Artículo 8
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
112. —Como ya se dijo,
el Verbo de Dios es el Hijo de Dios, así como el verbo del hombre es una
concepción de su inteligencia. Pero a veces el hombre tiene un verbo muerto:
así es cuando el hombre piensa lo que debe hacer, pero no hay en él la voluntad de hacerlo; como
cuando el hombre cree y no obra, se dice que su fe está muerta, como
en Santiago 2, 26. Pero el Verbo de Dios está vivo. Hebr 4, 12: "Ciertamente es viva la palabra de Dios";
por lo cual necesariamente Dios tiene en sí voluntad y amor. Por lo cual dice
San Agustín en el libro sobre la Trinidad: "El Verbo del que tratamos de dar una idea es un
conocimiento con amor". Ahora bien, como el Verbo de Dios es el
Hijo de Dios, así el amor de Dios es el Espíritu Santo.
De aquí que el hombre posee al Espíritu Santo cuando ama a Dios. Dice el Apóstol
en Rom 5, 5: "El Amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido
dado".
113. —Pero hubo algunos
que opinando erróneamente acerca del Espíritu Santo, dijeron que es una crea-tura, que es inferior al Padre y al
Hijo y que era el esclavo y el servidor de Dios.
Por lo cual, para rechazar esos errores, se agregaron cinco palabras en otro
símbolo sobre el Espíritu Santo.
114. —Primeramente, que
aun cuando hay otros espíritus, los Ángeles, que sí son
servidores de Dios, según aquello del Apóstol (Hebr I, 14): "Todos ellos son espíritus
servidores"; en cambio, el Espíritu Santo es Señor. Juan 4, 24: "El Espíritu es Dios"; y el
Apóstol, en II Cor 3, 17: "El Señor
es el Espíritu"; por lo cual donde esté el Espíritu del Señor, allí
hay libertad, como se dice en II Cor 3. Y la razón de ello es que hace amar El símbolo
de Nicea-Constantinopla a Dios y quita el amor al mundo. Por lo cual se dice: Creo
"En el
Espíritu Santo, que es Señor".
115. —En segundo lugar,
que la vida del alma consiste en unirse a Dios, porque Dios mismo es la vida
del alma, así como el alma es la vida del cuerpo. Pues bien, el Espíritu Santo une a Dios por amor, porque El mismo es el
amor de Dios, y por eso vivifica. Juan 6, 64: "El Espíritu es el que vivifica". Por
lo cual se dice: "Y vivificante".
116. —En tercer lugar,
que el Espíritu Santo es de la misma substancia con el Padre y el Hijo; porque como el Hijo
es el Verbo del Padre, así el Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo, y
por lo mismo procede del uno y del otro; y así como el Verbo de Dios
es de una misma sustancia con el Padre, así también el Amor con el Padre y con
el Hijo. Por lo cual se dice: "Que procede del Padre y del Hijo".
Luego también por esto consta que no es una criatura.
117. —En cuarto lugar,
que es igual al Padre y al Hijo en cuanto al culto. Juan 4, 23: "Los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad".
Mt 28,
19: "Enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo". Por lo cual se dice: "Que con el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración".
118. —En quinto lugar,
lo que prueba que el Espíritu Santo es igual a Dios es que los Santos Profetas
hablaron por Dios. En efecto, es claro que si el Espíritu no fuese Dios, no se
diría que los Profetas hablaran por Dios.
Pero
San Pedro dice (Epist. II, cap. I, 21) que "santos hombres de Dios han hablado inspirados por el
Espíritu Santo". Isaías 48, 16: "Me envió el Señor Dios y
su Espíritu". Por lo cual aquí se dice: "Que habló por los Profetas".
119. —Con esto se
destruyen dos errores: el error de los Maniqueos, que dijeron que el Antiguo
Testamento no es de Dios, lo cual es falso, porque por los Profetas habló el
Espíritu Santo. Y también el error de Priscila y de Montano, que dijeron que
los Profetas no hablaron por el Espíritu Santo, sino como dementes.
120. —Pues bien, del
Espíritu Santo provienen para nosotros variados frutos.
En
primer lugar, nos purifica de los pecados.
La razón es que a quien hace una cosa le corresponde rehacerla.
Pues
bien, el alma es creada por el Espíritu Santo, porque Dios hace todas las cosas
por El. En efecto, amando su propia bondad es como Dios produce todas las
cosas. Sab II, 25:
"Amas todo lo que existe, y nada de lo que hiciste aborreces".
Dice Dionisio en el cap. 4 de Los Nombres divinos: "El amor de Dios no le permitió permanecer
sin vástago". Es forzoso, pues, que el corazón del hombre
destruido por el pecado sea rehecho por el Espíritu Santo. Salmo 103, 30: "Envía tu Espíritu
y los seres serán creados, y renovarás la faz de la tierra". Ni
es de admirar que el Espíritu purifique, porque todos los pecados se perdonan
por el amor. Luc 7, 47: "Sus muchos pecados le son perdonados porque amo mucho".
Prov 10, 12: "La caridad cubre todos los delitos".
Y
también I Pedro 4, 8: "La caridad cubre la multitud de los pecados".
121. —En segundo lugar, ilumina el entendimiento, porque todo lo que
sabemos, lo hemos aprendido del Espíritu Santo. Juan 14, 26: "Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará
todo, y os recordará todo lo que yo os he dicho".
Y
también I Jn 2, 27: "La Unción os enseñará acerca de todas las
cosas".
122. —En tercer lugar, el Espíritu Santo nos ayuda y de cierta manera nos obliga
a guardar los mandamientos.
En
efecto, nadie puede guardar los mandamientos de Dios si no ama a Dios. Juan 14,
23: "Si alguno me ama guardará mi palabra". Pues bien, el Espíritu
Santo nos hace amar a Dios, por lo cual nos ayuda. Ezeq 36, 26: "Os daré un
corazón nuevo, y en medio de vosotros pondré un espíritu nuevo; y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra; y os daré un corazón de carne; y pondré mi espíritu
en medio de vosotros; y haré que marchéis según mis preceptos, y observaréis
mis leyes y las practicaréis".
123. —En cuarto lugar, confirma la esperanza de la vida eterna, porque El
es como la prenda de su herencia.
Dice
el Apóstol en Efes I, 13-14: "Fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
que es prenda de nuestra herencia". El es, pues, como las arras
de la vida eterna. Y la razón de ello es que la vida eterna le es debida al
hombre en cuanto es hecho hijo de Dios, y viene a serlo haciéndose semejante a
Cristo. Ahora bien, se asemeja uno a Cristo por poseer al Espíritu de Cristo,
que es el Espíritu Santo. Dice el Apóstol en Rom 8, 15-16: "No recibisteis un espíritu de esclavitud
para recaer en el temor, sino que recibisteis el Espíritu de hijos adoptivos,
que nos hace exclamar: Abba, Padre. El Espíritu mismo da testimonio
a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios". Y en Gal 4, 6:
"Porque sois hijos de Dios, Dios ha enviado a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, que clama: Abba, Padre".
124. —En quinto lugar, nos aconseja en nuestras dudas y nos enseña cuál sea la
voluntad de Dios. Apoc 2, 7: "El que tenga oídos, oiga lo que el
Espíritu dice a las Iglesias". Isaías 50, 4: "Lo escucharé como a
Maestro".
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