LAS ALEGRIAS DEL PURGATORIO
El
Purgatorio es una admirable lucha de amor entre Dios y el alma que o puede ser ni dura ni despiadada. Quién purifica con el dolor, por el amor encuentra
la manera de atenuar lo más que pueda los sufrimientos que purifiquen; quien es
purificado sufre, pero el amor que lo liga a quién lo purifica le vuelve
aceptable los dolores. El cirujano que cura, busca cualquier medio para atenuar
el dolor, y quien sufre encuentra alivio en saber que aquellos dolores son para
sanar y los soporta pacientemente. No hay porque extrañarse al afirmar que en
el Purgatorio hay también alegría, consuelo y alivio. En esto se ve el amor de
Dios por las almas que se purifican, y el amor de las almas que anhelando
purificarse, contemplan amorosamente la armonía entre la justicia y la misericordia
divina. Ellas quieren sufrir, en una exigencia de su mismo amor que las empuja
hacia Dios; pero en el mismo dolor sienten la caricia de Dios, que no puede
ahorrarles esta purificación que las hará felices en la eterna gloria, pero de
todos modos, las conforta y alivia; como cuando la mamá besa y acaricia a su
hijo que sufre una operación. Si Dios llora sobre las almas condenadas que
voluntariamente y con odio implacable se separan de Él, ¿Cómo no se conmoverán
por aquellas que lo aman y lo desean? Estamos demasiado acostumbrados a considerar
a Dios como un severo Juez y separamos su justicia de su misericordia, mientras
que en Él son una sola cosa: la justicia y la paz se han abrazado. (Salmo) La
primera alegría de las almas purgantes es la de sentirse confirmadas en gracia
y por lo tanto, seguras de su eterna salvación en la feliz impotencia de no
poder pecar más. Es así que el gran santo mariano Luis de Montfort, dijo antes
de morir: “por lo menos ya no pecaré más”. Es una alegría que difícilmente
podemos valorar, porque vivimos sin pensar en los riesgos de nuestra salvación
eterna. Es un hecho comprobado en muchas revelaciones y en muchos hechos históricos
que las almas, prefieren permanecer en las penas del Purgatorio con la certeza
de ser salvadas, antes de volver a la tierra en la incertidumbre. Los muertos
resucitados milagrosamente por los Santos, siempre recaer en la muerte y volver
al Purgatorio.
San Estanislao
En
confirmación de lo que aseguramos, citamos el célebre hecho acontecido en 1070.
San Estanislao, Obispo de Cracovia, era perseguido por el impío príncipe Boleslao,
y este, entre otras infamias hechas contra él, logró excitar a los herederos de
un tal Pedro Miles, que había muerto tres años antes, dejando una de sus
tierras a la iglesia. Sus herederos seguros de la protección del rey, intentaron
un juicio al santo y sobornando e intimidando a los testigos, obtuvieron que el
santo obispo fuera condenado a devolver el terreno. Estanislao viendo la falta
de justicia de los hombres, apeló con fe a la de Dios, y fue suspendida la
audiencia y la condena, prometiendo que haría compadecer al difunto testador
como testigo, que hacía ya tres años que estaba sepultado en su tumba. Su
proposición fue aceptada tras mordaces burlas porque la encontraban absurda. Después
de tres días de ayuno y plegarias, el obispo se reunió con el clero y con el
pueblo sobre la tumba de Pedro Miles y ordenó que la abrieran. Pero, encontraron,
como era de prever solo unos pocos huesos entre un montón de cenizas. Los
enemigos del santo se alegraron seguros de su victoria. Cuando he aquí que el
obispo ordena a aquellos huesos de resucitar en nombre de Jesús, Resurrección y
Vida. A aquel mandato, los huesos a la vista de todos, se acercaron, se
juntaron y se cubrieron de carne; y el muerto saliendo de su tumba, y ante todo
el pueblo anonadado, se dirigió a Boleslao certificando la verdad de la
donación hecha. Después, San Estanislao, le preguntó si quería volver a su
tumba o si quería vivir algunos años más sobre la tierra, pero el muerto
resucitado le respondió, que si bien por los muchos pecados que había cometido
se encontraba en el Purgatorio entre atroces penas, prefería volver antes que
vivir en la tierra en la incertidumbre de salvarse. Sólo imploró al obispo
rezos y sufragios para ser liberado de sus penas. Conducido en procesión a la
sepultura y bendecido por el obispo, se recostó y volvió a su anterior estado. Es
un hecho histórico, testimoniado por miles de testigos. Como anteriormente se
anotó, estos episodios no son de fe, ni la fe está basada en tales hechos,
pero, son una confirmación de lo que creemos. La segunda alegría que
experimentan las almas del Purgatorio es aquella de su propia expiación. Amando a Dios de manera perfecta, y anhelándolo, están
inmensamente adoloridas por haberlo ofendido y desean reparar y expiar. Si
sobre la tierra las almas verdaderamente arrepentidas de sus pecados sienten
necesidad de agregar a las penitencias sacramentales, penitencias rigurosas,
disciplina, ayunos e incomodidades de cualquier tipo y gozan íntimamente en el
espíritu porque sufren por amor, las almas purgantes, que tienen la percepción
clarísima de sus culpas más pequeñas con mayor razón gozan.
Santa Catalina de Génova
Santa
Catalina de Génova tuvo especiales revelaciones sobre las alegrías del Purgatorio,
dice: “yo veo aquellas almas quedarse con gusto en las penas del Purgatorio por
dos motivos: Primero, por apreciar la misericordia de Dios porque comprenden
que si su bondad no atenuara la justicia con la misericordia, satisfaciéndola
con la preciosa sangre de Jesucristo, un solo pecado merecería mil infiernos”. Ellas
en efecto, perciben con una luz especial la grandeza y santidad de Dios y sufriendo,
gozan adorando su grandeza y su santidad. Su alegría es como aquella de los
mártires que sufrían por testimoniar al Dios vivo, pero la supera en grado
eminente. El otro motivo de alegría es la expiación, dice la Santa, es para las
almas verse en la voluntad de Dios, admirar lo que es el amor y la misericordia
divina obrando en ellas. Estas dos percepciones, Dios las imprime en sus mentes
en un instante y cuando ellas están en gracia, lo comprenden y lo entienden según
la propia capacidad, dándoles gran alegría. Esta alegría después va creciendo
en ellas entre más se acercan a Dios. La más pequeña intuición que se puede
tener de Dios, excede cualquier pena y cualquier gozo que el hombre pueda
imaginar. Por esto las almas purgantes aceptan con alegría las penas que
purificándolas las acercan más a Dios, y ven disminuir poco a poco el obstáculo
que les impide acercársele y poder gozarlo. La tercera alegría de las almas
purgantes es el consuelo del amor, porque el amor hace fácil cualquier cosa. Cuando
se ama, dice San Agustín no se sufre o se ama el sufrimiento. Las almas
purgantes están en un mar de amor porque el Purgatorio es una lucha de amor.
Sí, es el mismo amor que hace sufrir las almas, pero la pena es templada por el
amor, más de lo que atenuó, para San Lorenzo el tormento de ser asado vivo
sobre una fogata. Los carbones, exclamaba, son para mí como rosas, ardía tanto
que le hacía decir al tirano: ya estoy cocido por un lado, déme vuelta del otro
lado
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