11 DE OCTUBRE
LA MATERNIDAD DE LA
SANTISIMA
VIRGEN MARIA
(Theotokos)
VIRGEN MARIA
(Theotokos)
EL
TÍTULO DE MADRE DE DIOS. — Entre todos los títulos de alabanza tributados a Nuestra Señora no hay ninguno más
glorioso que el de Madre de
Dios. Ser Madre de Dios es el porqué de María, el secreto de sus gracias y de sus privilegios. Para nosotros
este título encierra en sustancia
todo el misterio de la Encarnación; y no hay otro por el que podamos con más razón felicitarla a ella y
regocijarnos nosotros. San Efrén
justamente pensaba que, para dar uno
prueba cierta de su fe, le bastaba confesar y creer que la Santísima Virgen María es Madre de Dios. Y por eso la Iglesia no puede celebrar
ninguna fiesta de la Virgen María sin alabarla por este augusto privilegio. En su Inmaculada
Concepción, en su Natividad, e igualmente en su Asunción, siempre saludamos en ella .a la Santa Madre de Dios. Y eso es
precisamente lo que hacemos
nosotros también al repetir tantas veces a diario el Ave María.
LA
HEREJÍA NESTORIANA. —
"Teotokos, Madre de
Dios": así se la llamó a María en todo tiempo. Hacer la historia del dogma
de la maternidad divina sería hacer toda la historia del cristianismo. El nombre Teotokos de tal forma había penetrado en el espíritu y en el corazón de los fieles, que se armó un escándolo
enorme el día el que ante
Nestorio, obispo de Constantinopla, un sacerdote, portavoz suyo, tuvo la osadía
de pretender que María no era Madre más que de un hombre, porque era imposible que un Dios naciese de una mujer. Pero entonces ocupaba la silla de Alejandría
un obispo, San Cirilo, a quien Dios suscitó para defender el honor de la Madre de su Hijo. Al punto hizo pública su extrañeza:
"Estoy admirado de que haya hombres que pongan en - duda que a la Santísima Virgen se la pueda
llamar Madre de Dios. Si Nuestro Señor
es Dios, ¿cómo podrá ser que
María, que le dió al mundo, no sea Madre de Dios? Esta es la fe "que nos transmitieron
los discípulos, aunque no se sirviesen de este término; es también la doctrina
que nos enseñaron los Santos
Padres."
EL
CONCILIO DE EFESO. —Nestorio no admitió cambio alguno en sus ideas. El emperador
convocó un Concilio, que inauguró sus sesiones en Efeso el 22 de junio del 431; en él presidió
San Cirilo, como legado del Papa
Celestino. Se juntaron 200 obispos; proclamaron que "la persona de Cristo es una y divina y que la Santísima
Virgen tiene que ser reconocida y
venerada por todos como
realmente Madre de Dios". Al saberse esta noticia, los cristianos de Efeso
entonaron cantos de triunfo, iluminaron la ciudad y acompañaron a sus domicilios con antorchas
a los obispos "que habían venido,
gritaban, a devolvernos la Madre
de Dios y a ratificar con su
autoridad santa lo que estaba escrito en todos los corazones". Y, como ocurre siempre, los esfuerzos del
diablo sólo sirvieron para preparar y
suscitar un triunfo magnifico a
Nuestra Señora; los Padresdel Concilio, así cuenta la tradición, para perpetua
memoria añadieron al Ave María esta cláusula: "Santa
María, Madre de Dios, ruega por
nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte": oración que desde entonces recitan todos los días millones de almas para
reconocer en María la gloria de Madre
de Dios que un hereje la quiso
arrebatar.
LA
FIESTA DEL 11 DE OCTUBRE. — El año 1931, al
celebrarse el centenario XV del Concilio, pensó Pío XI que sería "útil y
grato a los fieles el meditar y
reflexionar sobre un dogma tan importante" como es el de la maternidad
divina. Para que quedase
perpetuo testimonio de su piedad a María, escribió la Encíclica Lux
Veritatis, restauró la basílica de
Santa María la Mayor de Roma y
además instituyó una fiesta litúrgica, que "contribuiría al aumento de la
devoción hacia la Soberana Madre de Dios entre el clero y los fieles, y presentaría a la
Santísima Virgen y a la Sagrada
Familia de Nazaret como un
modelo para las familias", para que así se respeten cada vez más la dignidad y la santidad del matrimonio y la educación de la juventud.
En las fiestas del 1 de enero y en las
del 25 de marzo tuvimos ocasión
de considerar lo que para María
lleva consigo su dignidad de Madre
de Dios. El tema, por decirlo así, es inagotable: podemos detenernos hoy
todavía unos momentos más.
MARÍA
EXTERMINADORA DE LAS HEREJÍAS. — "Alégrate, oh Virgen María, porque tú sola
has destruido en todo el mundo todas las herejías. Esta antífona de la Liturgia demuestra clara
mente que el dogma de la maternidad
divina es el sostén y la defensa
de todo el cristianismo Confesar
la maternidad divina, vale tanto como confesar, en el Verbo Encarnado, la naturaleza humana y la naturaleza
divina, y también la unidad de
persona; es afirmar la distinción de personas en Dios y la unidad de su naturaleza; es reconocer todo el
orden sobrenatural de la gracia
y de la gloria.
MARÍA
ES CON TODA VERDAD MADRE DE DIOS. — Ahora bien, es fácil reconocer que María es con toda propiedad Madre de Dios. "Si el
Hijo de la Santísima Virgen es
Dios, escribía Pío XI en su
Encíclica Lux Veritatis, la
que le engendró debe llamarse Madre de Dios; si la persona de Jesucristo es una y divina, no cabe duda
ninguna que todos tienen que llamar a María Madre de Dios y no sólo Madre de
Cristo-hombre... Del mismo modo que a las demás mujeres se las llama madres, y
lo son realmente, porque en su
seno formaron nuestra sustancia caduca
y no porque creasen el alma humana así alcanzó la Virgen la maternidad divina por el hecho de haber engendrado a la única
persona de su Hijo."
CONSECUENCIAS
DE LA MATERNIDAD DIVINA. — De aquí se derivan como de una misteriosa y viva fuente la gracia especial de María y su
suprema dignidad después de
Dios. La Bienaventurada Virgen María
tiene una dignidad casi infinita, dice Santo Tomás, y proviene del bien infinito que es Dios. Cornelio a Lapide explica así
estas palabras: es Madre de
Dios: sobrepuja, por consiguiente, en excelencia a todos los Angeles, Querubines
y Serafines. Es Madre de Dios: es, por tanto, la más pura y las más santa de todas las criaturas, y, excepción hecha de Dios, no es
posible figurarse mayor santidad que la
de la Santísima Virgen. Es Madre
de Dios: por eso, se la concedió
a ella su privilegio antes que a cualquier
Santo se concediese cualquier privilegio del orden de la gracia
santificante".
DIGNIDAD
DE MARÍA. —Este privilegio de la divina maternidad relaciona a María con Dios
con una relación tan particular y tan
íntima, que no hay dignidad
creada que pueda compararse con la suya. Esa dignidad la pone en relación
inmediata con la unión hipostática y la hace entrar en relaciones íntimas y personales con las tres personas de la Santísima
Trinidad.
MARÍA
Y JESÚS. — La maternidad divina une a María con su Hijo con un lazo mucho más
fuerte que el de las demás madres con
respecto a sus hijos. Estas no
son las únicas que intervienen en la generación, mientras que la Santísima
Virgen fué ella sola la que produjo a su Hijo, el Hombre-Dios, de su propia sustancia, Jesús es fruto de su virginidad. Pertenece a
su Madre porque ella le concibió
y le dió a luz en el tiempo,
ella le alimentó con la leche virginal de sus pechos, ella le educó, ella ejerció sobre El su autoridad maternal.
MARÍA
Y EL PADRE. — La maternidad divina liga a María con el Padre de una manera que
no se puede expresar con palabras
humanas.' María tiene por Hijo
al mismo Hijo de Dios; imita y
reproduce en el tiempo la generación misteriosa por la que el Padre engendra a su; Hijo en la eternidad. Y de ese modo llega a
ser. la coasociada del Padre en
su Paternidad: "Si el Padre
nos ha dado pruebas de un afecto sincero, decía Bossuet, porque nos ha dado a
su Hijo por Maestro y Salvador,
el amor inefable que siente por
ti, oh María, le hizo concebir otros muchos planes en nuestro favor. Dispuso que1 fuese tan tuyo como de El; y, para formar contigo
una sociedad eterna, quiso que fueses la Madre de su único Hijo y ser El el Padre del tuyo"
MARÍA
Y EL ESPÍRITU SANTO. — La maternidad divina une igualmente a María con el Espíritu Santo, ya que por el Espíritu Santo concibió
al Verbo en su seno. León XIII
llama a María: Esposa del Espíritu Santo 1. Y María es su santuario
privilegiado a causa de las maravillas inauditas de la gracia que ese Espíritu
divino obró en ella. "Si Dios está con los Santos, concluye
San Bernardo, está con María de
un modo particularísimo; porque, entre Dios y ella la conformidad es tan
perfecta, que Dios se ha unido
no sólo a su voluntad, sino
también a su carne, y de su
sustancia y de la sustancia de la Virgen, hizo un solo Cristo; Cristo, aunque no procede en lo que es, ni todo completo de Dios ni
todo completo de la Virgen, no
deja de ser, esto no obstante,
todo entero de Dios y todo entero de la Virgen; pues no hay dos hijos, sino
uno solo, que lo es de Dios y de
la Virgen. Por eso la dice el
ángel: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es
contigo. Está contigo no sólo
el Señor Hijo, a quien tú revistes de
tu carne, sino el Señor Espíritu
Santo, de quien tú concibes y el Señor Padre, que ha engendrado al que tú concibes. El Padre está contigo y hace
que su Hijo sea tuyo; el Hijo está
contigo y, Para realizar en ti
el admirable misterio, se abre
milagrosamente para sí tu seno, pero respetando el sello de tu virginidad; el
Espíritu Santo está contigo y
juntamente con el Padre y el
Hijo, santifica tu seno. Ciertamente, el Señor' está contigo
MISA
El
Introito recuerda la célebre profecía de* Isaías que anuncia la concepción virginal del Mesías y su nombre de
Emmanuel "Dios con' nosotros".
INTROITO.
He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel. — Salmo: Cantad al Señor un cántico nuevo: porque ha hecho maravillas. J. Gloria al Padre.
He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel. — Salmo: Cantad al Señor un cántico nuevo: porque ha hecho maravillas. J. Gloria al Padre.
Ya
el día de la Anunciación nos encontramos con esta Colecta, en la cual la
Iglesia se gloría de su fe en la maternidad divina y reclama, por este título,
la intercesión omnipotente de María cerca de Dios.
COLECTA
Oh Dios, que quisiste que, al anuncio del Angel, tu Verbo se encarnase en el seno de la Bienaventurada Virgen María: suplicamoste hagas que, los que creemos que ella es verdadera Madre de Dios, seamos ayudados ante ti por su intercesión. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
Oh Dios, que quisiste que, al anuncio del Angel, tu Verbo se encarnase en el seno de la Bienaventurada Virgen María: suplicamoste hagas que, los que creemos que ella es verdadera Madre de Dios, seamos ayudados ante ti por su intercesión. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
EPISTOLA
Lección del libro de la Sabiduría (Ecli., XXIV, 23-31).
Lección del libro de la Sabiduría (Ecli., XXIV, 23-31).
Yo, como la vid, exhalo
suave olor: y mis flores dan frutos de gloria y de riqueza. Yo soy la
Madre del amor hermoso, y del
temor, y de la ciencia, y de la santa
esperanza. En mí está la gracia de todo camino y de la verdad: en mí la
esperanza de la vida y de la
virtud. Venid a mí, todos los que me deseáis, y seréis colmados de mis frutos. Porque mí espíritu es más dulce que la miel y mi herencia más que
la miel y el panal. Mi memoria
durará por todos los siglos. Los que me coman, tendrán aún más hambre: y, los
que me beban, tendrán todavía
mas sed. El que me escuche, no será confundido; y, los que obren movidos por
mí, no pecarán. Los que me den a
conocer, tendrán la vida eterna.
Con
razón aplica la Iglesia aquí, también a Nuestra Señora; un texto que se escribió del Mesías. ¿No es ella pór ventura la verdadera
viña, la que nos dió la vid generosa
que recibimos todos los días en la Eucaristía? ¿Hay gloria comparable a la suya, que, sin cesar
de ser virgen, ha llegado a ser
la Madre de Dios? También la
Iglesia la alaba con gozo por ser la Madre del amor hermoso y nos induce a ir con confianza a ella, ya que en María se
encuentra toda esperanza de vida
y de virtud y que los Que la escuchan nunca serán
confundidos. San Jerónimo, en el
segundo domingo de Adviento, nos dió la explicación del texto de Isaías que constituye el Gradual: "La rama sin
nudo ninguno que sale del tronco
de Jessé, es la Virgen María y la Flor es el mismo Salvador, que dice en el Cantar de los Cantares: Yo soy la
flor de los campos y el lirio de los
valles". Y el versículo del
Aleluya canta la admiración de la Iglesia por la joven Virgen que lleva consigo al que encierra dentro de sí al universo.
GRADUAL
Saldrá una vara del tronco de Jessé, y brotará un vástago de su raíz. J. Y reposará sobre él el Espíritu del Señor. Aleluya, aleluya. J. Oh Virgen, Madre de Dios: Aquel a quien todo el orbe no puede contener, se encerró, hecho hombre, en tus entrañas. Aleluya.
Saldrá una vara del tronco de Jessé, y brotará un vástago de su raíz. J. Y reposará sobre él el Espíritu del Señor. Aleluya, aleluya. J. Oh Virgen, Madre de Dios: Aquel a quien todo el orbe no puede contener, se encerró, hecho hombre, en tus entrañas. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Lucas (LC., II, 43-51).
En aquel tiempo, al volver ellos, quedóse el Niño Jesús en Jerusalén y no lo notaron sus padres. Y, creyendo que estaría en la caravana, anduvieron camino de un día, y le buscaron entre los parientes y conocidos. Y, no encontrándole, tornaron a Jerusalén en busca suya. Y sucedió que, después de tres días, le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. Y se admiraban todos los que le oían, de su prudencia y de sus respuestas. Y, al verle, se admiraron. Y díjole su Madre: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? He aquí que tu padre y yo te hemos andado buscando con dolor. Y díjoles: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre? Y ellos no entendieron la respuesta que les dió. Y bajó con ellos, y fué a Nazaret: y estuvo sujeto a ellos.
Continuación del santo Evangelio según San Lucas (LC., II, 43-51).
En aquel tiempo, al volver ellos, quedóse el Niño Jesús en Jerusalén y no lo notaron sus padres. Y, creyendo que estaría en la caravana, anduvieron camino de un día, y le buscaron entre los parientes y conocidos. Y, no encontrándole, tornaron a Jerusalén en busca suya. Y sucedió que, después de tres días, le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles. Y se admiraban todos los que le oían, de su prudencia y de sus respuestas. Y, al verle, se admiraron. Y díjole su Madre: Hijo, ¿por qué has obrado así con nosotros? He aquí que tu padre y yo te hemos andado buscando con dolor. Y díjoles: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre? Y ellos no entendieron la respuesta que les dió. Y bajó con ellos, y fué a Nazaret: y estuvo sujeto a ellos.
EL
AMOR DE JESÚS PARA SU MADRE. —
" Si nos fuese permitido,
escribe el P. Lagrange llevar hasta
este extremo el análisis de su desarrollo humano, yo diría que en El, en Jesús, como en otros, se nota algo que denota la influencia
de María. Su gracia, su
exquisita delicadeza y su indulgente
dulzura no son más que de María. Esto
sobre todo distingue a los que con frecuencia han sentido su corazón templado
por la ternura maternal y
afinado su espíritu por las palabras
de la mujer venerada y tiernamente querida que se complacía en formarlos para todas las más delicadas
circunstancias de la vida." De
verdad que Jesús fué como lo decían sus paisanos, el "hijo de María". "Y si Jesús recibió tanto de ella, El la amó también infinitamente: como Dios, la escogió
y otorgó sus prerrogativas únicas de
virginidad y pureza inmaculada,
junto con la gracia de la maternidad
divina; y, como hombre, quísola con tanta ternura y lealtad, que su última solicitud, estando ya en la cruz en medio de torturas
espantosas, fué para ella: "Mujer, ahí tienes a tu hijo; ahí tienes a tu Madre." "Este doble amor le hizo también escoger
para su Madre la ocupación más digna de
ella: el profeta le había
vaticinado a El como servidor de Yahveh, y su Madre fué la esclava del Señor por el olvido de sí misma, por la
devoción con que le sirvió y por el desprendimiento más perfecto: "Mejor es dar que
recibir". Cristo escogió
para sí esta felicidad e hizo de ella participante a su Madre. Y, porque María
apreció en todo su valor este
regalo, quiso dejar señalados con particular detenimiento estos rasgos de
la infancia que la superficialidad de
algún lector encontrará
demasiado severos: "¿Por qué me buscabais?" No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?" Y luego
en Caná: "Mujer, ¿qué nos
va a ti y a mí?" Y en
Cafarnaum: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?... Jesús tiene empeño en darnos este ejemplo del desprendimiento que nos exige: a nosotros".
OFERTORIO
Estando desposada su Madre
María con José, fue hallada haber concebido del Espíritu Santo.
SECRETA
Con tu propiciación, Señor, y por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de tu Unigénito, aprovéchenos esta oblación para la perpetua y presente prosperidad y paz. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
Con tu propiciación, Señor, y por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de tu Unigénito, aprovéchenos esta oblación para la perpetua y presente prosperidad y paz. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
Alimentados
ahora mismo con el Cuerpo y la Sangre del Señor, pensemos en la dicha que sentiría María llevando consigo durante nueve meses al Hijo eterno del Padre.
Unámonos, pues, a la mujer que
un día la ensalzó por su privilegio y, sobre todo, roguemos a María que nos
haga partícipes de la salvación que
ella recibió antes que nadie.
COMUNION
Bienaventuradas las entrañas de la Virgen María, que llevaron al Hijo del Padre eterno.
Bienaventuradas las entrañas de la Virgen María, que llevaron al Hijo del Padre eterno.
POSCOMUNION
Purifíquenos de todo pecado, Señor, esta Comunión: y, por intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de Dios, háganos partícipes del remedio celestial. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
Purifíquenos de todo pecado, Señor, esta Comunión: y, por intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, Madre de Dios, háganos partícipes del remedio celestial. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.
MARÍA,
MADRE NUESTRA. —Al saludarte hoy con tú bello titulo de Madre de Dios, no
olvidamos que "por haber nacido
de ti el Redentor del género humano, por eso mismo, eres Madre benevolentísima
de todos nosotros, a quienes Jesucristo ha tomado por hermanos. Al escogerte
por Madre de su Hijo, Dios te
inculcó sentimientos muy de
madre que sólo destilan amor y perdón" "Oh Virgen Santísima, dulce es a tus hijos afirmar de ti todo lo que hay de glorioso,
todo lo que es magnífico; y, al
hacer esto, no se apartan de la verdad,
quedan cortos en lo que te
mereces. Porque tú eres la maravilla de las maravillas, y de cuanto existe o existirá, nada hay, excepto Dios, tan magnífico como
tú". Acuérdate de nosotros
en la gloria del cielo dónde
estás; te lo pedimos con sumo gozo y con toda confianza. "El Omnipotente está contigo y
tú también eres omnipotente con El, omnipotente por El, y omnipotente cerca de Él", como dice San Buenaventura. Puedes presentarte ante Dios, no tanto para rogar como para disponer:
sabes que Dios atiende infaliblemente a
tus deseos. Es verdad que somos pecadores, pero por nosotros llegaste a ser Madre de Dios, y
"nunca se ha oído decir que
haya sido desamparado ninguno de
los que acudieron a tu protección. Animados con tal confianza, acudimos a ti y, gimiendo por el peso de nuestros pecados, nos
prosternamos a tus pies. Madre del
Verbo Encarnado, no desprecies nuestras súplicas, antes bien dígnate oírlas y cumplirlas".
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