INTRODUCCION A LA CUESTION LI
(CONTINUACION)
3. En
cuanto a las operaciones que ejercen por esos cuerpos tomados en sus
apariciones, las sagradas letras les atribuyen aquellas que son comunes y
pueden darse incluso en los cuerpos no vivientes, como el hablar, moverse, etc.,
pero nunca aquellas que son propias de los seres vivientes compuestos de cuerpo
y alma, como el comer, beber, etc. Estas operaciones sólo aparentemente las
ejercen. Así, cuando Rafael caminaba con el joven Tobías y conversaba con él,
tanto el movimiento como los sonidos de su voz eran algo real y verdadero, como
su mismo cuerpo, pero ni comía ni bebía, ni sentía verdaderamente. El mismo lo
testifica: Todos los días me hacía ver de vosotros; no comía ni bebía; lo que
vosotros veíais era una apariencia (Tob. 12, 19). En el Nuevo Testamento se
niega también de los ángeles el comercio carnal y la generación, propia de los
seres vivientes (Mit. 22, 30).
b) DOCTRINA DE LA IGLESIA.-, como se
advirtió al tratar de la perfecta espiritualidad de los ángeles, ésta no está
expresamente definida, sino más bien la Iglesia la supone, mucho menos lo
estará que los ángeles no tienen cuerpo propio y natural. El hecho de llamar a
los ángeles los, en símbolos y concilios, criaturas invisibles, supone que no
tienen cuerpo ponderable, pero nada más. Puede, sin embargo, colegirse la
carencia de todo cuerpo del texto del Concilio IV de Letrán. (Denz, 42-8)
repetido por el Concilio Vaticano (Denz. 1783), en cuanto que en ellos su
naturaleza no sólo se contrapone a las substancias corpóreas, sino también al
hombre, compuesto de cuerpo y espíritu.
Referente a la propagación de los ángeles, que en cierto modo podría
suponer en ellos cuerpo sensible y operaciones vítales propiamente dichas, la
Iglesia ha rechazado por Benedicto XII (a. 1341), entre los errores de los
armenios el de cierto maestro llamado Mechitriz que quiere decir paráclito, el
cual nuevamente introdujo y enseñó que el alma humana del hijo procede de la
del padre, como un cuerpo de otro y también un ángel de otro; porque, siendo racional
el alma humana y el ángel substancia de naturaleza intelectual, son como
ciertas luces espirituales, que despiden de sí otros rayos también
espirituales" (Denz, 533). La fe de la Iglesia en las apariciones
angélicas se manifiesta en su liturgia, celebrando el 8 de mayo la aparición del
arcángel San Miguel en el monte Gargano de Apulia, en Italia, el año 525.
IV. EXPOSICIÓN TEOLOGICA DE
SANTO TOMAS
A) Los
ángeles no están naturalmente unidos a cuerpo alguno (a. 1)
Determinada ya por Santo Tomás la naturaleza de los ángeles en razón de
substancia, pasa ahora a determinarla en razón de especie, pues a pesar de su
perfecta inmaterialidad, si los ángeles no fuesen substancias específicamente
completas, podrían formar una entidad específica unida substancialmente a un
cuerpo. No otra cosa significa tener cuerpo unido a sí naturalmente. El alma
humana, siendo perfectamente espiritual, y completamente inmaterial como los
ángeles, se une natural y substancialmente al cuerpo, como forma substancial
del mismo, resultando de esa unión el compuesto de la especie humana que es el
hombre. ¿Será esto propio y exclusivo del alma humana como tal o será más bien
algo común y esencial a todas las substancias intelectuales? He aquí el problema
planteado.
El análisis del acto humano de entender suministra un argumento
apodíctico de que la intelección no es acto del cuerpo u operación de alguna
facultad corpórea, y que, por lo tanto, no toda substancia intelectual tiene
necesidad de unirse como forma a un cuerpo. Tal necesidad se daría solamente si
la operación de entender hubiese de ejercerse necesariamente mediante una
facultad orgánica, en cuyo caso la esencia intrínseca de la substancia
intelectual pediría esa unión esencial a un cuerpo. Más precisamente el
entender no sólo no depende esencialmente del cuerpo, sino que trasciende su
naturaleza y supone y exige abstracción de la materia.
De ahí que el cuerpo es algo accidental en la intelección, y en tanto
se requiere que una naturaleza intelectiva tenga cuerpo naturalmente unido, en
cuanto que tal naturaleza intelectual es imperfecta en razón de especie,
necesitando, por consiguiente, en su operación propia el ministerio de los
sentidos corpóreos para adquirir sus conocimientos. Tal es el alma humana, la
más imperfecta de las substancias intelectuales.
Mas esta misma imperfección es prueba inequívoca de que ha de haber, si
el orden del universo ha de ser perfecto, otras substancias inteligentes más
perfectas, que ni siquiera ministerialmente necesiten del cuerpo para su acto
propio, que es el entender, ya que lo imperfecto en un orden pide la existencia
de lo perfecto en el mismo. Tales son los ángeles, y no solamente no hay razón
alguna que fuerce a poner en ellos unión natural a un cuerpo, sino que, como
observa Santo Tomás (a. 2, obj. 1), tal cuerpo les sería completamente inútil,
y para la necesidad circunstancial de las apariciones basta con que puedan
tomar uno también circunstancialmente.
Como o hemos venido haciendo terminamos este artículo con las palabras
del doctor Angélico:
“Los ángeles no tienen cuerpo unido naturalmente a ellos. Lo que en una
naturaleza es accidental no se encuentra universalmente en ella, y así, por
ejemplo, debido a que tener alas no es de esencia del animal, no las tienen
todos los animales. Ahora bien, puesto que entender no es acto del cuerpo ni de
facultad alguna corpórea, como adelante diremos, tener un cuerpo unido no es de
esencia de la substancia intelectual en cuanto tal, sino un accidente que
sobreviene a una determinada substancia intelectual por otras razones. Tal sucede,
por ejemplo, al alma humana, a la cual compete la unión con el cuerpo en virtud
de que es imperfecta y de que en el género de las substancias intelectuales
está en, potencia, porque no tiene en su naturaleza la plenitud de la ciencia,
sino que necesita adquirirla de las cosas sensibles por medio de los sentidos
corporales, según adelante explicaremos. Pero siempre que en un género se halle
alguna cosa imperfecta, es necesario que en el mismo género preexista algo
perfecto. Luego en la naturaleza intelectual existen algunas substancias perfectamente
intelectuales que no necesitan tomar su ciencia de las cosas sensibles. Por consiguiente,
no todas las substancias intelectuales están unidas a los cuerpos, sino que
algunas están separadas de ellos, y a estas llamamos ángeles.”
En su respuesta ad. 1 nos dice:
Según hemos dicho, fue opinión de algunos que todo ser es cuerpo, Y
ésta parece ser la razón de que haya quienes piensan que no exista substancia
alguna incorpórea que no esté unida a algún cuerpo, hasta el extremo de
sostener algunos, como refiere San Agustín, que Dios es el alma del mundo. Pero
como esto repugna a la fe católica, la cual enseña que Dios está sobre todas
las cosas, conforme a las palabras del Salmista: “Tu magnificencia se eleva por
encima de los cie-Los” Orígenes, si bien rehusó aplicar esta doctrina a Dios,
adoptó respecto a los otros seres aquellas opiniones extrañas, en lo cual, como
en otras muchas cosas, se engañó por haber seguido las opiniones de antiguos
filósofos. - En cuanto al texto de San Bernardo, se puede explicar en el
sentido de que los espíritus creados necesitan de algún instrumento corporal,
no unido naturalmente a ellos, sino asumido con algún otro fin, como después se
dirá. - San Agustín, por su parte, no expone su propio parecer, sino una
opinión de los platónicos, quienes admitían la existencia de ciertos animales aéreos,
a los cuales llamaba demonios.
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