En entrevista publicada en
el diario español El Mundo, el coordinador de la Unión
Europea para la lucha antiterrorista, Gilles de Kerchove d’Ousselghem, revela
que sus servicios estiman que hay actualmente un mínimo de
50 000 personas «radicalizadas» en los países miembros de la
UE.
Kerchove subraya que sólo
se clasifican como «radicalizados» los individuos de los que
se piensa que pudieran llegar a cometer actos de terrorismo.
Sin embargo, la cifra de 50
000 pudiera ser inferior a la realidad ya que todos los países
miembros de la Unión Europea no clasifican a los sospechosos de la misma
manera.
«El Reino Unido ha
identificado entre 20 000 y 35 000 radicalizados. De ellos,
3 000 son considerados inquietantes por el MI5 y 500 son objeto de una
vigilancia policial particular y constante. Los franceses, por
su parte, tienen una lista de 17 000 radicalizados, según sus propios
criterios y normas», explica Kerchove.
Esas cifras sólo tienen
en cuenta las personas presentes en el territorio de la Unión
Europea. Pero habría que agregar los ciudadanos de la Unión Europea que se
han ido a participar en la “yihad” en el Levante y que pudieran regresar a sus
países en cualquier momento. El hecho es que, a pesar de las
declaraciones de algunos políticos, no existen cifras confiables
al respecto.
Resulta evidentemente
imposible mantener bajo vigilancia a todos los individuos «radicalizados»
en territorio de la Unión Europea y prevenir toda posibilidad de atentado.
«Vamos a tener ataques como el de Barcelona durante
décadas»
PABLO
R. SUANZES BRUSELAS Tras los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, la
Unión Europea creó el puesto de coordinador de la lucha contra el terrorismo.
En 2007, Javier Solana nombró a Gilles de Kerchove (Bruselas, 1956), que cumple
en unos días una década en el cargo. En contacto permanece con gobiernos,
servicios de seguridad y expertos de todo el continente, de Kerchove es
realista. Entiende que atentados como los de Barcelona se repetirán durante
décadas, que no se pueden evitar todas las matanzas. Pero también está seguro
de que las democracias son sólidas y los asesinos no destruirán la convivencia.
Pregunta.– Desde 2004, España ha sido el ejemplo de cómo combatir el yihadismo.
¿Qué lecciones saca del 17-A? Respuesta.– Es pronto para extraer conclusiones
definitivas, pero sabemos que necesitamos mucho más esfuerzo en prevención.
¿Por qué 12 jovencísimos chavales, con nacionalidad española o viviendo allí
toda la vida, causaron la masacre sin ningún signo claro de radicalismo que
fuera detectado? Tenemos que ver qué podemos hacer en internet y contra la
radicalización en las cárceles. Cómo detectar las primeras señales por débiles
que sean. P.– Un fanático con un ordenador y un cuchillo no es lo mismo que una
célula con líder, planes y explosivos. R.– Lograron preparar los ataques bajo
el radar. Los yihadistas cada vez usan más la taqiyya, el disimulo para pasar
desapercibidos. Hay que mejorar en la parte humana y la digital. Los servicios
europeos cada vez usan más análisis de big data para prevenir cambios de
comportamiento, pero no basta. P.– Los patrones han cambiado desde Charlie
Hebdo. R.– Vamos a sufrir más ataques. La mayoría, salvo Bruselas y París, no
fueron dirigidos desde Raqqa, sino inspirados, por decirlo así. Y después
Estado Islámico reclama la autoría. La propaganda de la organización ya no pide
tanto a la gente que vaya al Califato sino que ataque en sus lugares de
residencia, incluso a pequeña escala con armas caseras. P.– ¿Eso es una pequeña
victoria? R.– Sí, es una buena noticia en una historia triste. El hecho de que
no fueran capaces de hacer explosivos ni de conseguir armas automáticas nos
dice que quizás, con un gran interrogante, las medidas de los últimos años han
tenido impacto. P.– ¿Se podría tener una lista europea clara de sospechosos
como el imam Es Satty? R.– Al determinar cuándo alguien radical pasa a ser
terrorista se cae en una zona gris. Ser radical no es un delito. Ser ortodoxo,
agresivo hacia Occidente en tu retórica, no es un crimen. Hay que seleccionar
quiénes son realmente preocupantes y los más peligrosos deben o deberían ser
monitorizados 24 horas al día siete días por semana. P.– Pero no puedes
seguirlos siempre a todos. R.– Es imposible y no sería útil. Reino Unido tiene
identificados de 20.000 a 35.000 radicales. De esos, 3.000 son preocupantes
para el MI5, y de ellos 500 están bajo atención especial y constante. Cuando
los franceses hacen su lista de 17.000 radicales, usan sus propios criterios y
estándares. En el Sistema de Información de Schengen hay una alerta, pero me
temo que no todos los países usan el mismo sistema para catalogar. La respuesta
a lo ocurrido en Barcelona debería ser alinear los criterios cuando sea
posible. P.– ¿Hizo España un buen trabajo contra el terrorismo? R.– En lo que
respecta a ETA es más que obvio, nadie puede discutirlo. España ha tenido un
comportamiento impresionante. La sociedad española ha mostrado una resistencia
asombrosa. Sin compromisos, manteniendo sus valores, destacando la importancia
de las víctimas. Mejorando la forma en la que la Policía, la Guardia Civil y
los servicios secretos trabajan conjuntamente. En el terrorismo yihadista, lo
mismo. Si contra ETA se establecieron lazos fuertes con Francia, contra el
yihadismo la cooperación con los marroquíes es crítica. Sin duda, la Policía
española es un ejemplo impresionante. En términos de resistencia, me impresionó
la reacción de la gente en Barcelona. Resistiendo lo que el terrorismo busca,
que es dividir comunidades y provocar relaciones antagónicas. El abrazo del
padre del niño asesinado y el imam es 1.000 veces más fuerte que cualquier
programa contra el extremismo que podamos concebir en Bruselas. P.– Ha habido
acusaciones mutuas sobre el acceso a datos entre diferentes cuerpos de Policía.
R.– Vengo de un país que ha intentado transformarse en un Estado Federal y
entiendo cuán sensible es este tema, pero como quiero conservar mi trabajo
mejor no debería entrar. Lo primero porque no sé qué ocurrió exactamente. P.–
En el resto del continente ese tipo de información sobre radicales o
yihadistas, ¿se mantiene a nivel nacional, se comparte a nivel regional? R.– La
mejor herramienta que tenemos, además de Europol, es el Sistema de Información
de Schengen, y es una muy descentralizada. Los policías que patrullan por la
calle pueden acceder desde su coche. La tecnología nos permite minimizar las
especificidades de la estructura de un estado. Nunca había visto en Europa
dudas sobre esto. Los Estados miembros son responsables de su organización
interna y nunca he tenido que mirar esos datos. P.– ¿Los bolardos o el
despliegue de soldados los ve como una concesión o como adaptación a las nuevas
amenazas? R.– Hay que trabajar más la protección de los blancos fáciles. No soy
nadie para dar consejos a la alcaldesa de Barcelona sobre cómo proteger sus
calles, pero recientemente ha habido varios encuentros de expertos y sus
conclusiones son que los dispositivos de detención, como los bolardos, el
rediseño de las calles peatonales, son necesarios. Hay un efecto claro de
imitación en el terrorismo y parece claro que volverá a pasar algo como lo de
Barcelona. P.– ¿Tiene cifras de cuántos radicales y yihadistas están
identificados en Europa? R.– Hace tres lustros era sencillo identificar a
alguien radicalizado. Ahora, los más fanáticos disimulan sus convicciones. No
tenemos cifras exactas, pero no es difí- cil hacer cálculos aproximados. Reino
Unido tiene 25.000. Francia 17.000. España muchos menos, pero más de 5.000,
supongo. En Bélgica, unos 2.000 o más. No me aventuraría a una cifra concreta,
pero decenas de miles, más de 50.000. P.– Pero sí hay datos de los europeos que
se han ido a Siria o Irak y los que han regresado. R.– La cifra de foreign
fighters está en torno a 5.000. De ellos, un tercio ha regresado y algo menos
de un tercio han muerto. P.– ¿Estamos ante la israelización de Europa? R.– No
lo sé. In tempore non suspecto dije que íbamos a tener una ola de ataques por
la desintegración del Califato. En España se han arrestado 51 yihadistas en lo
que va de año. En 2016, 69. Estamos constantemente desintegrando células.
Jonathan Evans, ex jefe del MI5 dijo recientemente que llevamos dos décadas y
su predicción es que quedan otras tantas. P.– ¿Comparte la visión? R.– Sí, creo
que es un problema generacional. Llevará tiempo, décadas, no va a resolverse en
meses. P.– Si las medidas han hecho más difícil el uso de explosivos o la
compra de armas, ¿los acuchillamientos son el último recurso? R.– Diría que no.
No hay casos de ciberterrorismo en el sentido de penetrar en los sistemas de
centrales nucleares, presas o espacio aéreo, pero no me sorprendería que en los
próximos cinco años pasara.
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