214.- ¿Por ventura, hermano, haste
salvado? A lo que el difunto respondió: ¡Oh! ¡Maldito sea el día en
que nací! ¡Maldito el día en que mi madre me parió! ¡Y maldito el hombre que le
llevó a mi padre la nueva de que le había nacido un hijo, y no me mató antes de
nacer, para que mi madre fuera mi sepultura, y su vientre mi túmulo sempiterno!
¡Ay de mí, para qué salí a luz! ¡Ay de mí para qué me criaron los pechos de una
ama, como a los demás! ¡Que, a no ser así, ni me hubiera alcanzado la sentencia de muerte eterna que
hoy tengo sobre mí, ni me poseyera este fuego infernal, en que arde contra mí
la sentencia divina!
215.- ¿Qué me preguntas por mi salvación? pregúntame antes por mi
condenación, infeliz, pues por justo juicio de DIOS estoy condenado al infierno,
POR TODO EL ESPACIO DEUNA ETERNIDAD!
216.- ¡Ay, desdichado fraile!,
replicó el anciano, y ¿de dónde te vino tanta desdicha? De
5 rosarios que me dio un amigo y recibí
sin licencia de mi Prelado, con ánimo de repartirlos a mis deudos, y nunca
se los manifesté, para tenerlos lícitamente con su permisión, y menos lo
confesé, por no
parecerme culpa considerable, aunque algunas veces sentía las
reprensiones de mi conciencia, excusando siempre el delito con que la materia
era poca; pero en el juicio de DIOS es gravísimo
cargo el que a los hombres parece pequeño, y muchas veces ninguno, y
llegado a él lo conocí muy a costa mía, y que no era leve la materia, ni de
poca monta el negocio, sino grave y de más importancia que yo juzgaba.
Tanto que por él, y por
no haberlo confesado como debía, remordiéndome tanto la conciencia, fui
condenado al infierno.
217.- Y, para mayor
evidencia de lo que digo, hallarás los rosarios debajo del escaño que está en
el Oratorio. Dicho esto desapareció, dejándole sobremanera triste. Venida la
mañana dio parte al Superior de lo referido, y ambos fueron al Oratorio, y hallaron los 5 rosarios en el lugar señalado, y de valor y
precio bastante para su condenación.
218.- Mírate en este espejo y
considera cuán estrecha y menuda es la cuenta de aquel juicio en que presto te
has de hallar, y qué peligro corre tu alma. Si la de un Religioso
tan observante fue condenada por culpa, a sus ojos poco grave, y mayor que a
los nuestros en los ojos de Dios, que por ventura fue la primera y última que
cometió en su vida, y por no haberla confesado y hecho de ella la penitencia
que debía, la hace ahora
tan rigurosa, como has visto, y hará eternamente en el infierno; mira si
has hecho tú muchos pecados, y mayores que no éste, y, si él se condenó, mejor
lo mereces tú, y si él se halló atajado en la cuenta, mucho más te hallarás tú,
si no hicieres penitencia, confesando enteramente tus pecados.
219.- Atiende al,
remordimiento de tu conciencia y a las aldabas que da DIOS a tu corazon, responde a sus
inspiraciones, y acaba de resolverte en mejorar de vida, si quieres gozar la
eterna, Carga un rato el peso de la consideración en la terribilidad de
aquellas llamas, y en las tremendas cadenas con que está preso en aquellos
obscuros y penosos calabozos, en compañía de los
demonios y condenados, el que vivió en la de tales y tan buenos Religiosos,
y había de reinar con los Ángeles y Santos en el cielo.
220.- Cava en la
acerbidad de aquellas penas; mírale delante de ti gimiendo su desventura,
sin esperanza de alivio, y sin que le valga la buena intención que tuvo de
ayudar en el espíritu a sus parientes; porque no hay excusa para quebrantar
los mandamientos de DIOS,
con cuya infinita misericordia se compadece tan acerba pena, por un pecado
cometido, y no llorado, dilatada por una eternidad sin fin. Y pues te da
a ti el tiempo y ocasión que negó a
este, lógrale tú, haciendo debida penitencia de tus culpas, y
ordenando tu vida de tal suerte, que te halle siempre el Señor
aparejado para darle buena cuenta, y llevarte consigo a la
bienaventuranza de su gloria.
este, lógrale tú, haciendo debida penitencia de tus culpas, y
ordenando tu vida de tal suerte, que te halle siempre el Señor
aparejado para darle buena cuenta, y llevarte consigo a la
bienaventuranza de su gloria.
NI HAY MAS DE UNA GLORIA Y ESTA ES ETERNA
Nota. Después de haber
dedicado casi todo el tema al infierno lo cual nos deja un mal sabor de boca,
hablemos aunque sea un poco del cielo, recordando aquellas palabras del apóstol
san Pablo: “Ni ojo vio, ni oído oyó y ni lengua sabrá explicar los tesoros que
Dios nos tiene preparados en el cielo” Es que difícil cosa es explicar la visión
beatifica que envuelve y penetra a los bienaventurados.
221.- Ni los ojos vieron,
ni los oídos oyeron, ni en corazón de hombre cupo lo que preparó DIOS para los
que le aman. Tan crecido, dice S. Agustín, es aquel premio, que ni los ojos ni
los oídos, ni el corazón humano, son capaces de comprender su grandeza; porque
todo lo visible es corto, y cuanto se oye de aquella gloria es poco, y lo que
se piensa no iguala con su grandeza.
222.- Tal es y tan
soberana, que ni alcanza la imaginación a representarla como es, ni el
entendimiento a conocerla, ni se podrá entender, hasta que desnudos de este
cuerpo mortal tire DIOS la cortina y eleve con la luz de su gloria nuestro
corto caudal a conocer su grandeza.
223.- Hágase mi
ramillete, dice S. Agustín, de todas las cosas gustosas y honrosas que hay en
lo visible, y sacada una quinta esencia de ellas es nada respecto de una sola
gota de la bienaventuranza con que premia DIOS a los suyos.
224.- Conforme a lo cual
dijo S. Gregario aquella sentencia: si consideramos
cuántos y cuáles son los bienes que nos son prometidos en el cielo
despreciaremos por viles cuantos hay en la tierra; porque todo lo terreno
comparado con lo celestial y eterno, por rico, que sea, es nada, y por
deleitoso que parezca es carga, no alivio, nada satisface, nada consuela, todo
lo de acá deja el corazón vacío. En tu gloria, Señor, hay hartura
sin fatiga, y gozo sin temor, satisfacción sin límite, alegría sin tristeza,
descanso sin sobresalto, paz con seguridad, salud sin enfermedad, consuelo sin
lágrimas, vida sin muerte, eternidad sin fin, amor sin dolor, en una palabra:
posesión de DIOS, sin perderle jamás, en que se dice todo. 225.- Porque DIOS es
el Sumo Bien en quien están todas las felicidades juntas, y su vista es la
bienaventuranza, .con que tiene un alma la suma felicidad, semejante en todo a Él:
cuando se manifestare seremos semejantes a DIOS, porque le veremos como es. Más
gloria ha de tener el menor de todos los bienaventurados, que cabe en todo el
mundo junto, y sólo ver y comunicar al menor de todos es de mayor gozo que
poseer todo lo terreno.
226.- Escribe Ludovico
Blosio que, regalando un día DIOS a Santa Mectildis, le dijo: porqué conozcas
más mi piedad te quiero mostrar el menor de mis Bienaventurados. Abrió los ojos
la Santa y vio cerca de sí un varón de inexplicable hermosura, coronado como
Rey, y con tal majestad, que sólo mirarle era de mayor deleite que gozar de
cuanto tiene el mundo.
227.- Preguntóle Santa
Mectildis: ¿quién sois vos, Señor, y cómo llegasteis a tan soberana felicidad?
Yo soy, respondió, el menor de los Cortesanos del cielo. Cuando viví entre los
hombres fui un ladrón, que me ejercité en robar. Más porque obraba por
ignorancia y mal natural heredado de mis padres, la Majestad de DIOS tuvo
piedad de mí, y me dio gracia y lugar de penitencia.
Rematé en ella mi vida, y
después de haber purgado mis pecados por espacio de 100 años en el Purgatorio,
vine a la felicidad que ves, la cual ni puede tener fin, ni tiene comparación.
228.- Pues si tales la
gloria del menor de los Bienaventurados, ¿cuál será la de los mayores? Y
¿cuáles los premios que DIOS tiene apercibidos para los que le temen? Allí,
dice S. Cipriano, cesarán todos los males y serán consumados los bienes. Allí
no habrá frío, ni calor, hambre ni sed; allí habrá hartura que no canse,
satisfacción que no empalague, gozo que llene, consuelo que alegre, compañía
que regocije.
229.- Allí se cumplirán
los deseos, tendrán satisfacción los apetitos, la carne estará deificada, y en
suma concordia con el espíritu. Allí cada sentido tendrá su propio y
cumplidísimo gozo, los ojos viendo cosas tan gloriosas, los oídos oyendo la
música de los Ángeles, el tacto regalado con aquel temple celestial, el olfato
con la suavidad del cielo, el gusto paladeado con aquella dulzura inefable.
230.- Las potencias del
alma tendrán el pasto a satisfacción de su capacidad, entendiendo, cómo es
DIOS, recreándose perpetuamente con su memoria, alegrándose con su vista, y
uniéndose la voluntad con El íntimamente, satisfaciendo en uno todos los
deseos; y esto no por Un día o por una semana, ni por un año o un siglo, SINO
POR UNA ETERNIDAD, para mientras DIOS fuere DIOS.
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