soldados templarios en orden de batalla
VI. Belén.
12.
Comenzaremos con Belén, que significa casa del pan, sustento de las almas santas;
en la que primeramente este pan vivo que descendió del cielo se hizo visible después
de que la Virgen le diera luz al mundo. Allí se muestra el pesebre que sirvió a
los piadosos animales, y en este pesebre lo feo que fue producido en el prado
virginal, a fin de que, cuando menos por este medio, reconozca el buey a su
Dueño, y el asno el pesebre su señor. En efecto, toda carne es feo y toda su
gloria es como la flor del feo.
Pero
porque, no comprendiendo el hombre el honor en que fuera creado, fue justamente
comparado a los animales irracionales y hecho semejante a ellos, el Verbo, que
era pan de los ángeles, se hizo manjar de los animales, para que quien dejara
de nutrirse del pan del Verbo tuviera el feo de la carne para comerlo hasta
que, devuelto a su primera dignidad por el Dios hecho hombre y cambiado, por
segunda vez, de bestia en hombre, pudiera decir con San Pablo: Aunque hemos
conocido a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así. Pero no creo
que alguien pueda afirmar verdaderamente a no ser que, como Pedro, escuchara de
boca de la Verdad: Las palabras que os digo son espíritu y vida y la carne no
sirve de nada. Verdaderamente, el que haya encontrado la vida en las palabras
de Cristo no precisa ya de la carne y seguramente del número de bienaventurados
que no vieron y creyeron. Tampoco tiene más necesidad de leche que los niños, y
sólo las bestias necesitan el feo. Pero el que no peca por la boca es un varón perfecto,
capaz de nutrirse con un alimento más sólido y come el pan del Verbo sin ofensa,
aunque con el sudor de su frente. Predica también con seguridad y sin escándalo la
sabiduría de Dios, pero sólo los perfectos, distribuyendo las cosas
espirituales a los espirituales y no proponiendo a Jesús, a Jesús crucificado,
a los niños y a las bestias sino con mucha precaución y según sus capacidades.
Con todo ello, no es más que un mismo manjar lo que, habiendo venido de los
pastos celestiales, rumia la bestia, y come el hombre con suavidad; lo que
nutre a los párvulos y fortifica a los adultos.
VII. Nazaret.
13.
Veamos ahora Nazaret, que significa flor, donde el Dios niño que naciera en Belén
fue creciendo como un fruto en la flor para que el olor de esta flor precediese
al sabor del paladar y su santo licor pasase de la nariz de los profetas a las
bocas de los apóstoles; lo cual, contentándose los judíos con sentir su
fragancia muy ligeramente, se sacia por entero a los cristianos con las
excelencias de su gusto. De hecho, Natanael percibiera que el olor de esta flor
era mil veces más suave que los más excelentes aromas, lo que le hacía decir:
¿Es posible que de Nazaret pueda venir cosa buena? Pero insatisfecho con sentir
sólo el perfume, siguió a Felipe que le respondiera: Ven y lo verás. De manera
que, embriagado de este perfume maravillosamente agradable y por el atractivo,
apasionado por el sabor, buscó, siendo ella misma su guía, llegar cuanto antes al
gozo del fruto, deseando experimentar con más abundancia lo que no sintiera
sino de paso y gustar en persona lo que en otro tiempo no había olido más que
superficialmente. Veamos aún si el buen olfato de Isaac no nos quiso vaticinar
algo semejante después de sentir la fragancia de los vestidos de Jacob. La
Escritura lo narra así: En cuanto percibió el aroma de su traje (de Jacob sin
duda), Fijaos, exclamó, el aroma de mi hijo es como el de un campo fértil
bendecido por el Señor. Sintió la fragancia del vestido, pero no reconoció a la
persona que lo llevaba y, complaciéndose en la fragancia que salía de este vestido,
como si fuera de una flor muy olorosa, no saboreó la dulzura del fruto interior
al quedar privado a un tiempo del conocimiento del misterio y de su hijo
adoptivo. ¿Qué significado tiene esto? El vestido del espíritu es la letra y la
carne del Verbo. Los judíos no conocen aún ahora el Verbo en la carne ni la
divinidad en el hombre, ni pudieron hasta el presente descubrir el sentido
espiritual que está encerrado bajo el velo de la letra. Y, palpando por el
exterior el pellejo del cabrito que les pareció lo del Hijo mayor, es decir,
del primer y antiguo pecador, no pudieron llegar aún al conocimiento de la verdad
desnuda. Ciertamente, aquel que venía al mundo para deshacer el pecado, y no para
cometerlo, no se hizo visible en la carne de pecado; para que, como Él mismo ha
explicado, aquellos que no ven, vean, y los que ven, caigan en la ceguera.
Engañado el profeta por esta similitud y estando ciego aún hoy en día, da su
bendición a aquel que no conoce cuando no reconoce por los milagros a lo que
las Escrituras Santas les descubren; y, tocándolo con sus propias manos,
atándolo, azotándolo,
y abofeteándolo, permanece en la ignorancia aún cuando haya resucitado. En
efecto, si lo hubieran conocido, no habrían crucificado jamás al Señor de la
gloria.. Pero discurramos ahora brevemente por los demás lugares santos y, ya
que no podemos visitarlos todos, visitemos algunos, hablando sucintamente de
los más considerables e insignes, puesto que no estamos en disposición de
admirarlos a cada uno en particular
VIII.
El monte de los Olivos y el valle de Josafat.
14. Se
sube al monte de los Olivos y se desciende al valle de Josafat a fin de que penséis
de tal manera en las riquezas de la divina misericordia, que no perdáis la memoria
de los rigores del juicio de Dios. Porque, si bien Dios está dispuesto a perdonar,
por la grandeza infinita de su clemencia, sus juicios, con todo ello, son una abismo
infinitamente profundo, que nos debe hacer conocer que es extremadamente terrible
en los designios que tiene sobre los hijos de los hombres. El propio David nos señala
al monte de los Olivos cuando dice: Salvarás a los hombres y a los animales, Señor,
lo mismo que multiplicaste tu misericordia, Dios, y alude en el mismo salmo al valle
del juicio universal en estos términos: El pie de la soberbia no venga hasta
mí; y la mano del pecador no me mueva. Y confiesa que tiene un extremo horror a
este precipicio cuando habla de este modo en otro salmo, rezando: Traspasa mi
carne tu temor; pues estoy espantado ante la idea de tus juicios. El soberbio
se despeña y destroza en este valle; pero el humilde desciende a él y no corre
peligro. El soberbio busca excusas a su pecado, y el humilde se acusa de él,
sabiendo que Dios no juzga dos veces una misma cosa y que, si nos juzgáramos a
nosotros mismos, no seremos.
15.
Además, no teniendo conciencia el soberbio del terrible que es caer en manos de
Dios vivo, busca fácilmente palabras de maldad para alegar excusas en sus pecados.
Y, en verdad, es una extrema maldad no tener lástima de ti mismo, rechazar la confesión,
el único remedio que te queda después del pecado, y cerrar el fuego en tu seno
en vez de sacudirlo de allí, sin querer prestar atención al consejo del sabio,
que te está diciendo: Ten misericordia de tu alma y complace a Dios. ¿Cómo
aquél que es malo para sí mismo puede ser bueno para otro? Ahora el mundo va a
ser juzgado; ahora el príncipe de este mundo va a ser expulsado fuera, es
decir, fuera de tu corazón, si es que, humillándote, te juzgas a ti mismo. El
juicio del cielo se hará cuando el cielo mismo sea llamado desde lo alto y la
tierra desde lo bajo para hacer la separación de su pueblo.
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