2 de Mayo
San Atanasio, patriarca de Alejandría.
(† 373)
III Clase - Paramentos Blancos
Epístola – II Cor. IV, 5-14
Evangelio – San Mateo; X, 23-28
El valeroso defensor de la fe
católica San Atanasio, nació de nobles padres en Alejandría, para ser una de
las más brillantes lumbreras del orbe cristiano. Acabados sus estudios, retiró
sé por algún tiempo en el yermo, donde conversó con San Antonio abad, a quien
dio dos túnicas para el abrigo y reparo de su cuerpo. Era todavía diácono
cuando asistió al gran concilio de Nicea, donde confundió al mismo Arrio en las
disputas que tuvo con él; y habiendo fallecido cinco meses después del concilio
san Alejandro, obispo de Alejandría, fué elegido Atanasio por común
consentimiento de todo el pueblo. Los herejes que ya le conocían, se hicieron a
una para derribarle, y en el conciliábulo de Tiro, entre otros cargos, le
acusaron de haber violado una mujer, la cual, por persuasión de los arríanos y dineros
que le dieron, exclamaba allí que habiendo hospedado a Atanasio, le había quitado
por fuerza la virginidad. Pero luego se conoció el embuste de la mala hembra,
porque Timoteo, presbítero de Atanasio, fingiendo que era él mismo Atanasio, le
dijo: «Di, mujer, ¿yo fui huésped en tu casa? ¿Yo he mancillado tu castidad?».
Y como ella respondiese a grandes voces y con muchas lágrimas fingidas que sí,
y lo jurase, y pidiese a los jueces que le castigasen, vino a descubrirse toda
aquella maraña, y paró en risa aquella acusación. Es imposible decir las calumnias
y persecuciones que armaron Los herejes contra este santísimo patriarca. Cuatro
emperadores le persiguieron: Constantino Magno con buen celo, pensando que
acertaba, y Constancio su hijo, Juliano el Apóstata y Valente como enemigos de
Dios. Escribió el símbolo que llaman de Atanasio, el cual como regla certísima de
nuestra santa fe ha sido recibido y usado de toda la Iglesia. Padeció largos
destierros; cinco mil hombres de guerra entraron para prenderle en su iglesia,
y tuvo que esconderse en los yermos, en una cisterna, donde estuvo seis años, y
hasta en la misma sepultura de su padre. Cuando volvía a su Iglesia, recibían
le como si viniera del cielo, y era tal el fruto de su predicación y ejemplo, y
tan grande la porfía en las gentes sobre el darse a la virtud, que como él
mismo escribe, cada casa y cada familia parecía una iglesia de Dios. Así
ilustró y defendió la fe cristiana durante medio siglo, y acabó su vida en
santa vejez hasta que el Señor fué servido de llevarle para sí y darle el galardón
de sus largos trabajos.
Reflexión: En
la vida de este santo se ve la firmeza que el verdadero católico debe tener en
todo lo que toca a la pureza y entereza de nuestra santa religión; y los embustes
y artificios que usan los herejes para contaminarla y corromperla, valiéndose
del favor de los malos príncipes, los cuales, aunque algunas veces por razón de
estado, favorecían a Atanasio, pero nuestro Señor que quiere ser servido de los
príncipes con verdad, al cabo los castigó, a Constancio con una apoplejía, a
Juliano con una saeta, y a Valente con haberle quemado los bárbaros en una
choza; pero san Atanasio quedó triunfador de estos infelices tiranos y de todos
los herejes que con tan porfiada rabia y crueldad le persiguieron. Seamos, pues,
como este gloriosísimo doctor fiel a Dios, y a su santa Iglesia, y el Señor nos
esforzará de manera que toda la potencia de nuestros enemigos no podrá
prevalecer contra nosotros.
Oración: Rogámoste,
Señor, que oigas benigno las súplicas que te hacemos en la solemne fiesta de tu
bienaventurado confesor y pontífice Atanasio, y que por los méritos de aquel
que te sirvió con tanta fidelidad, nos libres de nuestros pecados. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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