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martes, 26 de abril de 2016

LA ASCENSION DEL SEÑOR - SANTO TOMÁS DE AQUINO

JESUCRISTO, SENTADO A LA DIESTRA DEL PADRE


Esta expresión «sentarse a la diestra de Dios» o a la diestra del trono de la Majestad, que tanto repiten los apóstoles, tiene su origen en el Antiguo Testamento. En el libro primero de los Reyes leemos de Salomón que, apenas entronizado, recibió la visita de su madre, Betsabé, que fue a hacerle una recomendación. El rey, al verla, «se levantó, la besó y, sentándose en su trono, hizo poner otro para la madre del rey y la sentó a su derecha» (1 Reg. 2,19). Este texto contiene dos cosas: primera, lo que hizo Salomón en aquella ocasión con su madre, que tanta parte había tenido en su exaltación; la segunda, Ia introducción de una costumbre en Israel, que la madre del rey se sentara a su derecha como señal de honor y también de autoridad. Esta es la razón porque en la historia de los reyes de Judá se da a conocer el nombre de la madre del rey, nunca el de sus esposas; v. gr.: «Roboam, hijo de Salomón, reinó sobre Judá... Su madre se llamaba Noama, amonita» (1 Reg. 14,21). Digno de nota y confirmación de lo dicho es lo que el texto sagrado nos dice de la madre de Asa: «Su madre se llamaba Macá, hija de AbisaIón. Asa hizo lo recto a los ojos de Yavé... y hasta despojó a su madre de Ia dignidad de reina porque se había hecho una asera abominable; cogió la abominación y la quemó en el torrente Cedrón» (1 Reg. 15,10-13). El salmo 45,10ss parece ofrecernos una excepción de esta ley al presentarnos a la esposa a la derecha del rey; mas téngase presente que el salmo es una composición epitalámica, y es claro que la esposa ha de ocupar en esta ocasión el lugar preferente, Todo esto nos dará a entender el sentido del salmo 110,1, en que «Yavé dice al Soberano: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies». El sentido de este verso depende del versículo 3, que varía según se adopte al texto masorético o la versión de los LXX. En todo caso, de aquí provienen las expresiones que tantas veces hallamos en' los apóstoles cuando hablan de la exaltación de Jesucristo, las cuales toman ellos en sentido pleno, corno pide la idea que del Mesías tenían.

El sentido teológico de esta expresión local nos lo declara Santo Tomás cuando dice que «el sentarse» significa descanso y significa también poder judicial. Esto conviene a Jesucristo como Hijo de Dios, por razón de su igualdad con el Padre; le pertenece también como 'Hijo del hombre, por razón de su unión personal con el Verbo, por la cual se dice también Hijo de Dios, y le pertenece, finalmente, como Hijo del hombre, considerada la naturaleza humana y en cuanto se halla enriquecida con la mayor gracia que tuvo ni, puede tener criatura alguna. Por razón de igualdad con el Padre, el Hijo tiene el mismo poder que el Padre y el Espíritu Santo; lo mismo como hombre, unido a la persona del Verbo, pues en este caso se atribuyen a la humana naturaleza las propiedades de su persona'; como a Cristo hombre, enriquecido con una gracia habitual superior a la de toda criatura, le corresponde a Jesucristo gozar «de los mejores bienes del Padre», o sea aquella dignidad de Señor, acatado por los cielos, la tierra y los infiernos, de que nos habla San Pablo en la epístola II a los Filipenses (2,I0).

Y esto último no es tan propio de Cristo, que no tengan parte en ella los redimidos de Cristo. Primero su Madre, a la cual atribuye la Iglesia el título de Señora. A ella se pueden muy bien adaptar aquellas palabras de San Pablo en su epístola a los Filipenses, que, habiendo vivido incorporada a la perfecta obediencia de su Hijo hasta en la cruz, el Padre Eterno la ensalzó y le dio un nombre sobre todo nombre por debajo del de Jesús, para que a ella rindan homenaje los cielos, la tierra y los infiernos, y todos confiesen que María es la Señora, para gloria de su Hijo. También de los fieles de Cristo dice San Pablo que, «estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio la vida por Cristo-de gracia habéis sido salvados-, y nos resucitó, y nos sentó en los cielos por Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia por su bondad hacia nosotros por Cristo Jesús” (Eph. 2,5-7). Así se cumplirá aquello que dice a los Colosenses, que «El es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; El es el principio, el primogénito de los muertos, para que tenga la primacía sobre todas las cosas. Y plugo al Padre que en El habitase toda la plenitud, y por El reconciliar consigo, pacificando, por la sangre de su cruz, todas las cosas, así las de la tierra como las del cielo» (Col. I, I8-20). Finalmente, dice San Juan en el Apocalipsis:  «Al que venciere lo haré sentarse conmigo en mi trono, así como también' yo vencí y me senté con mi Padre en su trono» (3,21).

Sobre este término de la ascensión y principio de la ascensión lo explica en pocas palabras desde el punto de vista teológico el Apóstol de las gentes con una precisión y un hermetismo teológico propio de esta gran Apóstol San Pablo y porque este lenguaje espiritual entre los grandes santos es muy común mas poco accesible para quienes no hemos alcanzado ese grado elevado de espiritualidad, tan necesario para nuestra salvación y tan lejos por las múltiples ocupaciones del hombre Católico que todavía conserva su ens o ente católico que, aun , los enemigos del alma no le han quitado. Creo que para ello este Santo Tomas de Aquino para explicarnos aquella cita de San Pablo. Porque, como dice el Credo: “Esta sentado a la diestra de Dios Padre” y no dice que este parado aunque así lo haya visto San Esteban cuando fue martirizado, dicho esto pasemos a la cita antes mencionada: “Se anonado hasta la muerte y muerte de crus, por lo cual Dios le exalto y le dio un nombre que esta sobre todo nombre y ante el cual deban inclinarse los cielos, la tierra y los infiernos” y también un lugar que es la diestra del Padre.

Lo cual le convenía en cuanto Dios o si se quiere en cuanto a su naturaleza divina, como lo dice San Marcos: “El Señor Jesús, luego que le hablo subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios”. (Marc. 16, 19) “Así pues con esta expresión de “estar sentado” se pueden entender de dos maneras: una, la QUIETUD, según aquello que se dice “Asentaos en la ciudad” o “Sedete in civitate”, y otra el poder regio y judicial, según aquello que se lee en los Proverbios: “El rey, que está sentado en el trono del juicio, disipa todo mal con su mirada” (Prov. 20,8). Así pues se dice con toda propiedad que de uno u otro modo conviene a Cristo estar sentado a la diestra del Padre. Primeramente en cuanto permanece eternamente incorruptible en la BIENAVENTRANZA del Padre, conforme a las palabras del salmo: “En tu diestra se hallan los deleites hasta el fin” (15, 11). De donde dice San Agustín por aquello del símbolo: “Estar sentado a la diestra de Dios Padre”: “Estar sentado propiamente hablando significa habitar como decimos de uno: se asentó durante tres años en aquellas tierras. Así, pues, debéis de creer que Cristo habita a la diestra del Padre (pero no por tres años sino por toda la eternidad) pues es bienaventurado y el nombre de esta BIENAVENTURANZA, LA DIESTRA DEL PADRE”.

De otro modo se dice que Cristo está sentado a la diestra en cuanto que reina junto con el Padre y le asiste en el reinar y en el juzgar, a lo cual dice San Agustín: “Entender por diestra la potestad que recibió este tomado por Dios (el Verbo eterno) a fin de que venga a juzgar el que antes fue juzgado. Aquí estas dos maneras incluyen la naturaleza humana de Cristo por su unión HIPOSTATICA con el Verbo y el juzgar hace referencia al Verbo eterno propiamente hablando según aquello del salmo: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga como peana de tus pies a tus enemigos”.

De aquí se sigue necesariamente que en cuanto Dios Cristo este sentado a la diestra del Padre. Por esto dice el Damasceno: “Decimos la diestra del Padre la gloria y el honor de la DIVINIDAD, EN QUE EL Hijo de Dios vive desde la eternidad como Dios y CONSUSTANCIAL con el Padre”. Por tal razón en primer lugar se dice la diestra del Padre por lo dicho por San Juan Damasceno: “LA GLORIA DE LA DIVINIDAD”; segundo en virtud de lo que dice San Agustín, “LA BIENAVENTURANZA DEL PADRE; tercero según el mismo PODER JUDICIAL. Por lo tanto no es otra cosa cuando se dice “la diestra del Padre” que poseer con el Padre la gloria de la DIVINIDAD, Y LA BIENAVENTURANZA Y LA DIGNIDAD Judicial. y esto se da de una manera inamovible y regia. TODO ESTO CONVIENE AL HIJO POR RAZON DE SU DIVINIDAD. Una vez comentada con lujo de detalles la conveniencia o derecho de estar a la diestra del Padre en cuanto a su divinidad, queda la interrogante y, que con su naturaleza humana. En cuanto hombre tiene también el mismo derecho? La autoridad de San Agustín sale al paso: “Por la diestra de Dios debéis entender el poder que recibió aquel hombre elevado por Dios para venir a juzgar el que antes había venido a ser juzgado”.


“Con lo dicho por San Agustín en la anterior cita, debería nuestro entendimiento no inquirir mas sobre esta pregunta, pero bueno no es explayar el tema para ilustrar aun mas nuestra inteligencia, nutrir nuestra alma de este torrente espiritual y fortalecer nuestra alicaída fe en los misterios divinos. “Todo esto puede ser de tres maneras (el que la naturaleza humana este a la diestra del Padre): Primero, UNIDAD DE LA NATURALEZA Y DISTINCION DE LAS PERSONAS, de esta manera Cristo en cuanto hijo de Dios, está sentado a la diestra del Padre, porque posee la MISMA NATURALEZA CON EL PADRE. De manera que las tres cosas dichas más arriba convienen esencialmente al Hijo como al Padre. Y a esto es hallarse en igualdad con el Padre.

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