EL ECUMENISMO SEGUN EL MODERNISMO
En medio de esta confusión de ideas, en la que algunos
cristianos parecen ahora complacerse, hay una tendencia particularmente
perniciosa para la fe y tanto más peligrosa por cuanto se presenta con las apariencias
de la caridad. La palabra ecumenismo, aparecida en 1927 en un
congreso que se reunió en Lausanne, debería poner por sí misma en guardia a los
católicos, teniendo en cuenta la definición que se da de dicha palabra en todos
los diccionarios: "Ecumenismo-. movimiento favorable a la reunión de todas las Iglesias
cristianas en una sola". No es posible fundir principios
contradictorios, eso es evidente; no se puede reunir la
verdad y el error para hacer de ellos una sola cosa. Esto sólo sería posible adoptando errores y rechazando
parcial o totalmente la verdad. El ecumenismo se condena por sí
mismo. El término alcanzó tal difusión a partir del último concilio que penetró
el lenguaje profano. Ahora se habla de ecumenismo
universitario, de ecumenismo informático y de otros tipos de ecumenismo, para
expresar una posición de diversidad, de eclecticismo. En el lenguaje
religioso, el ecumenismo se extendió últimamente a
las religiones no cristianas, lo cual se tradujo inmediatamente en actos.
Un diario del oeste de Francia nos indica mediante un ejemplo preciso el modo
en que se realiza la evolución: en una pequeña parroquia de la región de
Cherburgo, la población católica se preocupa por los trabajadores musulmanes
que acaban de llegar a un obrador. Esta
es una actitud caritativa y no se puede dejar de felicitar a dichos
católicos. En una segunda fase, vemos a
los musulmanes pidiendo un local para celebrar el Ramadan y a los cristianos
ofreciéndoles el subsuelo de su iglesia. Luego comienza a funcionar en ese
lugar una escuela alcoránica. Al cabo de dos años, los
cristianos invitan a los musulmanes a celebrar la Navidad con ellos y mediante
"una oración común preparada sobre la base de extractos de los suras del
Alcorán y de los versículos del Evangelio". La caridad mal entendida condujo a esos cristianos a pactar con el error. En Lille, los
dominicos proporcionaron a los musulmanes una capilla para que fuera
transformada en mezquita. En Versalles, se ha pedido dinero en las
iglesias para "la compra de un lugar de culto para
los musulmanes". En Roubaix
y en Marsella les fueron cedidas otras capillas, así como una iglesia de
Argenteuil. ¡Los católicos se convierten en
apóstoles del peor enemigo de la Iglesia de Cristo que es el islamismo y
ofrecen sus óbolos a Mahoma!
Según parece, en Francia hay más de cuatrocientas mezquitas y en muchos
casos fueron los católicos quienes proporcionaron el dinero para su
construcción. Hoy todas las religiones tienen derecho de ciudadanía en la
iglesia. Un cardenal francés celebraba un día la misa en presencia de monjes
tibetanos a los que había puesto en la primera fila, vestidos con sus hábitos
de ceremonia y se inclinaba frente a ellos mientras un animador anunciaba; "Los bonzos participarán con nosotros en la celebración
eucarística". En una iglesia de Rennes se celebró el culto de Buda;
en Italia, veinte monjes fueron iniciados
solemnemente en el zen por un budista. No terminaría nunca de citar
ejemplos de sincretismo que se nos presentan todos los días. Asistimos al
desarrollo de asociaciones, al nacimiento de movimientos que siempre encuentran
un eclesiástico para presidirlos, como ese movimiento que quiere llegar "a la fusión de
todas las espiritualidades en el amor". O bien se lanzan
proyectos asombrosos como la transformación de Nótre-Dame-de-la-Garde en lugar
de culto monoteísta para los cristianos, los musulmanes y los judíos, proyecto
que felizmente encontró la firme oposición de grupos de laicos. El ecumenismo,
en su acepción estrecha, es decir, reservado a los cristianos, organiza
celebraciones eucarísticas comunes con los protestantes, como se ha hecho
especialmente en Estrasburgo; o bien son los anglicanos quienes invitan en la
catedral de Chartres para celebrar la "Cena
eucarística". La única
celebración que no se admite ni en Chartres, ni en Estrasburgo, ni en Rennes ni
en Marsella es la de la Santa Misa según el rito
codificado por san Pío V. ¿Qué conclusión puede sacar de todo esto
el católico que ve a las autoridades eclesiásticas consintiendo en ceremonias
tan escandalosas? La conclusión de que todas las religiones tienen su valor, de
que podría muy bien buscar uno la salvación entre los budistas o los
protestantes. Ese católico corre el riesgo de perder la fe en la Santa Iglesia.
Y eso es lo que se les sugiere; se quiere someter a la iglesia al derecho común, se la quiere
colocar en el mismo plano que las otras religiones, se evita decir (hasta entre
sacerdotes, seminaristas y profesores de seminario) que la Iglesia católica es
la única iglesia, que ella sola posee la verdad, que ella sola es la única
capaz de dar la salvación a los hombres por obra de Jesucristo. Ahora se dice abiertamente: "La (Iglesia
no es más que un fermento espiritual en la sociedad pero al igual que las demás
religiones..., tal vez un poco más que las otras religiones..." En rigor
de verdad se acepta, y no siempre, asignarle una ligera superioridad. En ese
caso la Iglesia sería tan solo útil, ya no sería
necesaria. Constituiría uno de los medios de alcanzar la salvación. Es menester decirlo claramente: semejante concepción se
opone de manera radical al dogma mismo de la iglesia católica. La Iglesia es la única arca de salvación, no
debemos tener miedo de afirmarlo. Muchas veces se habrá oído decir: "Fuera de la
Iglesia no hay salvación" y esto choca a las mentalidades
contemporáneas. Es fácil hacer creer que este principio ya no está en vigor,
que ha quedado superado. Parece un principio de severidad excesiva. Sin embargo
nada ha cambiado, pues nada puede cambiar en este dominio. Nuestro
Señor no fundó varias Iglesias, sino que fundó sólo una. Sólo hay una cruz por
obra de la cual uno puede salvarse y esa cruz le ha sido dada a la Iglesia
católica, no ha sido dada a las demás. Cristo dio todas sus gracias a su
Iglesia que es su esposa mística. Ninguna gracia otorgada al mundo,
ninguna gracia registrada en la historia de la humanidad se distribuye sin
pasar por la Iglesia. ¿Quiere eso decir que ningún protestante, ningún
musulmán, ningún budista, ningún animista se salvará? No, eso no es cierto,
pensarlo es incurrir en un segundo error. Aquellos que protestan contra la
intolerancia al oír la fórmula de san Cipriano "Fuera de la Iglesia no hay
salvación" ignoran el Credo "Reconozco un
solo bautismo para la remisión de los pecados" y no están
suficientemente instruidos sobre lo que es el bautismo. Hay tres maneras de recibirlo: el bautismo por el
agua, el bautismo por la sangre (éste es el bautismo de los mártires que
confesaron su fe cuando todavía eran catecúmenos) y el bautismo de deseo.
El bautismo de deseo puede ser explícito. Muchas veces en África oíamos que uno
de nuestros catecúmenos decía: "Padre mío, bautíceme en seguida pues si
muriera antes de su próximo paso por aquí iría al infierno". Nosotros les
respondíamos: "No, si no tenéis un pecado mortal sobre la conciencia y si
tenéis el deseo del bautismo ya poseéis la gracia en vosotros". Esa es la
doctrina de la Iglesia que reconoce también el bautismo de deseo implícito. Este
bautismo consiste en el acto de hacer la voluntad de Dios. Dios conoce todas
las almas y por consiguiente sabe que en los medios protestantes, musulmanes,
budistas y en toda la humanidad hay almas de buena voluntad. Esas almas reciben
la gracia del bautismo sin saberlo, pero de una manera efectiva y, por lo
tanto, quedan incorporadas a la iglesia. Pero el error consiste en pensar que esas
almas se salvan por su religión; se salvan en su religión, pero no por
esa religión. No
se salvan por obra del islamismo o por obra del sintoísmo. En el cielo
no hay Iglesia budista, ni iglesia protestante. Estas son cosas que pueden
parecer duras, pero así es la verdad. No fui yo quien fundó la Iglesia, fue
Nuestro Señor, el hijo de Dios. Nosotros, los sacerdotes, estamos obligados a
decir la verdad. ¡Pero al precio de qué dificultades llegan a recibir el
bautismo de deseo los hombres de aquellos países en los que no ha penetrado el
cristianismo! El
error es una pantalla que oculta al Espíritu Santo. Por eso la Iglesia
envió siempre misioneros a todos los países del mundo y muchos de ellos
murieron en el martirio. Si se puede encontrar la salvación en cualquier
religión, ¿para qué cruzar los mares e ir a climas insalubres para someterse a
una vida penosa, a la enfermedad y a una muerte prematura? Después del martirio
de san Esteban, el primero que dio su vida por Cristo, motivo por el cual se
celebra su fiesta el día siguiente de Navidad, el 26 de diciembre, los
apóstoles se embarcaron para difundir la buena nueva en toda la cuenca del
Mediterráneo; ¿habrían procedido así si la salvación podía encontrarse también
en el culto de Cibeles o en los misterios de Eleusis? ¿Por
qué Nuestro Señor les habría dicho: "Id a evangelizar las naciones"?
Es pasmoso que hoy algunos pretendan dejar a cada uno el cuidado de encontrar
su camino hacia Dios según las creencias de su "medio cultural". El
obispo dijo a un sacerdote que quería convertir a pequeños musulmanes:
"Pero no, haga de ellos buenos musulmanes, eso será mejor que convertirlos
en católicos". Me han asegurado que los padres de Taizé habían solicitado
antes del concilio hacerse católicos después de abjurar de sus errores. Las autoridades les dijeron entonces: "No, esperen,
después del concilio ustedes serán el puente entre los católicos y los
protestantes". Quienes
dieron semejante respuesta tienen una pesada responsabilidad ante Dios, pues la
gracia se da en un determinado momento y tal vez no siempre ocurre. En la
actualidad los padres de Taizé, que sin duda tienen buenas intenciones,
continúan estando fuera de la Iglesia y siembran la confusión en el espíritu de
los jóvenes que van a verlos. Ya me he referido a las conversiones que cesaron
bruscamente en países como los Estados Unidos donde
se producían alrededor de ciento setenta mil por año, como Gran Bretaña, como
Holanda... El espíritu misionero se ha extinguido porque se ha dado una
mala definición de la Iglesia y a causa de la declaración del concilio sobre la
libertad religiosa de la que ahora tendré que hablar.
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