El fin
de la guerra contra Siria se acerca sin que los anglosajones hayan podido
completar ninguno de los objetivos que se habían trazado. La Hermandad
Musulmana no sólo fracasó con las primaveras árabes sino que hoy aparece como
perdedora en todos los países de la región, con excepción de Qatar y Turquía.
Como país, Siria ha sufrido una destrucción tremenda pero la sociedad siria y
su modelo multiconfesional han resistido. Y todo indica que por fin se va a
restablecer la «ruta de la seda». En cuanto a Israel y Turquía, esos dos países
parecen estar a punto de lograr sacar las castañas del fuego y beneficiarse, a
su manera, con la agresión contra Siria.
odos
preveían que la crisis surgida entre Arabia Saudita y Qatar facilitaría el
resurgimiento del eje Riad-Damasco-El Cairo, que dominó la vida política del
mundo árabe hasta el inicio de las «primaveras árabes». Pero no ha sido así.
Es
posible que el príncipe Mohammed ben Salman conserve aún la esperanza de lograr
la victoria en Yemen y que por eso crea inútil intentar un acercamiento a
Siria. También es posible que los sauditas, que en el pasado encabezaron la
rebelión árabe contra los otomanos, consideren que hoy resulta demasiado
peligroso ponerse del lado de Siria, en contra de Turquía. Lo cierto es que la
semana pasada, en las negociaciones de Crans-Montana, la ONU, el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea de hecho respaldaron la
ocupación militar turca en el norte de Chipre, a pesar de ser esta totalmente
ilegal. Aunque en Occidente se ha puesto de moda criticar la dictadura de
Erdogan, es evidente que la OTAN apoya sin reservas el despliegue militar turco
en Chipre, en Siria y en Qatar.
Según
la sabiduría popular, «a la Naturaleza le horroriza el vacío» y parece ser
cierto porque fue Qatar el que acabó por ponerse en contacto con Damasco. Para
el presidente sirio Bachar al Assad, el acercamiento de Qatar es menos
importante que si hubiese sido Arabia Saudita… pero aún así es un logro porque
siempre será un Estado menos en contra de Siria, cuando en realidad en este
momento ya sólo se mantienen en guerra contra Siria –además de algunas
transnacionales estadounidenses– el Reino Unido, Turquía e Israel.
El
encuentro del 7 de julio de 2017, en la cumbre del G20 realizada en Hamburgo,
entre los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump parece haber cambiado
muchas cosas. La reunión entre Trump y Putin, que debía durar sólo media hora,
finalmente duró 4 veces ese tiempo, obligando a los demás jefes de Estado y de
gobierno a esperar a que Putin y Trump terminaran su conversación. Todavía no
se conocen las decisiones que tomaron los dos presidentes y sus respectivos
ministros de Relaciones Exteriores… pero sí se sabe lo que negociaron.
Israel,
Egipto y los Emiratos Árabes Unidos han propuesto poner fin a la guerra contra
Siria, lo cual corrobora la victoria de Tel Aviv sobre la resistencia
palestina. Esta última se ve actualmente dividida entre al Fatah, que gobierna
Ramalah, y el Hamas, al mando en Gaza.
Pero
al Fatah, hoy encabezado por Mahmud Abbas, ha ido hundiéndose en la corrupción
y está colaborando abiertamente con Israel, mientras que el Hamas, creado por
la Hermandad Musulmana, con la bendición inicial de los servicios secretos
israelíes para debilitar a al-Fatah, se ha desacreditado, primeramente por sus
actos de terrorismo contra los civiles, así como por su increíble
comportamiento en la guerra contra Siria. De hecho, sólo Turquía e Irán
mantienen su apoyo al Hamas, ahora rechazado por todos los demas Estados.
Sin
ningún pudor, el Hamas, que ya en 2012 se alió a los servicios secretos
israelíes y a al-Qaeda para masacrar a los dirigentes del Frente Popular para
la Liberación de Palestina (FPLP) en el campamento palestino de Yarmuk, en
Damasco, ha implorado nuevamente el perdón de Tel Aviv.
Es ese
el origen del increíble plan que consiste en reunir a las dos principales
facciones palestinas, quitar el mando al viejo Mahmud Abbas –de 82 años–,
reconocer un Estado palestino títere y ponerlo bajo la dirección… del general
Mohammed Dahlan.
Mohammed
Dahlan, es el líder de al-Fatah que se convirtió secretamente en agente de
Israel, luchó contra el Hamas de forma salvaje y luego envenenó a Yasser
Arafat. Al ser descubierto, Dahlan fue excluido de al-Fatah, huyó a Montenegro
y la justicia palestina lo condenó en ausencia. Durante los últimos años,
Dahlan residió en los Emiratos Árabes Unidos, donde administraba una fortuna de
120 millones de dólares malversados de los fondos de la Autoridad Palestina. En
Gaza, ahora lo recibirían sus enemigos históricos miembros del Hamas, como
Yahya Sinwar, el nuevo «primer ministro» de esa organización, un amigo de la
infancia del propio Dhalan. Olvidando el pasado, el Hamas pondría a Dhalan,
para empezar, a la cabeza de la lucha contra el Ejército del Islam, la rama palestina
del Emirato Islámico (Daesh).
Si
realmente llega a ponerse en práctica, ese plan marcaría la liquidación
definitiva de la resistencia palestina, al cabo de 70 años de lucha.
Es en
ese contexto que tenemos que ver el anuncio del acuerdo entre Putin y Trump
sobre 3 regiones del sur de Siria. Se autorizaría en ellas el despliegue de
tropas estadounidenses, supuestamente para mantener la paz, pero sería en
realidad para crear una zona desmilitarizada entre el Golán sirio y el resto
del país. Las tropas iraníes no estarían autorizadas a acercarse a Israel. De
esa manera, el Golán, territorio sirio que Israel ocupa ilegalmente desde hace
40 años, sería considerado de hecho, y aunque nadie pronuncie esa palabra, como
territorio anexado por la potencia ocupante. En octubre de 2018, se eligirían
allí los consejos locales de las poblaciones, según la legislación de Israel.
Rusia no se opondría… a cambio de que Estados Unidos olvide su actual obsesión
con la cuestión de Crimea.
En el
resto de Siria podría concluirse la paz, exceptuando la franja que los kurdos
han arrebatado al Emirato Islámico y la que ocupan los turcos. Washington y
Moscú permitirían que los turcos ajustaran cuentas a los kurdos, lo cual
implica que estos últimos serían masacrados. Sucedería entonces exactamente lo
mismo que cuando Henry Kissinger apoyó a los kurdos iraquíes contra Saddam
Hussein… para acabar abandonándolos de la noche a la mañana, echando por tierra
el sueño de creación de un Kurdistán. En definitiva, el ejército turco mantendría
la ocupación de la región siria de Al-Bab, como ya ocupa el norte de Chipre y
la región de Baachiqa en Irak.
Palestinos
y kurdos pagarían así el error de haber luchado por obtener territorios que
están fuera de sus tierras históricas –en Jordania y en Líbano, en vez de
Palestina, y en Irak y Siria, en vez del Kurdistán.
Israel
y Turquía serían así los dos únicos países en sacar alguna ganancia de los 6
años de guerra contra el pueblo sirio.
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