo, el capítulo Los horripilantes dramas de Ejutla, sobre todo desde donde principia propiamente la narración: "Era el jueves 27... " hasta donde termina lo de la Superiora Enferma, todo crítico literario concluye inmediatamente que es pluma distinta de la que escribe, por ejemplo, el Ruit de ese momento Se pasa el Rubicón y el capítulo A las Islas Marías. El capítulo referente a las Religiosas Adoratrices de Ejutla, fue tomado de un informe oficial que esas mismas monjitas escribieron. Inmediatamente se ve que es pluma femenina, delicada, piadosa; que es una de aquellas mismas que fueron testigos presenciales, la que, con su estilo de piadosa religiosa, narra las angustias que tuvieron. Lo del Ruit escrito por ella se pasa ahora el Rubicon, al momento se ve que es de algún erudito cristiano, preparado y cultivado intelectualmente y de grande amor a su Patria y a la Iglesia: es un viejo luchador tapatío, el Lic. D. Miguel Palomar y Vizcarra, Vicepresidente de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa en los tiempos de la persecución. A las Islas Marías es de uno de los mismos que iban en la Cuerda (amarrado a la cuerda que conducía a los católicos a su martirio) de los Mártires, acejotaemeros de aquellos tiempos. Todo crítico ve que, quien eso narra, no solamente es testigo presencial, sino, uno de aquellos que, en su corazón y en sus carnes, sintieron el doloroso azote de tal martirio: Urbano Rocha Fuentes. De la misma manera, de una sentida narración escrita, está tomado lo referente a la jovencita mártir Zenaida Llerenas, y así gran parte de las otras descripciones. Lo de esta niña mártir, lo escribió su propia madre, la Sra. Rosalía Torres Vda. de Llerenas, que aún vive. Lo referente a Dionisio Eduardo Ochoa, aunque Spectator hubiera podido escribirlo por sí mismo, en gran parte había sido compilado por un amigo intimo del mismo Dionisio Eduardo -el Mártir J. Trinidad Castro- y aun publicado, a modo de semblanza, hacía ya algunos años, en la Revista Católica de El Paso, Texas. Spectator, al ordenar su obra, casi ya no hizo sino ir dividiendo lo que acerca de su hermano estaba escrito e irlo intercalando en su debido lugar. En lo relativo al capítulo A las puertas del Triunio, Spectator se documentó debidamente: él mismo, personalmente, sacó copias de los documentos al respectó, que, firmados y juramentados Por personas de las mismas que intervinieron; existen en el archivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, en la ciudad de México. No son cosa, por tanto, de leyenda, ni sueños de novelista.Se busco que la narración fuese apegada a la verdad de los acontecimientos, ya entrevistando personalmente a' uno, ya a otros, ya a los mismos que habían intervenido y eran testigos presenciales y que, al escribir su obra, lo hizo con rectitud, sin pretender falsear los  hechos. En fin, de que tenía seguridad moral de que lo que se escribía era verdadero. Más aún, de muchas de estas cosas, fue él testigo inmediato: la protección divina en Tenaxcamilpa, Telcruz y la Galera, J al., y la portentosa resistencia del campamento cristero de El Borbollón, a las faldas de los Volcanes de Colima, en 4 de junio de 1929, en contra del general Eulogio Ortiz, al finalizar la epopeya.Respecto al apéndice que ya aparece en la primera edición castellana, Editorial "Veritas", México -páginas 308-330-, en donde se narra lo que la Iglesia de Calima sufrió en la nueva era de persecución religiosa que se inició con el gobernador Salvador Sauceda, en el 1931, éste, en su parte medular, principiando del subtítulo La persecución se intensifica, no fue escrito por Spectator, ni propiamente puede decirse que haya sido él testigo de las cosas que ahí se relatan; pero lo escribió uno de aquellos sacerdotes que sufrieron en carne propia, en su propia alma, la infame y tiránica persecución de esos años negros que se vivieron del 1931 al 1936. Tal como se publicó en la primera edición castellana a que hacemos referencia, se publica ahora, con ligeras modificaciones solamente.

B) Que, con relación a aquellos hechos que parecen inexplicables, desde el punto de vista puramente humano, como son los primeros combates en que los cruzados salieron casi siempre victoriosos, sin estar casi organizados, con escasísimas y deficientísimas armas y municiones y contra un número de enemigos, tres, diez y aun cincuenta veces superior, como los habidos el 23 de enero en la ranchería de La Arena, Col.; el 31 del mismo en la hacienda de El Fresnal, Jal., y en la ranchería de Lo de Clemente, Col.; el 6 de febrero, en Cerro Carrillo, Col.; el 7 del mismo, en La Jaya, Col.; lo de la "Señora del caballo blanco"; lo de la liberación portentosa de José Hernández que aún vive el día de hoy; Idem de la visible y portentosa protección divina de las huídas de Tenaxcamilpa, y de Telcruz, Jal.; la salvación del mismo Padre Capellán, cuando, el 2 de octubre de 1928 cayó en una emboscada enemiga; las curaciones increíbles y milagrosas, al grado de que no hubo, en los casi tres años de lucha, ni siquiera un herido que se muriese, en los campamentos de los volcanes; lo de la resistencia gloriosa al fin de la epopeya cristera, en la grande y formidable campaña contra las fuerzas del Gral. impío y satánico Eulogio Ortiz, en que se peleó con un enemigo casi cien veces superior en número, Spectator asegura haber puesto especialísima diligencia, para que la narración fuese apegada a la verdad de los acontecimientos, ya entrevistando personalmente a unos y a otros que habían intervenido y eran testigos presenciales y que, al escribir su obra, lo hicieron con rectitud, sin pretender falsear los hechos. En fin, de que tenía seguridad moral de lo que se escribía era verdadero. Más aun, muchas de estas cosas, fue el testigo inmediato: la protección divina en Tenaxcamilpa, Telcruz y la Galera Jalisco., y la portentosa  resistencia del campamento cristero del Borbollón, las faldas de los Volcanes de Colima, en 4 de Junio de 1929, en contra del general Eulogio Ortiz, al finalizar la epopeya.

C). Que, con relación de aquello que casi al finalizaron la obra se narra, respecto al ideal y magnanimidad de los Cristeros del Volcán de Colima, no cree que haya exageración ninguna, antes bien, pequeñez y pobreza. Se vivió en realidad, una vida de alto heroísmo cristiano.

D). Que con relación a aquello, que casi al finalizar la obra se narra, respecto al ideal y magnanimidad de los Cristeros del Volcán de Colima, no cree que haya exageración ninguna, antes bien, pequeñez y pobreza. Se vivió en realidad, una vida de alto heroísmo cristiano. Hubo abusos, es verdad, hubo manchas, pero fueron cosa aislada y excepcional. Sin saberlo los Cristeros ponían a su Patria en la cumbre de la Cristiandad y su actuación humilde y heroica trascendía, en los planes divinos, para salvar a otras naciones y aun a la Madre España, como ha demostrado, entre otros, el egregio escritor nicaragüense Don Pablo Antonio Cuadra y, mediante la salvación de España, la cultura y la civilización de Occidente, como hay que esperarlo en Dios.

E).Que el apéndice de las Efemérides Cristeras fue hecho con toda lealtad y escrupulosidad histórica: en primer lugar, en el mismo tiempo de la lucha se fueron compilando estos datos de los hechos de armas y Spectator los guardó y conservó como rico te tesoro. En segundo lugar, la base de estas efemérides la formaron los informes oficiales de la Jefatura Cristera de Colima. Sobre estos datos oficiales, Spectator investigaba más y así, para su archivo personal que dio origen a las Efemérides, con frecuencia modificó datos, ya suprimiendo algo que había resultado inexacto, ya añadiendo lo que no se sabía cuando había sido escrito el informe. Todavía más, en estos últimos años, debido a una encuesta promovida entre los antiguos cristeros, por quien, en tiempo de aquella lucha, fue quien en la ciudad de Colima el Jefe Civil del Movimiento Cristero, se logro una amplia lista de caídos y así ilustrar las Efemérides del Movimiento Cristero con los nombres, no solo de sus principales combatientes muertos, sino de todos aquellos que pudieron obtenerse.

F).Que estos datos de las Efemérides, en cuanto al número de bajas al enemigo, se podían compilar fácilmente en aquellos días de la epopeya cristera, pues hay que tener en cuenta que casi no había pueblo ni ranchería en donde la inmensa mayoría de la población no fuese cristera. Las comisiones de investigación cada lugar, sabían fácilmente todo lo relativo a saldo de combates y podían comunicarlas en sus informes: más aun, en múltiples ocasiones, eran los civiles de la población o ranchería los que eran obligados, por los soldados de la persecución, a dar sepultura a los muertos del gobierno y a conducir sus heridos.

Finalmente ratifica Spectator lo que ya en el prologo de la primera edición aseguro

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