CUARTO DOMINGO
DE
ADVIENTO
(Este
domingo se suprime cuando cae en fecha 24 de Diciembre, celebrándose en este
caso la Vigilia de Navidad, puesta a
continuación.)
Hénos ya en la Semana que
precede inmediatamente al Nacimiento del Mesías: dentro de siete días lo más
tarde le tendremos entre nosotros; tal vez, este Advenimiento tan deseado ocurra
dentro de seis, de tres días, o mañana mismo según la extensión del Adviento
que varía cada año. La Iglesia cuenta ya las horas de espera; día y noche está
vigilante y sus Oficios toman una extraordinaria solemnidad a partir del 17 de diciembre.
En Laudes varía diariamente las antífonas; en Vísperas exterioriza con majestad
y ternura al mismo tiempo sus ansias de Esposa por medio de ardientes
exclamaciones al Mesías, en las que le da todos los días un título magnífico
tomado de los Profetas. Hoy va a dar el último golpe para conmover a sus hijos.
Con ese fin los transporta al desierto; les muestra a Juan Bautista, de cuya
misión les ha hablado ya en el domingo tercero. La voz de este austero Precursor
traspasa el desierto y se ha hecho oír en las ciudades. Predica la penitencia,
la necesidad de purificarse en espera del que va a venir. Hagamos unos días de
retiro; y si, por nuestras ocupaciones externas, no lo podemos hacer,
apartémonos a lo más recóndito de nuestro corazón y confesemos nuestros
pecados, como aquellos verdaderos Israelitas, que llenos de compunción y fe en
el Mesías, acudían a los pies de Juan Bautista para concluir su obra de preparación a un digno recibimiento del Mesías. Pues bien, he ahí a la santa
Iglesia que, antes de abrir el libro del Profeta, nos dice como de ordinario,
pero con una mayor solemnidad: El Señor está ya cerca: venid, adorémosle.
Lección Del Profeta Isaías.
Liberación y
triunfo de Israel El
desierto y la tierra árida se alegrarán, saltará de gozo la soledad y
florecerá como el lirio; florecerá y saltará de gozo entre júbilos y
cantos de triunfo. Les serán dadas las galas del Líbano, la
magnificencia del Carmelo y del Sarón. Verán la gloria del Señor,
la magnificencia de nuestro Dios. Fortificad las manos débiles,
robusteced las rodillas flojas. Decid a todos los que tienen el
corazón turbado: ¡ánimo, valor, he ahí a vuestro Dios! Se acerca la venganza,
el castigo de Dios; ¡El mismo viene para salvaros! Entonces se
abrirán los ojos de los ciegos y las orejas de los sordos; entonces el
cojo saltará como el ciervo, y la
lengua de los mudos entonará cánticos de triunfo. Santo
camino, abierto ante los desterrados libres Porque en el desierto
brotarán fuentes de agua viva, y los arroyos correrán por la soledad; la
tierra árida se trocará en estanque, y el suelo seco en manantiales; las
cuevas que eran guarida de chacales será un jardín de cañas y de juncos.
Habrá allí un camino expedito que se llamará el Camino santo; ningún
impuro transitará por él. El Señor mismo conducirá al viajero; y ni los
lerdos se perderán. No habrá allí leones, ni pondrá allí el pie bestia
alguna feroz; por allí caminarán los que hayan sido libertados, los
rescatados por el Señor. Vendrán a Sión entre cánticos de triunfo; una
eterna alegría coronará sus cabezas. Les invadirá él gozo y la
alegría; y huirán la tristeza y el llanto para siempre. (Is„ XXXV,
1-10.)
Muy grande será, pues, oh
Jesús el gozo de tu venida, si ha de resplandecer en nuestra frente por siempre
como una corona. ¿Y cómo no ha de ser así? Hasta el desierto, al acercarte,
florece como un lirio, y del seno de la tierra más estéril saltan arroyos de
aguas vivas. ¡Oh Salvador, ven cuanto antes a darnos este Agua que mana de tu
Corazón y que es la que con tanta insistencia te pedía la Samaritana, imagen de
nosotros pecadores. Este Agua es tu gracia: rocié nuestra sequedad y también
nosotros floreceremos; apague nuestra sed y correremos con fidelidad tras tus
huellas por el camino de tus mandamientos y de tus ejemplos ¡oh Jesús! Tú eres
nuestro Camino, nuestro sendero hacia Dios; y Tú mismo eres Dios; eres por
tanto, también el término de nuestro camino. Habíamos perdido el camino, nos
habíamos alejado como ovejas errantes: ¡cuán grande es tu amor en venir a
buscarnos! Para enseñarnos el camino del cielo, te dignas bajar desde allá
arriba y quieres también acompañarnos. En adelante desfallecerán nuestros
brazos, ni temblarán nuestras rodillas; nos consta que es el amor quien le ha
movido. Sólo una cosa nos apena: el ver que nuestra preparación no es perfecta.
Tenemos todavía ataduras que romper; ayúdanos ¡oh Salvador de los hombres! Queremos
escuchar la voz de tu Precursor y enderezar todo lo que te podría hacer
tropezar en el camino de nuestro corazón ¡oh divino Infante! bauticémonos nosotros en el Bautismo de la penitencia, y luego vendrás Tú a
bautizarnos en el amor y en el Espíritu Santo.
M I S A
El Profeta ha despertado
nuestra sed, hablándonos de la nitidez y frescura de los manantiales que
brotarán a la venida del Mesías; pidamos, con la Santa Iglesia, el rocío que
será refrigerio de nuestro corazón y la lluvia que lo hará fértil.
I N T R O I T O
Rociad, cielos de arriba;
nubes, lloved al Justo; ábrase la tierra y germine al
Salvador. Salmo. Los cielos cuentan la gloria de Dios; y el
firmamento pregona las obras de sus manos. — J. Gloria.
En la Colecta, la Iglesia
pide con insistencia ser libertada cuanto antes; teme que sean sus pecados la
causa de la tardanza del Esposo; se ampara en su bondad para poder evitar este
obstáculo.
ORACION
Oremos. Excita, Señor, tú potencia y ven, te lo suplicamos; y socórrenos con tu poderosa virtud; para que, con el auxilio de tu gracia, acelere tu indulgente misericordia lo que retardan nuestros pecados. Tú, que vives y reinas.
Oremos. Excita, Señor, tú potencia y ven, te lo suplicamos; y socórrenos con tu poderosa virtud; para que, con el auxilio de tu gracia, acelere tu indulgente misericordia lo que retardan nuestros pecados. Tú, que vives y reinas.
EPISTOLA
Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Corintios. (I Cor., IV, 1-5.)
Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Corintios. (I Cor., IV, 1-5.)
Hermanos: Téngannos los hombres
por Ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. Por
lo demás, lo que en los dispensadores se busca es que cada uno sea fiel.
A mí no me importa nada el ser juzgado de vosotros o con juicio humano: ni
siquiera yo mismo me juzgo. Porque, aunque la conciencia no me remuerde
de nada, no por eso estoy justificado: el único que me Juzga es el Señor. Así
pues: no juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual
iluminará lo oculto de las tinieblas y manifestará los intentos de los corazones:
y entonces cada cual recibirá de Dios la alabanza.
En esta Epístola, la
Iglesia pone ante la vista de los pueblos, la dignidad del sacerdocio
cristiano, con ocasión de las Ordenes que se han conferido la Víspera,
recordando al mismo tiempo a los Ministros sagrados la obligación que han contraído
de permanecer fieles al cargo que les ha sido impuesto. Por lo demás, no es
cosa de las ovejas el juzgar al pastor: todos, sacerdotes y fieles deben vivir
en espera del día del Advenimiento del Salvador, de aquel último Advenimiento
cuyo terror será tan grande cuando fue atractiva la dulzura del primero y del
segundo para el que preparamos nuestras almas. Después de haber hecho oír al
auditorio estas severas palabras, la Iglesia vuelve a tomar el hilo de sus
esperanzas, cantando todavía la próxima llegada del Esposo.
GRADUAL
El Señor está cerca de todos los que le invocan: de todos los que le invocan de veras. J. Mi boca cantará las alabanzas del Señor; y bendiga su santo nombre toda carne. Aleluya, Aleluya. Ven, Señor, y no tardes; perdona los pecados de tu pueblo Israel. Aleluya.
El Señor está cerca de todos los que le invocan: de todos los que le invocan de veras. J. Mi boca cantará las alabanzas del Señor; y bendiga su santo nombre toda carne. Aleluya, Aleluya. Ven, Señor, y no tardes; perdona los pecados de tu pueblo Israel. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del Santo Evangelio según San Lucas. (Lc, 1-6.)
Continuación del Santo Evangelio según San Lucas. (Lc, 1-6.)
En el año décimo-quinto
del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea
Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Oalilea, y su hermano Felipe tetrarca
de Iturea y de la región de Traconitide, y Lisanias tetrarca de Abilinia,
siendo sumos sacerdotes Anás y Caifas, descendió la palabra del Señor
sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y pasó (Juan) por
toda la región del Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento
para el perdón de los pecados, según está escrito en el libro de la
palabras de Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino
del Señor: haced rectas sus sendas. Todo valle será rellenado, y todo
monte y todo collado serán allanados. Las cosas torcidas serán enderezadas y
los caminos ásperos serán suavizados; y toda carne verá la salud de
Dios.
Próximo estás, oh Señor,
pues la herencia de tu pueblo ha pasado ya a poder de los Gentiles y la tierra
que habías prometido a Abraham no es hoy día mas que una provincia de ese
dilatado imperio que debe preceder al vuestro. Día tras día se van cumpliendo
los vaticinios de los Profetas; la profecía de Jacob también se ha realizado: Será
quitado el cetro a Judá. ¡Oh Jesús! todo se halla dispuesto para tu
llegada. De tal modo has renovado el aspecto de la tierra; dígnate renovar
también mi corazón y alentar mi ánimo en estos últimos días que preceden a tu venida.
Sentimos la necesidad de retirarnos al desierto, solicitar el bautismo de la
penitencia y enderezar nuestros caminos: obra todo esto en nosotros, oh divino
Salvador, para que el día que bajes a nosotros, nuestra alegría sea completa.
En el Ofertorio, la
Iglesia saluda a la Virgen gloriosa que oculta dentro de su seno la salvación
del mundo. ¡Oh María! Danos pronto al que te llena con su presencia y su
gracia. El Señor es contigo, oh Virgen sin igual; pero se acerca el momento, en
que va a ser también con nosotros; porque su nombre es EMMANUEL.
OFERTORIO
Dios te salve, María; llena eres de gracia: el Señor es contigo: Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre.
Dios te salve, María; llena eres de gracia: el Señor es contigo: Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre.
SECRETA
Suplicamoste, Señor, mires propicio estos sacrificios, para que aprovechen a nuestra devoción y a nuestra salud. Por nuestro Señor.
Suplicamoste, Señor, mires propicio estos sacrificios, para que aprovechen a nuestra devoción y a nuestra salud. Por nuestro Señor.
En la Comunión, la
Iglesia, rebosante de Dios, que acaba de bajar a ella, canta a la Virgen madre
con palabras de Isaías, cuadrándole perfectamente también a ella este canto,
pues acaba de recibir la misteriosa visita del Hijo de Dios, cuyo tabernáculo
es el seno de María.
COMUNION
He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo: y su nombre será Emmanuel. Consumidos estos dones, suplicamoste, Señor, hagas que, con la frecuentación del Misterio, crezca la eficacia de nuestra salud. Por Nuestro Señor.
He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo: y su nombre será Emmanuel. Consumidos estos dones, suplicamoste, Señor, hagas que, con la frecuentación del Misterio, crezca la eficacia de nuestra salud. Por Nuestro Señor.
POSCOMUNION
Consumidos estos dones, suplicamoste, Señor, hagas que, con la frecuentación del Misterio, crezca la eficacia de nuestra salud. Por Nuestro Señor.
Consumidos estos dones, suplicamoste, Señor, hagas que, con la frecuentación del Misterio, crezca la eficacia de nuestra salud. Por Nuestro Señor.
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