CAPITULO XVII
LOS PAPAS Y
EL CATOLICISMO LIBERAL
“El liberalismo católico es un verdadero
flagelo.”
Pío IX, Discurso a los peregrinos de Nevers
El Padre Roussel reunió en su libro toda
una serie de declaraciones del Papa Pío IX que condenan la tentativa
católico-liberal de casar a la Iglesia con la Revolución. He aquí algunas de
ellas que sería bueno meditar:
“Lo
que aflige a vuestro país y le impide merecer las bendiciones de Dios es esa
mezcla de principios. Diré claramente y no lo callaré; lo que temo no son todos
esos miserables de la Comuna de París... Lo que temo es esa desdichada
política, ese liberalismo católico que es el verdadero desastre..., ese juego
de oscilación que destruirá la Religión. Es necesario, sin duda, practicar la
caridad, hacer todo lo posible para salvar a quienes andan descarriados; sin
embargo, no es necesario para ello comulgar con sus opiniones...”
“Advertid,
entonces, venerable Hermano (el Obispo de Quimper), a los miembros de la
Asociación Católica que, en las muchas ocasiones en que Nos, hemos condenado a
los adeptos de las opiniones liberales, no nos hemos referido a aquellos que
odian a la Iglesia y que hubiera sido inútil designar; sino más bien, señalamos
a aquellos que, conservando y manteniendo escondido el virus de los principios
liberales que han bebido con la leche bajo la excusa de que no está infectada
de una malicia manifiesta y no es dañosa para la Religión, según ellos, así la
inoculan fácilmente en las almas y propagan de esta manera las semillas de esa
revolución por la cual el mundo está destruido desde hace tanto tiempo.”
“No
obstante, y siendo cierto que los hijos de este siglo son más sagaces que los
hijos de la luz, sus engaños (los de los enemigos de la Iglesia) tendrían sin
duda menos éxitos si un gran número entre aquellos que llevan el nombre de
católicos, no les tendieran una mano amiga. Si, ¡así es! Hay quienes tienen la
apariencia de querer marchar de acuerdo con nuestros enemigos, y se esfuerzan
por establecer una alianza entre la luz y las tinieblas, un acuerdo entre la
justicia y la iniquidad, por medio de esas doctrinas llamadas
‘católico-liberales’, las que, apoyándose sobre los principios más perniciosos,
adulan el poder laico cuando invade las cosas espirituales y empuja los
espíritus, por lo menos, a la tolerancia de leyes más inicuas, tan
tranquilamente como si no hubiese sido escrito que nadie puede servir a dos
señores. Así, éstos, ciertamente, son más peligrosos y más funestos que los enemigos
declarados, porque secundan sus esfuerzos como desapercibidos y aún ignorantes,
porque se mantienen en el último extremo de las opiniones formalmente
condenadas, y toman una cierta apariencia de integridad y de doctrina
irreprochable, tentando de esta manera a los imprudentes amigos de conciliaciones, engañando a
las personas rectas, que se revelarían contra un error manifiesto. Así es como
ellos dividen los ánimos, desgarran la unidad, y debilitan las fuerzas que
debieran reunir para conducirlas juntas contra el enemigo...”
“No podemos menos
que aprobar el haber emprendido la defensa y explicación de las decisiones de
Nuestro Syllabus, sobre todo de aquellas que condenan al liberalismo que se
dice católico; que cuenta con un gran número de adherentes aún entre hombres
rectos que parecen casi no apartarse de la verdad, y es más peligroso para los
demás, engaña más fácilmente a aquellos que no están prevenidos, destruyendo el
espíritu católico insensiblemente y de manera escondida, disminuye la fuerza
de los católicos y aumenta la de sus enemigos.”
Después de semejantes condenaciones, ¡que se atrevan los
católicos liberales a rechazar los calificativos de traidores, de transfugas,
de enemigos peligrosos de la Iglesia! Para terminar con el catolicismo liberal
considerado en general, he aquí el juicio de un testigo autorizado: Emilio
Keller, diputado francés en 1865, en su libro Le Syllabus de Pie IX – Pie IX et
les Príncipes de 89 [El Syllabus de Pío IX - Pío IX y los Principios del ‘89]:
“¿Cuál es pues,
esta transacción que se busca desde hace largos años y que hoy día se nombra
cada vez con más insistencia? ¿Qué lugar quiere darse a la Iglesia en un
edificio del cual en un principio debía ser excluida? Los liberales y los
gobernantes la aceptan de buena gana como auxiliar. Pero al margen de Ella y de
su autoridad, se reservan plena in-dependencia, soberanía sin límite y entera
libertad de acción. Abandonan en sus manos el dominio de las conciencias con
tal de que por su parte, Ella les entregue la política y reconozca la eficacia
social de las ideas modernas conocidas con el nombre de principios del '89.
Gracias a esta trampa seductora, muchos espíritus generosos no comprenden que
estas proposiciones tan moderadas deban rechazarse. Algunos se alejan de la
Iglesia imaginando, cosa absurda, que realmente Ella exige el sacrificio del
progreso y de la libertad. Seguros de lo contrario, pero no osando negar la
fuerza de las fórmulas modernas, otros hacen esfuerzos laboriosos para que la
Iglesia se decida como ellos a la reconciliación ofrecida. A fuerza de buena
voluntad, creen haberse demostrado a sí mismos, que salvo algunos matices, los
principios de 1789 son puramente cristianos y que sería una gran astucia
apoderarse de ellos y llevarlos gradualmente y a la chita callando a ser
reconocidos y bendecidos por la Santa Sede.”
Es exactamente lo
que ocurrió durante el Concilio Vaticano II: los liberale lograron que fueran
bendecidos por el Papa y por el Concilio los principios de 1789. Trataré de demostrárselo
luego.
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