De la causalidad
de la ascensión del Señor sobre nosotros.
(Fin del capítulo)
Y como el
cuerpo se vuelve glorioso, así, dice San Agustín “el alma se vuelve
bienaventurada por la participación de Dios”. Por consiguiente, la causa
primera de la ascensión al cielo es la virtud divina. De manera que Cristo sube
al cielo por su propia virtud, ante todo por la virtud divina y luego por la
virtud del alma glorificada que mueve al cuerpo como quiera.
Así como la
resurrección de Cristo es causa de la nuestra, a continuación surge la pregunta
siguiente: “¿Puede ser la ascensión de Cristo causa de nuestra salud?”. Al
parecer de Santo Tomas sí citando al mismo Salvador en San Juan: "Os
conviene que 'Yo me vaya", es decir, que me aparte de vosotros por la
ascensión.
Esta ascensión
de Cristo se realiza de dos maneras: causa de nuestra salud de parte nuestra y
de parte de Él. De parte nuestra, en cuanto que por la ascensión de Cristo
tiende hacia Él nuestra mente. Pues por su ascensión como ya queda dicho, primero,
se despierta la fe; segundo, la esperanza: tercero, la caridad; cuarto, se
aumenta nuestra reverencia hacia EL, pues no le consideramos ya como hombre
terreno sino como Dios celeste, según el Apóstol dice: "Aunque conocimos a
Cristo según la carne-mortal, considerándole como puro hombre, según expone la
Glosa-, pero ahora ya no, le conocemos".
Por parte de
Él, por aquellas, cosas que hizo por nuestra salud, subiendo al cielo: Primeramente,
nos preparó el camino para subir al cielo, según aquello que dice en San Juan,
"Voy a prepararos el lugar". Y. en Miqueas: "Sube abriendo el
camino ante ellos". Y pues El es nuestra cabeza, es preciso que los
miembros sigan allá a donde los precede la cabeza, por lo cual añade:
"Para que donde yo estoy, allí estéis vosotros” en prueba de esto,
Introdujo en el cielo Ias almas de los santos que había sacado del 'infierno,
según aquello el, Salmo: "¡Subiendo. Cristo a lo alto llevó cautiva la
cautividad", pues a los que habían sido cautivos del diablo Él los
introdujo consigo en el cielo, como en un lugar extraño a la humana naturaleza,
cautivos de buena cautividad.
En segundo
lugar, porque, como el pontífice en el Antiguo Testamento entraba en el
santuario para presentarse ante Dios a favor del pueblo, así también Cristo
entro en el cielo “para interceder por nosotros”, como dice el Apóstol a los
Hebreos. La misma presencia suya en naturaleza humana que introdujo en el cielo,
es cierta intercesión en favor nuestro, pues por el hecho de haber Dios exaltado
en Cristo la naturaleza humana, se ha de compadecer de aquellos para quienes el
Hijo de Dios tomó esa naturaleza.
Por último, Cristo,
sentado en el trono de los cielos como Dios y como Señor, envía desde allí los dones
divinos a los hombres, según lo que el Apóstol escribe a los Efesios: “Subió
sobre todos los cielos para dar cumplimiento a todas las cosas", "con
sus dones", según dice la Glosa. De esta manera:
1.
La ascensión de Cristo es causa de nuestra salud, no por vía de mérito, sino de
eficiencia, como se dijo atrás, hablando de la resurrección.
2.
La pasión de Cristo es causa de nuestra ascensión a los cielos, propiamente
hablando, por la remisión del pecado, que nos impedía la entrada, y por vía de
merecimiento, Pero la ascensión de Cristo es directamente causa de nuestra
ascensión, por cuanto la inaugura en nuestra cabeza, a la que deben juntarse
los miembros.
3.
Cristo, una vez que subió al cielo alcanzó para sí y para nosotros el derecho
perpetuo y la dignidad de la morada celeste. Pero en nada deroga a esta dignidad
si por especial dispensación desciende corporalmente alguna vez a la tierra, o
para manifestarse a todos, como en el juicio, o para mostrarse a alguno en
particular como se le apareció a San Pablo, según se cuenta en los actos.
Y porque no
vaya a creer alguno que esto sucedió sin hallarse Cristo presente
corporalmente, sino por una aparición cualquiera, el Apóstol dice, para
confirmar la fe en la resurrección: “Últimamente se me apareció también a mí”.
Sin duda que esta visión no probaría la verdad de la resurrección si el mismo
Cristo No hubiese sido visto por el Apóstol. Cuan tan agradecidos debemos estar
por este misterio inefable de la ascensión de Cristo y cuanta alegría debe
redundar en nuestros corazones sin mancha de tristeza porque ella nos trajo
beneficios tan grandes e inestimables y, a la vez, prueba de su omnipotencia
divina que espanto no solo a los que pidieron su muerte sino en especial a los
demonios.
Finalmente el
cuerpo de Cristo Glorioso subió por sobre toda criatura espiritual, así lo dice
San Pablo: “Le coloco sobre todo principado, potestad y sobre todo ser que
exista en este siglo o en el futuro”. Y esto tiene lógica pues “Cuando un ser
es más noble, tanto se le debe lugar más elevado, bien que este lugar le sea
debido por modo de contacto corporal, como a los cuerpos; bien por modo de
contacto espiritual, como a las sustancias espirituales, de donde se sigue que,
por cierta congruencia, también a las sustancias espirituales se les debe el
lugar celestial, que es el lugar supremo, pues las sustancias espirituales son
supremas en el orden de las sustancias. Ahora bien, aunque el cuerpo de Cristo,
atendida su naturaleza corpórea, sea inferior a las sustancias espirituales, pero
considerando su dignidad por razón de la unión personal con Dios, excede en
dignidad a todas las sustancias espirituales. Y, así por esta congruencia se le
debe un lugar más alto sobre toda criatura, aun espiritual. Por donde San
Gregorio dice en una homilía sobre la ascensión que “quien había hecho todas
las cosas era llevado por su virtud sobre todas ellas”.
JESUCRISTO, SENTADO A LA DIESTRA DEL
PADRE
La cuestión del
presente es complemento de la anterior, pues señala el término de la ascensión
y la cima de la exaltación de Jesucristo. Por los textos citados en la cuestión
precedente, ya dejamos bien declarado cuál es, en este punto, el lenguaje de
los apóstoles, Todavía podíamos alegar nuevos textos más. La epístola a los
Hebreos emplea para expresar la misma idea un lenguaje distinto. Jesucristo,
dice, «después de hacer la purificación.de los pecados, se sentó a la diestra
de la Majestad en las alturas, hecho tanto mayor que los ángeles, cuanto heredó
un nombre más excelente que ellos». Este, nombre es el de Hijo (1,3-14). Luego
de explicar el sacerdocio de Cristo, resume así todo lo dicho: «La suma de todo
es que .tenemos un Pontífice, que está sentado a la diestra del trono de la
Majestad en los cielos» (8,1). Y más adelante: «Este (Jesucristo), habiendo
ofrecido un sacrificio por los pecados, para siempre, se sentó a la diestra de
Dios, esperando lo que resta, hasta que sean puestos sus enemigos por escabel
de sus pies» (10,12S). Finalmente, nos exhorta a poner los ojos en el
consumador de la fe, Jesús, el cual, en vez del 'gozo que se le ofrecía, soportó
la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sentado a la diestra del trono
de Dios.
CONTINUARA...
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