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jueves, 30 de mayo de 2019

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. SAN BUENAVENTURA





Subirá delante de ellos el que les abrirá el camino; así se
dice en Miqueas, c.2.
En estas palabras, el profeta incluye el misterio correspondiente a la solemnidad de este día, considerando dos cosas, de las cuales la primera consiste en la exaltación de la naturaleza humana, a la que se alude cuando se dice: Subirá, y la segunda en la apertura de la puerta del cielo, respecto de lo cual se dice:

Les abrirá el camino.     

1. Viniendo, pues, a lo primero, el profeta dice subirá, advirtiendo que la subida la realiza no sólo Cristo; sino otros con Él, en conformidad con lo que se añade: Delante de ellos. Cristo, en efecto, sube delante de ellos para dirigidos, animarlos, ayudarlas y prepararles aposento. Y así son dirigidos los que deliberan, para que puedan juzgar rectamente; son animados los que emprenden, para que empiecen con decisión; son ayudados los que se ejercitan, para que sean capaces de consumar la obra, y, por último, se prepara aposento a los que perseveran, para que puedan gozar en la bienaventuranza eterna.
Tenemos, pues, que Cristo sube delante de ellos para dirigirlos o mostrarles el camino, como aquí en el texto alegado,
se dice: Subirá delante de ellos el que les abrirá o enseñará el camino. Efectivamente: antes de que Cristo nos precediese, nos eran desconocidos los caminos de la vida; pero El mismo nos hizo conocerlos, enseñándonos la justicia, la misericordia y la verdad, las cuales, al decir de San Agustín en el sermón acerca de la resurrección, son caminos que nos conducen a la vida. Y está escrito en el Éxodo, c.13: El Señor iba delante de ellos para mostrar el camino, de día en columna de nube y de noche en columna de fuego, de suerte que fuese guía del camino en uno y en otro tiempo. Donde advertirás que Cristo fue a la cabeza como quien lleva de noche el cirio delante de los magnates.

Además, Cristo sube delante de ellos para animarlos, en significación de lo cual se dice en el Éxodo, c.33: Si no vienes tú delante, no nos saques de este lugar. Y en verdad, malo era el camino y las aguas del vado profundas, y por eso Cristo se puso delante, como quien los explora. Era preciso, en efecto, pasar por el torrente de los padecimientos, empresa harto peligrosa e insegura. Lo cual hallarás prefigurado en lo que de Judas dijo Timoteo, en el libro primero de los Macabeos, c.5: Si al llegar Judas al torrente le permitimos pasar hasta nosotros, no podríamos resistirle, porque tiene una fuerza incontrastable; y he aquí que, según sigue diciendo el sagrado texto, atravesó Judas el torrente el primero contra los enemigos, y todo el pueblo en pos de él, y los gentiles fueron derrotados.

Además subió delante de ellos para ayudarlos, como suele acontecer con los peregrinos, entre los cuales los más robustos toman la delantera a los demás, y son los primeros que trasponen el foso para tenderles la mano en plan de ayuda. En referencia a lo cual dice el Deuteronomio, c.33: El que sube sobre los cielos es tu protector, Asimismo Oseas, c.11: Yo enseñé a andar a Efraín y le llevé sobre mis brazos, Ni fue otro el modo como Jesús tendió la mano a Pedro cuando empezó a hundirse.

Y, por último, Jesús subió delante de ellos para prepararles morada, como se dice en San Juan, c.14: Vaya prepararos el  lugar, Y en el mismo capítulo a continuación se añade: Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde estoy, estéis también vosotros,-·Consta, por lo tanto, que Cristo subió delante de ellos intentando cuatro finalidades inherentes a su biografía, de las cuales la primera se realizó en su vida, la segunda en su pasión, la tercera en su resurrección y la cuarta en su ascensión. A cuya causa, por razón de lo primero, debemos ser prudentes al elegir; por razón de lo segundo, intrépidos al emprender; por razón de lo tercero, varoniles al proseguir, y, por razón de lo cuarto, codiciosos al consumar, a fin de que, terminados los trabajos, podamos entrar en aquella morada que nos está preparada y donde todos los bienes están a nuestro alcance, como se dice en San Mateo, c.22: Todo está pronto. Debemos, pues, darnos prisa, y máxime al ver cómo se nos abre hoy la puerta y cuán numerosos son los que entran en la fiesta. Y no dejes de recordar aquí a los que iban al banquete. Más porque entre los que llaman a la puerta, no todos consiguen ingresar en el reino tal es la sentencia del Señor en San Mareo, c.7: No todo el que dice: 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos- por eso hemos de procurar ser de manera que se nos conceda el ingreso en pos del Señor, que sube hoy delante de su pueblo abriéndole el camino.-Esforcémonos por ser reconocidos como miembros de su familia o como su pueblo, pues no abandona el Señor su heredad. Y pensemos que uno es reconocido como familiar de un poderoso unas veces por proclamarse partidario suyo, otras por ser portador de sus cartas, otras por asociársele como compañero inseparable y otras, por último, por ir trajeado con vestido de paño idéntico al del poderoso. 
Cuádruple dismembración, donde la primera significa la confesión de fe de los laicos; la segunda, la sabiduría de los clérigos; la tercera, la soledad de los religiosos, y la cuarta, la imitación de los perfectos.

En cuanto a lo primero, debemos decir que algunos son reconocidos por el Señor y recibidos en su morada por pregonarse partidarios suyos, como es de ver en San Lucas, c.12: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Pero has de advertir que muchas veces el que se dice partidario de alguno es desconocido si no va acompañado de la insignia. Y ya se sabe que insignia de la fe son las obras, como se infiere de Santiago, c.2, que dice: ¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras? Que es como si dijera: nada, pues no lleva insignia. A esto se alude en la Carta a Tito cuando se dice: Alardean de conocer a Dios, pero con las obras lo niegan.
Todo lo cual queda aclarado con el ejemplo del clérigo, aquí se preguntó: ¿Dónde están tus obras? En cuanto a lo segundo, debemos decir que algunos son recibidos por ser portadores de las cartas del Señor, sin las cuales no se admiten los clérigos, como consta por Oseas, c.4: Por haber rechazado tú la ciencia, te rechazaré yo el ti del sacerdocio a mi servicio, lo mismo se dice en Baruc, c.4. Consulta acerca de estas cosas la segunda carta a Timoteo, c.3, de quien se dice: Desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras. Y ten presente asimismo el ejemplo sacado de San Jerónimo. Mira, sin embargo, que es necesario que las cartas lleven el sello de la caridad, pues de otra manera no son auténticas, como se infiere del Cantar de los Cantares: Ponme como sello sobre tu corazón, ponme en tu brazo como sello, Donde es de notar el sello, advirtiendo, por otra parte, que no lo llevan los hipócritas, los cuales falsifican la penitencia, Y verás cómo deben sellarse las cartas cuyos portadores son los clérigos.
En cuanto a lo tercero, debemos decir que algunos son recibidos por el Señor por adherírsele como socios y compañeros inseparables, y éstos son los que todo lo dejaron por Cristo, de los cuales se dice en San Lucas, c.22: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas, y yo dispongo del reino en favor vuestro, como mi Padre ha dispuesto de él en favor mío; y San Juan, c.12: Si alguno me sirve, que me siga. Y siguen señalados aquellos de quienes se dice: Ve, vende cuanto tienes, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme; y en Otro lugar: Y donde yo estoy, allí estará también mi servidor.
Y, por último, algunos son recibidos por el Señor porque van vestidos como Él, y éstos son merecedores de mayor honor, y son imitadores de su pasión, cosa que pertenece a los perfectos, en referencia a los cuales se dice en el Apocalipsis, e22: Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar P01' las puertas que dan acceso a la ciudad.-Notamos que todos vamos vestidos con ropas de paño semejante al de Cristo, pero no todos lo llevamos teñido con el color que tiñe a Cristo.-Tenemos, pues, que entran en el reino después de Él, los laicos que le confiesan fielmente, los clérigos que lo predican verazmente, los religiosos que le acompañan perseverantemente y los perfectos que le imitan varonilmente. Concédanos esta gracia el Señor. Amén.



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