Las relaciones entre Rusia
y Estados Unidos
(2011)
Un gran esfuerzo por desarrollar las relaciones entre Rusia y
Estados Unidos ha venido realizándose
en estos últimos años. La matriz de esas relaciones, sin embargo,
no se transformado radicalmente y estas siguen registrando altas y bajas. Esa
inestabilidad en la asociación
entre Rusia y Estados Unidos se debe, en parte, a la subsistencia de ciertos
estereotipos y fobias. Resulta particularmente reveladora la percepción de Rusia que tiene el Congreso de Estados
Unidos. Pero el problema crucial reside en el hecho que el diálogo y la cooperación bilaterales carecen de una base económica sólida. Los intercambios comerciales están lejos de hallarse a la altura del potencial
de las economías rusa y
estadounidense. Lo mismo sucede en lo tocante a las inversiones bilaterales. Así que no se ha tejido aún la tela protectora que evitaría fluctuaciones coyunturales en nuestras
relaciones. Hay que crear ese medio de protección.
Tampoco contribuyen a mejorar la comprensión entre ambos países los constantes esfuerzos de Estados Unidos por aplicar una “ingeniería política”, esencialmente en regiones tradicionalmente importantes
para Rusia así como en ocasión de las campañas electorales rusas.
Reitero que la iniciativa estadounidense de crear el ABM europeo suscita entre nosotros una preocupación totalmente legítima. ¿Por qué se alarma Rusia más que los demás países? El hecho es que el
ABM europeo influye en las fuerzas estratégicas de disuasión nuclear, de las que sólo Rusia dispone en ese teatro, lo cual
compromete el equilibrio militar y político que con tanto trabajo se creó a lo largo de décadas.
La relación
indisoluble entre el ABM y las armas estratégicas ofensivas aparece reflejada en el nuevo
tratado de reducción de armas
nucleares START firmado en 2010. El tratado entró en vigor y resulta eficaz. Es un resultado
crucial en el plano político
internacional. Rusia está
dispuesta a examinar diversos elementos que pueden pasar a ser parte de la
agenda ruso-estadounidense en materia de control de armamentos para el primer
periodo. La regla inalterable en ese sector es el respeto de la correlación de fuerzas y el abandono de las tentativas
tendientes a utilizar las negociaciones para buscar ventajas unilaterales.
Permítanme recordar
que ya en 2007 yo mismo propuse al presidente George W. Bush, en Kennebunkport,
que solucionásemos el problema del ABM. De haberse adoptado, mi iniciativa habría modificado la naturaleza tradicional de las
relaciones ruso-estadounidenses y habría dado al proceso un impulso positivo. Mejor aún, si en aquel entonces hubiésemos progresado en el tema ABM, habríamos abierto literalmente el camino hacia la
creación de un modelo de cooperación decididamente nuevo, cercano a una alianza,
esencialmente en otros sectores sensibles. No fue eso lo que sucedió. Seguramente sería de utilidad reexaminar la grabación de las conversaciones de Kennebunkport. En
estos últimos años, el gobierno ruso ha presentado también otras iniciativas tendientes a encontrar un
camino al entendimiento sobre la cuestión ABM. Todas esas proposiciones se mantienen
en vigor.
No quisiéramos,
en todo caso, renunciar a la búsqueda
de un compromiso en cuanto a la solución del problema del ABM. Quisiéramos evitar que el sistema estadounidense se despliegue
a una escala tal que se haga necesaria la aplicación de las medidas de respuesta que
Rusia ha dado a conocer. Y comparto
enteramente la opinión
de ese verdadero profesional, (habla de un ex secretario de la Casa Blanca) según el cual una cooperación estrecha y caracterizada por la confianza
entre Moscú y Washington es particularmente necesaria en
momentos en que el mundo atraviesa periodos turbulentos. Globalmente, Rusia
estaba dispuesta a realizar un esfuerzo realmente importante para desarrollar
sus relaciones con Estados Unidos y concretar un progreso definitivo, a condición sin embargo de que los estadounidenses apliquen el principio
de asociación equitativa y mutuamente respetuosa.
La diplomacia económica
En diciembre de 2011, Rusia entró a la Organización Mundial del Comercio (OMC) al cabo de una
larga epopeya de varios años.
Me gustaría subrayar que en la etapa final de aquel
proceso, la administración
de Barack Obama y los dirigentes de varias potencias europeas contribuyeron
activamente a la finalización
de los acuerdos.
Para ser honesto, ese largo y trabajoso proceso a menudo nos dio
ganas de “dejarlos con un palmo de nariz” y abandonar la negociación. Pero Rusia no cedió
a las emociones. Al final, nuestro país obtuvo compromisos ventajosos: se respetaron
los intereses de los productores industriales y agrícolas rusos en espera de un aumento de la
competencia de parte de las empresas extranjeras. Los actores económicos rusos tendrán nuevas y considerables posibilidades de
acceso al mercado mundial y para proteger sus derechos de forma civilizada. A
mi modo de ver, es ese el principal resultado y no el hecho simbólico de la entrada de Rusia al “club” mundial del comercio. Rusia respetará las normas de la OMC, al igual que todos sus
demás compromisos internacionales. Espero que
nuestros socios también
respeten las reglas del juego. Permítanme
señalar de paso que ya hemos incorporado los
principios de la OMC a la base jurídica del Espacio Económico Común conformado por Rusia, Bielorrusia
y Kazajstán.
Al analizar nuestra manera de promover los intereses económicos rusos en el escenario mundial, puede
verse que todavía estamos
aprendiendo cómo hacerlo de
manera sistemática y coherente.
Al contrario de nuestros socios occidentales, no tenemos aún la técnica para promover correctamente las medidas
que beneficien a las empresas rusas en las plataformas donde se realizan los
intercambios comerciales internacionales. Es, sin embargo, nuestro deber
resolver problemas cruciales en ese sector teniendo en cuenta que el desarrollo
innovador reviste para Rusia una importancia prioritaria. Se trata de
garantizar a Rusia posiciones equitativas dentro del actual sistema de mundial
de relaciones económicas y de
reducir al mínimo los riesgos inherentes a la integración del país a la economía mundial, sobre todo en el contexto de la
mencionada adhesión a la OMC y de
la inminente adhesión de Rusia a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).
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