2 DE SEPTIEMBRE
SAN
ESTEBAN,
REY DE HUNGRÍA
Misa – Os Justi
Epístola – Eccli; XXXI, 8-11
Evangelio – San Lucas; XIX, 12-16
"LIBERTADORES" DE LAS NACIONES. — Obispos y
sacerdotes aceptaron una muerte cruel para salvar en Francia la fe católica
puesta en peligro por la Constitución civil del Clero. Y para salvar a Europa
amenazada por el Islam, Dios suscitó un rey y un santo, Esteban de Hungría, que
en el siglo X, después de hacerse el apóstol su pueblo, le dio una organización
cristiana, recibida de la Santa Sede la dignidad real, colocó la cruz sobre su
corona Y consagró su país a Nuestra Señora
de la Asunción.
EL SANTO REY. — Las naciones, como los individuos, tienen que cumplir una misión
en la historia y, para no faltar
a su cometido, sacan de su fe el valor necesario. Por
apartarse de la cismática Bizancio, aseguró Esteban a su país nueve siglos de prosperidad, y la
tranquilidad a Europa. En
efecto, fue en Budapest, "donde gracias al arrojo de las tropas magiares, adiestradas
para la defensa de la civilización cristiana, fue desecha la horda invasora de los infieles; allí se echó atrás, vencida, la orgullosa media luna, ante la cruz
de Cristo Redentor" Esteban llevaba una vida pura y penitente como la había
de llevar más tarde San Luis, Rey de Francia; amaba a los pobres y cuidaba a
los enfermos, hacía justicia a los humildes, levantaba iglesias y monasterios;
profesaba fervoroso culto a la Santísima Virgen. "Es San Esteban, escribía
Pío XI, el ejemplo perfecto del príncipe cristiano y con razón se le invoca
como amparo y gloria del pueblo húngaro. Efectivamente, no sólo le enseñó con
la práctica de la verdadera religión el medio de conseguir la salvación eterna,
sino que también le levantó y ennobleció por Ala cultura humana y civil. De ahí
proceden aparte de otras ventajas y distinciones, ese gran número de hombres
célebres que ilustraron su patria con la probidad de su vida, con su sabiduría
en las artes y en letras y con otros trabajos”.
FIDELIDAD A LA IGLESIA. — El santo Rey quiso
recibir su corona del Papa Silvestre II. Sólo la furia de las logias masónicas
ha podido arrebatar esta corona a su virtuoso sucesor, y ser en nuestros días causa de las tristes consecuencias que todos conocemos muy bien. En este momento,
la Iglesia es perseguida; la escuela nacionalizada y ya no se da con la libertad
de otros tiempos la enseñanza cristiana; en la cárcel hay obispos y muchos
sacerdotes por el único crimen de haber proclamado los derechos de la
conciencia y de la Iglesia y haber defendido su libertad puesta en peligro.
Pero, si los tiempos son tristes para aquel desventurado país, no debemos olvidar
que la Iglesia tiene las palabras de vida eterna, que los sacrificios con tanto
heroísmo llevados- no pueden quedar sin fruto y que Dios hará llegar días de
gloria y de paz a Hungría, la cual otra vez ha de vencer al enemigo de Dios,
por su constancia y su fidelidad a Dios y a la Iglesia. Recemos la Oración de la
Misa por toda la Iglesia, pero de un modo especial por Hungría: «Suplicamoste, oh
Dios Omnipotente, concedas tu
Iglesia el que merezca tener por glorioso protector en los cielos a tu Santo Confesor Esteban, al
cual, mientras reinó en la tierra, tuvo por propagador. Por Nuestro Señor
Jesucristo. Amén.
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