sábado, 10 de diciembre de 2016

Item Missa Est

10 DE DICIEMBRE
TERCER DIA DE LA OCTAVA DE LA
INMACULADA CONCEPCION

Contemplemos a la castísima María visitada por el Ángel Gabriel, al concebir en sus purísimas entrañas al Creador del mundo y Redentor del género humano. Pero para mejor gustar el fruto de tan inefable Misterio, escuchemos al seráfico San Buenaventura, quien en sus sabrosísimas Meditaciones sobre la vida de Nuestro Señor, nos cuenta con unción inimitable las sublimes escenas del Evangelio, a las que parece haberle hecho asistir el Espíritu Santo. "Cuando llegó la plenitud de los tiempos en que la Santísima Trinidad había determinado salvar al género humano, del cual se había perdidamente encariñado mediante la Encarnación del Verbo, cuando la Bienaventurada Virgen María volvió a Nazaret, Dios Omnipotente, movido por su misericordia, y oyendo las apremiantes súplicas del Espíritu Santo, llamó al Ángel Gabriel y le dijo: "Vete a buscar a nuestra amadísima hija María, desposada con José, para mi más querida que todas las criaturas, y dila que mi Hijo se ha prendado de su belleza y la ha escogido por Madre, y ruégala que acepte con alegría, pues he determinado obrar por su medio la redención del género humano, y quiero olvidar las injurias recibidas. Levantóse Gabriel, alegre y presuroso, y bajando de las alturas, disfrazado de humana apariencia, en un momento presentóse ante la Virgen María en la alcoba de su casita. Pero no fué tan rápida su bajada que no acudiese Dios antes; allí encontró a la Santísima Trinidad, que se había anticipado a su embajada. Ya ante la Virgen María, la dijo Gabriel, su fiel Paraninfo: "Dios te salve, llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres." Pero ella turbada, nada respondió: no por una turbación culpable, ni por la visión del Angel, a la que ya debía estar habituada; sino, como parece indicar el Evangelio, por la novedad del saludo, pues no acostumbraba a recibirlos de aquel estilo. Ahora bien, como en aquel saludo, se la felicitaba por tres cosas, no podía dejar de turbarse la humilde señora. Comenzó a temer y a pensar si todo aquello sería verdad: no porque creyese al Ángel capaz de engañarla; sino porque es propio de los humildes no examinar sus virtudes, sino considerar sus defectos para poder siempre sacar provecho, juzgando pequeñas sus grandes virtudes, y dando mucha importancia a sus más insignificantes defectos. Así pues, como mujer prudente y avisada, nada respondió Nuestra Señora. En realidad ¿qué iba a responder? Aprende tú también a guardar silencio y amar el recogimiento, que son virtudes muy útiles y elevadas. Dos veces escuchó, antes de responder; abominable cosa es para una virgen, ser habladora. Así pues, conociendo el Ángel el motivo de sus dudas, dijo: "No temas María, no te sonrojen mis alabanzas, porque son verdaderas, pues no sólo eres llena de gracia, sino que la has hallado y alcanzado también para todo el género humano. Porque, he aquí que concebirás y darás a luz al Hijo del Altísimo. El que te eligió por Madre, salvará a todos los pueblos que esperen en El." Entonces respondió ella, aunque sin confesar ni negar todavía la verdad de tales felicitaciones: había aún un punto sobre el que quería asegurarse, el relativo a su virginidad, que amaba por encima de todo y temía perder; por eso, preguntó al Ángel la manera cómo se había de realizar tal concepción, diciendo: "¿Cómo se hará eso, pues he hecho voto firme de virginidad ante el Señor, para no conocer a varón durante mi vida?" Y el Ángel contestó: "El Espíritu Santo realizará esa obra, cubriéndote de singular manera; por su virtud concebirás sin detrimento de tu virginidad; por eso tu hijo será llamado Hijo de Dios; porque nada hay para El imposible. Y he aquí que tu prima Isabel, a pesar de su esterilidad y de sus muchos años, hace ya seis meses que concibió un hijo por virtud divina. Considera ahora y medita en la Trinidad allí presente en espera de la respuesta, y del consentimiento de aquella Hija suya sin igual; considera a la Trinidad que contempla con amor y complacencia su modestia, sus modales y palabras. Mira a Gabriel, inclinado con respeto ante su Señora, con el rostro tranquilo y sereno, observando atentamente las palabras de su queridísima Reina; para poderla responder adecuadamente y cumplir la voluntad del Señor en aquella maravillosa obra. Considera la tímida y humilde actitud de Nuestra Señora, su rostro cubierto de pudor, al ser así saludada por el Ángel de improviso. Las palabras de este no le producen vanidad, ni orgullo. Más bien, al oír decir de sí cosas que nunca jamás fueron dichas de nadie, atribúyelo todo a la gracia divina. Aprende, pues, a ser modesto y humilde como ella, pues, sin eso poco valor tiene la virginidad. Regocijase la prudentísima Virgen y da su consentimiento a las palabras oídas de labios del Ángel. Entonces, según refieren sus Revelaciones, se puso de rodillas, y con las manos juntas y en actitud de profunda adoración dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra." Y el Hijo de Dios entró de lleno e inmediatamente en el seno de la Virgen, y tomó en ella carne, sin dejar por eso el seno de su Padre. Púsose luego Gabriel de rodillas junto a su Reina y Señora; levantóse poco después con ella, inclinóse hasta el suelo, dijóle adiós, y desapareció; de vuelta a su patria contó todo lo que le había sucedido; nueva alegría allá arriba, nueva fiesta, regocijo sin precedentes. Por su parte la Señora, enardecida y abrasada en llamas de amor de Dios de manera extraordinaria, y dándose cuenta de haber concebido, dió gracias de rodillas por tan excelso beneficio, suplicando devota y humildemente al mismo Dios y Señor, se dignase iluminarla, de suerte que pudiera realizar puntualmente todos sus deberes para con su hijo." Así se expresa el Doctor Seráfico. Adoremos respetuosamente a nuestro Creador, en el estado a que lejía reducido su amor por nosotros y su deseo de remediar nuestros males; saludemos también a María, Madre de Dios y Madre nuestra. 


EL MISMO DÍA
SAN MELQUIADES,
PAPA Y MARTIR

Conmemora la Iglesia en este día al Papa San Melquíades. Este ilustre Pontífice, llamado por San Agustín verdadero hijo de la paz de Cristo, digno Padre del pueblo cristiano, subió a la Sede Apostólica el año 311, cuando se hallaba todavía en plena actividad el fuego de la persecución: de ahí que sea honrado como Mártir como algunos de sus predecesores, que, si bien no derramaron su sangre por Cristo, participaron, con todo, de la gloria de los Mártires, por las grandes contrariedades y persecuciones que tuvieron que sufrir con la Iglesia de su tiempo. Mas, el Pontificado de San Melquíades tiene la particularidad de haber echado sus raíces en medio de la tormenta, y haberse desarrollado durante la paz. El año 312, daba Constantino la paz a la Iglesia, y Melquíades tenía la dicha de ver abrirse la era de la prosperidad temporal para los hijos de Dios. Murió en 314. Su nombre brilla ahora en el ciclo litúrgico, y nos anuncia la Paz que va a bajar pronto del cielo. Dígnate, pues, oh Padre del pueblo cristiano, pedir al Príncipe de la Paz que al venir a nosotros, destruya toda resistencia y pacifique cualquier insurrección; que reine como Señor en nuestros corazones, inteligencias y sentidos. Pide también la paz para la Santa Iglesia Romana, cuyo esposo fuiste y que ha conservado fielmente tu memoria hasta el día de hoy; dirígela siempre desde lo alto del cielo y atiende a sus deseos.

ORACION
Mira, oh Pastor eterno, favorablemente a tu rebaño y guárdale siempre bajo tu amparo por la intercesión del Bienaventurado Melquíades, Mártir y soberano Pontífice, a quien Tú colocaste como Pastor de toda la Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.

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