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DE JUNIO
VIGILIA
DE
SAN
JUAN BAUTISTA
EL RELATO
EVANGÉLICO. — "Hubo en los días de Herodes, rey de
Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, y su mujer de las
hijas de Aarón, y su nombre era Isabel. Y ambos eran justos ante Dios,
caminando sin tacha en todos los mandatos y preceptos del Señor, y no tenían hijo,
porque Isabel era estéril, y ambos eran ya ancianos. Y sucedió que, al ejercer
el sacerdocio ante Dios en el orden de su turno, según la costumbre del
sacerdocio, le tocó por suerte entrar a poner el incienso en el templo del
Señor; y toda la multitud del pueblo estaba fuera, orando, a la hora del
incienso. Y se le apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar
del incienso. Y Zacarías se turbó, al verlo, y cayó sobre él el temor. Mas díjo
le el Angel: no temas, Zacarías, porque ha sido oída tu súplica: y tu mujer
Isabel te dará un hijo, y llamarás su nombre Juan: y tendrás alegría y gozo, y
muchos se alegrarán de su nacimiento: porque será grande delante del Señor, y
no beberá vino, ni sidra, y será henchido del Espíritu Santo desde el mismo vientre
de su madre: y convertirá a muchos hijos de Israel al Señor, su Dios: y
caminará delante de El con el espíritu y el poder de Elias: para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos, y a los incrédulos a la prudencia de los
justos, para preparar al Señor un pueblo perfecto.
EL FUTURO MESÍAS. -
Esta página que hoy nos hace leer la Iglesia, es preciosa entre todas aquellas
en que se han consignado los anales de la humanidad; porque éste es el comienzo
del Evangelio, la primera palabra de la buena nueva de nuestra salvación. No es
que el hombre no hubiese tenido noticia hasta entonces de los designios del
cielo para levantarle de su caída y darle el Salvador. Pero la espera había
sido larga desde el día en que la sentencia dada contra la serpiente mostró a
nuestro primer padre el futuro hijo de la Mujer, que sanaría al hombre y daría
satisfacción a Dios. Es cierto que, de edad en edad, se había ido revelando la
promesa; cada generación, podríamos decir, había visto al Señor, por medio de
los profetas, ir añadiendo un nuevo rasgo al perfil de este hermano de nuestra raza,
tan grande por sí mismo, que el Altísimo le llamaría su Hijo, tan celoso de la
justicia que, para saldar la deuda del mundo, vertiría hasta la última gota de
su sangre. Cordero por su inmolación, dominaría la tierra con su dulzura;
deseado de los pueblos aunque nacido de jessé, más magnífico que Salomón acogería
el ardiente anhelo de las pobres almas redimidas: adelantándose a sus deseos,
se hará anunciar como Esposo descendido de los collados eternos4. Cordero
cargado con los pecados del mundo. Esposo deseado por la Esposa: éste era el
Hijo del Hombre y al mismo tiempo Hijo de Dios, el Cristo, el Mesías prometido
al mundo. Mas, ¿cuándo debía venir este deseado de las naciones? ¿Quién señalaría
al mundo a su Salvador? ¿Quién conduciría la Esposa al Esposo?
LARGA ESPERA. — Al
salir llorando el género humano del Edén, había quedado con la mirada fija en
el futuro. Jacob, al morir, saludaba de lejos a ese hijo querido cuya fuerza
sería como la del león y cuyos encantos celestiales eran objeto de sus
inspiradas contemplaciones5 en su lecho de muerte. La humanidad, ansiosa a
causa de su mal y por el ardor de sus aspiraciones, contemplaba un siglo y
otro, sin que la muerte que la consumía, suspendiese sus estragos, sin que el ansia
del Dios esperado cesase de aumentar en su corazón. Así pues ¡qué reiteración
de plegarias se sucedía de generación en generación, y qué creciente
impaciencia en las súplicas! Ojalá rompieras las barreras de los
cielos y bajaras'. Basta de promesas, exclaman refiriéndose a laIglesia de
aquellos tiempos el piadoso San Bernardo y los Santos Padres, al comentar el
primer versículo del Cantar de los Cantares: basta de figuras y de sombras,
basta de hablar por medio de otros. No escucharé más a Moisés; los profetas
están mudos para mí; la ley cuyos portavoces eran, no es capaz de dar vida a
mis muertos ¿y qué me importarán a mí, a quien está anunciado el Verbo de Dios,
los balbuceos de sus profanos labios?. Nada valen los perfumes de Aarón en
comparación del óleo de alegría que el Padre derramó sobre el que yo espero. No
más enviados ni servidores: después de tantos mensajes, venga ya El mismo.
EL PRECURSOR. —
Y la Iglesia de la espera, postrada en la persona de los más dignos de sus hijos
sobre la cima del Carmelo, no se levantará hasta que aparezca inminente la
señal de la lluvia salvadora en el cielo. Entonces, olvidando el agotamiento de
los años, se argüirá con el vigor de su primera juventud; llena de la alegría anunciada
por el ángel, seguirá con gozo al nuevo Elias, Precursor predestinado
cuyo nacimiento para mañana nos promete la vigilia de hoy; irá en pos del que
corre como el antiguo Elias, pero con más verdad que él, delante del carro del
rey de Israel.
ORACIÓN. — Entresaquemos las dos
Oraciones siguientes del Sacramentarlo Gelasiano; ellas nos introducirán en el
espíritu de la fiesta: "La oración del bienaventurado Juan Bautista nos
obtenga, Señor, comprender y merecer el misterio de tu Cristo." "Dios
Omnipotente y eterno, que en los días del bienaventurado Juan Bautista
cumpliste lo que anunciaron las prescripciones legales y los oráculos de los
santos profetas; concede, te rogamos, que cese toda figura y se manifieste y hable
la misma Verdad, Jesucristo Nuestro Señor. Amén."
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