PARTE 1
Los Cristeros del Volcán de Colima…
Forma parte de la gran guerra católica que México
libro contra el gobierno de aquel momento (1926-1929) Epopeya de la cual
debemos sentirnos orgullosos todos los hispanos pues gestas como esta considero
que no las volveremos a tener. Los Cristeros del Volcán de Colima la escribió
el R.P. Jesús Ochoa hermano de Dionisio Eduardo Ochoa quien era el líder de
estos bravos y valientes cristeros. Su nombre se debe a la ubicación geográfica
donde este movimiento católico sentó sus reales: el Volcán de Colima que se
encuentra en el sur del Estado de Jalisco y linda con el Estado de Colima,
precisamente en las faldas de este volcán, de geografía accidentada, se
estableció este movimiento en el campamento de la “yerba buena” o hierba buena.
Desde este centro de operaciones dio muchos dolores de cabeza al ejército federal
y puso en peligro las plazas del mismo instaladas en Colima y Manzanillo del
mismo Estado.
Hecha esta breve introducción dejamos la
palabra al R. P. Jesús Ochoa.
SALE A
LA LUZ PÚBLICA en su Segunda Edición Castellana, el libro Los Cristeros del
Volcán de Colima, gracias a las múltiples instancias de muchos y gracias a la
Editorial JUS que se hace cargo de la obligación. y con el apremio externo, se
ha aceptado el que se haga esta segunda edición, por la necesidad de confirmar
esta historia del Colima Cristero y de esclarecer y ampliar más algunos de sus
hechos.
Han pasado ya 34 años del principio de aquella
verdadera epopeya en que las juventudes de los diversos rincones de la Patria
Mexicana sobre todo de los Estados del centro y occidente de México-, sin más
recursos que su fe grande y robusta, se levantaron, en movimiento bélico,
contra una tiranía poderosa que estrangulaba todos los derechos, todas las
libertades del pueblo católico, sin respetar ni aun los derechos humanos, tratando
de extinguir el Catolicismo en nuestra Nación. Y, a 34 años de distancia, ya
que Dios me regaló con el inmerecido don de ser compañero de tantos héroes y
mártires que ofrendaron su sangre por Cristo y me ha conservado la vida hasta
el presente, creo que es deber mío hablar nuevamente, reafirmando los hechos de
esa epopeya y ampliando algunas de sus escenas, más aún que ha habido quienes
se atreven a enlodar los ideales de esa Cruzada o a negar la veracidad
histórica de sus hechos gloriosos, y novelistas que, llevados por su
imaginación, que crea y forja tramas en delirio de sueño, han desfigurado y
degenerado la historia de aquel Movimiento, de Resistencia a la tiranía, que
ofrendó México y despertó la simpatía y aplauso de todos los pueblos cultos de
la tierra. Porque la actitud del pueblo católico de México que confesaba su fe,
en medio de todas las torturas y del correr de la sangre en el martirio fue,
según expresión del Papa Pío XI en su Encíclica
Iniquis Ajlictisque, no sólo digna y grandiosa, sino "espectáculo
digno de los ángeles, y de los hombres".
Aseguro por tanto y
reafirmo de la manera más formal posible, lo siguiente:
A) Que al escribir hace 30 años la obra y al
ampliarla ahora, se ha puesto todo el empeño posible por ajustarse a la verdad
de los hechos; que no se ha tratado, de ninguna manera, de escribir narraciones
ficticias, novelescas; un sino libró con verdad histórico. Que de gran parte de
los hechos, así como se aseguraba en el prólogo de la Primera Edición
Castellana -homenaje a la A. C. J. M. de Colima en sus Bodas de Plata, en el
1942-, el suscrito fue testigo ocular. Y que de aquello de que no fue testigo
inmediato, procuró reunir los mayores y mejores datos posibles, entrevistando,
siempre que fue factible, a los mismos que los vieron y estuvieron en el campo de
los hechos, de tal suerte que, al escribir la obra, se tuvo certidumbre moral
de todo lo narrado en ella. Que muchos datos le fueron proporcionados por
escrito en personales narraciones, por las mismas personas que intervinieron en
los hechos y que estas narraciones, casi textualmente, fueron insertadas en la
obra en el lugar que les correspondía, modificándolas solamente en lo
estrictamente necesario, en su parte gramatical y aun algo en cuanto a su
estilo, para que pudieran encajar en el conjunto, sin muy notable disonancia. Y
así, por ejemplo, el capítulo Los horripilantes dramas de Ejutla, sobre todo
desde donde principia propiamente la narración: "Era el jueves 27...
" hasta donde termina lo de la Superiora Enferma, todo crítico literario
concluye inmediatamente que es pluma distinta de la que escribe, por ejemplo,
el Ruit de ese momento Se pasa el Rubicón y el capítulo A las Islas Marías. El
capítulo referente a las Religiosas Adoratrices de Ejutla, fue tomado de un informe
oficial que esas mismas monjitas escribieron. Inmediatamente se ve que es pluma
femenina, delicada, piadosa; que es una de aquellas mismas que fueron testigos
presenciales, la que, con su estilo de piadosa religiosa, narra las angustias
que tuvieron. Lo del Ruit escrito por ella se pasa ahora el Rubicon, al momento
se ve que es de algún erudito cristiano, preparado y cultivado intelectualmente
y de grande amor a su Patria y a la Iglesia: es un viejo luchador tapatío, el
Lic. D. Miguel Palomar y Vizcarra, Vicepresidente de la Liga Nacional Defensora
de la Libertad Religiosa en los tiempos de la persecución. A las Islas Marías
es de uno de los mismos que iban en la Cuerda (amarrado a la cuerda que
conducía a los católicos a su martirio) de los Mártires, acejotaemeros de aquellos
tiempos. Todo crítico ve que, quien eso narra, no solamente es testigo
presencial, sino, uno de aquellos que, en su corazón y en sus carnes, sintieron
el doloroso azote de tal martirio: Urbano Rocha Fuentes. De la misma manera, de
una sentida narración escrita, está tomado lo referente a la jovencita mártir
Zenaida Llerenas, y así gran parte de las otras descripciones. Lo de esta niña
mártir, lo escribió su propia madre, la Sra. Rosalía Torres Vda. de Llerenas,
que aún vive. Lo referente a Dionisio Eduardo Ochoa, aunque Spectator hubiera podido
escribirlo por sí mismo, en gran parte había sido compilado por un amigo intimo
del mismo Dionisio Eduardo -el Mártir J. Trinidad Castro- y aun publicado, a
modo de semblanza, hacía ya algunos años, en la Revista Católica de El Paso, Texas.
Spectator, al ordenar su obra, casi ya no hizo sino ir dividiendo lo que acerca
de su hermano estaba escrito e irlo intercalando en su debido lugar. En lo
relativo al capítulo A las puertas del Triunio, Spectator se documentó
debidamente: él mismo, personalmente, sacó copias de los documentos al
respectó, que, firmados y juramentados Por personas de las mismas que intervinieron;
existen en el archivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa,
en la ciudad de México. No son cosa, por tanto, de leyenda, ni sueños de
novelista.Se busco que la narración fuese apegada a la verdad de los
acontecimientos, ya entrevistando personalmente a' uno, ya a otros, ya a los
mismos que habían intervenido y eran testigos presenciales y que, al escribir
su obra, lo hizo con rectitud, sin pretender falsear los hechos. En fin, de que tenía seguridad moral
de que lo que se escribía era verdadero. Más aún, de muchas de estas cosas, fue
él testigo inmediato: la protección divina en Tenaxcamilpa, Telcruz y la
Galera, J al., y la portentosa resistencia del campamento cristero de El
Borbollón, a las faldas de los Volcanes de Colima, en 4 de junio de 1929, en
contra del general Eulogio Ortiz, al finalizar la epopeya.Respecto al apéndice
que ya aparece en la primera edición castellana, Editorial "Veritas",
México -páginas 308-330-, en donde se narra lo que la Iglesia de Calima sufrió
en la nueva era de persecución religiosa que se inició con el gobernador
Salvador Sauceda, en el 1931, éste, en su parte medular, principiando del
subtítulo La persecución se intensifica, no fue escrito por Spectator, ni
propiamente puede decirse que haya sido él testigo de las cosas que ahí se
relatan; pero lo escribió uno de aquellos sacerdotes que sufrieron en carne
propia, en su propia alma, la infame y tiránica persecución de esos años negros
que se vivieron del 1931 al 1936. Tal como se publicó en la primera edición castellana
a que hacemos referencia, se publica ahora, con ligeras modificaciones
solamente.
B) Que, con relación a aquellos hechos que
parecen inexplicables, desde el punto de vista puramente humano, como son los
primeros combates en que los cruzados salieron casi siempre victoriosos, sin
estar casi organizados, con escasísimas y deficientísimas armas y municiones y
contra un número de enemigos, tres, diez y aun cincuenta veces superior, como
los habidos el 23 de enero en la ranchería de La Arena, Col.; el 31 del mismo
en la hacienda de El Fresnal, Jal., y en la ranchería de Lo de Clemente, Col.;
el 6 de febrero, en Cerro Carrillo, Col.; el 7 del mismo, en La Jaya, Col.; lo
de la "Señora del caballo blanco"; lo de la liberación portentosa de
José Hernández que aún vive el día de hoy; Idem de la visible y portentosa
protección divina de las huídas de Tenaxcamilpa, y de Telcruz, Jal.; la
salvación del mismo Padre Capellán, cuando, el 2 de octubre de 1928 cayó en una
emboscada enemiga; las curaciones increíbles y milagrosas, al grado de que no
hubo, en los casi tres años de lucha, ni siquiera un herido que se muriese, en
los campamentos de los volcanes; lo de la resistencia gloriosa al fin de la
epopeya cristera, en la grande y formidable campaña contra las fuerzas del
Gral. impío y satánico Eulogio Ortiz, en que se peleó con un enemigo casi cien
veces superior en número, Spectator asegura haber puesto especialísima
diligencia, para que la narración fuese apegada a la verdad de los acontecimientos,
ya entrevistando personalmente a unos y a otros que habían intervenido y eran
testigos presenciales y que, al escribir su obra, lo hicieron con rectitud, sin
pretender falsear los hechos. En fin, de que tenía seguridad moral de lo que se
escribía era verdadero. Más aun, muchas de estas cosas, fue el testigo
inmediato: la protección divina en Tenaxcamilpa, Telcruz y la Galera Jalisco.,
y la portentosa resistencia del
campamento cristero del Borbollón, las faldas de los Volcanes de Colima, en 4
de Junio de 1929, en contra del general Eulogio Ortiz, al finalizar la epopeya.
C). Que, con relación de aquello que casi al
finalizaron la obra se narra, respecto al ideal y magnanimidad de los Cristeros
del Volcán de Colima, no cree que haya exageración ninguna, antes bien,
pequeñez y pobreza. Se vivió en realidad, una vida de alto heroísmo cristiano.
D). Que con relación a aquello, que casi al
finalizar la obra se narra, respecto al ideal y magnanimidad de los Cristeros
del Volcán de Colima, no cree que haya exageración ninguna, antes bien,
pequeñez y pobreza. Se vivió en realidad, una vida de alto heroísmo cristiano.
Hubo abusos, es verdad, hubo manchas, pero fueron cosa aislada y excepcional.
Sin saberlo los Cristeros ponían a su Patria en la cumbre de la Cristiandad y
su actuación humilde y heroica trascendía, en los planes divinos, para salvar a
otras naciones y aun a la Madre España, como ha demostrado, entre otros, el
egregio escritor nicaragüense Don Pablo Antonio Cuadra y, mediante la salvación
de España, la cultura y la civilización de Occidente, como hay que esperarlo en
Dios.
E).Que el apéndice de las Efemérides Cristeras
fue hecho con toda lealtad y escrupulosidad histórica: en primer lugar, en el
mismo tiempo de la lucha se fueron compilando estos datos de los hechos de
armas y Spectator los guardó y conservó como rico te tesoro. En segundo lugar,
la base de estas efemérides la formaron los informes oficiales de la Jefatura
Cristera de Colima. Sobre estos datos oficiales, Spectator investigaba más y
así, para su archivo personal que dio origen a las Efemérides, con frecuencia
modificó datos, ya suprimiendo algo que había resultado inexacto, ya añadiendo
lo que no se sabía cuando había sido escrito el informe. Todavía más, en estos
últimos años, debido a una encuesta promovida entre los antiguos cristeros, por
quien, en tiempo de aquella lucha, fue quien en la ciudad de Colima el Jefe
Civil del Movimiento Cristero, se logro una amplia lista de caídos y así
ilustrar las Efemérides del Movimiento Cristero con los nombres, no solo de sus
principales combatientes muertos, sino de todos aquellos que pudieron
obtenerse.
F).Que estos datos de las Efemérides, en cuanto al
número de bajas al enemigo, se podían compilar fácilmente en aquellos días de
la epopeya cristera, pues hay que tener en cuenta que casi no había pueblo ni
ranchería en donde la inmensa mayoría de la población no fuese cristera. Las comisiones
de investigación cada lugar, sabían fácilmente todo lo relativo a saldo de
combates y podían comunicarlas en sus informes: más aun, en múltiples ocasiones,
eran los civiles de la población o ranchería los que eran obligados, por los
soldados de la persecución, a dar sepultura a los muertos del gobierno y a
conducir sus heridos.
Finalmente ratifica Spectator lo que ya en el
prologo de la primera edición aseguro
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