Hubo un tiempo en
que las elecciones en EEUU generaban interés y hasta entusiasmo en el mundo. No
sólo entre las elites políticas sino también en la población, existía la
creencia de que el triunfo de una u otra opción podía modificar el estado de
las cosas.
Esta convicción se
ha desmoronado, ya que tanto demócratas como republicanos han mostrado
escasísimas diferencias en política internacional. En plena campaña electoral,
los demócratas prometen
revisar la política exterior de Trump, no porque les parezca
inadecuada sino porque "cuatro años más con Donald Trump dañarán
nuestra influencia hasta un estado irreparable".
La frase del
programa demócrata revela que las intenciones de ambos candidatos son
idénticas: mantener la dominación de la superpotencia en declive
a lo largo y ancho del planeta.
Los demócratas se
empeñan en más de lo mismo, insistiendo con el mismo candidato y hasta la misma
iconografía que fracasó en 2016. Quizá por eso, el boletín de mayo del
Laboratorio Europea de Anticipación Política (LEAP) titula la
campaña electoral, bajo una foto en la que aparecen Biden y una Hillary
Clinton, la excandidata demócrata, demacrada: "El retorno de los
muertos vivientes".
"Biden
es Hillary Clinton bis", reflexiona el LEAP. "Como este grupo ha sido
particularmente exitoso en tomar el control del partido Demócrata, ese partido
ya no puede producir nada más que Biden y Clinton… una y otra vez".
En efecto, la candidatura
de Biden encarna un EEUU que ya no existe, el de la Guerra Fría y la hegemonía
de la población blanca y masculina. Maneja un discurso que los medios afines
reconocen que genera poco entusiasmo entre los jóvenes, los latinos y los
negros, o sea entre una porción decisiva del electorado.
Para remediar esta
desventaja, Biden eligió
como candidata a la vicepresidencia a Kamala
Harris, con la esperanza de que una mujer no blanca pudiera atraer al
electorado que, aún rechazando la reelección de Trump, tiene muchas dudas en
apoyar a Biden.
Harris se desempeñó
como fiscal de distrito de San Francisco de 2004 a 2011 y fiscal general de
California de 2011 a 2017 y se describe a sí misma como "progresista". En
julio de 2019, cuando Harris competía en las internas demócratas, Marjorie
Cohn, profesora de derecho en la Facultad de Derecho Thomas Jefferson en San
Diego (California) y ex presidenta del Colegio Nacional de Abogados, escribió un
artículo titulado: "Kamala Harris tiene una distinguida carrera al
servicio de la injusticia".
Cohn la acusa
de "mala conducta" por encubrir la existencia de
informantes en cárceles de California para:
· "obtener
confesiones ilegalmente";
· "favorecer
la criminalización del absentismo escolar";
· aumentar
las fianzas de presos usados como mano de obra barata;
· oponerse
a que "la oficina del fiscal investigue de forma independiente los
tiroteos policiales que resultaron en muertes".
Cohn afirma que la
candidata a la vicepresidencia de Biden no tiene nada de progresista. Según el
filósofo y periodista francés Philippe Grasset, director de la revista De
Defensa, Harris tiene "reputación de tipo duro, del tipo ley y
orden", además de ser "extremadamente rica", perteneciendo
al famoso 0,1% con ingresos de 1,8 millones de dólares en 2018.
Por su parte, el
LEAP considera que
la elección en EEUU ya "no es el centro de interés del
planeta" y que pese a que no hubo primarias por la pandemia, los
que relevarán a las viejas guardias "parecen estar atravesando las
grietas del pavimento bipartidista".
Lo fundamental es
que el thinktank francés considera a Trump como "el enterrador de la
vieja América", asistido por la
pandemia de coronavirus. "Trump ha encarnado el exceso de una
cierta América, y al hacerlo, ha puesto fin a ella". Para explicar este
aserto hilvana una decena de "revelaciones".
La primera se
refiera a que Trump "reveló la vulgaridad de una cultura de negocios
que Estados Unidos había estado infligiendo al mundo durante décadas"; así
como "el arraigado machismo y racismo del sistema de poder americano,
despertando a la sociedad civil de su letargo".
Pero también reveló
la debilidad de EEUU que ya no tiene los medios para llevar adelante sus
objetivos globales. Entre ellos, uno de los más destacados gira en torno
a "el problema de la presencia de EEUU en Medio Oriente", revelando
que es la potencia la que crea problemas que luego no es incapaz de resolver.
Entre otras
"revelaciones", el LEAP asegura que la presidencia de Trump
mostró la dependencia de EEUU de China y del mundo, mientras la
pandemia "es el último golpe mortal al sistema sanitario y social de
la primera potencia mundial". En suma, bajo Trump el imperio aparece
desnudo, siendo el momento de máxima inflexión del sistema deuda-petróleo-dólar
que tiene de rehén al planeta.
Por último, la
cuestión de la desigualdad, que no para de crecer y está llegando a niveles
insostenibles. El último informe anual
de Instituto de Política Económica asegura que las retribuciones de los CEO de
las 350 principales empresas en los EEUU son 320 veces superiores al salario
medio de un trabajador.
En 2019 los ingresos
de los principales CEO crecieron 14% respecto a 2018. Pero el dato más
importante es que en 1989 la diferencia de ingresos entre CEOs y trabajadores
era de 61 a 1, lo que indica que la brecha de ingresos se multiplicó por cinco
en apenas tres décadas.
Los autores del
informe creen que el salario de los directores ejecutivos podría aumentar
nuevamente en 2020, a pesar del colapso económico causado por el
coronavirus.
La desigualdad está
destruyendo los sueños de los jóvenes, de las minorías raciales y de los
migrantes, que son los que se han volcado a las calles para denunciar la
violencia policial luego del asesinato
del afroamericano George Floyd el 25 de mayo. Pero la enorme
desigualdad destruye también la legitimidad del sistema político de los EEUU y
neutraliza la democracia.
Cuando se ingresa en
una crisis sistémica, las diferencias entre las propuestas políticas que se
formulan desde su interior, dejan de ser alternativas porque adhieren a la
continuidad de lo existente y temen modificarlo, lo que explica que ambos
partidos de EEUU prefieran hundirse con el sistema antes de correr
los riesgos de modificarlo.
LA OPINIÓN
DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DEL BLOG
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