Un final misterioso
Durante el invierno de 1990, monseñor Fan fue
apresado sin anuncio por cuarta ocasión. Dos años después, el Ministerio de
Seguridad Pública mandó llamar al cura Quai Xing Gong. En el transcurso de una
entrevista, se le hizo saber que, si monseñor Fan moría, sus restos deberían
ser retirados sin levantar revuelo.
Cuando la noticia de esta extraña entrevista
llegó al pueblo, los fieles católicos tomaron por la fuerza al portavoz del
Ministerio de Seguridad Pública y le hicieron muchas preguntas. Sobre todo, querían
saber si monseñor Fan seguía con vida o si se encontraba gravemente enfermo. Su
insistencia en obtener respuestas claras no tuvo éxito, así que echaron el
cerrojo a las puertas y se llevaron las llaves en un intento por evitar que el
agente regresara a su casa.
Finalmente, el agente, muy avergonzado,
confirmó la muerte de monseñor Fan. Como la residencia de monseñor Fan había
sido demolida después de su partida en 1990, el Ministerio no sabía a quién
entregarle los restos. Se decidió que serían transportados a la casa de un
miembro de la Iglesia subterránea.
A las once horas de esa noche, cuando la
ambulancia llegaba con el cuerpo de monseñor Fan, ya había más de 150 fieles
esperando. Antes de que la ambulancia abriera la puerta, la multitud preguntó sobre
la causa, la hora y el lugar de la muerte del obispo. Al no recibir ninguna
respuesta clara, la multitud le impidió al conductor que abriera la puerta del
vehículo. El forcejeo se prolongó durante horas. En la madrugada, más de diez
vehículos de la policía arribaron en medio de gritos e intercambios de gestos y
palabras hostiles. Finalmente, la policía le dijo a la multitud que, si no
conseguían entregar el cuerpo del obispo ese día, procederían a incinerarlo.
La violencia estalló. A fuerza de patadas y
empujones, algunos policías depositaron en la entrada de la casa el cuerpo de
monseñor Fan, envuelto en una pesada bolsa de plástico. Los feligreses
descubrieron que los miembros de monseñor Fan estaban atados con cintas
quirúrgicas. Un médico del pueblo contó que el difunto había sido fuertemente
medicado. Encontró laceraciones detrás de las orejas y alrededor del cuello. Se
detectaron moretones en las caderas. La boca, la nariz y las orejas estaban
llenas de algodón.
La policía arrestó a varios fieles y los llevó
a la estación. Al día siguiente, más de quinientos fieles de la Iglesia
subterránea llegaron para rendirle el último homenaje al obispo. El Ministerio
de Seguridad Pública envió cuatro camiones de las fuerzas armadas. A pesar de
ello, feligreses de ciudades y pueblos distantes siguieron llegando para velar
al difunto.
La policía no intervino, pero muy pronto
llegaron vehículos del gobierno y aparcaron afuera del pueblo. Varios días
después, el número de visitantes sobrepasó los tres mil. El gobierno declaró la
ley marcial y ningún vehículo más pudo entrar a las periferias del pueblo. El
despliegue de soldados del EPL creaba una atmósfera de guerra. Había policías y
personal militar apostados a cada diez metros alrededor del pueblo. Todos los
transeúntes fueron sometidos a cacheos e interrogatorios. Los sacerdotes que
vigilaban el cuerpo recibieron la orden de la policía de proceder rápidamente
al entierro.
La víspera del día previsto, tuvo lugar otro
altercado con la policía, durante el cual varias personas resultaron heridas y
algunas fueron arrojadas a las fosas. Todos los visitantes que venían de fuera
dormían a la intemperie, mientras que los habitantes del pueblo ayudaban a
cocinar comidas sencillas, todos esperando silenciosamente el desenlace del
enfrentamiento con la policía.
Cuando finalmente se pudo hacer el entierro,
la procesión formada por aquellos que seguían el cuerpo se extendió por una
distancia de más de tres kilómetros
Roma después del Vaticano II
Desde el concilio vaticano II, se aplicaron
escrupulosamente los decretos sobre el ecumenismo y se establecieron puentes
con las comunidades disidentes, no para traerlas de regreso al seno de la
Iglesia y enseñarles la verdad, sino para practicar «intercambios
enriquecedores», para «cooperar fraternalmente», en fin, para dejar morir en la
condenación almas que quizás hubieran estado listas a recibir la palabra de la
salvación. (Desde su S. León XIII hasta su S. Pío condenaron al comunismo ateo,
pero desde el Concilio Vaticano II se dejó de condenar al comunismo e, incluso,
el modernismo enquistado en la Iglesia de siempre, no solo no lo condeno, sino
que traiciono a los católicos chinos al “pactar” de alguna forma con el partido
comunista chino dándole poderes sobre estos católicos chinos quienes, con
sobrada razón, desconfían de los “jerarcas” actuales de la Iglesia)
Cuando Roma comenzó a actuar así con los
obispos de la Iglesia Patriótica China, los católicos de la Iglesia subterránea
experimentaron un amargo sentimiento de abandono. La principal razón de ser de
la Iglesia subterránea china es el rechazo a un cisma «episcopal». A tal fin,
sus miembros sufren persecuciones que nos cuesta estimar. Muchos católicos de
la Iglesia subterránea no han conocido el tormento del Vaticano II, pues las
comunicaciones estaban interrumpidas; esto ha sido una bendición para ellos. En
muchos lugares, se mantienen fieles a los ritos tradicionales y a la liturgia
latina. Podemos imaginar por qué vértigo se vieron atormentados al saberse
implícitamente rechazados, o por lo menos ignorados por aquellos mismos a
quienes han profesado fidelidad a costa de sangre y tortura.
En el año 2000, monseñor Jin, obispo de la
Iglesia Patriótica en Shanghái fue tácitamente reconocido por Roma. Un grito de
angustia surgió de la Fundación Kung en los Estados Unidos, fundación cuyo
objetivo es defender la causa de los cristianos de la Iglesia subterránea
china. El 28 de marzo del mismo año, los encargados de la fundación escribieron
una carta a varios miembros de la Curia Romana. Esta carta comienza así:
«Los líderes y muchos de los miembros de la
Iglesia subterránea son gente de inmensa e imperecedera fe; han sufrido
heroicamente por su compromiso con Cristo. En buena medida, se adhieren a una teología
que ha cambiado significativamente a lo largo de sus años de aislamiento. Saben
muy poco o nada acerca de las nuevas perspectivas teológicas derivadas del
Concilio Vaticano II, así como del impacto que este concilio ha tenido en la
Iglesia universal. Su convicción acerca de la nula confianza que hay que
tenerle al actual régimen los condena a una existencia marginada, a la esfera
del día en el que puedan practicar el culto sin interferencia del Estado. Pero,
mientras esperan, descubren que la iglesia “oficial” va ganando cada vez más
reconocimiento e importancia. Para ellos, es particularmente humillante ver que
obispos y sacerdotes que aparentemente han comprometido su fe están ganando
prestigio público en China y reciben cada vez más reconocimiento
internacional». «Hemos escrito esta carta porque quedamos estupefactos ante
todo lo que ha hecho la Curia Romana por la Asociación Patriótica Católica
China. Esto que ha hecho el Vaticano demuestra que favorece a la Asociación
Patriótica, pero, además, que ignora por completo a la Iglesia subterránea que ha
sufrido durante cincuenta años y ha dado testimonio de su fidelidad al papado.
Los fieles católicos en China y en el extranjero no pueden entender el
comportamiento del Vaticano. (es una vil traición que, por todos lados que se
vea, salen beneficiados ellos pues, “es preciso obedecer a Dios antes que a los
hombre” por eso guardan aún la fe ya perdida en otros continentes en donde el
modernismo hereje condenado por San Pío X en la Enciclica Pascendi Gregis, donde este ha entrado) Por tanto, presentamos aquí algunas evidencias, a
la espera de que podáis aclarar vuestra posición públicamente».
(Tilomas Gahan, In China, Appearances
CanBeDifferent, en The Catholic Church in Modern China (E. Tang & J. -P.
WieSt), Wipf ¿X Stock, 1013, pp. 107 & s.)) Esta carta fue dirigida entre
otros, a Jozef Ratzinger, Ángelo Sodano, Jozef Tomko y Giovanni Batista.)
Le siguen doce apretadas páginas en las que se
recuerdan los principios enseñados por Pío XII en sus diversas encíclicas. La
conclusión de los autores de la carta es que la Iglesia Patriótica es
cismática. Enseguida, se vituperan una serie de manifestaciones de apoyo
público de parte de otros católicos romanos que beneficiaron a la Iglesia
Patriótica y se les pregunta por qué la Iglesia subterránea, fiel a la
tradición de la Iglesia universal, no ha gozado de esos mismos apoyos.
Bajo la mirada de
Nuestra Señora de China
En el año de 1900, los fieles de la aldea de
Donglu imploraban la protección de Nuestra Señora para que los defendiera de
una banda de diez mil feroces bóxers (Estos eran una organización anti
cristiana surgida en el año 1900 que martirizaron a 6,000 cristianos entre
chinos y misioneros extranjeros y estaban bajo las órdenes de la emperatriz
Cixí.) que atacaban el pueblo. Se cuenta
que los bóxers quedaron aterrorizados al ver a una Señora espléndida planeando
sobre el aire. A un lado de ella se encontraba un poderoso caballero, quizás
San Miguel arcángel, quien les hizo una señal para que se marcharan.
Después del milagro, los católicos construyeron
una imponente iglesia dedicada a Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos. En
1924, el primer sínodo de los obispos chinos se proclamó a Nuestra Señora de
Donglu como «Emperatriz de China» o «Reina de China». Más comúnmente se le
llama «Nuestra Señora de China» y «Nuestra Señora de She Shan».
Cada año, sobre todo cerca del 24 de mayo, fiesta
de María Auxiliadora, miles de fieles de todos los rincones del país convergen
en el santuario.
En
1941, el
santuario fue destruido durante la guerra contra Japón. En 1992, los católicos
de la Iglesia subterránea se atrevieron a reconstruirlo luego de una
recaudación de fondos que duró tres años.
El 23 de mayo de 1995, cuando la multitud
congregada llegó a cincuenta mil personas, el gobierno comunista se preocupó. Desplegaron
fuerzas de seguridad pública para bloquear las entradas del pueblo y para
forzar a los peregrinos a partir. En abril y mayo de 1996, se movilizaron hasta
cinco mil soldados, así como una treintena de vehículos blindados y algunos
helicópteros, todo con el fin de aislar al pueblo.
Todavía actualmente, durante el peregrinaje
anual, los católicos no pueden acercarse en automóvil. Sin embargo, frustran
los afanes de las fuerzas del «orden» al llegar al santuario a pie (En los mapas, el
nombre de la aldea aparece con la grafía «Donglvxiang». Pero una agencia local
nos ha respondido que «habida cuenta de la situación delicada de la religión en
China», las indicaciones son muy escasas. Las coordenadas GPS del santuario
son: 38.684176,115.5617143.)
La decadencia de la
Iglesia Patriótica China
Las intenciones de
lealtad y obediencia a Roma de los primeros autores de las consagraciones
chinas, como lo hemos visto, eran sinceras. No obstante, sucedió que estos
prelados, o por lo menos sus sucesores, transgredieron poco a poco otras leyes
de la Iglesia: muchos sacerdotes se han casado y pronto se adoptó una actitud
muy servil hacia el gobierno.
Con todo, se les advirtió desde el principio
que estaban «pavimentando el camino de un cisma deplorable»
Después de Pablo VI y sus sucesores y algunos canonistas
han tratado de limpiar el nombre de la Iglesia Patriótica China, sirviéndose, a
posteriori, de las enseñanzas del Vaticano II y del nuevo código de Derecho
Canónico para disculpar las consagraciones chinas. Pero estas tentativas no
hacen sino avivar el problema de la Iglesia subterránea que se ve rechazada por
aquellos mismos a quienes han querido profesar fidelidad.
Al pretender amalgamar a los miembros de la
Iglesia subterránea con los de la Iglesia Patriótica, sin tener en cuenta la
realidad sobre la cual está fundada la Iglesia romana, encierran a la China
católica en un problema sin solución. (Véase
sobre este tema: André Athenoux, Le Chriíl crucifié au pays de Mao, Alsatia,
1968, pp. 88 & 89. «Naturalmente, no se excluye que algunos hayan actuado
por oportunismo o incluso por ambición, pero es necesario tener evidencia de
ello. De algunos clérigos en particular, sabemos muy bien que son personas
irreprochables. Eclesiásticos pueden haber temido también que su negativa
tuviera consecuencias peores para la Iglesia de Dios, por ejemplo, que su lugar
fuese ocupado por personas completamente indignas. [... ]
» Hay que ponerse en el lugar de la Iglesia en
la China comunista. Las personalidades eclesiásticas se encuentran bajo la estricta
y severa vigilancia del Estado y no pueden mantener ningún vínculo con la Santa
Sede. Por tanto, no pueden sino atenerse a las decisiones de su propia
conciencia y, por el momento, no parece que exista ninguna otra escapatoria
para ellos» (My Vision ofthe Patriotic
Association, en The Catholic Church in Modern China (E. Tang&J.-P. Wiest),
Wipfdr Stock, 2013.)
CONCLUSIÓN
Quedan, muchas cuestiones oscuras por
dilucidar acerca de la historia de la Iglesia subterránea china, sobre todo
acerca de aquello que tuvo lugar después de la Revolución Cultural (1979). Hay
pocos libros acerca del tema: la mayoría se editan en Hong Kong o en Estados
Unidos. Algunos historiadores y periodistas contemporáneos han querido responder
algunas de nuestras preguntas, pero los hechos no siempre son congruentes.
Este silencio y esta falta de claridad
proceden en buena medida del hecho de que la Iglesia subterránea existe todavía
y sufre aún la persecución. Los católicos chinos no pueden permitirse hacer
públicos hechos que pongan en peligro la vida de sus pastores. A esto se suma
que los hechos relatados en los diarios oficiales, e incluso en los diarios
extranjeros, no merecen gran crédito: el Partido se sirve de todo, incluso de
la verdad, para conseguir sus fines.
Por tanto, este trabajo tiene algo de
inacabado. No Abátanle, podemos resumir algunos puntos, especialmente los
siguientes:
1. Las buenas intenciones no son suficientes:
hay actos que, de entrada, parecen excusables, pero que terminan en cisma
porque conllevan en sí mismos una infracción, a leyes que son la expresión
sublime y misteriosa de la estructura misma de la Iglesia.
2o La concepción de qué es la unidad de la
Iglesia y de qué cosas le competen ha cambiado por completo desde el Vaticano
II
3o Todavía existe un gran número de almas
oprimidas por un gobierno comunista y desamparadas por una autoridad religiosa
que reniega de ellas. Estas almas creen y oran, sin duda también por nosotros,
a la espera de que nosotros le ofrezcamos a Dios también alguna plegaria por
ellas.
FIN DEL TEMA: LA PERSECUCION DE LA IGLESIA CATOLICA EN CHINA
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