10 DE DICIEMBRE
TERCER DIA DE LA
OCTAVA DE LA
INMACULADA CONCEPCION
INMACULADA CONCEPCION
Contemplemos a la
castísima María visitada por el Ángel Gabriel, al concebir en sus purísimas
entrañas al Creador del mundo y Redentor del género humano. Pero para mejor
gustar el fruto de tan inefable Misterio, escuchemos al seráfico San
Buenaventura, quien en sus sabrosísimas Meditaciones sobre la vida de
Nuestro Señor, nos cuenta con unción inimitable las sublimes escenas del Evangelio,
a las que parece haberle hecho asistir el Espíritu Santo. "Cuando llegó la
plenitud de los tiempos en que la Santísima Trinidad había determinado salvar
al género humano, del cual se había perdidamente encariñado mediante la
Encarnación del Verbo, cuando la Bienaventurada Virgen María volvió a Nazaret,
Dios Omnipotente, movido por su misericordia, y oyendo las apremiantes súplicas
del Espíritu Santo, llamó al Ángel Gabriel y le dijo: "Vete a buscar a
nuestra amadísima hija María, desposada con José, para mi más querida que todas
las criaturas, y dila que mi Hijo se ha prendado de su belleza y la ha escogido
por Madre, y ruégala que acepte con alegría, pues he determinado obrar por su
medio la redención del género humano, y quiero olvidar las injurias recibidas.
Levantóse Gabriel, alegre y presuroso, y bajando de las alturas, disfrazado de
humana apariencia, en un momento presentóse ante la Virgen María en la alcoba
de su casita. Pero no fué tan rápida su bajada que no acudiese Dios antes; allí
encontró a la Santísima Trinidad, que se había anticipado a su embajada. Ya
ante la Virgen María, la dijo Gabriel, su fiel Paraninfo: "Dios te
salve, llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas
las mujeres." Pero ella turbada, nada respondió: no por una turbación
culpable, ni por la visión del Angel, a la que ya debía estar habituada; sino, como
parece indicar el Evangelio, por la novedad del saludo, pues no acostumbraba a recibirlos
de aquel estilo. Ahora bien, como en aquel saludo, se la felicitaba por tres
cosas, no podía dejar de turbarse la humilde señora. Comenzó a temer y a pensar
si todo aquello sería verdad: no porque creyese al Ángel capaz de engañarla; sino
porque es propio de los humildes no examinar sus virtudes, sino considerar sus
defectos para poder siempre sacar provecho, juzgando pequeñas sus grandes
virtudes, y dando mucha importancia a sus más insignificantes defectos. Así
pues, como mujer prudente y avisada, nada respondió Nuestra Señora. En realidad
¿qué iba a responder? Aprende tú también a guardar silencio y amar el
recogimiento, que son virtudes muy útiles y elevadas. Dos veces escuchó, antes de
responder; abominable cosa es para una virgen, ser habladora. Así pues,
conociendo el Ángel el motivo de sus dudas, dijo: "No temas María, no te
sonrojen mis alabanzas, porque son verdaderas, pues no sólo eres llena de gracia, sino que la has hallado y alcanzado también para
todo el género humano. Porque, he aquí que concebirás y darás a luz al Hijo del
Altísimo. El que te eligió por Madre, salvará a todos los pueblos que esperen en
El." Entonces respondió ella, aunque sin confesar ni negar todavía la
verdad de tales felicitaciones: había aún un punto sobre el que quería asegurarse,
el relativo a su virginidad, que amaba por encima de todo y temía perder; por eso,
preguntó al Ángel la manera cómo se había de realizar tal concepción, diciendo:
"¿Cómo se hará eso, pues he hecho voto firme de virginidad ante el Señor,
para no conocer a varón durante mi vida?" Y el Ángel contestó: "El
Espíritu Santo realizará esa obra, cubriéndote de singular manera; por su
virtud concebirás sin detrimento de tu virginidad; por eso tu hijo será llamado
Hijo de Dios; porque nada hay para El imposible. Y he aquí que tu prima Isabel,
a pesar de su esterilidad y de sus muchos años, hace ya seis meses que concibió
un hijo por virtud divina. Considera ahora y medita en la Trinidad allí presente
en espera de la respuesta, y del consentimiento de aquella Hija suya sin igual;
considera a la Trinidad que contempla con amor y complacencia su modestia, sus
modales y palabras. Mira a Gabriel, inclinado con respeto ante su Señora, con
el rostro tranquilo y sereno, observando atentamente las palabras de su
queridísima Reina; para poderla responder adecuadamente y cumplir la voluntad
del Señor en aquella maravillosa obra. Considera la tímida y humilde actitud de
Nuestra Señora, su rostro cubierto de pudor, al ser así saludada por el Ángel
de improviso. Las palabras de este no le producen vanidad, ni orgullo. Más
bien, al oír decir de sí cosas que nunca jamás fueron dichas de nadie, atribúyelo todo a la
gracia divina. Aprende, pues, a ser modesto y humilde como ella, pues, sin eso poco
valor tiene la virginidad. Regocijase la prudentísima Virgen y da su
consentimiento a las palabras oídas de labios del Ángel. Entonces, según
refieren sus Revelaciones, se puso de rodillas, y con las manos juntas y en actitud
de profunda adoración dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi
según tu palabra." Y el Hijo de Dios entró de lleno e inmediatamente en el
seno de la Virgen, y tomó en ella carne, sin dejar por eso el seno de su Padre.
Púsose luego Gabriel de rodillas junto a su Reina y Señora; levantóse poco
después con ella, inclinóse hasta el suelo, dijóle adiós, y desapareció; de
vuelta a su patria contó todo lo que le había sucedido; nueva alegría allá
arriba, nueva fiesta, regocijo sin precedentes. Por su parte la Señora,
enardecida y abrasada en llamas de amor de Dios de manera extraordinaria, y
dándose cuenta de haber concebido, dió gracias de rodillas por tan excelso
beneficio, suplicando devota y humildemente al mismo Dios y Señor, se dignase
iluminarla, de suerte que pudiera realizar puntualmente todos sus deberes para
con su hijo." Así se expresa el Doctor Seráfico. Adoremos respetuosamente
a nuestro Creador, en el estado a que lejía reducido su amor por nosotros y su deseo
de remediar nuestros males; saludemos también a María, Madre de Dios y Madre
nuestra.
EL MISMO DÍA
SAN MELQUIADES,
SAN MELQUIADES,
PAPA Y MARTIR
Conmemora la Iglesia en
este día al Papa San Melquíades. Este ilustre Pontífice, llamado por San
Agustín verdadero hijo de la paz de Cristo, digno Padre del pueblo
cristiano, subió a la Sede Apostólica el año 311, cuando se hallaba todavía
en plena actividad el fuego de la persecución: de ahí que sea honrado como
Mártir como algunos de sus predecesores, que, si bien no derramaron su sangre
por Cristo, participaron, con todo, de la gloria de los Mártires, por las
grandes contrariedades y persecuciones que tuvieron que sufrir con la Iglesia
de su tiempo. Mas, el Pontificado de San Melquíades tiene la particularidad de
haber echado sus raíces en medio de la tormenta, y haberse desarrollado durante
la paz. El año 312, daba Constantino la paz a la Iglesia, y Melquíades tenía la
dicha de ver abrirse la era de la prosperidad temporal para los hijos de Dios.
Murió en 314. Su nombre brilla ahora en el ciclo litúrgico, y nos anuncia la
Paz que va a bajar pronto del cielo. Dígnate, pues, oh Padre del pueblo
cristiano, pedir al Príncipe de la Paz que al venir a nosotros, destruya toda
resistencia y pacifique cualquier insurrección; que reine como Señor en nuestros
corazones, inteligencias y sentidos. Pide también la paz para la Santa Iglesia
Romana, cuyo esposo fuiste y que ha conservado fielmente tu memoria hasta el
día de hoy; dirígela siempre desde lo alto del cielo y atiende a sus deseos.
ORACION
Mira, oh Pastor eterno, favorablemente a tu rebaño y guárdale siempre bajo tu amparo por la intercesión del Bienaventurado Melquíades, Mártir y soberano Pontífice, a quien Tú colocaste como Pastor de toda la Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Mira, oh Pastor eterno, favorablemente a tu rebaño y guárdale siempre bajo tu amparo por la intercesión del Bienaventurado Melquíades, Mártir y soberano Pontífice, a quien Tú colocaste como Pastor de toda la Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.
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